Capítulo4:
Era un día nublado y en la televisión habían anunciado posibilidad de lluvia, esto arruinaba los planes de todas las personas que irían a dar un paseo.
Pero, Dori Sakurada no estaba dispuesto a arruinar los suyos, tomo dos chaquetas, dejó comida servida para las mascotas y salió deprisa.
Dentro del automóvil ya lo esperaba Seto, pero más que ansioso, se mostraba cansado, pues iba durmiendo. Dori le arrojó las chaquetas sobre las piernas y se detuvo a mirarlo un segundo, después le dio un beso en la mejilla y emprendió la marcha.
Puso música suave que después fue interrumpida por un spot informativo.
Todo el trayecto Seto fue dormido y eso desconcertó a Dori, puesto que quería hablar con él. Se sentía solo y cansado.
Finalmente llegaron, la idea de mostrarle a Seto el lugar donde había crecido, entusiasmaba a Dori.
Dori se bajó del auto, tomó una sombrilla y se dispuso a interrumpir el sueño de su pareja… Este ya estaba despierto, miraba hacia sus pies sin decir nada.
- See-chan, ya llegamos, ven levántate. – Por su parte, Seto seguía inmóvil con la mirada perdida. – See-chan, muévete comenzará a llover. – Dori notó que Seto ahora miraba hacia sus pantalones, cerca de su miembro; hizo caso omiso de la mancha que vio y jaló a Seto para que se levantara.
- No quiero ir…
- ¡Ah, pero si ya estamos aquí!. No vinimos en vano See-chan. – Dori cerró el auto de un portazo y clavo la mirada en Seto.
- No quiero ir… – Dori tiró fuertemente del brazo de Seto, este te quejó del dolor, pero después de recibir un beso inesperado, no dijo más.
- Entonces, sí no quieres ir… Quédate aquí, solo. – Dori comenzó a caminar, pero ahora Seto era quien se aferraba a Dori.
Todo el lugar lucía absolutamente desierto, todo era campo y no se divisaba nada cercano.
Fueron caminando, tomados de la mano, ambos sin decir nada hasta que finalmente advirtieron la presencia de una enorme casa; Seto soltó a Dori y echo a correr hacia ella.
Cuando Dori pudo alcanzarlo, Seto ya se encontraba inspeccionando el lugar pues la puerta estaba abierta.
Dori le dijo que si quería ver algo mejor, subieran al siguiente piso, Seto hizo caso y entró en una habitación al final del pasillo, en esta encontró una gran cama matrimonial y un montón de libros apilados en un rincón, también encontró una vieja fotografía de Dori sobre un buró. Se sentó en la cama a contemplarla.
- ¿De verdad eres tú Dori-chan?
- S… Sí, es una fotografía muy vieja. – Dori le quito el marco de las manos y comenzó a acariciarle el pelo, luego se inclino para besarle la mejilla.
Seto se dejó llevar y en un instante ya se encontraba recostado sobre la cama recibiendo besos de Dori.
Poco a poco se vieron envueltos en un ambiente de pasión lleno de miradas, sonrisas y caricias.
Dori comenzó a desabotonar la camisa de Seto, lo hacía lentamente mientras Seto se limitaba a mirarlo con ojos de deseo.
Mientras tanto, Dori seguía haciendo su trabajo con paciencia, se puso a jugar sobre el pecho de Seto, le tocaba los pezones y luego daba una suave lengüetada.
Seto solo miraba hacia el techo. Después se desabrochó el pantalón.
Dori le tomo la mano y la puso a un lado de su cuerpo sobre cama, luego, él mismo despojó de los boxers a Koji y comenzó a agitarse rápidamente Hacia delante y hacia atrás.
Lentamente el polvo se fue adhiriendo a la piel desnuda de Seto; la cama rugía sin parar.
Seto gemía a más no poder. Adelante y atrás.
Todo era un indicativo de que el orgasmo había llegado.
- See-chan… – Dori se detuvo agitado.
- Aaaaah, ahhh… No te detengas Dori-chan.
- ¿Te gusta que juegue así contigo? – Dori comenzó a besar lentamente el cuerpo de Seto. Iba sin prisa alguna.
De pronto Seto se levantó y lo abrazo.
- ¿Acaso solamente juegas conmigo? – Las lágrimas corrían por sus ojos.
- No, no es eso See-chan… Yo te amo. – Sin decir más, Dori besó a su compañero; esperando que ese momento no terminara.
Seto se hizo de lado y le indicó a Dori que se recostará; luego él retomó la pose de caballito y comenzó a acariciar.
Sus lágrimas se detuvieron. La sonrisa de Dori le hacía feliz.
Finalmente, mordió. Atrapó entre sus dientes a unos labios, un par de pezones, piel de la cintura y el miembro de su pareja.
Dori no se quejaba de dolor, eran mordiscos suaves y de amor.
Después de todo, a él también le gustaba sentirse querido.
Pero, Dori Sakurada no estaba dispuesto a arruinar los suyos, tomo dos chaquetas, dejó comida servida para las mascotas y salió deprisa.
Dentro del automóvil ya lo esperaba Seto, pero más que ansioso, se mostraba cansado, pues iba durmiendo. Dori le arrojó las chaquetas sobre las piernas y se detuvo a mirarlo un segundo, después le dio un beso en la mejilla y emprendió la marcha.
Puso música suave que después fue interrumpida por un spot informativo.
Todo el trayecto Seto fue dormido y eso desconcertó a Dori, puesto que quería hablar con él. Se sentía solo y cansado.
Finalmente llegaron, la idea de mostrarle a Seto el lugar donde había crecido, entusiasmaba a Dori.
Dori se bajó del auto, tomó una sombrilla y se dispuso a interrumpir el sueño de su pareja… Este ya estaba despierto, miraba hacia sus pies sin decir nada.
- See-chan, ya llegamos, ven levántate. – Por su parte, Seto seguía inmóvil con la mirada perdida. – See-chan, muévete comenzará a llover. – Dori notó que Seto ahora miraba hacia sus pantalones, cerca de su miembro; hizo caso omiso de la mancha que vio y jaló a Seto para que se levantara.
- No quiero ir…
- ¡Ah, pero si ya estamos aquí!. No vinimos en vano See-chan. – Dori cerró el auto de un portazo y clavo la mirada en Seto.
- No quiero ir… – Dori tiró fuertemente del brazo de Seto, este te quejó del dolor, pero después de recibir un beso inesperado, no dijo más.
- Entonces, sí no quieres ir… Quédate aquí, solo. – Dori comenzó a caminar, pero ahora Seto era quien se aferraba a Dori.
Todo el lugar lucía absolutamente desierto, todo era campo y no se divisaba nada cercano.
Fueron caminando, tomados de la mano, ambos sin decir nada hasta que finalmente advirtieron la presencia de una enorme casa; Seto soltó a Dori y echo a correr hacia ella.
Cuando Dori pudo alcanzarlo, Seto ya se encontraba inspeccionando el lugar pues la puerta estaba abierta.
Dori le dijo que si quería ver algo mejor, subieran al siguiente piso, Seto hizo caso y entró en una habitación al final del pasillo, en esta encontró una gran cama matrimonial y un montón de libros apilados en un rincón, también encontró una vieja fotografía de Dori sobre un buró. Se sentó en la cama a contemplarla.
- ¿De verdad eres tú Dori-chan?
- S… Sí, es una fotografía muy vieja. – Dori le quito el marco de las manos y comenzó a acariciarle el pelo, luego se inclino para besarle la mejilla.
Seto se dejó llevar y en un instante ya se encontraba recostado sobre la cama recibiendo besos de Dori.
Poco a poco se vieron envueltos en un ambiente de pasión lleno de miradas, sonrisas y caricias.
Dori comenzó a desabotonar la camisa de Seto, lo hacía lentamente mientras Seto se limitaba a mirarlo con ojos de deseo.
Mientras tanto, Dori seguía haciendo su trabajo con paciencia, se puso a jugar sobre el pecho de Seto, le tocaba los pezones y luego daba una suave lengüetada.
Seto solo miraba hacia el techo. Después se desabrochó el pantalón.
Dori le tomo la mano y la puso a un lado de su cuerpo sobre cama, luego, él mismo despojó de los boxers a Koji y comenzó a agitarse rápidamente Hacia delante y hacia atrás.
Lentamente el polvo se fue adhiriendo a la piel desnuda de Seto; la cama rugía sin parar.
Seto gemía a más no poder. Adelante y atrás.
Todo era un indicativo de que el orgasmo había llegado.
- See-chan… – Dori se detuvo agitado.
- Aaaaah, ahhh… No te detengas Dori-chan.
- ¿Te gusta que juegue así contigo? – Dori comenzó a besar lentamente el cuerpo de Seto. Iba sin prisa alguna.
De pronto Seto se levantó y lo abrazo.
- ¿Acaso solamente juegas conmigo? – Las lágrimas corrían por sus ojos.
- No, no es eso See-chan… Yo te amo. – Sin decir más, Dori besó a su compañero; esperando que ese momento no terminara.
Seto se hizo de lado y le indicó a Dori que se recostará; luego él retomó la pose de caballito y comenzó a acariciar.
Sus lágrimas se detuvieron. La sonrisa de Dori le hacía feliz.
Finalmente, mordió. Atrapó entre sus dientes a unos labios, un par de pezones, piel de la cintura y el miembro de su pareja.
Dori no se quejaba de dolor, eran mordiscos suaves y de amor.
Después de todo, a él también le gustaba sentirse querido.
TAN TAN!
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