Romeo, Julieta y el... ¿gato? (RyoDa)



Título: Romeo, Julieta y el... ¿gato?
Autor: Omocha y Lilith *nuestro primer trabajo juntas, weee!~*
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo
Fandom: KAT-TUN & Kanjani8
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai  / Yaoi / Lemon / Angs / Romance / Comedia / AU
04/10/13
To: Ueda Tatsuya por existir y llenar nuestra vida de tantas cosas hermosas... empezando por nuestra amistad~ Otanjoubi omedetou Uepi!~
N/A: Jajaja se suponía que ibamos a escribir un shot corto jajajaja pero ya ven yo y mis biblias XD Es largo, pero espero que le den una oportunidad ^^b




Guardé la libreta en mi mochila. No había dormido muy bien la noche anterior y las cervicales me estaban matando... Tal vez venir había sido un error, podía haberle puesto una excusa al profesor y librarme del viaje, pero era el delgado de la clase, "tenía que dar un buen ejemplo", o eso me habían dicho a mí mismo por lo menos unas cien veces en un intento desesperado por auto convencerme de que esto era lo mejor para mí.

Suspiré mirando por la ventana con desenfado mientras escuchaba música en mi reproductor, nada era mejor que escuchar a Gackt cuando me sentía de este modo. El paisaje había cambiado de lo urbano que habíamos dejado atrás antes de subir al transbordador, a lo rústico de nuestro destino en medio del océano. No me desagradaba del todo, había crecido en un ambiente similar hasta que nos trasladamos a Tokio cuando todavía era un niño... pero de todos modos me resultaba extraño verme rodeado de naturaleza y no de los imponentes rascacielos de la ciudad donde vivía ahora.

Algo bueno dentro de todo lo malo es que iba a estar rodeado de gatos. Una sonrisa tonta apareció en mi rostro cuando me lo imaginé… cientos de gatos peludos y mimosos y muy pocas personas en esa pequeña y olvidada isla en medio de la nada. Tashirojima se podía volver mi lugar ideal en todo Japón. El autocar frenó y la profesora dio algunas indicaciones (bastantes obvias) sobre cómo nos debíamos de comportar en el hotel y en la isla en general... Después de todo, este no era nuestro primer viaje de excursión como alumnos del Aoyama Gakuin, ya sabíamos que debíamos mantener cierto perfil ante la sociedad por el bien del prestigio de la Institución, o al menos eso era lo que a menudo nos recordaban la directora y los profesores.

Esperé a que todos mis compañeros bajaran antes de poder hacerlo yo, no porque fuera mucha mi amabilidad, sino porque nadie esperaba que fuera de otra forma, ninguno de ellos me dejó paso para que lo hiciera antes ni me dirigió una sola mirada mientras pasaban por mi lado, ¿para qué? Nunca habíamos congeniado bien, me recordaban demasiado a mi familia, todos interpretando un papel de perfección sólo por aparentar y quedar bien frente a los demás cuando la realidad distaba tanto de la fantasía. No, ya tenía demasiado de esa farsa en mi casa como para encima tener que representar algo que no era también fuera de ese lugar. Era mejor ignorarlos y pasar el resto de mi vida escolar en un entorno menos estresante que el de mi casa.

Apenas entramos al Ryokan donde nos hospedaríamos, los dueños nos dieron la bienvenida. Como supuse, la mayoría de las personas que vivían ahí eran adultos mayores. La profesora repartió las llaves. Dejé mi maleta en la que sería mi habitación, grande, tradicional y... solitaria, justo lo que necesitaba. No me extrañó ser el único sin un compañero de habitación, tampoco fue algo que me hiciera sentir mal, ya lo suponía… y casi rogaba por ello cuando salimos de la escuela esa mañana.
-Podría ser peor…- Me dije a mí mismo en voz alta mientras guardaba algunas de mis cosas en los cajones y me preparaba para salir sin perder tiempo; ya que había venido, disfrutaría lo máximo posible mi estadía en la Isla de los Gatos.

Pero nada más salir de la habitación y cerrar mi puerta me topé de frente con unos cuantos compañeros.
-Ueda, ¿vienes con nosotros?- Dijo uno de ellos, pero por la musicalidad de su voz a la hora de preguntar, me quedó claro que si aceptaba, nada bueno me esperaría. Decidí no contestar y seguir mi camino por otro lado. No quería problemas con ellos… no más de los que normalmente tenía ya en la escuela.
-¡Oye, Kaname te ha hecho una pregunta!- Me paró otro de los chicos dándome un tirón de la muñeca.
-Suéltame…- Le pedí de la forma más autoritaria que pude, pero sólo logré que soltaran unas sonoras carcajadas y que tiraran más de mí. Temiendo que terminaran llevándome consigo, forcejeé para que me soltara, aunque el chico era demasiado fuerte lo logré después de un par de bruscos intentos. Acabé tirándole al suelo por la inercia del movimiento, cosa que no le gustó en absoluto... Mis piernas se movieron por si solas y eché a correr para perdérmeles de vista, aunque por alguna extraña razón, no me siguieron como siempre solían hacer.

Entré a una tienda para comprar algo para beber, estaba sediento después de la carrera. Me quedé un rato en la entrada del establecimiento mientras le daba unos cuantos tragos a mi botella de agua. Noté algo en mi tobillo, algo que se movía. Me llevé el susto de mi vida. Di un salto hacia un lado, justo al tiempo que veía a un pequeño gato de color blanco con una mancha oscura que le cubría el ojo izquierdo. El gato también se asustó por mi movimiento y salió ronroneando quedito de debajo del entarimado de madera con rumbo a la vereda que se perdía cuesta arriba. Un par de pasos después de detuvo y volvió la cabeza para mirarme con esos enormes ojos verdes y maullar más alto como si me estuviese llamando. Me le quedé mirando. De algún modo, había algo en él que me resultaba familiar… tal vez esa mancha que parecía un moretón enorme en su ojo, algo que en más de una ocasión había terminado decorando mi rostro después de clases gracias a esos idiotas. Le seguí puesto que no tenía nada mejor que hacer. Él parecía querer que fuera detrás suyo, pues en cuanto vio que me puse en marcha, hizo lo mismo.

Subimos hasta una colina, en cuya cima había un santuario que parecía abandonado. Se detuvo cerca de los últimos escalones junto a una enorme piedra que tenía encima piedras más pequeñas y ovaladas decoradas como si fueran gatitos gordos y adorables. Maulló un par de veces sin moverse de donde estaba, sólo mirándome fijamente como si quisiera decirme algo. Cuando traté de tomarlo, salió corriendo por entre mis piernas y se subió a la pileta del Temizuya. Le cogí cuando estaba jugando con una de las decoraciones de papel y empecé a hacerle mimos. Me quedé en cuclillas, con su peludita espalda apoyada contra mis muslos y su cabecita en mis rodillas. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente tranquilo y feliz.

Y  entonces le vi…




Todo estaba jodido. Todas y cada una de las cosas que habían pasado desde que se decidió que iríamos a un viaje escolar en noviembre, se habían jodido por completo cuando la delegada de la clase propuso Tashirojima como uno de los destinos. Las chicas se volvieron locas... ¿Qué demonios tenía de lindo ir a una isla olvidada de la gracia de Dios e infestada de gatos? ¿Por qué teníamos que ir ahí teniendo lugares geniales como Sapporo u Okinawa? ¡Mierda! Incluso prefería que nos largáramos a Okunoshima y estar rodeados de conejos, pero... ¡¿Gatos!?
-Kana-chan, ¿tú a dónde quieres?- Tan sólo oír que la nombraban y mi corazón ya había dado un vuelco.
-Etto... pues a mí también me encantan los gatitos...- Decía tímida y dulcemente, como toda ella, jugueteando con sus dedos mientras permanecía de pie.
- ¿Y tú, Nishikido-kun?...- Escuchar mi nombre me sacó de mi ensoñación.
-Pues sí, Tashirojima suena bien...- ¿Qué? ¿Yo había dicho eso? Ahora sí que todo estaba jodido... pero bueno... Kana-chan lo valía todo… o al menos eso pensaba.

Así fue como había terminado junto con mis amigos en aquel destartalado transbordador con rumbo a la dichosa Isla de los gatos. Y por si cualquiera pensaba que nada podía ser peor... bastó con que la minivan que habían rentado para el viaje llegara al pueblo para saber que sí, todo podía ser peor. Si había cien personas viviendo en la isla, se me hacían muchas. Todo estaba silencioso, demasiado silencioso, como si fuera un pueblo fantasma, pero no, no tenía yo tanta suerte... la realidad es que había puros viejos ahí. Nadie de menos de cincuenta, eso era un hecho... ¡Felicidades Ryo! La habías liado esta vez, bonitas vacaciones escolares te habías agenciado en un pueblo con construcciones en formas de gatos, un puñado de viejitos medios sordos y achacosos y una plaga de gatos por donde quiera que mirases. Rogaba porque al menos el lugar donde íbamos a hospedarnos fuera mejor que el último Ryokan que habíamos pasado cerca del puerto, porque si no, seguro que mejor proponía que acampáramos al aire libre por las noches.

Para mi sorpresa (y tranquilidad), el lugar era agradable y no parecía que se fuera a venir a abajo de un momento a otro. El profesor nos dio las llaves de las habitaciones, por lo que ni tardos ni perezosos, corrimos a dejar las cosas para poder salir a explorar los alrededores. El profe nos había dicho que iríamos a ver los santuarios de la isla. Era lo más prometedor que tenía el viajecito: la sola esperanza de poder pasar un poco de tiempo a solas con Kana-chan.
-Eh, Ryo, ¿en serio harás tu movimiento con Kana?- Preguntaba Jin, mi mejor amigo y compañero de celda en esta tortura felina.
-¿Por qué no?...- Me quité el uniforme para ponerme ropa más cómoda y abrigadora.
-Pues porque nunca has hecho nada además de mirarla y babear...- Le miré mal pero luego eché a reír. Sabía que tenía razón y entendía el por qué de su comentario.
-Bueno, pero eso es porque en la escuela siempre hay muchas personas a su alrededor y tu sabes que soy un chico muy tímido...- Le hice pucheritos adorables mientras me ponía mi suéter favorito.
-¡Ay, sí, ajá!- Me lanzó su chaqueta y ambos reímos. Puede que él no me creyera por mi fama de casanova empedernido, cosa de la que por cierto, me enorgullecía, pero la verdad es que con Kana no podía ser tan lanzado como con las otras chicas, porque ella no era como las demás... ella era… diferente.

Unos minutos después ya estábamos abajo. Yamashita, Ikuta, Koki, Okura y Yasuda ya nos estaban esperando ahí abajo. Ellos eran mis mejores amigos desde la escuela elemental, así que siempre habíamos estado juntos, y aunque ahora estábamos en diferente clase, seguíamos siendo muy unidos. Eran los únicos que realmente me soportaban con todo y mi mal humor. Y sí, la verdad es que los quería bastante. Habían estado conmigo en los peores momentos.

La expedición al primer santuario inició en cuanto todos estuvimos reunidos en la entrada de la posada. Entramos al coche y nos pusimos en camino. Yassu era quien más hablaba con Kana-chan, así que él había sido el elegido para crearme la oportunidad de estar un rato a solas con ella. Al profesor le había parecido buena idea que subiéramos por la colina, ya que le habían dicho que algunas escalinatas podían resultar peligrosas debido al deterioro por el ambiente húmedo de la isla, por lo que a las chicas les había designado uno o dos "acompañantes" para que cuidáramos de ellas mientras llegábamos a la cima. Ahí era donde podría aprovechar. Para mi suerte, a mi me habían dejado con Jin y Koki, por lo que no tendría problema en ir a buscar a Yassu y a Okura que eran quienes iban con Kana y su amiga en ese momento. Jin, por su parte, iba tonteando con otra de las chicas del salón, así que ni me echaría en falta. Sentí que mi celular vibraba en mi bolsillo, así que corrí fuera del grupo para ver quién me llamaba antes de que se escuchara el timbre y el profesor descubriera que lo había llevado conmigo, se suponía que no debíamos llevarlos al viaje. La que llamaba era mi hermana mayor, así que no podía no responderle. Para cuando colgué, ya no veía a ninguno de mis compañeros por lo que decidí seguir mi propia ruta de viaje, lo importante era solo que llegara a la cima y pudiera estar un rato con Kana, ¿no? A nadie le molestaría si tomaba un atajo por otro lado.

Iba jugando con una rama seca y canturreando una canción cuando me di cuenta de que ya había llegado al santuario... y de que no estaba solo. No, no eran mis compañeros quienes estaban ahí arriba. Tan sólo una figura pequeña y delgada acurrucada junto al Temizuya del Santuario. De cabello castaño y largo, y esos rojos labios que tanto contrastaban con su blanca piel, curvados en la sonrisa más hermosa que había visto en toda mi vida. Era sin más la chica más bonita que había visto fuera de las que veía en las revistas de Jin. Me quedé mirando como jugaba con esa cosa peluda que tenía en el regazo hasta que sus ojos se cruzaron con los míos y se puso de pie...

¡¡¡¿Pero qué carajos?!!! Definitivamente NO era una chica... ¡era un chico!... ¿Cómo demonios no me di cuenta desde un principio? ¡¿Incluso me había sonrojado por su culpa?! ¡Qué mierda de día!
Pasé de largo mirándole mal. Sí, sabía que no era su culpa, pero estaba tan enojado que me importaba un comino si su sonrisa se había desvanecido al ver cómo lo miraba. ¡Carajo! No era de Dios que hubiera chicos con ese rostro... y es que serio se veía incluso más hermoso.

Me hizo una inclinación de cabeza cuando me volví hacia donde él seguía de pie mirándome. Metí las manos en los bolsillos y me alejé de él. Ahora sí que necesitaba ver a Kana-chan. Estaba a nada de explotar. Empecé a patear las rocas que había en el piso.




Nos quedamos un rato mirándonos en silencio, no había visto nunca un chico tan guapo... Pero lo que tenía de guapo lo tenía de borde, porque aparte de no responderme el saludo, que es lo mínimo que haces aunque sea por educación cuando te saludan, su mirada me dejó congelado, si  estaba de mal humor no era mi culpa. ¡Yo no le conocía de nada! A mí no me iba a usar de chivo expiatorio. Esperé a que se fuera y dejé al gato de nuevo en el suelo, al hacerlo corrió hasta donde se había ido el chico de antes...
-¿Kitty-chan?- Le llamé, improvisando ese nombre porque no podía ir por la vida llamándolo “Gatito”. Me paré de sopetón al ver al moreno maldecir y patear piedras… por qué eso es lo eran, ¿no? Me fijé mejor y me di cuenta de que se trataban de los gatos de piedra que había visto antes junto al camino. Kitty soltó un bufido de aviso que el chico ignoró y siguió descargando su ira contra las pequeñas piedras.
-Etto...- Intenté avisarle, se giró hacia mí y de nuevo me congelé, pero no me iba a echar para atrás. Algo me decía que lo que hacía no estaba bien. -…no deberías hacer eso... Es...-
-¡¿Disculpa?! ¡¿Quién eres tú para darme órdenes?!- Fantástico, ahora sí que le había dado la pauta perfecta para cabrearse conmigo.
-No... Es que...- No llegué ni a terminar mi aviso cuando el gato ya se le había lanzado encima dispuesto a dañarle y lo consiguió. Al principio el chico luchaba por quitárselo de encima y alejarse de él, pero hasta que no le cogí en brazos, no paró de atacarle con garras y dientes.
-¡¿Acaso eres estúpido?!- Me gritó furioso.
-¿Qué?, sólo he intentado avisarte que no hicieras eso pero no me escuchaste…- Me defendí.
-¡¿Avisarme?! ¡Ese gato tuyo está loco!- Agitaba su dedo acusadoramente como si quisiera arrancarnos la cabeza. Kitty-chan aún lo miraba como si fuera a lanzársele encima otra vez.
-No es mi gato...- Señalé encogiéndome de hombros.
-¡Me da igual de quién sea, la cuestión es que estaba contigo! ¡Y ahora por tu culpa tengo el brazo magullado!- Se quejó enseñándome la manga de su suéter rasgada y el brazo lleno de líneas rojas por los arañazos.
-Lo siento... Te lo cambiaré o...- Intenté razonar con él.
-¡¿Cambiármelo?! ¡Cómo si quisiera algo tuyo, Princesita!- Me empujó haciéndome caer al suelo. No podía aguantar más, me fui de ahí antes de que las lágrimas empezaran a salir de mis ojos. ¿Por qué tenía que pasarme esto? ¡Solo quería un viaje escolar normal! ¿Era demasiado pedir unos días de tranquilidad lejos de todas las cosas que ya me agobiaban bastante en casa?

Bajé la colina de nuevo y anduve por el pueblo totalmente deprimido por el incidente de antes, ni los gatos me animaban ya...
-Ueda-san…- Me llamó alguien. Por favor... ¿es que esto no tenía fin? Me giré para enfrentarme a los chicos de antes.
-¿Qué quieren?- Les pregunté totalmente serio.
-Ven con nosotros, hemos encontrado algo para ti…- Sonrieron, y no de buena forma, suspiré y me dejé llevar, estaba tan cansado y decaído por lo de antes que ya todo me daba igual...

-¿Qué hacemos aquí?- Les pregunté cuando vi que habíamos llegado al puerto.
-Aquí, nada…- Dijo uno y tiró de mí hasta que estuvimos en la playa, debajo de un puente de madera... esto no me gustaba nada.
-Póntelo.- Me dijo el otro de ellos dándome una bolsa. Miré por curiosidad y...
-¡¿Qué puñetas es esto?!- Grité al ver con horror un uniforme de chica de un colegio que no era el nuestro.
-Tu ropa nueva, ahora póntela…- Me negué a ello -¿No?, bueno, que pena, quizás prefieras que lo hagamos nosotros…- Se rieron acercándose a mí dispuestos a desnudarme pero les paré a tiempo.
-Lo haré yo...- Les dije asustado y empecé a desnudarme. Me miraron como posesos. Yo me sentía ridículo. Odiaba esto. -Ya está... ¿contentos?- Les miré con profundo odio y asco.
-No…- Dijo el chico que siempre había sido el cabecilla, sacando su móvil y dándoselo a otro de los chicos... ¿no irían a...? -Relájate Ueda, si estás tenso te dolerá más…- Me aconsejó mientras se desanudaba la corbata. Uno de ellos me sujetó por los hombros, les miré asustado, tan asustado que no podía ni gritar... En mi cabeza pedía ayuda aunque sabía que nadie me oiría. Unos gatos se acercaron a nosotros. Ahí estaba Kitty-chan.
-Echa de aquí a los gatos.- Le pidió al chico del celular, pero al intentar echarles de su propio territorio empezaron a recibir arañazos; por puro instinto le di un codazo en las costillas al que me sujetaba y aproveché la confusión para salir corriendo. ¡Estaban locos!

Todo cambiaba de color muy rápido conforme avanzaba… Les oía detrás de mí llamándome furiosos a gritos, pero no me iba a detener siquiera para ver qué tan lejos venían, bajo ningún concepto me detendría... así que sólo seguí corriendo. ¿Hacia dónde debía ir? Empecé a correr entre cultivos sintiendo que se me metía el agua en los zapatos. Las piernas me temblaban y al final llegué a una bodega que parecía abandonada, un escondite perfecto. Entré y cerré la puerta, pude escuchar cómo se acercaban. Me senté en el suelo detrás de unas cajas de madera apiladas junto a la puerta y dejé que mi cabeza reposara sobre mis rodillas como si me fuera a trasladar por arte de magia a otro lugar o a despertarme de esta horrible pesadilla... Pero nada de eso sucedió… pasos y más pasos... cada vez más cerca… apenas podía controlar mi llanto... La puerta se abrió dejándome ver a quien menos esperaba.




Nada me estaba saliendo como lo tenía planeado. Todo se estaba poniendo de mal en peor desde que llagara a esa maldita isla infestada de gatos apestosos. Para esa hora de la tarde, ya tenía los ojos más rojos que un drogadicto y no dejaban de lagrimearme, la nariz me molestaba horrores, y lo peor era estar estornudando a cada momento. Ya estaba harto de todo esto. Y encima de todo, me ardía el brazo todavía por culpa del gato psicópata que me había atacado. No, en definitiva no debí haber venido, ni por Kana-chan… a la que ni siquiera había podido ver después de que volviéramos del santuario porque se había ido con las chicas a pasar el rato a alguna otra parte del pueblo. Al final yo estaba haciendo lo mismo de siempre: estar con mis amigos. Eso no valía la pena como para olvidar mi repulsión por el otoño, los gatos o los viajes en barco. Y lo peor de todo era… que no podía dejar de pensar en la “Princesita”. Era como si su sonrisa angelical y sus enormes ojos castaños se hubieran quedado atascados dentro de mi cabeza.
-¡Ooooi! La tierra llamando a Ryo-chan~…- Jin pasaba su mano por enfrente de mi cara agitándola de un lado a otro y mirándome de mal modo por estarlo ignorando.
-¿Qué?...- Me hice el inocente dando un sorbo a mi refresco.
-No, si no cabe duda de que a algunos el amor los vuelve idiotas…- Agregaba divertido Koki dándole también un sorbo a su bebida.
-Naaaaaaaaah, este ya era así antes de Kana-chan…- Todos echaron a reír ante el mordaz comentario de mi mejor amigo.
-Como si ella tuviera que ver con lo que me pasa…- ¡Mierda! ¿Lo había dicho en voz alta? Supongo que sí porque todos me miraban esperando a que dijera algo más. Miré por la ventana tratando de pensar en algo rápido que inventar para desviar su curiosidad a otra cosa, pero lo que vieron mis ojos me dejó mudo. ¿Era la “Princesita”? ¡No, no, no! Ya estaba hasta alucinando… casi podía jurar que era él quien corría calle arriba usando uno de los uniformes femeniles de nuestra escuela. Pero cómo iba a ser él… No, imposible…
-¿Ryo-chan?...- Ignoré a Jin. Me incliné sobre la mesa aplastando a Okura y a Yasu en el proceso para ver mejor. ¡Sí era él! ¿Qué carajos estaba haciendo? Al parecer algo no iba bien, parecía que estaba escapando de algo o alguien. Ni siquiera supe muy bien por qué lo hice pero eché a correr hacia afuera para ir detrás de él.
-¡Ryo! ¡¿A dónde vas?!- Nada me importó más en ese momento que saber por qué carajos iba vestido de chica y por qué le perseguían esos tipos. Les seguí hasta una parte alejada de lo que era el centro del pueblo, donde al parecer sólo había bodegas y graneros. Decidí tomar un atajo al ver que la Princesita corría hacia una de las construcciones mientras ellos seguían derecho. Pese a su complexión delicada, corría más rápido que ellos y al parecer se les había perdido de vista por un segundo. Un instante que supo aprovechar a su favor. Lo vi entrar y cerrar la puerta.
-No debe estar muy lejos, Kaname…- Me escondí detrás de unas pilas de paja detrás de ellos.
-Se metió en uno de los graneros, encuéntrenlo…- Así que esa rata era el lidercito de esos tipejos. ¿Qué se traían con la Princesita? –Esto no se va a quedar así, Ueda…- ¿Ueda? ¿Ese era su nombre? -…serás mío, lo quieras o no…- Todo de él me provocó repulsión. Se fueron a revisar los graneros del fondo, así que aproveché la oportunidad para entrar en donde estaba él.

Hubiera jurado que ahí no había nadie. Todo estaba silencioso y a oscuras. Olía a alimentos en conserva y madera enmohecida. Avancé un par de pasos y miré a mi alrededor, seguramente se había escondido en alguna parte. Se escuchaban pasos y voces afuera. No era buena idea quedarse ahí adentro. Me di media vuelta y entonces le vi. Agazapado junto a unas cajas a un lado de la puerta, hecho un ovillo y llorando a mares probablemente debido al miedo. Levantó la mirada. Sus ojos se cruzaron con los míos, se quedó mirándome como si no creyera lo que veía… parecía aliviado, ¿acaso se alegraba de verme ahí en ese momento? Escuché más cerca los pasos y algunas risas. Corrí hacia la puerta para ayudarlo a ponerse de pie y sacarlo de ahí pero la cerraron de golpe en el momento en el que me acerqué hacia ella.
-¿Quién te viera, pillín?- Esa era sin duda la voz de  Jin.
-Sabíamos que no correrías de ese modo si no fuera por “algo” especial…- Y ese era Koki.
-No te preocupes, Ryo-chan, ya nos deshicimos de esos chicos, los mandamos a buscar a tu Julieta al otro lado del pueblo, así que tendrán bastante tiempo antes de que Izumi-sensei se dé cuenta de que no están… vendremos por ustedes más tarde…- ¿Incluso Yamapi? ¿Pero de qué carajos estaban hablando estos locos? Escuché que ponían el pestillo a las puertas por fuera… ¿Qué estaban haciendo? ¿Me iban a dejar encerrado con este chico? ¿Qué demonios pensaban?
-¡Jin! ¿Qué hacen? ¡Abran la puerta!- Nada. Afuera ya no se escuchaba nada. Ahora sólo podía escuchar sus sollozos y los latidos descontrolados de mi corazón.

Le di vueltas al lugar tratando de encontrar un modo de salir pero parecía imposible. Fue entonces que los escuché. Al principio me alegré de escucharlos acercarse, pensando que serían nuevamente mis amigos, pero en cuanto los escuché hablar supe que no eran ellos.
-…no entiendo a Kaname, ¿qué obsesión tiene con Ueda últimamente? Es divertido meterse con él porque siempre es como un ratón asustadizo al que podemos quitarle un buen trozo de queso, pero cada vez hace cosas más extrañas…-
-¡Cállate, Shuji! No creo que quieras que Kaname te escuche decir esas cosas; si quiere pegarle una paliza o follarse al niño bonito, a mí me tiene sin cuidado, eso es cosa suya y mientras no la tome contra mí, está bien…- ¿De eso iba todo? ¿Esos idiotas sólo lo molestaban para que el otro cerdo estuviera feliz? Venían hacia nosotros. Bajé de donde estaba y corrí hacia donde estaba él.
-No creo que estén aquí, Ryu… la puerta está cerrada por fuera…- Escuché que movían el pestillo. Su cuerpo se tensó junto al mío. Se abrazó con más fuerza a sus piernas.
-Tienes razón… tal vez sí corrió hacia donde aquellos chicos nos dijeron… siempre ha sido bueno corriendo de nosotros, eso es lo que lo vuelve divertido de perseguir…- Sentí que se estremecía. No quería que rompiera nuevamente en llanto porque sin duda nos descubrirían, así que lo abracé.
-Tranquilo…- Le susurré al oído al ver que saltaba cuando lo toqué.
-Vamos a buscar a otro lado…- Escuché que se alejaban. Nuevamente nos quedamos sumidos en el silencio. Por desgracia seguíamos encerrados ahí.
-¿Estás bien?...- Podía sentir sus lágrimas cayendo sobre mi brazo. Asintió lentamente con la cabeza. –Ya se han ido… no creo que regresen… pero mis idiotas amigos no han dejado encerrados, así que hasta que regresen, nosotros tampoco podremos salir…- Me senté a su lado. Aún cuando lloraba y con la poca luz que había, las facciones de su rostro seguían resultando bellas. ¿Qué demonios estaba pensando? Miré hacia otro lado.
-Lo siento…- Su voz, sonaba tan frágil en comparación a cuando hablé con él esa mañana.
-¿Por qué?- Volví a mirarlo.
-Porque por mi culpa estás metido en todo esto…-
-Ah, eso… no importa…- Manoteé el aire restándole importancia. -No es como si nunca me metiera en problemas… Digamos que esta es la primera vez que lo hago por una buena causa…- Reí. Ahora que lo pensaba, era cierto. Lo escuché reír también.
-Y gracias… por venir a ayudarme…- Me miró todavía con esa leve sonrisa curvada en sus labios. Inevitablemente me sonrojé.
-Ah, sí, bueno… no hay de qué…- Me levanté y me acomodé la ropa. –A propósito… soy Ryo…-
-Tatsuya…- Se levantó y amplió el gesto de sus labios. Rayos… ¿por qué se había tenido que levantar? ¿Por qué tenía que tener unas piernas largas y bonitas? ¿Por qué olía tan bien? ¿Cómo podía ser realmente un chico teniendo ese rostro de muñeca? Me sentía idiota y muy gay sonriendo de ese modo mientras lo contemplaba.




Se quedó un rato mirándome como alucinando, seguí su mirada para descubrir mis piernas descubiertas por la falda, avergonzado me tapé lo más que pude.
-¿Qué estás mirando?- Le pregunté soltando un quejido (propio de una chica) notando como mis colores subían por mi cara.
-Nada...- Contestó mirando a otro lado, seguramente la situación de ver a un chico vestido de chica era lo que menos se podía imaginar en un viaje de curso... -¿Siempre te han tratado así?- Indagó sin mirarme aún.
-¿Eh?...- No entendí realmente a qué se refería.
-Sí, tus compañeros…- Por fin volvió a mirarme. Había algo en sus ojos que no supe cómo traducir. Me sentí inseguro ante su cuestionamiento, demasiados recuerdos desagradables acudieron a mi mente mientras pensaba las palabras para responder su pregunta sin quedar como un patético tonto. Volví a sentarme en el rincón de antes, sentí que mis fuerzas me abandonaban haciendo que me flaquearan las piernas. Tenía que sentarme o de seguro terminaba yendo a dar al suelo.
-Supongo que sí... Al principio sólo eran bromas típicas y pesadas... esconder mi silla, rayonear mis libros, escribir cosas desagradables en mi pupitre… Nada que no se pudiera soportar, pero desde finales del año pasado... La cosa fue peor, empezaron a acosarme hasta en mi casa, a veces intentaban entrar, en la escuela abrían mi casillero y me escondían el uniforme y tenía que pasar todo el día con el uniforme de deportes…- Me sinceré volviendo a mi posición fetal intentando reprimir mis ganas de llorar, chillar, patalear... todo lo que era impropio en una persona como yo. Sentí su brazo sobre mis hombros intentado tranquilizarme (cosa que consiguió), a pesar de mi primera impresión sobre él, no era un mal tipo... sólo... había tenido un mal día, aunque eso tampoco era excusa para la forma en que me trató. -Siento... lo del uniforme…- Cambié de tema con la primera cosa que se me ocurrió, sabía que era ridículo pero de todas formas, algo tenía que decir.
-Tranquilo, ni siquiera sé de quién es...- Asentí. Mirándole, realmente era atractivo... Sus ojos penetrantes y oscuros que aceleraban mi corazón, su rostro de facciones perfectas y varoniles, podía ver un poco de su delgado cuerpo a través del cuello en V de su suéter. Se fue acercando poco a poco a mí… ¿no pretendería...? Me alejé todo lo que pude hasta que quedé tumbado en el suelo y totalmente a su merced.
-¡No mires!- Le grité bajando la falda de un jalón a la vez que volvía a sentarme, pero esa fue la distracción que le dio el pase a acorralarme entre su cuerpo y la pared. Mi corazón se aceleraba como loco mientras empezaba a jadear, y él se acercaba poco a poco hasta pegar sus labios a los míos. Al principio sólo se movía él pero, de a poco, acabé correspondiéndole también. Notaba su mano pasear por mi muslo hasta perderse bajo la falda.  Me gustaba... Me gustaba mucho. Simplemente me dejé llevar. Pero enseguida ambos nos dimos cuenta de lo que estaba pasando en realidad y nos separamos mirándonos son cara de espanto y muy sonrojados.
-Lo siento yo...- Intentó disculparse incorporándose y alejándose un poco de mí. -Quería estar seguro de algo...- Me dejó un poco confundido con eso último, pero no dije nada más. Mi cabeza era un caos, me había besado con un chico… ¡Con un chico que no conocía de nada! ¿Qué iba a pasar ahora? Seguramente yo era el único con esa pregunta en mi cabeza... Él parecía de lo más tranquilo. ¿Y si era yo el único que había sentido algo? Suspiré sentándome lejos de él y tragándome las emociones... No iban a servir más que para deprimirme más.
-Y... ¿eres de aquí?- Indagó mirándome desde su distante lugar cuando había pasado largo rato sin que ninguno dijera nada.
-¿Tengo pinta de ser de aquí?- No pude evitar soltar una carcajada ante esa cuestión... De todas las preguntas, ¿esa era la única que se le ocurría?
-No, la verdad, no... ¿Tokio?- Asentí todavía sin poder dejar de reírme.
-¿Y tú?- Seguí la conversación, total, no teníamos nada mejor que hacer.
-Osaka...- Me regaló otra de sus deslumbrantes sonrisas.

Seguimos hablando de varias cosas, nuestra familia, clases, amigos (habló más él que yo en estos temas), luego pasamos a deportes, música, aficiones... Era muy interesante hablar con él, teníamos gustos muy parecido, aunque no iguales, pero podíamos mantener una conversación el uno con el otro dando nuestra opinión y compartiendo lo que pensábamos sin discutir, no podía creerlo pero me estaba divirtiendo muchísimo con él... Ryo, era una gran persona.

Empezó a caer la noche y con ello llego el frío. ¿Cómo podían las chicas aguantar el invierno con esto? Me estaba empezando a congelar, intenté tapar mis manos con las mangas y volver a abrazar mis piernas para no tener tanto frio pero apenas conseguía darme calor.
-¿Tienes frío?- Me preguntó y asentí sin mirarle, estaba concentrado en calentar mis manos con mi aliento. Se acercó a mí abrazándome para (supuse) calentarme con su calor corporal... Otra vez volví a notar mis mejillas rojas y mi corazón acelerado, pero me obligué a ignorarlo, sólo éramos dos personas encerradas en un granero... de las que parecía que se habían olvidado por completo.
-¿Estás nervioso?- Le pregunté despues de un lapso de silencio, no uno incómodo, simplemente un silencio reconfortante.
-No, ¿por...?- Contrario a sus palabras, el tono de su voz me dijo que sí lo estaba. Volteé a mirarle pero en ese momento él hizo lo mismo y acabamos con los labios a centímetros... Me mordí el labio inferior inseguro, quería volver a besarle pero… ¿y si me alejaba?... ¿y si no le gustaba...? Poco a poco Ryo se fue acercando a mí y yo hice lo mismo hasta desaparecer la escasa distancia que nos separaba, fundiéndonos en un beso inocente donde sólo podíamos sentir la suavidad y la calidez del otro. Los dos nos miramos fijamente, como si esperáramos una respuesta desfavorable por parte del otro para parar, pero al no haberla, vino otro beso más entregado, me incliné un poco hacia su cuerpo para poder seguir el ritmo que imponían sus labios sobre los míos… cerré los ojos, no sé si él continuó mirándome del modo en que lo estaba haciendo, no quería dejar de perderme en esos ojos, pero tampoco podía mantenerlos abiertos, estaba sintiendo demasiadas cosas como para concentrarme en sus labios y no en la forma en que me miraba… un nuevo beso, uno un poco más salvaje al sentir que colocaba su mano en mi nuca atrayéndome más hacia él y pegándose más a mi cuerpo que empezaba a temblar debido a su cercanía y ya no al frío, me abracé a sus hombros para asegurarme de que no parara… y al final, el beso se volvió una lucha por el control de la situación donde ninguno quería ceder, sentía su lengua acariciando ávidamente la mía, que aunque tímidamente le correspondía, poco a poco fue ganando mayor confianza para profundizar el beso que ya amenazaba con robarnos el aire de los pulmones como no nos detuviéramos un momento para respirar.

Me tumbó suavemente de espaldas en el suelo besando ligeramente mis labios y respirando agitadamente sobre ellos, mirándome a los ojos, atento a mis reacciones, mientras desabrochaba el lazo rojo a cuadros que rodeaba mi cuello para luego comenzar a desabotonar la blusa blanca... sin prisas, uno a uno, mientras no dejaba de mirarme a los ojos como si estuviera a la espera de que le pidiera parar. No podía controlar mi respiración, sentía como si el corazón se me fuera a salir por la boca… cerré los ojos al tiempo que apretaba los puños… estábamos a punto de... de… ¡de hacerlo!

Volvió a besarme, pasando de mi boca a mis mejillas, mis párpados, hasta llegar a mi frente, su perfume no era de marca pero olía realmente bien, pasó su brazo por mi costado para mantener el equilibrio mientras acariciaba mi cabello por detrás con la otra mano, sus besos se abrieron paso hasta mi cuello.
-Tranquilo, no haré nada que tú no quieras…- Susurró con voz queda en mi oído al tiempo que depositaba un dulce beso en el lóbulo; mi cuerpo se tensó por aquella delirante sensación, suspiré al sentirme un poco más tranquilo al escucharlo decir eso pero aun así estaba asustado… era mi primera vez y Ryo por el contrario, parecía que lo tenía todo bajo control. Lamió un par de veces mi oído, mi cuerpo se retorcía bajo el suyo, mi voz se escapó de mi garganta en un ligero gemido que él atrapó entre sus labios, los cuales comenzaron a perderse cuesta abajo por mi pecho y mi estómago. Temblaba, pero estaba seguro de que ya no tenía nada que ver con nada que haya sentido antes… esto era algo que me estaba volviendo loco. Abrió mis piernas poco a poco y empezó a lamer mi miembro por encima de la molesta tela de mis bóxers...

Mis jadeos y gemidos eran cada vez mayores, el brillo lascivo de su mirada me decía que escuchar aquello lo hacía feliz, pero ya no podía aguantar más, le separé de mí apartándolo por los hombros y me incorporé sobre él para empezar a desnudarle torpemente mientras repartía besos por cada parte de su cuerpo que se iba revelando a mis ojos y a mis dedos. Mi cuerpo no sería el único que se calentaría esa noche. Moví mis caderas por encima de las suyas y soltó un gemido al rozarse nuestros miembros, estaba deseándolo tanto como yo. Nos quitamos todo lo que nos quedaba encima y me preparé para lo que pudiera pasar... Inevitablemente grité de dolor al notar uno de sus dedos dentro de mí, pero aguantaría... intenté hacerle saber que me dolía cuando empezó a moverlo en mi interior, pero no me dio oportunidad a decir nada, en su lugar me calló a besos mientras metía un segundo dedo y no mucho después un tercero… mis lágrimas habían empezado a resbalar por mis mejillas, pero sus besos salvajes, su lengua caliente acariciando mi piel, su mano rozando y pellizcando mis pezones, hicieron que poco a poco me fuera olvidando de esa desagradable sensación… Al poco mis caderas se movían a su ritmo y ya estaba preparado para lo que vendría a continuación. Sin cambiar nuestras posiciones empezó a entrar poco a poco, no podía creer que se sintiera tan bien, me aferré con fuerza a sus hombros mientras lo sentía por completo dentro de mí... Era como estar en el mismísimo cielo.  Al principio mi ritmo era lento y torpe en comparación con el suyo, creo que eso le desesperó porque agarró con sus manos mis caderas y fue marcándome el ritmo a la vez que apretaba sus pulgares sobre mí.

Su voz hacía eco dentro de mi cabeza cada que gemía debido al vaivén que describían nuestros cuerpos que poco a poco se iban perlando ligeramente de sudor… ver la expresión de su rostro a juego con mis propios gemidos, me excitaba aún más… aumenté el ritmo, él cerró los ojos sujetándome con fuerza al tiempo que se levantaba hacia mi pecho para besar y lamer todo lo que estaba a su alcance, dando suaves mordidas a las partes más sensibles que encontraba de mi piel, sentía que iba a explotar entre sus brazos… era una sensación tan delirante e irreal, eché la cabeza hacia atrás profundizando las embestidas mientras sus brazos rodeaban mi cintura casi con desesperación, no podía dejar de moverme, y no iba a detenerme, no hasta que llegué al clímax y terminé entre nuestros cuerpos al tiempo que sentía su húmeda calidez inundándome por dentro en un gemido ronco que se fundió por completo con el mío.

Se dejó caer sobre mí mientras ambos recuperábamos el aliento...

No podía creer lo que me acababa de pasar… lo había hecho por primera vez… con un chico… y me había encantado. Abracé su cabeza contra mi pecho en un vano intento por hacerle saber lo que sentía en ese momento…




Todo se jodió por completo en el preciso momento en el que me perdí en la curva perfecta que dibujaban sus piernas a contraluz cuando lo vi parado frente a mí sonriéndome de ese modo tan tierno mientras me extendía la mano luego de decirme su nombre… Luego una idea estúpida se cruzó por mi cabeza al verle sentado junto a mí y abalanzándome sobre su cuerpo para asegurarme de que en verdad no era una chica, le levanté la falda y… lo besé… ¡Carajo!  Ya me había asegurado de que sí, era un chico igual que yo, pero, mierda… no estaba preparado para admitir que aún así me seguía atrayendo, por eso le besé, para asegurarme de que no me había vuelto gay por su culpa, pero… no, me había gustado… no, más que eso…  el sabor de su boca, la suavidad de sus labios, la calidez de su piel… ¡Había besado a un hombre!... y me había gustado más que cualquier otro beso que hubiera dado o recibido en la vida. Esto estaba jodidamente mal.

Supongo que ambos caímos en cuenta de la situación al mismo tiempo. Ya no sabía ni que pensar. Continuaba junto a él pero el abismo entre nosotros se había vuelto evidente por el pesado silencio que nos rodeaba. Me ponía cada vez más nervioso, así que como siempre, empecé a hablar tonterías… se rió… la primera risa sincera que le escuchaba… y me gustó. Empecé a reír también. Mi estúpido intento de conversación terminó convirtiéndose en la charla más genial que había compartido con alguien, chica o chico, en toda mi vida… con él pude hablar de cosas de las que normalmente no podía expresar ni con mis mejores amigos… había algo en él, en su mirada, en su sonrisa, que me hacían sentir que podía decirle todo, cualquier cosa, y él me iba a escuchar y entender sin prejuicios ni burlas. Duramos platicando sobre todo y sobre nada durante horas… lapso durante el cual me olvidé del resto del mundo, incluso del hecho de que seguíamos encerrados en ese lugar, hasta que la luz del sol desapareció y con la llegada de la noche, el frío y el hambre empezaron a mermar mi buen ánimo… ¿Dónde carajos estaban los chicos? ¿Se habían olvidado de mí? Idiotas, ya me encargaría de cobrármelas cuando estuviera fuera de ahí.

Bastó con que volviera a acercármele en ese inocente abrazo para hacerlo entrar en calor para saber que ya no habría marcha atrás… Todo había iniciado con otro beso, uno totalmente puro por no decir que tonto, que se desbordó hasta que terminamos entregándonos a nuestros deseos.

¿Qué demonios había sido todo eso?...
¿En serio me había vuelto gay por culpa de este chico?...

Seguía recostado sobre su pecho, ambos desnudos, escuchando los latidos acompasados de su corazón que poco a poco iban volviendo a su ritmo habitual, al igual que los míos, devanándome los sesos por entender qué había pasado desde que le conociera esa mañana hasta el momento en que lo escuché gemir de ese modo al llegar al orgasmo tan sólo unos segundo antes… por tratar de aclarar mis sentimientos… por saber qué iba a hacer a partir de ahora… Digo, no era como si fuera a ir a su casa a pedir su mano sólo porque nos habíamos acostado, sólo había sexo, sí, probablemente el mejor de mi vida, pero sólo sexo, ¿no?… sin embargo, una parte de mí entendía a la perfección que estaba completamente jodido… porque… yo quería seguirlo viendo… tal vez… volver a estar con él… o simplemente… estar con él… así, riendo, conversando… sólo teniéndolo a mi lado…
-¿Ryo…?- Su suave voz llegó a mí como un golpe directo que me dejó K.O.
-Shhh… quiero seguir así un poco más…- Estaba siendo egoísta, lo sé, no me importaba si mi cuerpo le resultaba pesado estando sobre el suyo, si le costaba respirar, si empezaba a tener frío otra vez, si quería moverse, no… sólo quería seguir sintiéndole de ese modo y sentir que todo estaba bien con tan sólo seguir escuchando esa melodía dentro de su pecho. No dijo nada más, tan sólo me abrazó más contra su cuerpo, me aferré a sus brazos y nos quedamos así otro rato, disfrutando de nuestro calor y nuestra cercanía.

Empezaba a quedarme dormido arrullado por su respiración, cuando un ruido me devolvió a la realidad. Había estornudado.
-¿Estás bien?- Me apresuré en levantarme de encima de él, todavía adormilado, para darle mi suéter. La blusa que había llevado puesta no le serviría de mucho en ese momento.
-Lo siento… no quería despertarte… no lo pude seguir conteniendo…- Sonrió apenado mientras sacaba la cabeza por el cuello de la prenda dejando su lacia melena alborotada. Me reí por mi habitual estupidez.
-¿Era eso?... ¿Lo que querías decirme cuando me hablaste hace rato?…- Tapaba mi boca con mi mano tratando de no seguir riendo para que no pensara que me burlaba de él.
-Uhn…- Asintió bajando la mirada pero sin borrar la sonrisa, frotándose los brazos para entrar más rápido en calor. Eché a reír ante mi absurdo pensamiento… “mi suéter se ve definitivamente mejor en ti aunque esté roto”… fue algo que jamás podría decirle en voz alta pero que sin duda creía. Me acerqué a él y acomodé los rebeldes mechones de su cabello en su lugar.  Me miró con esa cara de cachorrito que a veces ponía. –Gracias…- Se pasó el cabello por detrás de la oreja. Le besé nuevamente.

Temiendo que de nuevo perdiera el control y volviera a desnudarle en ese momento, me separé de él y dejé mi frente apoyada en la suya, sujetando suavemente su nuca, mirando sus labios, intentando normalizar mi respiración y poner mi mente en frío.
-Será mejor que nos vistamos…- De pronto la burbuja se rompió… recordé que mis amigos podían volver en cualquier instante (y rogando que no lo hubieran hecho ya, porque de seguro habrían escuchado todo), definitivamente no quería pasar el resto de mi vida soportando sus burlas. Me sentí un poco canalla en ese momento. Estaba preparado para volver a hacerlo mío… pero no estaba listo para que alguien más supiera que existía. Era un idiota.
-Uhn…- Asintió dos veces y jaló la falda y su ropa interior para volvérsela a poner. Tras lo cual se sentó de nuevo junto a las cajas de la entrada.
-¿Tatsuya?...- Entonces reparé en que de nuevo parecía asustado. No hubo respuesta. -¿Estás bien?...- Me abotoné el pantalón, me subí el zipper y me senté a su lado todavía con el torso desnudo. Silencio. Busqué su rostro debajo de su cabello. -¿Qué pasa?...- Me preocupé.
-Yo…- Estaba a nada de romper en llanto. Le miré esperando que continuara. -…me duele…- Cuando levantó el rostro para mirarme, un par de lagrimitas se le escaparon. Me preocupé. ¿Se había hecho daño? ¿Dónde? ¿Cuándo?  Parpadeé un par de veces mirándolo fijamente, tratando de encontrar dentro de sus ojos mágicamente la respuesta a mis dudas… pero finalmente entendí. No pude contener mi risa. -¡Qué malo! ¿Y encima te burlas de mí? ¡Si es por tu culpa!…- Se encogió abrazándose a sí mismo y escondiendo de mí su rostro entre sus brazos y las rodillas.
-¡Lo siento! Lo siento… soy un idiota… ¿vale?- Me arrodillé frente a él pasando mis piernas por sus costados. –Es que me asusté pensando que estabas herido o algo… perdóname, sólo me sentí aliviado de que no fuera así… no llores… ¿si?- Me incliné y lo abracé besando su cabello. -¿Te duele mucho?...- Acuné su rostro entre mis manos para besar sus mejillas secando sus lágrimas. Asintió esquivando mi mirada, seguramente debido a la vergüenza. Le di un suave beso en los labios. Y otro y otro y otro… hasta que volvió a reír sujetando mis muñecas para que me detuviera, sus manos se sentían heladas.
-¡Ya! Me haces cosquillas…- De nuevo me miraba. Me sentí aliviado de que ya no tuviera esa expresión afligida en el rostro. Lo despeiné cariñosamente y me puse la playera. En serio hacía frío.

Escuchamos pasos afuera. De inmediato reconocí las voces de mis amigos riendo a carcajadas y me levanté como impulsado por un resorte. Ya no estaba enojado porque me encerraran ahí toda la tarde, definitivamente había valido la pena, pero eso ellos no tenían por qué saberlo, ¿verdad?
-Esos idiotas…- Lo escuché reír mientras se ponía de pie también y se sacudía las calcetas que le llegaban hasta las rodillas y que de seguro estaban sucias después de todo lo que había pasado en ese suelo lleno de tierra. Escuché que quitaban el pestillo. Abrieron la puerta y lo primero que vieron, fue a mí con los brazos cruzados sobre el pecho y cara de pocos amigos.
-Ryo-chan… lo siento… pensamos que te estábamos echando una mano, man…- Jin conocía a la perfección esa mirada mía y sabía que le significaban problemas… serios problemas.
-¡Se olvidaron de mí! ¡Idiotas!-
-¡No!- Lo fulminé con la mirada y se calló. No le iba a mentir al Rey de las mentiras.
-Bueno, sí, es que fuimos a la playa y conocimos a unas chicas de otra escuela, pensamos que no te importaría porque estarías “ocupado”… hasta que hace rato que volvíamos para llevarlas de regreso al Ryokan, vimos a Kana-chan con Kimuko y nos dimos cuenta de que la habíamos cagado…- Incluso Koki había dejado de reír y parecía niño regañado.
-Son unos idiotas, lo saben, ¿verdad?...- Puse mis manos en mi cintura mirándolos reprobatoriamente. Sentí que él se movía en el interior, sin saber si acercarse más o no, se detuvo. Lo miré quitando mi cara de “enojo”. -¿Puedes caminar?...- Los dos se asomaron en dirección a donde estaba Ueda, pero las sombras del interior no les permitían verlo.
-Sí… creo…- Su rostro dejaba en claro que le dolía más de lo que pensaba. Fui hasta él y le sujeté para ayudarle. Los dos permanecían mudos. Ueda tenía la mirada clavada en el piso dando pasos lentos abrazándose a sí mismo, no sé si por pena, por frío o por el dolor. Los dos lo recorrieron de pies a cabeza. Luego me miraron.
-¿Un chico?...- Koki fue el primero en romper el silencio. Sentí que se estremecía.
-Oye, ¿estás bien?...- Incluso Jin se había dado cuenta de que algo no iba bien con él.
-¡Idiotas! ¿Cómo va a estar bien si nos encerraron aquí toda la tarde después de que esos idiotas le hicieran vestir esto y le persiguieran cuando se les escapó de a saber qué demonios pretendían hacer con él?- Dije alterado obviando el hecho de que llevaba el uniforme de nuestra escuela con la mano libre.
-Vaya… lo sentimos… no teníamos idea…- Los dos se miraban y lo miraban con un grado de culpa en el rostro.
-Como sea… hay que llevarlo de regreso…-
-¡No!- Se tensó ante mis palabras y se echó un paso atrás zafándose de mi agarre.
-Pero… no pensarás quedarte aquí, hace frío y tú…- Me le quedé viendo. Se sentía mal, era obvio. Lo mejor era que tomara un baño y se fuera a la cama, ¿no? Que descansara.
-Idiota… ¿Quién querría volver allá llevando una falda?…- Ueda volvió a bajar la mirada tras oír el comentario de Koki.
-Esperen aquí, iremos a traerle algo de ropa…- Jin le dio una palmadita en el brazo.
-Gracias…- Hablaba tan bajito que me pregunté si ellos le habían podido oír.

Nos quedamos un buen rato sin decir nada después de que mis amigos se fueran. Me sentía un estúpido. No sólo había ocultado la verdad a mi conveniencia, sino que preocupado por mi bienestar, no había reparado en lo absoluto en sus sentimientos.
-¿Estás bien?- Froté sus brazos para darle calor. Estaba demasiado quieto.
-Creo que no duele tanto si no me muevo…- Bajó la mirada y empezó a jugar con sus dedos en la orilla de mi suéter.
-No me refería a eso, bueno también, pero… me refería a aquí…- Apunté mi pecho con mi dedo índice a la altura del corazón. Me miró un segundo. De nuevo el silencio. Luego negó con la cabeza sin decir nada. ¿Eso era un “no, no estoy bien”? -¿Te arrepientes?...- No quería oír la respuesta, pero la pregunta había salido disparada de mi boca antes de que pensara siquiera en sí quería decírselo realmente. Volvió a negar sin mirarme todavía. Ya no sabía qué decir. Sólo me quedé mirando su perfil bajo la luz de la luna. En serio tenía una cara demasiado hermosa para ser un chico.
-Estoy asustado…- Susurró sonriendo ligeramente con nerviosismo, retorciendo mi suéter entre sus dedos índices. –Es la primera vez que me siento así… y… no sé muy qué hacer…- Por fin me miró. Parecía angustiado. Tomé su mano tratando de transmitirle seguridad… una que en realidad yo tampoco tenía.
-También es la primera vez que me siento así…- Confesé. Me sonrió bajando la mirada a nuestras manos entrelazadas.
-Mentiroso… es obvio que tienes un montón de experiencia…- Me reí. Él tenía razón… en parte.
-Ok… corrijo… es la primera vez que me siento así… con un chico…- Me miró con las mejillas teñidas de rubor. Se veía tan bonito que me dieron ganas de abrazarlo y besarlo. Pero escuché a los chicos acercándose a lo lejos. Me levanté para ver dónde venían. Aún teníamos un poco de tiempo.
-Supongo que es momento de decir adiós…- Pude notar un dejo de tristeza en su voz.
-¿“Adiós”?... ¿Por qué? ¿Acaso no quieres volver a verme?...- Levantó la cabeza de súbito con una expresión mezcla de sorpresa e incomprensión que me pareció graciosa y adorable.
-¡Sí!... pero…- Miró hacia donde venían ellos. Apreté su mano para reclamar de nueva cuenta su atención.
-Mañana… a las 10:00 am afuera del Ryokan... iremos a ver el otro Santuario de la Isla…- Le sonreí picándole la mejilla. -…no vayas a llevar uniforme…- Lo miré serio. Ladeó la cabeza en señal de que no entendía lo que decía. -…ni siquiera este, por muy sexy que te quede, ¿ok?.- Le susurré al oído dándole un jaloncito a la falda y eché a reír mientras él se encogía de hombros, rojo como tomate, y yo me apartaba de él para que se recuperara antes de que llegaran mis amigos.
-¿De qué te ríes, Ryo-chan? ¿Te está molestando?- Ueda negó desesperado ante las palabras de Jin que se interponía entre nosotros dándole uno de sus pantalones de mezclilla. –Cámbiate… Te acompañaremos al Hostal, ¿vale?- Asintió sin mirar a nadie. Tomó la prenda y entró nuevamente a la bodega.
-¿No es así como rarito?...- Preguntó Koki en voz baja cuando lo perdimos de vista entre las sombras.
-Naaaaaaaaaaah… sólo es tímido…- Negué entre risas.
-¿Qué? ¿Ya perdí contra unas faldas mi título de “mejor amigo” por un encerrón de unas horas en un granero que huele a rancio y madera podrida? ¡Tssk!... Creí que lo nuestro valía más que eso, Ryo-chan…- Jin me hacía pucheros.
-Eso te pasa por idiota…- Levanté las manos en gesto de resignación haciendo una carita angelical.
-Etto… gracias…- Ueda habló en voz baja para no ser descortés por interrumpirnos.
-Volvamos… los dos deben estar hambrientos y ya casi es hora de que el profesor revise las habitaciones.-
-Buen punto… ¿ustedes tenían “toque de queda”?-
-No… la Profesora sólo nos dijo que no hiciéramos nada que no fuera propio de un alumno del Aogaku…- Respondió como si fuera lo más normal del mundo.
-¡¿Eres alumno del Aoyama Gakuin?!- Preguntamos los tres a coro con cara de estupefacción.
-Uhn…- Si no hubiera estado tan sorprendido, hubiera pensado que esa carita suya era la cosa más adorable que le había visto hacer. Se hizo un extraño silencio entre los cuatro.
-Vaya… quien iba a decir que hasta en las escuelas de élite hay abusones…- Rompí el silencio con la primer cosa que se me vino a la mente. Ueda agachó la cabeza apretándose el brazo con la otra mano.
-Eres tan idiota…- Jin me dio un golpe en la pierna y se levantó. -...pobre de ti, chico… haber tenido que soportar a este sujeto durante tantas horas sin tener a dónde correr…- Jin le dio un golpecito amistoso en el brazo. –Perdón por las horas de tortura… Te consideráremos un héroe por haber sobrevivido…- Él sólo se rió mirándome discretamente.
-Pero Ryo tiene razón, igual nunca me hubiera esperado que los niños ricos vinieran a lugares como estos en sus viajes escolares…- Koki parecía realmente interesado en la respuesta de Ueda. Incluso yo lo estaba.
-Bueno…- Se encogió de hombros. –Es parte de un proyecto escolar de Economía… este es un buen lugar para estudiar cómo funciona el sistema de trueque y el término “comunidad rural” que se empleaban en los Shogunatos en un sector menos desarrollado de la sociedad actual…-
-¿Ósea que van a tener que hacer informes sobre esta Isla del infierno?- No me lo podía creer.
-Menos mal que vamos a una escuela pública y sólo nos trajeron a tontear…- Jin exagero que temblaba de miedo ante la idea de tener que hacer tarea en días libres. Ueda echó a reír, contagiándonos a todos con su risa.

Volvimos al Ryokan conversando y riendo de tonterías sin sentido, burlándonos a ratos de Koki, a veces de mí, de los niños ricos de la escuela de Ueda, de las estupideces que hacíamos nosotros mientras ellos vivían entre libros y misas matutinas. Tan sólo riéndonos de todo lo que pudimos mientras caminábamos. Jin iba entre nosotros, pero aún así podía verlo claramente. Cada una de sus facciones y gestos. Sí. Estaba jodido. Ueda me gustaba. Me gustaba mucho.




Apenas si pude conciliar el sueño durante la noche. Me sentía tan… tan… ¡no sé!... Pero me sentía así, fuera lo que fuera y era bueno. Me emocionaba saber que él aún quería verme al día siguiente. Seguí pensando en todo lo que había pasado el día anterior hasta que finalmente me quedé dormido.

La alarma de mi reloj de pulso sonó a tiempo para que pudiera tomar un baño y estar listo para salir de ahí antes de que alguien notara mi ausencia, aunque tampoco es como que mis compañeros de escuela fueran a notar siquiera mi presencia si me quedaba con ellos. Bajé las escaleras y me reuní discretamente con la multitud que ya estaba ahí recibiendo instrucciones del hombre parado al centro.
-Buenos días…- Me decían al oído alegremente al tiempo que me colocaban una gorra en la cabeza. –Creo que esto será suficiente para que no se den cuenta de que no eres uno de los nuestros…- Le miré. Su sonrisa era aún más deslumbrante ahora que podía verla con claridad. Gracias al cielo, esa gorra me cubrió el rostro, porque si no, él se hubiera dado cuenta de cuan roja podía ponerse mi cara por su cercanía.

Fue divertido haber ido de excursión a las montañas con su grupo. A diferencia de mis compañeros de escuela, los suyos se divertían, reían y bromeaban unos con otros… no había pretensiones ni hipocresías disfrazadas de diplomacia, no se usaban entre ellos por conveniencia, no se envidiaban por lo que eran o lo que tenían, simplemente eran chicos normales viviendo una vida escolar normal… lo que yo siempre había imaginado cuando pensaba en la vida en Preparatoria. Todos lo estaban pasando bien… bueno, todos menos Ryo, quien al parecer estaba viviendo un infierno por culpa de su alergia.

Estaba sentado a su lado en una banca de piedra que estaba a un lado del camino, observándole preocupado mientras él se limitaba a limpiarse las lágrimas con un pañuelo desechable y a intentar controlar sin mucho éxito sus estornudos. Koki y Jin se habían ido a la farmacia para preguntar por algún remedio que le pudiera ser de ayuda en ese momento; Okura estaban en una tienda cercana comprando algunos dulces para sus hermanas menores acompañado de Yasuda y Yamashita e Ikuta se limitaban a alejar a los gatos de nosotros para que Ryo no se pusiera peor. Pobrecito… menuda suerte la suya, ser alérgico a los gatos y terminar en una Isla repleta de ellos. No podía ni imaginarme lo mal que debía sentirse con el aspecto que tenía.

-¿Estas mejor?- Le pregunté acariciando su pelo, había puesto su cabeza sobre mis muslos cuando le dio un mareo después de estornudar tantas veces seguidas. No contestó, sólo negó con la cabeza tapándose la cara con el antebrazo, supuse que le había empezado a doler la cabeza y seguí en silencio con lo que hacía, parecía que le relajaba un poco y yo dejaba de sentirme un completo inútil por no poder hacer nada por él.
-¡Ryo!- Le llamó Jin desde el final de la calle corriendo como si se le fuera la vida en ello. -¡Resiste! ¿Qué será de este mundo sin ti?- Bromeó cuando llegó hasta donde estábamos y se agachó para mirarle, pero debió de leer en su aspecto cómo se sentía. Antes de que pudiera siquiera darse cuenta, Ryo ya le había dado un coscorrón sin siquiera abrir los ojos.
-¡Ryo!- Le "regañé". Se levantó y miró a su amigo como si no hubiera hecho nada malo.
-¿Qué te han...?- Pidió un poco de tiempo aguantando otro estornudo, en vano, pues terminó haciéndolo de todos modos.
-Nos han dicho que no había mucho que pudieran hacer por ti, sólo que usaras un cubrebocas y te tomaras esto después de comer, no antes porque te podrías vomitar…- Le comentó Koki alargando su brazo y dándole una mascarilla perfectamente doblada y un sobrecito de papel blanco que se guardó en el bolsillo. Los demás se acercaron a nosotros para escuchar también.
-Gracias- Dijo tranquilo cogiendo también el trozo de tela y colocándosela sobre su nariz y boca. El grupo entero soltó una gran carcajada que ni Ryo ni yo comprendimos... Hasta que le miré. Intenté no reírme pero me fue imposible y acabé riendo yo también. Se levantó del banco y fue a verse en el reflejo de la ventana de la caseta de información que estaba cerca de nosotros.

-¡PERO QUÉ!...- El grito que soltó al ver que el cubrebocas no era totalmente blanco, sino que tenía dibujado un hocico de gatito totalmente adorable hizo que todos dejáramos de reír y nos miráramos con espanto. Salió disparado dispuesto a aniquilar a sus amigos que luchaban por dejar de reír y huir por sus vidas. -¡¡Los voy a matar!!- Les amenazó corriendo detrás de ellos.
-¡Tranquilízate "Ryoneko-chan~~"- Ese mote sólo hizo que acabase saltando sobre la espalda de Jin y que ambos acabaran en el suelo peleando, uno por su vida y otro por acabar con la misma.
-Pues a mí me gusta...- Comenté tímidamente lo suficientemente cerca como para que me escucharan y dejasen de pelear. -…además te ayudará a dejar de sentirte tan mal… eso es bueno, ¿no?- Traté de sonar optimista y convincente.
-Qué remedio, tendré que dejármela puesta...- Suspiró Ryo levantándose de encima de Jin, sonreí mirándole. No se lo dije pero la mascarilla de gatito le quedaba a la perfección con esa personalidad suya.

El último día llegó. No quería despedirme de mis nuevos amigos, y menos aun de Ryo, pero ellos y yo teníamos que volver a nuestras vidas... aunque prometieron que mantendríamos el contacto por internet, para mí eso no fue suficiente cuando tuve que despedirme de Ryo... Quien debió leer en mi rostro cómo me sentía y me entregó un papel con un número de teléfono.
-Ese es mi número de celular, nos llamaremos todas la noches si quieres…- Sonrió, parecía contento ante la idea, yo también lo estaba pero había un pequeño problema.
-¡Claro!... pero...- Agaché la cabeza avergonzado y triste.
-¿Qué pasa?- Se agachó para mirarme.
-Yo… no tengo móvil...- Le confesé. Fueron unos segundos de silencio en los que él me miraba sorprendido, como si fuera un ser de otro planeta y yo rezaba porque no se riera demasiado. Cosa que sí hizo pero no fue una carcajada burlona, sino más bien una risa espontánea, como cuando haces una broma.
-¿En serio?- Me miró todavía riéndose.
-Si... Pero... bueno, ¡pensaba comprarme uno cuando volviera a casa!...- Mentí –No te importará esperar, ¿verdad?... en cuando lo tenga te llamaré…- Le sonreí contento. Estaba feliz de poder llamarle pero, ¿cómo explicarle que en verdad nunca había tenido un móvil porque no tenía con quien usarlo? Nunca tuve amigos, por lo que tener un teléfono para no usarlo me parecía absurdo… no quise preocuparlo con mis tonterías, así que no dije más.
-Claro…- Sonrió.
-¡Nishikido-kun!- Le gritó su profesor.
-¡Ya voy!- Contestó - Bueno, hablamos pronto.- Dijo abrazándome. Su olor llenaba mis pulmones, sentía que podía volverme adicto a respirar esa fragancia. Correspondí su abrazo poniendo mis manos en sus caderas, no quería que se fuera... No quería separarme de él, pero es lo que iba a pasar y lo sabía desde un principio, retrasar el momento sólo me haría más daño. Al final nos soltamos los dos a la vez.
-Hasta pronto…- Le sonreí luchando por no llorar mientras subía a la minivan blanca con el resto de sus amigos y compañeros para partir con rumbo al puerto.

Observé mi habitación, hacía tantos días que no estaba en ella que me sentí como un extraño en mi propia casa... Nada había sido movido o cambiado de lugar: mi ordenador seguía sobre mi escritorio de color oscuro a juego con las sábanas de mi cama, en la que estaba acostado descansando después del largo viaje de regreso, por suerte teníamos el fin de semana para descansar, terminar los deberes y luego volver a clases. Abrí la maleta para deshacerla, podría haber dejado que alguno de los empleados de mi casa lo hiciera, pero no quería... no por alguna razón en particular, sólo quería ser un poco "autosuficiente". Saqué la bolsa de la ropa sucia y la dejé a un lado mientras buscaba otras bolsas con las cosas que había obtenido en el viaje... El típico gatito gordito blanco, que se suponía que traía buena suerte, y que había comprado poco antes de despedirnos, algunos dulces que me había regalado Okura, unos gatitos de madera que me había obsequiado Yamashita, y los purikuras nos hicimos con orejas, bigotes y narices de gato... todos sonriendo divertidos… menos Ryo que salía con cara de enfado por la alergia que estaba soportando, por lo que en su lugar llevaba el cubrebocas con el hocico de un gatito sonriente dibujado. Reí recordando algunos de los momentos que había vivido con ellos, no me había sentido tan aceptado en mi vida... En estos pocos días había conocido el verdadero significado de la palabra  “amistad” y de lo que era el... ¿amor? Reí tontamente recordando los momentos que tuve con Ryo a solas... realmente, había sido muy feliz. Puse la foto en mi corcho, lleno hasta ahora tan sólo de hojas de recordatorios, apuntes importantes sobre cosas de la escuela y mis horarios de clases extraescolares, verla ahí sin duda me alegraría. Acababa de sentarme frente al portátil para empezar a redactar el trabajo para la clase de Economía cuando caí en la cuenta de que casi olvidaba algo importante. Solté lo que tenía en las manos y salí disparado escaleras abajo.

Era la primera vez que entraba en una tienda de esas y no sabía bien qué es lo que tenía que hacer o qué decir, ni siquiera sabía lo que buscaba, para mí todos eran celulares y servían para lo mismo, pero al ver tantos, me quede confundido, seguí viendo los aparatos esperando que alguna empleada de la tienda se acercara a mí... hasta que vi que entraban a la tienda las personas más odiosas y desagradables que conocía.
-¿Ueda-kun?- Me llamó Kaname con esa sonrisa falsa que siempre ponía cuando quería parecer agradable. Le ignoré y volví a mirar las vitrinas, supuse que en un sitio público se contendrían un poco de sus "abusos", pero entonces noté que me jalaban de la muñeca y fui sacado de la tienda hasta un callejón cercano. Al principio estaba asustado por lo que pretendieran hacer luego de lo que había pasado la última vez y saber que nadie me ayudaría en esta ocasión, pero me armé de valor y de un fuerte tirón me acabé soltando de él. Me miró perplejo.
-Te has vuelto muy escurridizo y valiente últimamente…- Dijo acorralándome contra la pared del fondo colocando ambos brazos a los lados de mi cabeza. Él siempre había sido mucho más alto que yo.
-Eso no es asunto tuyo…- Le corté dejándole claro que ya no me iba a pillar como antes.
-¿No? Te recuerdo que en la excursión te nos escapaste y eso no me hizo muy feliz… pero ahora ya no están tus "amiguitos" cerca, ¿cómo te escaparás esta vez?- Se inclinó hasta dejar su rostro a la altura del mío, con esa desagradable sonrisa cínica que sólo me mostraba a mí.
-No necesito a mi AMIGOS para librarme de ti, ¿sabes?- Le miré mal. -Al contrario de ti, yo al menos los tengo y no necesito asustar o amenazar a nadie para que me sirvan de lamebotas...- Dije mirando a los dos que siempre iban haciendo por él el trabajo sucio. -Eres patético.- No me reconocía ni a mí mismo, ni ellos a mí, lo normal es que llorase y suplicase porque me dejaran en paz, pero esta vez ahora era muy diferente... Como no dijo nada, le aparté con mi brazo y eché a andar rumbo a la calle pensando que las cosas iban a ir mejor de ahora en adelante… pero canté victoria demasiado pronto.




¿Cuántos días habían pasado desde que volvimos a casa? ¿Diez? ¿Quince?... ¡Mierda!... Y yo seguía corriendo de regreso a casa en cuanto terminaban las clases para ver si ese día sí me había respondido cualquiera de los mails que le había enviado desde que habíamos vuelto del viaje escolar… No podía ser más idiota o patético de lo que ya era, ¿verdad? Una parte de mí se obligaba a pensar que tal vez estaba demasiado ocupado con todas esas clases extraescolares, tareas, exámenes y proyectos que les asignan en las escuelas a los niños ricos, repitiéndome hasta el cansancio que, en cuanto tuviera un poco de tiempo libre, iba a llamarme y saludarme con esa voz alegre que tanto echaba de menos y me iba a tratar de contentar por cualquier medio cuando me hiciera el enojado por su falta de interés y exceso de abandono hacia mi persona… pero… otra parte de mí, una que cada vez iba adquiriendo mayor fuerza, me decía que tal vez no había sido más que su juguete por unos días, algo que había sido usado y desechado y que ya no era necesario… Me preocupé… Lloré… Grité… Me volví a preocupar… Volví a llorar… Me enojé… Enloquecí… y al final… terminé corriendo por toda la escuela y saltándome la barda del estacionamiento trasero con rumbo a la estación del tren más cercana. Nadie llegaba, ponía mi mundo de cabeza, me hacía enamorarme como un idiota y me botaba como un pedazo de basura innecesaria… ¡No señor!... Si ya no quería verme ni saber nada de mí, si sólo fui un pasatiempo de excursión escolar, si sólo estaba aburrido, asustado o lo que fuera, me lo iba a tener que decir en mi cara y soportar la paliza que iba a llevarse por haberme tenido noches en vela preguntándome si estaba bien, si no le había sucedido algo… ¡Ja! Me iba a conocer, como que me llamaba Nishikido Ryo.

El viaje de dos horas y quince minutos hasta Tokio me sirvió para tranquilizarme un poco y dejar de momento a un lado mis instintos asesinos. Probablemente se debió a mi charla telefónica con Jin, que al verme salir corriendo fuera del salón a mitad de nuestra clase de matemáticas, salió detrás de mí pensando que algo malo había pasado en mi casa, y que me aconsejo primero preguntar y luego soltar puñetazos. Si incluso un sujeto como él pensaba que Ueda no era del tipo que usara a las personas a su conveniencia y que debía haber un por qué en todo esto, yo no tenía porque darlo por hecho por muy molesto y sentido que me encontrara en ese momento. Así que una vez que mi cerebro entendió que debía existir una razón de peso por la que Ueda no se había mantenido en contacto con ninguno de nosotros como había prometido, mi cuerpo también se relajó lo suficiente como para dejarme pensar en lo que estaba haciendo y lo que iba a hacer una vez que llegara a mi destino.

Conforme me acercaba a su Instituto, los nervios empezaron a invadirme de pies a cabeza. Me sentía como el novio de pueblo que va a visitar a la chica de ciudad… de algún modo, lo estúpido de mis pensamientos hicieron que me sintiera menos inseguro cuando por fin llegue a la puerta de acceso al Instituto. La escuela era realmente algo… la gente rica no se andaba con privaciones. Me sorprendió que nadie se me lanzara encima cuando entré, pero me di cuenta de que no era el único que llevaba uniforme de otra escuela. Subí las escaleras hasta el segundo piso buscando con la mirada su salón. Di un salto al escuchar la campana que marcaba el final de la clase. Tenía que tranquilizarme o me iba a dar un algo antes de que pudiera encontrarlo. Contrario a lo que esperé, no hubo una marea de estudiantes desbordándose por los pasillos como en mi escuela, tan sólo algunos profesores saliendo de un salón para bajar por las escaleras por donde yo había llegado. Tanto silencio me ponía de los nervios. Apreté el paso hasta el final del pasillo donde por fin encontré lo que buscaba: 2-A. La puerta estaba abierta, pero todos estaban en sus lugares como robots que sólo sabían estudiar. Al fondo vi a los chicos que habían estado molestado a Ueda el día que lo conocí. Idiotas. Como les pusiera las manos encima.
-¿Me das permiso?...- Me asustó. Giré y me topé con una chica menudita de lentes que me observaba como si no pudiera creer que estaba ahí parado impidiéndole pasar.
-H-hola… ¿estás en esta clase?- Asintió sin cambiar la expresión desinteresada, por no decir que apática, de su rostro. -¿Conoces a Tatsuya?- Traté de sonar lo más amable que podía en mi estado.
-¿El Delegado Ueda?- Se guardó el pañuelo en el bolsillo del saco.
-Sí, él… ¿Podrías llamarlo para que salga un momento?- Incluso me obligué a regalarle una sonrisa.
-No puedo…- Me quedé de piedra. ¿Acaso esta gente no sabía lo que era hacer un favor? –No está…- Se acomodó el cabello detrás de las orejas.
-¿Sabes a dónde ha ido?- Estaba alcanzando peligrosamente el límite de mi paciencia y mis buenos modales.
-No… si quieres saber por qué está en el hospital tendrás que hablar con Ayako-sensei, nuestra Tutora…- Me empujó a un lado diciendo aquello como si me hubiera dicho que me consiguiera un paraguas porque el día estaba nublado. No me dio tiempo a preguntarle nada más, entró al salón y se sentó para tomar sus libros. Se me heló la sangre. Me dieron ganas de vomitar por la impresión. Sentí que las piernas se me hacían de gelatina. ¿Ueda… estaba en el hospital?

Bajé corriendo para alcanzar a alguno de los profesores y preguntar por su maestra. No me costó mucho dar con ella. Me presenté diciendo que era un primo de Ueda que vivía en Osaka y que estaba preocupado porque no había ido a recogerme como prometió cuando le dije que iba a venir de visita. Siempre se me había dado bien mentir, pero creo que era la primera vez que sostenía por tanto tiempo una mentira. La mujer se tragó toda mi historia porque me recordaba del viaje a Tashirojima, así que me dijo que habían atacado a Ueda cerca de la zona comercial de Daikanyama y que estaba desde hacía doce días, los mismos que habían pasado desde la última vez que nos vimos, en estado delicado en el Hospital de la Universidad Médica de Tokio. Le di las gracias y salí de ahí a toda prisa para ir a verle. ¿Cómo había sido tan estúpido? Por supuesto que si no me había llamado era porque algo debió habérselo impedido. Eres un idiota, Ryo… ¡El mayor idiota de la historia!

Llamé a Jin para decirle lo que había pasado. Necesitaba escuchar una voz amiga que me diera seguridad. Estaba a nada de colapsar por todas las cosas que habían pasado. Además necesitaba instrucciones para llegar al dichoso Hospital. No conocía mucho de los alrededores de Tokio y en el estado en el que me encontraba, ni siquiera podía pensar con claridad.

Para cuando llegué a Nishi-Shinjuki sólo tenía una cosa en mente: debía decirle a Ueda que me gustaba. Sin importar si me odiaba o me rechazaba, yo le diría lo que sentía por él. Nada ni nadie me haría cambiar de idea. Tan sólo quería verlo, abrazarlo, besarlo y decirle de frente todo lo que le había dicho entre líneas en mis correos electrónicos.

La imponente construcción de dieciocho pisos me dio la bienvenida cuando me detuve frente a la entrada para retomar el aliento. Había corrido desde la estación del metro hasta ahí, no soportaba estar esperando en la parada del autobús, así que mejor me puse en movimiento. Cuando por fin sentí que ya no me ahogaría con mi propia respiración, entre y me dirigí directo a la Recepción. Supongo que la enfermera debió ver en mis ojos la desesperación suficiente como para decirme al momento el número de su habitación junto con algunas indicaciones para llegar hasta ahí.

Sentía que el corazón me iba a explotar de un momento a otro. Salí del elevador con la cabeza hecha un caos de pensamiento y emociones. Todo lo que había planeado decir y hacer se fue al carajo en el momento en el que me detuve frente a la puerta marcada con el número “503” y su nombre a un costado. Mis manos habían empezado a temblar y ni siquiera podía acercarlas al pomo de la puerta. Sentía las gotas de sudor resbalar desde mi frente. Un escalofrío recorriéndome la espalda. Mi corazón latiendo como una bestia aterrada. Mi respiración totalmente fuera de control. Tomé aire y lo solté lentamente. Una vez… dos veces… obligué a mi mano derecha a subir hasta la barra de metal empotrada en la puerta… tres veces… cuatro veces… por fin fui capaz de sujetarla… cinco veces… seis veces… y abrir.




Mis párpados pesaban demasiado, pero me obligué a abrirlos... Sentía como que no debía seguir durmiendo por más tiempo. Necesitaba despertar. Lo primero que vi fue mucha claridad... demasiada… tanta, que me hacía daño en los ojos y tuve que volver a cerrarlos; pero al poco volví a abrirlos, parpadeando varias veces hasta que pude acostumbrarme a la luz y me incorporé sobre la… ¿cama? Miré a mi alrededor sintiéndome un poco confundido por no reconocer nada, para descubrir con horror que no estaba en ningún lugar que conociera… estaba en la habitación de un hospital… ¿qué hacía yo ahí?

Como un flashazo, todas las escenas de lo que había pasado antes de que cerrara los ojos se agolparon en mi mente... ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? Intenté levantarme para salir, ni siquiera había sacado los pies de las cobijas cuando la puerta se abrió haciendo que me congelara en mi sitio.
-Ueda-kun, despertaste…- La enfermera entró sonriéndome amablemente y se acercó a la bolsita con suero que tenía conectado a la vía de mi brazos para regularle alguna cosa. Tenía tantas preguntas que hacer y un nudo en mi garganta que me lo impedía. -¿Cómo te sientes?-
-P-perdone...- Empecé después de un par de intentos fallidos por hacer salir mi voz. -¿Cuántos días llevo aquí?- Indagué sin rodeos, la respuesta me asustaba pero necesitaba saberlo.
-Doce días...- Me miró un poco apenada mientras revisaba algunas otras cosas en las maquinas que estaban a mi alrededor y hacía anotaciones en la carpeta de metal que había sacado del frente de mi cama.

¿Doce días?... ¿Había estado metido en ese cuarto desde que volví de la excursión?, ¿Inconsciente y perdiendo el tiempo?... Ni siquiera había llamado a Ryo y de seguro se había pensado que no me importaba o no le quería, sentía que era de lo peor… ¿y si ya no quería volver a verme?... ¿y si ahora ya no quería escucharme? Noté mis lágrimas resbalar por mis mejillas y como la voz de la enfermera se iba alejando más y más.

La sola idea de imaginar el rechazo de Ryo hacía que... ¡No! ¡No! Debía de hablar con él, fuera como fuera... Explicarle lo que había pasado en realidad. Si después de que terminara de hablar, decidía que no quería volver a verme, lo aceptaría, pero al menos sabría que le dije la verdad y que si me importaba mucho... muchísimo… ¡Dios, estaba loco por él, ¿cómo no me iba a importar?! Esperé a que la enfermera se despidiera y saliera de la habitación para levantarme de la cama, pero al hacerlo caí al suelo... Parecía que mis piernas estaban dormidas y se negaban a sostener mi propio peso. Me levanté poco a poco sentándome de nuevo en el colchón. Necesitaba un teléfono... a la de ya. Había mirado tantas veces el número en el papel que me diera Ryo que para cuando llegué a casa, ya me lo sabía de memoria, y sabía que en la centralita seguro habría uno, y si no, me tocaría buscarlo, pero era lo que menos importaba. En los hospitales había teléfonos y eso era lo único que contaba.

Volví a intentar ponerme de pie pero el resultado fue el mismo... Una punzada de dolor intenso por el impacto. ¡Joder! ¡Necesitaba andar y mi cuerpo se negaba a cooperar! Me iba a volver loco…

Escuché el sonido del pomo girarse, supuse que sería la enfermera que había olvidado algo y que de seguro me regañaría por ver que me había intentado levantar, ni siquiera hice por pararme del piso… ya todo me daba igual, pero al abrirse la puerta no vi a la mujer de antes, sino a la persona que más quería ver en ese momento.
-¿Ryo...?- Le llamé como si no me lo creyera. ¿Era él, verdad? Estaba aquí delante de mí… ¿O es qué ya hasta empezaba a tener alucinaciones? Sus ojos tampoco parecían dar crédito a lo que veía. Parpadeó un par de veces. Cerró la boca y se lanzó a abrazarme dejándome en claro que sí era él y que estaba allí, conmigo.

Seguía teniendo el mismo olor que tanto me gustaba... podría pasarme así toda la vida si fuera posible, pero empezaba a tener frio en mis piernas. Al final me apartó con gentileza y nos miramos sonriéndonos con dulzura, pero no pudimos mantener la distancia por demasiado tiempo y acabamos besándonos. Estar con él de nuevo así era... ¡lo más maravilloso que podía existir! El aire de nuestros pulmones se agotó y tuvimos que separarnos, no sin que soltara alguno que otro quejido de inconformidad mientras me aferraba al saco de su uniforme con ambas manos.
-Ryo...- Le llamé pasando mi mano vendada por sus mejillas como si aún no me lo creyera.
-¿Qué haces en el suelo?- Me preguntó ayudándome a levantarme y depositándome gentilmente de nuevo sobre la cama.
-Tengo que llamarte...- Agité la cabeza para poner en orden mis ideas. –No, más bien… tenía que llamarte…- Me miró confuso. -Imaginé que me debías de estar odiando pensando que no me importabas por no haberlo hecho antes como prometí y... yo… sólo quería decirte que no era así…- Confesé agachando la cabeza avergonzado… ¿cómo podía estar así a estas alturas después de todo lo que habíamos vivido juntos?
-Niño tonto…- Sus ojos desbordaban ternura mientras me sonreía despeinándome como aquella vez en la isla. –Gracias… por preocuparte por mí…- Se inclinó y me dio otro beso.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste que estaba en el hospital?- Vestía el uniforme de su escuela, pero no llevaba la mochila, ¿acaso se había saltado las clases por venir a verme?
-Ah, bueno… eso…- Empezó a reír nervioso mirando a cualquier otra parte que no fuera yo. –Eso no importa, lo importante es que te encontré… y que tú est…- Tomó mis manos pero conforme me miró, su sonrisa se fue desvaneciendo de sus labios. -…¿qué te pasó?... ¿quién te hizo esto?- Vi su cuerpo tensarse al ver los vendajes y moretones que había en mis brazos, al tiempo que yo me sentía de nuevo pequeño y vulnerable. Había vuelto a recordarlo todo. Ya no quería recordar nada de eso. Eché mis brazos alrededor de su cuello y me quedé ahí. Poco a poco puso sus manos en mi espalda y cabeza. –Shh… tranquilo… perdóname por preguntar… no recuerdes esas cosas… perdóname, Tat-chan…- Era la primera vez que alguien me llamaba así… la primera vez que alguien se esforzaba por hacerme sentir seguro y protegido… querido. Inevitablemente terminé llorando entre sus brazos. Necesitaba llorar. Serían las últimas lágrimas de dolor y tristeza que quería derramar. Y él se quedó ahí, en silencio, sólo acariciándome suavemente, susurrándome palabras dulces, hasta que me calmé y me quedé dormido.

El sol estaba perdiéndose en el horizonte cuando desperté. Al encontrarme a solas dentro de la habitación creí que todo había sido un sueño. Pero entonces vi que en mi mano estaba un gatito de madera, de esos que son para colgarse en el celular y supe que no había sido un sueño. Ryo había estado ahí. Me sentí un poco triste porque se hubiera ido sin despedirse de mí, pero supuse que le tomaría varias horas volver a casa y tal vez tendría problemas por haberse saltado las clases, así que no pude enojarme con él. Suspiré mirando las nubes que poco a poco se coloreaban de anaranjado y rosa. No iba a llorar más. Pronto iba a llamarle y todo volvería a estar bien.




Me sabía mal dejar a Ueda e irme sin esperar a que despertara para despedirnos, pero tenía que regresar a casa antes de que se hiciera más tarde y mis padres se dieran cuenta de lo que había hecho. Confiaba en que Jin y los chicos ya me habrían creado una cuartada sólida y convincente para esa hora, pero era mejor no abusar de mis escasos lapsos de buena fortuna, así que lo mejor era volver a la hora normal como cuando iba a algún lado con mis amigos. Acababa de salir del ascensor para salir del hospital cuando escuché un par de voces en la recepción que me sonaron bastante familiares… y no del modo en que me gustaba recordar a la gente.
-¿Crees que sea cierto que Ueda despertó?...- Me quedé a unos pasos de la puerta del ascensor, lo suficientemente lejos como para que no me notaran pero lo bastante cerca como para no perder detalle de lo que decían.
-Espero que no, Kaname no sonaba muy feliz cuando Ayako-sensei nos dijo que habían llamado del hospital…- ¿Pero de qué carajos hablaban estos dos? ¿Acaso ellos habían tenido algo que ver con lo que le había pasado a Tatsuya?
-¿Qué vamos a hacer, Ryu? Si Ueda dice que fue Kaname quien lo golpeó, de seguro él verá el modo de salir bien parado y culparnos a nosotros…- Escuchar aquello había sido la chispa que encendiera la llama. El “ding” que anunciara que había llegado el ascensor me hizo reaccionar a tiempo para entrar junto con ellos antes de que se cerraran las puertas. Oprimí el botón del sótano, ellos habían oprimido el cinco. Se me escapó una risa un poco maniática. Los dos guardaron silencio y empezaron a cuchichear.
-Vaya, vaya, vaya… ¿así que el bastardo ese al que le lamen las bolas fue quien dejó en ese estado a Tatsuya?- Me giré para mirarlos con la peor cara que tenía. Troné el cuello y luego me troné los dedos de las manos, el típico gesto de quien está a punto de golpear a quien tiene enfrente, me miraron aterrados, replegándose a la esquina más lejana.
-¡Nosotros no tuvimos nada que ver!- Pero mira que este tipo era un miedica de primera. El típico marica que sólo está con el chico malo para asegurarse de no ser la víctima de los abusos.
-¿Creen que eso me importa?... Yo sólo necesito un par de sacos de huesos contra los cuales descargar mi ira…- Di un paso hacia ellos clavando mi mirada en él. El elevador se detuvo en el sótano. Las puertas se abrieron y se cerraron en pocos segundos.
-¡Fue Kaname! ¡Todo fue cosa de Kaname porque estaba enojado de que se le escapara en la isla!-
-¡Cállate Shuji!- Señalé al otro con el dedo moviéndolo de un lado a otro y se calló al momento. Sabía perfectamente cómo debía lucir ante sus ojos en ese momento. Incluso Jin y Koki decían que les daba miedo cuando me ponía así.
-¿Qué le hizo ese Kaname a Ueda?- Miré al miedica asegurándome de que entendiera que, si no me contaba todo, los iba a dejar irreconocibles. -¡Empieza a hablar!- Saltó con cara de espanto.
-¡Kaname quiso vengarse por lo que pasó en la isla!… Lo seguimos hasta la tienda de celulares… Sólo queríamos asustarlo… pero él nos plantó cara… eso enfureció a Kaname… Pensamos que lo iba a dejar ir, pero… lo golpeó hasta que ya no pudo seguir en pie…- Sentí que me hervía la sangre de sólo imaginar lo asustado que debió sentirse Tatsuya mientras ese idiota lo golpeaba como loco, lo desesperado que debió estar de ver que este par de imbéciles estaban ahí y no hicieron nada por ayudarlo.
-¿Estás diciendo que ustedes dos sólo se quedaron ahí, mirando como lo molía a golpes y no hicieron nada por detener a su “amiguito”?- Estaba a nada de sacarles los ojos y arrancarles la lengua con las manos.
-No conoces a Kaname… si supieras de lo que su padre es capaz, no moverías un dedo en su contra…- Miré al otro y de inmediato palideció. Sonreí de medio lado soltando un bufido irónico.
-¿Crees que me importa?...- Lo sujeté por la solapa de su saco. –Después de lo que me acaban de decir, ni su papito podrá ayudarlo…- Lo aventé hacia atrás. Los dos intercambiaron miradas de espanto e incomprensión. El elevador volvió a la planta baja. –¡Fuera de aquí, los dos!… y más les vale no volver a acercarse a menos de tres metros de Tatsuya o se las verán conmigo…- Les dije cuando las puertas se abrieron. Los dos salieron casi tropezándose con su propia sombra. -…y gracias… Por su confesión…- Les mostré mi celular, en el que había grabado toda la conversación, al tiempo que las puertas volvían a cerrarse. Sus caras no tuvieron precio. Aunque hubiera preferido dejar que hablaran por mí mis puños, pero si quería hacer realmente algo por Ueda, tendría que ser más listo. Salí del Hospital con rumbo al Aoyama Gakuin. Aún tenía algo de lo que hablar con ese tal Kaname. Y por desgracia… mis labios ya no estaban de humor para seguir desperdiciando aire y saliva.




Volví a la escuela sin muchos ánimos. Ya había tenido suficiente de su antipatía y su falsedad. Además… no quería volver a verlos. Sabía que no iba a ser capaz de estar cerca de ellos dentro del salón. Empecé a sentirme mareado y a sudar frío, incluso me costaba respirar. Entonces escuché un sonido chistoso dentro de mi bolsillo. “Tat-chan! Felicidades por tu alta…”, fue un mensaje corto, pero para mí, sus palabras fueron como un conjuro mágico que me llenó de valor para subir las escaleras y cruzar el pasillo rumbo a mi salón de clases. Abrí la puerta. Sabía que a nadie le importaría que hubiera vuelto. Pero…
-¡Ueda-kun, volviste!- Se hizo el silencio cuando una de mis compañeras habló y todos voltearon a verme. Me sentí muy incómodo por ese repentino exceso de atención.
-Uhn…- Bajé la mirada y caminé hasta mi asiento: el último pupitre de la fila junto a la ventana. Sentía cómo todos iban siguiendo mis movimientos. Sólo escuchaba murmullos y los latidos de mi corazón. Tomé asiento y dejé mis cosas sobre el escritorio. Miré de reojo a un costado, el asiento de Kaname seguía vacío, suspiré aliviado, aún podría desaparecer antes de que él llegara. Entonces se abrió nuevamente la puerta. Él estaba ahí, mirándome como si hubiera visto un fantasma, luciendo un aparatoso vendaje en la nariz. Se dio la vuelta empujando a un lado a todos los que estaban mirando desde el pasillo, muchos ni siquiera eran de mi salón. ¿Qué estaba pasando? Todos volvieron a clavar sus ojos en mí. ¿Me estaban sonriendo? Tomé mis cosas y salí de ahí en medio de un torbellino de “Bien hecho, Ueda”, “Ya era hora de que alguien le diera una lección a Kaname”, “Gracias, Ueda” que me hizo sentir demasiado agobiado. ¿Qué había pasado? Obviamente yo no había hecho nada.
-¡Ueda-kun!~- Uno de los chicos de primero con el que a menudo me topaba en la biblioteca, me saludó a mitad de las escaleras con una enorme sonrisa. -¿Estás mejor, eh?- Me dio una palmadita en el brazo. –¡Vaya! De pronto te volviste una leyenda…- Se cruzó de brazos y me lanzó una sonrisa de satisfacción. Parpadeé estupefacto ladeando la cabeza.
-¿De qué hablas, Taguchi-kun?... Yo, no he hecho nada…- Me encogí de hombros.
-¡No te hagas! Si todos supimos que gracias a ti le dieron una paliza a Kaname y lo suspendieron una semana por lo que hizo en el viaje escolar, mira que robarle agresivamente a una chica de otra escuela su uniforme…- Negó como si fuera algo monstruoso. -…muchos dicen que su padre fue amenazado con una grabación que incrimina a Kaname en algo grave, así que probablemente tenga que irse de la escuela pronto… pero en lo que se decide, va a tener que seguir con sus horas de servicio comunitario…- Se echó a reír. Yo cada vez entendía menos.
-¡Stop!...- Le puse la mano frente a la boca para que se callara. -¿Y todo eso que tiene que ver conmigo?- Sabía que él era conocido por enterarse prácticamente de todo lo que pasaba en la escuela, así que obviamente había más en la historia de lo que me estaba contando, no por nada era el Presidente del club de periodismo.
-¡Oh, vaya, hombre! Pues casi nada… que ese primo tuyo de Osaka que vino a buscarte hace unos días a la escuela, ya sabes, cuando todavía estabas en el hospital, y sus amigos fueron los que reunieron todas las evidencias que inculpaban a Kaname en muchos casos de abuso a alumnos de la escuela y se las enviaron a la Directora… ¿Será que también fueron ellos los que amenazaron al padre de Kaname? Porque incluso podrían ser quienes dicen que le…- De pronto su parloteo dejó de importarme. ¿Mi primo de Osaka? ¿Acaso se refería a Ryo? ¿Él había hecho todo eso… por mí? ¿Acaso sabía que Kaname había sido quien me mandara al hospital? Salí corriendo de ahí. La idea que tenía días dándome vueltas en la cabeza adquirió la fuerza que me hacía falta para que se volviera una decisión definitiva. Tenía que ir a casa.




Todo se había jodido ese día apenas si abrí los ojos. Me había quedado dormido, mi celular se había descargado por completo por haberme quedado el día anterior platicando por mensajes con Ueda hasta altas horas de la madrugada, así que ni siquiera sonó la alarma. Por si eso no fuera poco, mi hermana se había acabado el agua caliente cuando se metió a bañar y casi me congelo cuando abrí la regadera. Mis idiotas hermanos se terminaron mi preciada mayonesa, ¿cómo se suponía que me iba a comer mi okonomiyaki sin mayonesa? ¡Arg! ¡Esos malditos! ¡Mi día se había jodido por completo! Tendría que irme a la escuela con sólo un vaso de jugo de naranja en la panza, muriéndome de frío y corriendo porque ya iba bastante tarde.

Y se había acabado de joder mi vida cuando llegando al salón, resultó que el profesor de matemáticas había decidido hacer un examen sorpresa a primera hora, por lo que además de una reprimenda, tuve sólo la mitad de tiempo para responder las preguntas… ¿Qué más podía ir mal?
-Vaya, man… pero que carita… ¿te dio calabazas tu Julieta?- Sí, después de mi escapada a Tokio de hace unas semanas, había tenido que contarles la verdad a los chicos. Me había preparado psicológicamente para aceptar sus bromas pesadas e incluso su rechazo, pero no… se lo habían tomado todo tan normal, que incluso me pellizque para asegurarme de que no estaba teniendo una posible pesadilla. ¡Valga que incluso resultó que Yamapi y Toma tenían tiempo saliendo! Y lo peor es que, al parecer, yo era el único que no se había dado cuenta.
-No… Tat-chan no tiene nada que ver con esto… creo que me levanté con el pie equivocado hoy… mejor me hubiera reportado enfermo… si repruebo este estúpido examen, ya me puedo ir despidiendo de mis días de vacaciones de invierno y ahora sí que Ueda se va a poner furioso…- Suspiré estirándome abatido sobre mi mesabanco. ¿Qué más podía ir mal el día de hoy? Ya sólo faltaba que Ueda me llamara y me dijera que quería romper conmigo. Mi celular empezó a sonar. Era él. La sangré se me fue al dedo chiquito del pie.
-¿No vas a contestar?- Negué aterrado con la cabeza. –Ok…- Jin agarró mi teléfono. -¡Ohayou, Hime!- ¿Pero qué carajos se pensaba? –Lo siento, tu Romeo no puede responderte en este momento…- Me levanté pero él se echó a correr. -…me temó que pasa por un período de emocidad que sólo podrá ser roto con un beso de amor verdadero…- Le tomé del brazo por la espalda pero él era más alto y no pude alcanzar mi celular. –¡Será mejor que te des prisa y vengas a romper la maldición del Gato demoníaco que cae sobre tu príncipe!- Gritó antes de que lograra quitarle el aparato.
-¿Tat-chan?- Tan sólo alcancé a escuchar su risa antes de que colgara. -¡BAKANISHI!- Todos se quitaron del camino cuando ambos salimos disparados fuera del salón.

-Deja de tomarte todo tan a pecho, Ryo-chan… era una broma, y dudo que Uepi se haya enojado por lo que le dije, estaba muerto de risa, ¿sabes?- Caminábamos de regreso al salón pues acababa de sonar la campana de la siguiente clase.
-¿Uepi? Qué confiancitas te tomas con MI novio, ¿eh?...- Le di un puñetazo en el brazo.
-¡Relájate, man! Sólo es un apodo, Koki lo llama Uepomu y no te pones así de loco… ¿acaso estás celoso? ¿Podría ser que Ueda crea que soy más guapo que tú?...- Se calló al ver esa mirada en mis ojos. –Ya tranquilo, ¿vale?... Todos sabemos que Ueda no tiene ojos para nadie que no seas tú, ¿contento?- La verdad es que sí, escuchar eso me hizo sonreír bobamente. Sabía que era cierto. Entramos al salón y nos sentamos en nuestros lugares. Por suerte, Izumi-sensei, nuestro tutor, todavía no entraba… era un poco estricto con eso de la puntualidad.

Cinco minutos después de que sonara la campana, por fin se abrió la puerta. El profesor entró como si no hubiera pasado nada… ¡Pero claro que pasaba algo, era la primera vez que llegaba tarde!
-Su atención, chicos… A partir de hoy tendremos un nuevo compañero…- Aquellas palabras hicieron que TODOS, sí, incluyéndonos a mí y a Jin, guardáramos silencio y miráramos atentamente al profe. -Sé que es raro que se transfieran estudiantes a final de período, pero como él viene de una Academia privada, su calendario escolar es diferente al nuestro…- Al escuchar que era un chico, los dos volvimos a nuestras cosas, yo a mi celular y él a su revista de modelos extranjeras. Acababa de darle enviar a mi mensaje para Tatsuya cuando escuché que el profesor abría la puerta. –Pasa por favor…- Escuchaba los cuchicheos de mis compañeras que rogaban porque fuera un chico guapo. Lo de siempre. –Preséntate por favor…- Un par de expresiones de asombro y unos grititos de emoción. Supuse que ellas estarían felices por la nueva adquisición.

-Hola, mi nombre es…- El sonido de un celular interrumpió su voz. –Lo siento…- El sonido se detuvo. Volteé de inmediato porque reconocí aquella canción… era la melodía que había grabado acompañado de mi guitarra y que le enviara a Ueda como obsequio cuando salió del hospital. Me levanté como resorte tirando la silla. Jin levantó la mirada y dejó escapar una expresión de sorpresa. -…Ueda Tatsuya, mucho gusto…- El profesor me regañó por haberme levantado así e interrumpir al chico nuevo mientras hablaba, los demás se burlaban de mí porque me había puesto rojo hasta las orejas mientras me volvía a sentar, Jin no paraba de reír, pero nada de eso importaba… yo sólo podía ver su sonrisa, que dirigida tan sólo a mí, fue lo mejor que me pudo pasar ese día… Porque sin duda, conocerlo y enamorarme de él, había sido lo mejor de mi vida… aún a pesar de los gatos.



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