Título: Pensando en ti...
Autor: Lilith *aka yo ^^*
Pairing: JaeJoong + YooChun / DBSK
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai / Yaoi / Lemmon
Tipo: One-shot
To: Cualquier otra fan del SOULMATE que ame tanto a esta couple como yo ^^b
Aún
ahora me pregunto cuándo fue que me di cuenta que no podía dejar de estar
pensando en ti...
Lo
nuestro había sido tan sólo un encuentro casual basado en la atracción física y
el deseo sexual.
Un
flechazo de una noche en medio del bullicio de la gente y el efecto delirante
de las luces de neón bailando al ritmo de la música electrónica que hacia
vibrar la pista de baile.
Todo
comenzó con un golpe a mi ego.
¿Cómo
demonios era posible que no tuviera encima a las miles de chicas habituales a
esa hora de la noche?... ¿Qué demonios las mantenía a todas ancladas al suelo
allá abajo que no estaban suplicándome por besos y caricias para saber quién
sería la afortunada en compartir conmigo la cama de un motel cercano esa noche?
Empezaba
a sentirme molesto.
Me
levanté del sillón de piel donde había estado desde hacía un par de horas
contemplando las siluetas voluptuosas de mis futuras víctimas meciéndose bajo
el influjo de aquella música adictiva. Necesitaba saber qué o quién se atrevía
a robarme toda la atención.
Aquello
fue instantáneo.
Bastó
mirarte por un segundo para saber que la sensualidad de cada uno de tus
movimientos sería el plato fuerte de mi cena. Y es que el modo en que tu suave
y oscuro cabello se mecía era alucinante... Esa sexy sonrisa tentadora que
invitaba abiertamente al pecado de la mano de tus carnosos labios rojos... Esos
enormes y profundos ojos de mirada seductora que de a poco se tornaban
inocentes cómplices de tus sensuales expresiones.
Todo
tú eras la lujuria encarnada.
Debías
ser mío.
Te
deseaba con cada célula de mi cuerpo.
Me
miraste de pronto. Tu sonrisa se extendió ampliamente al tiempo que ese guiño
acompañado de un movimiento de tus dedos me invitaba a bajar a tu lado y dejar
de contemplarte desde la distancia.
Conocías
bien tu juego.
Y
eso me gustaba.
A
simple vista podrías parecer un ángel.
Pero
para quienes reconocíamos a los de nuestra especie, no eras sino un sueño hecho
realidad.
Sin
lugar a dudas te haría doblegar tu ego y te tendría a mis pies. Serías mío y te
haría rogar hasta el cansancio por más. Sí. Todo había quedado fríamente
calculado.
Si
bien desde arriba te veías bien... Dios, de cerca... Eras tan... tan...
Aún
ahora no encuentro palabras adecuadas que hagan justicia a tu belleza y atractivo.
Un giro seductor y ya estabas delante mío contoneándote de ese modo que tanto
enloquecía a cualquiera que te viera. Tus pupilas se clavaron en las mías de
pronto, una sonrisa de medio lado... habías picado el anzuelo.
La
canción que comenzaba me gustaba, además en ese momento, quedaba perfecta para
nuestro encuentro. Suavemente mi cuerpo empezó a reaccionar a cada ritmo que
escuchaba. Tu silueta y la mía se acoplaban a la perfección cual piezas de
rompecabezas en aquella danza desbordada de erotismo. La gente a nuestro
alrededor desaparecía poco a poco dejándonos a merced del calor que desprendía
nuestra piel. Tus jeans negros, medios rotos y deslavados, se ajustaban a tu
largas piernas mostrando lo necesario para despertar el apetito. Esa camisa de
seda color negro desabotonada a medio pecho se abría un poco cada que curvabas
de lado tu cuerpo dejándome ver más de esa piel blanca y suave que quería
recorrer centímetro a centímetro. Tal vez los demás no lo notarían pero, tanto
el chalequillo como la corbata mal anudada que colgaba de tu cuello, eran de
marca cara, lo mismo que tus zapatos de gamuza perfecta y limpia, incluso la
colonia que usabas y que embriagaba mis sentidos cada que te pegabas más y más
a mí. Eras alguien diferente. Sabías que lo valías todo. Y eso me gustaba.
El
hilo de mis pensamientos se vio cortado por el estremecimiento que disparó
escalofríos por toda mi espalda cuando tus manos frías se posaron en mi cintura
deslizándose sigilosamente por debajo de mi camisa. El error de haber dejado
escapar un ligero gemido me costó realmente caro. Sin que me lo esperara,
comenzaste a rozarte contra mi pierna respirando jadeante sobre mis labios. Sin
dejar de mirarme. Como si estuvieras hipnotizándome para tenerme bajo tu
control... tal vez también bajo tu cuerpo. Que ingenuo eras. Aún no podías
entender, que en realidad todo marchaba según mi propio plan.
Las
manecillas del reloj avanzaban. Tal cual aumentaba el ritmo de nuestras
respiraciones y tomaban más confianza nuestras caricias. El resto del mundo
había dejado de importarnos. Tal vez, en realidad era que nosotros habíamos
dejado de importarles. Daba lo mismo. Sólo existíamos tú y yo en medio de
aquella multitud que nuevamente nos rodeaba permitiéndonos tener mayor contacto
y menos pudor.
-Esto
ya no es suficiente...- Susurraste jadeante contra mi oído. -Necesito sentirte
de verdad...- Te pegaste contra mi cuerpo acariciando mi pecho por encima de la
ropa, deslizando poco a poco las manos hasta mi espalda, bajando hasta llegar a
mi trasero.
-Conozco
el lugar perfecto...- Rodeé tu cintura de modo posesivo para susurrarte también
besando de pasada el lóbulo de tu oreja y el cuello. El primer gemido de esa
noche se te escapó involuntariamente al sentir mi lengua sobre tu piel.
-¿Nos
vamos?- Una sonrisa dulce e inocente pero a la vez coqueta y seductora. ¿Podía
alguien negarse acaso a ese tono sensual y esa mirada pervertida?
-Seguro...-
Te quité las manos de encima y eché a andar hacia afuera. Podía sentir tu mano
jalando mi camisa por la espalda. Sabía que no te negarías a ir detrás de mí y
que me seguirías obediente a donde te llevara.
Afuera
el aire era demasiado fresco, pero eso no nos importó. Apenas pudimos llegar al
estacionamiento. El deseo había terminado mutando en necesidad insaciable y no
habíamos podido evitar empezar a comernos a besos tan pronto como nos vimos
libres de la mirada de los demás, ahí en el silencio de la noche y la semi
penumbra del lugar. Pronto los besos dejaron de ser suficiente. Necesitábamos
más. Como pudimos llegamos hasta mi coche. El cofre era perfecto para dedicarme
a recorrer las porciones de piel que tu ropa dejaba a mi alcance. Que música
más celestial llenaba mis oídos cada que mis labios succionaban con un poco más
de fuerza algún lugar, cada que mi lengua acariciaba hábilmente las zonas que
iba conquistando como mías.
Estorbaban...
así que uno a uno fui quitando de en medio esos molestos botones hasta dar con
tu blanco y torneado abdomen y tu ombligo. Estelas de besos húmedos bajando
desde tu cuello hasta ese delicado lugar. Aquellas roncas notas me hacían saber
que iba por buen camino. Porque lo estaba. Pronto noté el bulto que se había
formado ya dentro de tus pantalones. Pero no. Eras demasiado como para ser
tomado en un simple estacionamiento de un bar de moda. Te quería en tu máximo
esplendor.
Saqué
con maestría las llaves y abrí la portezuela del copiloto para meterte con
delicadeza mientras seguías besando con avidez mis labios. Ni siquiera te lo
esperaste, tus ojos lo decían cuando te supiste dentro. Cerré la puerta y ocupé
mi lugar, sonreíste divertido. Pero por un segundo olvidé que tú también
conocías el juego. Tarde reaccioné y no pude evitar que tus manos se colaran
dentro de mis pantalones, cuando escuché el zipper bajando con rapidez yo ya
había arrancado el coche dirigiéndome a la salida. Supe entonces que
disfrutabas del peligro. Y aquello me gustó aún más.
Fueron
sólo diez minutos hasta el hotel. Sí, había dejado atrás un par de moteles que
a menudo frecuentaba, pero no era porque quisiera darle un trato especial a mi
incubus angelical, sino porque se sentían endemoniadamente bien la tibieza y la
humedad de tu boca. Sí, sabía que te detendrías cuando me estacionara
deduciendo que habíamos llegado. Acomodé rápidamente mis ropas antes de bajar,
aunque igual sabía que poco le importaría a la recepcionista teniendo en cuenta
dónde estábamos. El sexo mezclado con alcohol eran de seguro su pan de cada día
teniendo ese trabajo. No habíamos vuelto a cruzar palabras desde que
decidiéramos salir del antro. La verdad es que tampoco eran necesarias para lo
que queríamos el uno del otro. Ambos lo entendíamos. Decíamos lo que queríamos
de otros modos mucho más directos y efectivos.
El
elevador fue testigo de tantos besos y caricias que el camino se me antojaba
demasiado corto. Ni siquiera nos tomamos la molestia de abotonarnos cuando las
puertas se abrieron mostrándonos el amplio pasillo. Eso sólo implicaría tener
que volver a abrirlos después. Me daba pereza. Quería tenerte ya.
Bastó
cerrar la puerta tras de mí para que todo aquello se desbordara sin control.
Las ropas fueron quedando por la alfombra en nuestro camino hasta la alcoba.
Para cuando te senté en el borde de la cama, ya sólo llevabas puesta la ropa
interior. Me incliné sobre tu cuerpo para seguir dejando más de esas marcas
rojas que contrastaban contra el resto de tu piel lechosa a medida que eran
presas de mi boca. Un ligero rubor carmesí cubría del todo tus mejillas tiñendo
de un brillo febril tus ojos que seguían entreabiertos mirando atentamente cada
uno de mis movimientos por sobre tu cuerpo.
Aunque
desabrochado, aún llevaba puesto el pantalón.
-Yo
lo hago...- Susurraste contra mis labios separándote por fin de ese beso
arrebatado al ver que me disponía a quitármelo por mi cuenta. Te incorporaste
sobre la cama al tiempo que yo me ponía de pie, anclaste ambas manos en mis
costados y poco a poco la prenda descendió hasta llegar a mis tobillos. No supe
más. Distraerme unos segundos contemplando los tatuajes que cubrían gran parte
de tu espalda desnuda mientras hacías aquello fue suficiente para que tomaras
ventaja, pues mi pantalón no fue lo único que terminó en el piso y ahora tus
carnosos labios rojos se encargaban de atender mi cuerpo en perfecta armonía
con tu lengua. Mi mundo se tornó confuso debido a la intensa oleada de placer
que me embriagó cuando iniciaste ese vaivén delirante al tiempo que tus dedos
se deslizaban por aquí y por allá llenándome de flashazos eléctricos. Como
siguieras así, iba a terminarse el juego demasiado rápido… y eso no era parte
del plan.
Rodeé
tu cintura con un brazo agachándome lo suficiente para interrumpir tu devota
labor; aquello no te había gustado, el puchero en tu rostro fue fugaz pero no
pasó desapercibido a mis ojos; pegando tu cuerpo contra el mío te levanté lo
suficiente para deslizarnos sobre la cama avanzando a gatas sobre los edredones
hasta llegar a la cabecera. Reías por demás divertido. Sentir tu aliento contra
mi cuello me provocaba escalofríos.
Apoyé
suavemente tu espalda contra los almohadones aprovechando el momento para
deshacerme de la única prenda que quedaba sobre tu cuerpo. Un verdadero sueño
hecho realidad. Pasión y deseo... era lo único que procesó mi mente a partir de
ese momento. En cuestión de segundos tus jadeos y gemidos eran lo único que se
escuchaba dentro de esa habitación, tal vez en todo el piso. No pasó mucho
antes de que explotaras entre mis manos dejándote caer nuevamente de espaldas
sobre la cama temblando ligeramente y con la respiración entrecortada.
Me
quedé contemplándote unos minutos, cubriéndote de besos, paseando mis dedos por
tu pecho y tus caderas. De pronto la vi. La expresión más pura de ternura y
entrega absoluta. Y era para mí... completamente mía. Te tenía. Ya eras mío.
Te
tomé entre mis brazos acomodándote en mi pecho. Tu cuerpo se acoplaba perfecto
en el mío. Como si hubieras sido diseñado para estar ahí.
Lo
que pasó después de ese abrazo...
Ni
siquiera ahora logro entender cómo fue...
Tus
muslos estaban a mis costados, tus brazos extendidos sobre mi pecho regalándome
caricias dulces e inocentes que de a poco me aumentaban la temperatura a tope.
Sentía mi carne rozando tu trasero cada que te agachabas para besar y lamer las
porciones de piel que se te antojaban. Aquel contacto me estaba volviendo loco.
Mis manos no podían quedarse quitas teniéndote desnudo sobre mí. Simplemente
era un pecado capital estarse quieto teniéndote así. Y el hecho de que siguiera
dándote placer te encantaba... cada una de tus expresiones lo gritaba casi
tanto como tu garganta. La excitación era tanta que la falta de atenciones se
estaba volviendo dolorosa para mí.
Casi
como si pudieras escuchar mis pensamientos, tus besos y lengüetazos iniciaron
su camino en descenso por cada centímetro de mí pecho... bajando torturantemente
lento por mi vientre hasta llegar al lugar deseado. No pude evitar cerrar los
ojos y aferrar las sábanas con ambas manos cuando tu cálida boca me rodeó por
completo arrancándome incluso un grito. No lo esperaba, apenas si dabas ligeras
lamidas y besos traviesos y provocadores cuando me tomaste por sorpresa. Me
estabas volviendo loco... y eso que aún no llegábamos al plato principal.
Y
aquella delirante perdición se intensificó durante los siguientes minutos.
Podía sentir mi pecho subiendo y bajando al ritmo descontrolado de mi
respiración. Y entonces lo hiciste...
Te
incorporaste hasta quedar sobre mí para darme un beso tan intenso que me sentí
mareado, tu mano continuaba la tarea que había dejado olvidada de momento tu
boca. Pero para mi total sorpresa, una sonrisa perversa se curvó en tus labios
al tiempo que tus manos se anclaban en mis caderas y te perfilabas entre mis
piernas con la agilidad de una pantera para abrirte paso dentro de mí...
Mi
umbral del dolor alcanzó niveles inimaginables haciéndome querer salir de la
cama de un salto y correr al baño a revisar que todo estuviera bien ahí atrás,
pero como si de una alucinación se tratara, someterme bajo tu cuerpo no te
implicó mayor esfuerzo. Lo estabas disfrutando. Sonreías victorioso. Ahora eras
tú quien se divertía marcando porciones de piel desde el cuello hasta el pecho,
mordiendo en el proceso uno que otro lugar por el simple placer de escucharme
gemir con un poco de dolor. Tu lengua se dedicaba casi con vehemencia a descubrir
y reclamar de su propiedad mi boca. A pesar de lo que pensara y sintiera en ese
momento, tu juego estaba empezando a gustarme... aún si no quisiera admitirlo.
¿Acaso me estaba volviendo masoquista por tu culpa? Pero es que, ¡carajo! Se
sentía tan bien tenerte así…
Una
risita cargada de malicia se te escapó. Tenía curiosidad por lo que harías a
continuación, así que ni siquiera me moví. El dolor regresó cuando te empinaste
para alcanzar de nuevo mis labios iniciando un profundo vaivén. Involuntariamente
enterré mis uñas en tu espalda cuando aumentaste el ritmo. Después de todo, era
la primera vez que me tocaba estar de ese lado de la acera. Escucharte gemir
contra mí oído me ponía cada vez más a tono.
En
sólo unos minutos, mi cuerpo había despertado del todo en respuesta al tuyo. El
dolor inicial había mutado en un placer indescriptible que me recorría de pies
a cabeza. Aquella magia que se creaba entre nosotros nos estaba haciendo
enloquecer a ambos. Y ninguno de los dos se preocupaba en disimularlo.
Simplemente disfrutarlo, era lo único que importaba en ese momento.
Sentir
esa calidez derramada en mi interior era una sensación extraña pero no me
desagradaba. Tu cuerpo cayó sobre mi pecho incapaz de seguir soportando su
propio peso. Tu piel perlada de sudor se sentía caliente. Podía notar cada uno
de los acelerados latidos de tu corazón. Cruzaste ambos brazos sobre mí
apoyando en ellos la barbilla para mirarme. Te estiraste un poco hasta dejar un
casto beso en mis labios y me sonreíste
tras volver a acomodarte sobre mi pecho que gustoso te recibía. Otra sonrisa
diferente a las que había visto hasta ahora. Todas ellas hermosas.
Me
sabía mal romper la burbuja romántica que habías creado... pero yo aún no
terminaba y no pensaba quedarme así, y menos si hasta el más tierno tú me
invitaba a sucumbir al pecado... Además, aún no me olvidaba del ataque sorpresa
del que había sido víctima, era mi turno de llevar el control de la situación.
Me giré sujetándote para dejarte de espaldas sobre la cama trazando un camino
de besos desde tus labios hasta tu pecho.
¡Maldita
sea!
Levantarme
había sido tan doloroso...
Me
iba a desquitar...
Encima
de todo, te habías reído.
Ya
veríamos quien acababa peor por la mañana...
No
era la primera vez que hacía algo así, pero sí era la primera vez que lo hacía
por gusto y no por apresurar las cosas a mi favor. Con cada lamida, mi lengua
iba descubriendo algo nuevo, mi boca se acoplaba a la perfección a cada parte
de tu anatomía, y ésta no era la excepción. Tu espalda se arqueaba un poco más
a medida que aumentaban de intensidad mis atenciones. Y así, mientras tus
sentidos estaban enfocados en otra cosa, comencé a prepararte para lo que
vendría después. A diferencia de ti, yo preferí hacerlo lentamente para
lastimarte lo menos posible y no entré del todo hasta que creí que estabas
listo.
Dios...
Pasión...
Deseo... Lujuria... Se quedaban cortas para describir lo que despertaste en mí
con el primer movimiento.
Pese
a lo que pensé, tu cuerpo no tardó demasiado en reaccionar nuevamente a mis
caricias y besos. Así que tampoco mis manos y labios tardaron en buscar el
contacto con tu piel para intensificarlo todo.
El
vaivén cobró intensidad, lo mismo que nuestros jadeos y gemidos. Tus piernas
alrededor de mi cintura. Tus brazos demandando más de mis besos al tiempo que
los míos se aferraban a tu delgada silueta en busca de más profundidad. Mi
lengua reclamando más de la tuya. Nuestras miradas conectadas gritando lo que
no se decía con palabras. La culminación de mis planes al llegar a la explosión
absoluta de todos mis sentidos.
Tal
como había pensado desde que te viera por primera vez, habías sido el mejor
festín, pero no sólo de esa noche, sino de toda mi vida.
De
a poco, el cansancio y el alcohol ingerido horas atrás comenzaron a pasar
factura... y entre besos y caricias, nos quedamos dormidos en brazos del otro.
Desperté
ya entrada la mañana. La luz del sol se había colado entre las cortinas dándome
de lleno en la cara. Me giré tratando de volver a conciliar el sueño, pero mi
brazo se encontró tan sólo con la frialdad de las sábanas del otro lado la
cama... la tibieza de tu cuerpo había desaparecido.
Ni
siquiera supe por qué me extrañó que no amanecieras a mi lado... después de todo,
lo nuestro no había sido más que una noche de sexo. Y aún así... mi estúpido
corazón había sentido por un momento que sería agradable despertar cada día con
este cansancio después de hacerte el amor cada noche.
Que
estúpido había sido...
Los
días pasaban como si nada hubiera pasado pero, de algún modo, ya nada era como
antes...
El
juego se me había ido de las manos en algún punto...
Ni
siquiera sabía tu nombre...
No
sabía nada de ti, excepto el sabor de tus besos, de tu piel, el calor y la
textura de cada parte de tu cuerpo, el idioma de tus sonrisas, el brillo de tu
mirada, el sonido de tu voz...
No
podía sacarme de la cabeza la delicadeza de tus movimientos, el sonido
agradable y adictivo de tus risas, mi cuerpo necesitaba de tus labios, de tus
dedos... Y fue entonces que me di cuenta de la horrible realidad...
Hacía
días que no hacía otra cosa más que estar pensando en ti...
Sí,
en algún punto, la presa se había terminado convirtiendo en cazador... y el
cazador había terminado enamorándose de su presa.
Una
presa a la que seguramente jamás volvería a tener, porque había perdido la
oportunidad de ostentarla como trofeo en el momento en el que cayó bajo el
influjo de esa cosa traicionera e indescifrable llamada amor.
La
presa había quedado en libertad… sin rastro que seguir…
Y yo…
Y yo…
Yo
continuaría atrapado en tu recuerdo hasta que lograra sacarte de mi cabeza y
borrarte de mi cuerpo.
Porque este juego era demasiado peligroso para seguirlo jugando si no podía acatar mis propias reglas. Después de todo, no era mi estilo rogar por amor… y tú no ibas a ser la excepción a la regla.
Hoy volvería al club de siempre…
A estas horas, de seguro ya habrían llegado las víctimas del siguiente round…
Sí…
Acababa de localizar al corderito perfecto para olvidar a un león.
Park YooChun no seguiría pensando en ti...
Porque este juego era demasiado peligroso para seguirlo jugando si no podía acatar mis propias reglas. Después de todo, no era mi estilo rogar por amor… y tú no ibas a ser la excepción a la regla.
Hoy volvería al club de siempre…
A estas horas, de seguro ya habrían llegado las víctimas del siguiente round…
Sí…
Acababa de localizar al corderito perfecto para olvidar a un león.
Park YooChun no seguiría pensando en ti...
0 comentarios:
Publicar un comentario