Just One More Kiss (JinDa)



Título: Just One More Kiss
Autor: Lilith 
Pairing: Akanishi Jin + Ueda Tatsuya 
Fandom: KAT-TUN
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / AU
04/07/13
N/A: Pues escribí este shot por el cumple de JinJin para un concurso del fanclub de México XD Espero que les guste, es muy cursi~




¿Hacía cuánto que nos conocíamos?
La verdad es que ya ni siquiera lo recuerdo… prácticamente lo conozco desde que estábamos en el jardín de infancia. Toda la vida habíamos estado juntos. Él es lo único que viene a mi mente si hablamos de recuerdos. Siempre había estado ahí… a mi lado.

Podríamos decir que siempre fuimos mejores amigos. Antes de que supiéramos incluso lo que esa palabra significaba, nosotros sabíamos que siempre estaríamos juntos. No había nada que no supiera de él y no había nada que no supiera de mí. Así era nuestra vida juntos. Riendo… llorando… peleando… descubriendo… aprendiendo… simplemente, siendo nosotros mismos…

El tiempo no hacía sino unirnos más y más. Y con el paso de los años, lo único que cambió entre él y yo, fue nuestra apariencia. Por dentro, seguíamos siendo los mismos niños que se conocieron jugando con la arena en el parque del vecindario, hacía más de quince años.

Pero la vida no siempre suele ser color de rosa… al menos eso fue lo que aprendí aquel día…


-¿Dónde estabas? ¿Por qué tardaste tanto?...- Le pregunté al verlo llegar a su casa, donde yo estaba esperándolo desde hacía un par de horas, pues habíamos quedado de ir al parque de diversiones para festejar su cumpleaños. El simple hecho de que no estuviera ahí cuando llegué no era normal, verlo llegar con esa expresión vacía en la cara, menos.
-Nada…- Ni siquiera me miró. Pasó de largo escaleras arriba hasta su habitación. Abajo tan sólo nos quedamos yo, aquel portazo y un incómodo silencio. No sabía muy bien qué hacer. Siempre había sido un poco idiota para este tipo de situaciones. Probablemente, si él fuera una chica, no tendría problema con subir, abrazarla y dejarla llorar en mi hombro hasta que se sintiera mejor y terminara sonriéndome apenada por haberla visto así. Pero él no era una chica. Y mucho menos era de los que mostraban fácilmente sus emociones. ¿Qué demonios le había pasado que estaba así?

Después de un par de minutos de darle vueltas al asunto, decidí que no había nada de malo en entrar a su habitación y hacerlo hablar. Éramos amigos, verdad? Es normal que me preocupe por él. Además, no me iba a tener ahí esperando otras tres horas sin decirme siquiera porque me dejó plantado hacía tres horas siendo que había sido él quien me suplicara toda la semana que lo acompañara a aquel lugar porque no quería ir solo.
-Ne….- Piqué el bulto debajo de las cobijas.
-¿Qué….?- Se alejó de mí pegándose contra la pared abrazándose a una de sus almohadas.
-En serio… ¿qué diablos te pasa?- Jalé de nuevo la manta color lavanda. Fue sólo un segundo antes de que se cubriera de nuevo con ella, pero pude verlo perfectamente: estaba llorando.
-Nada…- Me quedé perplejo. ¿En serio estaba llorando? La confusión duró un instante, porque de inmediato una rabia increíble se apoderó de mi cuerpo. ¿Por qué estaba llorando? ¿Quién lo había hecho llorar? ¿Quién se había atrevido a ponerlo en este estado? Suspiré profundamente. No quería asustarlo ni ser brusco con él, así que puse todo mi esfuerzo en tranquilizarme.
-¿Qué te hicieron?...- El tono de mi voz no era el alegre y simplón de siempre. Incluso yo mismo lo noté: estaba enojado. Le quité nuevamente la cobija de encima y me senté junto a él poniendo mi mano sobre su brazo. Hizo una mueca de dolor acompañada de un gemido lastimero. Mi corazón empezó a latir descontrolado. Levanté la manga de su camisa. Había un enorme morete. Varios en realidad. -¿Quién fue?- Estaba poniendo todo mi esfuerzo en no salir corriendo de ahí y golpear a todo el que tuviera cara de haberle puesto la mano encima. Vi su cuerpo estremecerse presa del llanto. Mi enojo se disipó como por arte de magia. Lo abracé cubriendo su cuerpo con el mío, dejando mi barbilla apoyada en su hombro. Su cara estaba roja, siempre se tornaba de ese color cuando lloraba; algunos mechones de su lacio y oscuro cabello se habían pegado a su frente, los retiré con mi dedo limpiando en el proceso algunas de sus lágrimas. Me partía el corazón verlo sufriendo de ese modo. –Ya estás bien, ok?... Tranquilo…- Se giró y se abrazó a mí llevándome consigo a la cama por el impulso con el que se movió. Le correspondí el abrazo, realmente quería hacer más, pero en ese momento no podía. Lo dejé llorar entre mis brazos hasta que se calmó. Se había quedado dormido entre mis brazos.  Su rostro lucía tan hermoso aún a pesar de que había llorado por la última hora. Sonreí ante la absurda idea que cruzó mi mente en ese momento… pero en verdad quería besarlo. No era la primera vez que sentía aquel impulso. Ni siquiera recuerdo ya cuándo fue la primera vez que tuve esa clase de pensamientos sobre mi amigo, sólo sé que debía seguir manteniéndolos ocultos dentro de mi pecho si no quería perderlo para siempre. Sujeté con delicadeza su cabeza para quitarlo de mi brazo y acomodarlo en la almohada, pero justo cuando me disponía a bajar de la cama para irme a mi casa, sentí su mano tibia rodeando mi muñeca.
-No te vayas… por favor…- Aún a pesar de que su rostro lucía cansado, sus ojos reflejaban algo parecido al miedo. No podía dejarlo así, pero me sentía un inútil por no saber qué o quién lo habían dejado en ese estado sin que yo pudiera evitarlo, así que no estaba seguro de querer estar a su lado en ese momento porque no sabía lo que podía hacer a cómo me sentía.
-Creo que es mejor que me vaya y que descanses…- No quise seguirlo mirando. Su labio aún tenía un poco de sangre en la comisura debido seguramente a un golpe que no había visto hasta ahora que lo veía de frente.
-No quiero estar solo… tengo miedo…- Sus lágrimas surcaron nuevamente sus mejillas. Tragué hondo. Mis ojos estaban nuevamente siguiendo la curvatura de sus labios queriendo algo de ellos. Sacudí la cabeza tratando de deshacerme de todas las tonterías que me estaban rondando.
-Creo que es mejor que me vaya a casa…- Los latidos de mi corazón no me dejaban pensar con claridad, no podía seguir ahí con él. Mi autocontrol estaba alcanzando su límite. Tomé mi chamarra y caminé hacia la puerta, pero no logré salir de ahí. Cuando apenas había alcanzado el pomo de la puerta, sentí su cuerpo delgado chocar contra mi espalda y sus brazos rodeando mi cintura.
-Por favor… Quédate conmigo esta noche…- Mi corazón se detuvo. Mi mundo entero se detuvo. ¿Es que acaso no sabía lo que sus palabras le hacían a mi cerebro? Tomé sus manos y me giré para mirarlo.
-No puedo…. Yo…- Sus ojos se tornaron vidriosos. Sus lágrimas estaban a punto de desbordarse a mares y esta vez parecía ser culpa mía.
-¿Entonces sí me odias?...- Ok. ¿A qué demonios venía eso al caso? Clavó la mirada en la alfombra.
-¿De qué hablas?...- Quise sujetar su barbilla para hacer que me mirara, pero me esquivó dando un paso hacia atrás. Era la primera vez que le veía esa expresión en su rostro y no me gustó.
-Todos dicen que me odias… que te doy asco por ser cómo soy… que sólo sigues siendo mi amigo por lástima porqu…- No quise seguir escuchando aquello. Eran tan sólo un montón de estupideces que alguien más le había metido en la cabeza. Mis miedos y limitaciones se fueron al demonio en ese momento y dejé que mis sentimientos adquirieran el control de mí. Lo tomé entre mis brazos de un modo un poco brusco, pero es que no podía detenerme a pensar nada o mi cerebro volvería a tomar el mando… y simplemente lo besé. Un besó que lo tomó completamente por sorpresa haciéndolo estremecerse de pies a cabeza sin mover un solo pelo de su cuerpo. Mi corazón se puso como loco. ¿Eso significaba que me rechazaba por completo? Abrí los ojos para mirarlo. Estaba por completo en shock. De pronto me empujó. Lo solté y retrocedí.
-Lo siento… yo… es que… lo siento.- Di media vuelta y salí de su habitación sin cerrar siquiera la puerta. Bajé a toda prisa las escaleras, casi tropezando con mis propios pies. Por suerte no había nadie todavía en su casa, así que salí de ahí sin tener que hablar con nadie. Hasta que estuve en la calle pude volver a respirar con normalidad. ¿Qué había hecho? ¡Era un estúpido!

-¡Idiota! ¡Felicidades! ¡Seguro que lo echaste a perder esta vez!... ¡De seguro ahora será él quien te odie y no quiera volver a saber nada de ti porque le das asco por lo que has hecho!- Seguía calle abajo reprimiéndome sin misericordia y pateando todo lo que me encontraba en el camino tratando de liberar un poco de mi frustración. ¿Pero en qué demonios pensé? Me detuve en seco y me quedé de cuclillas despeinándome con desesperación… el problema es que no había pensado, sólo me había dejado llevar por lo que sentía. -¡Carajo! ¡¿No podías seguir escondiéndolo como habías hecho todos estos años?!- Me paré de súbito sujetando mi cabeza con ambas manos. Estaba tan molesto conmigo mismo. -¡CARAJO!- Grité con todas mis fuerzas. Me sentía un poco mejor. Aún sentía mi respiración entrecortada pero ya podía respirar con normalidad.
-¡No maldigas en la calle!- Escuchar su voz hizo que me girara por arco reflejo. ¿Qué hacía ahí? –La gente no tiene la culpa de tu estupidez…- Sus mejillas se tiñeron de rojo al sentir que lo miraba de ese modo, pero es que no podía creer que estuviera ahí frente a mis ojos a menos de 3 metros. Agachó la mirada y se rascó el codo, hábito que tenía siempre que estaba nervioso. Sonreí bobamente.
-¿No sabes qué es de mala educación espiar a la gente?- Me hice el digno y metí las manos a los bolsillos dándole la espalda.
-No es mi culpa que estuvieras tan ensimismado auto regañándote, que ni siquiera me escuchaste cuando te hablé las primeras diez veces después de que salieras de mi habitación…- De nuevo sonaba como mi mejor amigo. Espera un momento… ¡¿EEEEEEEEEEEEEEEEH?! ¿Lo había escuchado todo?... osea… ¿TODO?
-¿Escuchaste todo lo que dije?...- Mi cara debía ser un poema en ese momento.
-Uhn…- Dio un paso hacia mí. Sentía mi cuerpo sudando frío, mi corazón latiendo desbocado, mis manos temblando. ¿Qué demonios significaba esa expresión de su rostro? Se detuvo a un paso de mí sin decir ni hacer nada.
-¿Estás enojado?...- Negó todavía con esa expresión rara. -¿Me odias?- Volvió a negar suavemente. -¿Quieres que sigamos siendo amigos?- De su respuesta a eso dependería todo. Negó por tercera ocasión. Un golpe de adrenalina llegó de lleno a mi corazón. Esa sensación que sólo provoca el terror. ¿Qué esperabas, idiota? ¿Qué después de lo que había pasado, simplemente fuera a hacer de cuenta que no había pasado nada? –Ya veo…- Me obligué a sonreír aunque sólo quería llorar. ¿Cómo se suponía que iba a seguir con mi vida si él ya no sería parte de ella? Miles de fragmentos de mis años anteriores llegaron de golpe a mi cabeza. Todos recuerdos de él. Seguía asintiendo pero ni siquiera sabía por qué lo hacía, él no había dicho nada. Di media vuelta y seguí mi camino.
-¡¡BAKA!!- Cerré los ojos sin detenerme al escucharlo gritarme aquello. Me lo tenía bien merecido. Una reacción así era la que esperaba de su parte. -¡¡Estúpido Bakanishi!!- Lo que no esperé jamás, fue que corriera detrás de mí y volviera a abrazárseme por la espalda.
-¿Tat-chan?...- Traté de girarme para mirarlo pero no me lo permitió.
-Eres un tonto, Jin…- Se apretó más contra mi cuerpo. –El mayor tonto de la historia…- Su voz. ¿Estaba llorando otra vez?
-No entiendo… dijiste que no querías que siguiéramos siendo amigos…-
-¡BAKA!... ¡No! ¡No quiero seguir siendo el mejor amigo de la persona que me gusta!- Sentí que se me iba a salir el corazón por la boca de la felicidad inmensa que sentí en ese momento. ¿Estaba hablando en serio? Temí lastimarlo, pero me quité sus manos de encima para darme la vuelta.
-Tat-chan… ¿hablas en serio?- Juró que no podía abrir más los ojos porque mis cuencas oculares no daban para más. No podía borrarme esa sonrisita de la cara.
-Uhn…- Asintió con esa carita de timidez que muchas veces antes le había visto. -…tan enserio como que no me importó que Nishikido me golpeara porque no lo dejé darme un beso esta mañana en la biblioteca… ese beso no le pertenece a él… - Sus mejillas se tiñeron completamente de rojo y me esquivó la mirada. Yo sabía perfectamente que él nunca antes había besado a nadie… entonces…
-¿Eso significa que tú… a mí… yo…?- Ni siquiera podía articular palabras en ese momento.
-…sólo te pertenece a ti, Jin…- Sentí que flotaba al escuchar aquello.
-¡¡¡Waaaaaaaaaaaaaaaaa!!!- Lo tomé entre mis brazos y di vueltas con él ahí a media calle. Estaba tan feliz que la dicha que sentía no me cabía en el cuerpo. Me detuve de pronto. -¿Entonces porque me empujaste cuando te besé?- Lo dije antes de que pensara siquiera que lo quería decir.
-¡Idiota! ¡Me tomaste por sorpresa!- Me dio un manotazo en el brazo. -Me asustaste… recordé lo que había pasado con Nishikido y…- Su rostro se ensombreció al revivir ese recuerdo desagradable. Lo estreché contra mi pecho.
-Lo siento… no soporté la idea de que pensarás que te odiaba… es que… moría de ganas de besarte, por eso quería irme… no quería perder el control y al final… de todos modos lo hice… perdóname…- Confesé entre risitas nerviosas. Besé su cabello acariciando su espalda y su nuca con mis manos.
-Baka… yo también quería que me besaras…- Sentí que se aferraba a mi camisa con más fuerza. Lo tomé por los hombros y lo despegué de mi pecho para mirarlo. Le sonreí y besé su frente. Sus ojos brillaban como nunca antes.
-¿Me perdonarás si hago bien las cosas de ahora en adelante?...- Acaricié su mejilla derecha.
-Uhn…- Asintió sonriéndome con dulzura. Una sonrisa que hasta ahora sólo había sido siempre mía. Los latidos de mi corazón volvieron a salirse de control, y es que mis ojos habían reparado nuevamente en sus suaves labios rojos. Supongo que fui muy obvio ya que sus mejillas adquirieron mayor rubor antes de que cerrara los ojos. Aferré un poco más su cintura y acorté la distancia entre nosotros. Una sensación cálida y dulce que me envolvió de pies a cabeza a medida que nuestros labios encajaban a la perfección y se mecían al ritmo de nuestros corazones. –Baka…- Se veía tan hermoso en ese momento. Los dos sonreíamos del mismo modo mirándonos como si fuera la primera vez que nos veíamos. –Te amo…-  Me susurró al oído parándose de puntitas apoyándose en mis hombros, tras lo cual echó a correr calle arriba riendo como niño pequeño. Mi vida estaba completa ahora.

-¡Deja que te atrape y ya verás!- Corrí detrás de él. Al verme, pegó un grito y corrió aún más aprisa.


Sí. Ese día había aprendido que la vida no es color de rosa, pero precisamente esa amplia gama de colores era lo que la hacía perfecta. Simple y sencillamente porque lo tenía a él en mi vida y todo era perfecto cuando estaba a su lado.




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