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Entre mis brazos. (OkeDa)



Título: Entre mis brazos.
Saga: REQUIEM
Pairing: Ueda / KAT-TUN & Okura / Kanjani 8
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai / Lemmon
N/A: Bueno, pues este es el inicio de un proyecto de vampiros que tenía mucho pensando y que sólo se había quedado en borradores y storylines en mi cuaderno, pero que gracias a mi ociosidad y a mi Pato, me decidí a desarrollar por fin y claro, compartirlo con ustedes ^^b... 



[EPÍLOGO]




La luz de la luna bañaba la enorme ciudad de destellos de plata. Los sonidos más alucinógenos rebotaban de aquí a allá manteniendo alerta mi sentidos. No había nada comparable a la vida de la noche. Las luces, las personas, el sexo, los vicios... Eso era vivir a lo grande. Y para alguien como yo que ya estaba cansado de vivir monótona y aburridamente durante un par de siglos, la excentricidad del Tokio del siglo XXI era como una bocanada de la mejor droga.

Los bares de Ginza estaban como de costumbre abarrotados hasta reventar. Las chicas hermosas sonreían y saludaban en ambos lados de la acera intentando atraer a los peces gordos dentro de la sartén. Un delicioso bocadillo de media noche. Sin embargo nunca podrían llegar a ser considerados el plato fuerte dentro de mi menú. Un chico hermoso y virgen. Eso era lo único que podía dejarme satisfecho al llegar la mañana. Así había sido desde la primera vez que me entregué a la oscuridad y así seguiría siendo hasta que me hartara de ellos y del sabor dulce y adictivo de su sangre.

Su aroma me atrajo como abeja a la miel. Debía encontrarlo. Necesitaba tenerlo entre mis brazos. Sentir el sabor de su piel húmeda con cada beso. Beber avídamente de sus labios extasiados  Sí. Debía poseerlo hasta el último suspiro.

Corrí entre callejones oscuros habitados tan sólo por aquellos que se entregan sumisos a los placeres carnales y los que se esconden tras cometer crímenes atroces. Podía escuchar claramente los latidos desbocados de su corazón. Algo sabía perfectamente: destilaba miedo con cada respiración. Debía apresurarme. Uno nunca sabía cuando estaba un camarada cerca que pudiera quitarte el festín de la mesa. Hoy en día ya no respetaban territorios ni cofradías. Reinaba la ley del más fuerte y no pensaba perder esta presa.

Lo divisé desde el tejado de una tienda de ramen. Corría desenfrenadamente casi tropezando con su propia sombra. Alguien lo seguía y yo sabía qué era.
-Estabas buscándome?...- Lo recibí con los brazos abiertos cuando se me estampó de llenó al salir disparado desde el cajellón. Lo rodeé con el brazo en gesto protector, aunque más bien estaba marcando mi territorio. Sus ojos iridiscentes me miraron con rabia desde las sombras. Una mueca de descontento desfiguró su rostro. Ryo odiaba perder una pieza de colección. Mi pequeño ratoncito temblaba aferrándose a mi saco en un intento por mantener el equilibrio y recuperar el aliento. -Vamos... Puede ser peligroso que camines solo por aquí...- Lo estreché con más fuerza haciéndolo andar.
-Uhn...- Asintió mirando de soslayo la figura atractiva vestida de negro de mi antiguo compañero de andanzas.


-Gracias...- Susurró tímidamente cuando llegamos a la avenida soltándome.
-No te preocupes... Parecías asustado, no podía quedarme de brazos cruzados...- Le sonreí con dulzura al tiempo que lo miraba fijamente. Sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo.
-De no ser por ti, quién sabe qué me pudo haber pasado...- Sus ojos poseían algo que hacia mucho no veía: inocencia.
-Me doy una ligera idea...-
-Cómo te llamas?...- Ni siquiera sabía por qué preguntaba. Nunca antes me había importado saberlo.
-Ueda... Ueda Tatsuya...- Me miró y luego agachó la mirada. Su corazón se había vuelto a acelerar.
-Bueno, Tatsuya... Permíteme llevarte a casa. Tu amigo aún nos sigue...- Me acerqué para susurrarle lo último al oído.
-Eh?!...- El pobre palideció mientras volteaba por instinto tan sólo para comprobar que Ryo estaba en la esquina que acabábamos de dejar atrás.
-Cuidado!- Alcancé a escuchar el sonido de la navaja cortando el aire antes de que alcanzara a mi presa. Se clavó de lleno en mi brazo derecho cuando lo cubrí con mi cuerpo. La arranqué de un tirón partiendo la hoja por la mitad delante de sus ojos y la dejé caer al suelo. 
-Estás herido!- Abrió los ojos como platos al ver la sangre manando del corte. Pobrecillo, si supiera que en un par de horas no habría siquiera cicatriz.
-No es nada... Vámonos.- Lo llevé a rastras conmigo. Ryo parecía molesto, pero el hecho de que se aferrara a este chico, me dejaba en claro que lo había elegido bien. No se lo cedería aunque fuera mi mentor.
-Mi casa está cerca... si no atendemos eso pronto, podría infectarse...- Sonreí ante su sincera preocupación y me dejé llevar por sus tibias y suaves manos.


Todos sus movimientos eran tan delicados como las facciones de su rostro. Necesitaba hacerlo mío. Limpiaba y vendaba cuidadosamente mi herida. Su nívea piel hacía destacar aún más su boca roja y carnosa. No podía quitarle los ojos de encima. Mis impulsos me obligaron a besarlo. Se estremeció al sentirse entre mis brazos. Opuso resistencia al principio pero después se entregó a mis labios como si hubiera nacido para ello. Los latidos de su corazón volvían a salirse de control. Lo dejé tomar aire dando cortos besos por su rostro hasta llegar a su oreja. Los primeros gemidos se dejaron escuchar cuando comencé a besar los lóbulos bajando hasta el cuello. Que ansia desenfrenada sentir sus venas palpitando bajo su piel, pero aún no era momento. Comencé a devorar otra vez sus labios. Millones de impulsos eléctricos me recorrieron de pies a cabeza al sentir sus manos bajo mi camisa aferrándose a mi espalda mientras lo recostaba en el sillón. Uno a uno los botones dejaron de interponerse dejándome ver un cuerpo perfectamente trabajado. Mi lengua se abrió paso poco a poco desde su cuello hasta el ombligo. Sus suaves y tímidos quejidos me hacían desearlo aún más. Su espalda se arqueó en un movimiento grácil cuando mi boca se apoderó de uno de sus pezones haciéndolo gemir con un par de lametazos húmedos.
-No...- Veloces  sus manos atraparon las mías cuando me disponía a bajar más allá deshaciéndome de su pantalón.
-No te gusta?...- Me posé sobre él cubriéndolo de besos hasta alcanzar de nueva cuenta sus labios.
-No es eso... es sólo que...-
-Es tu primera vez?...- Sus mejillas se encendieron aún más de lo que ya estaban. Un tumulto de pensamientos suyos llegaron a mí. Estaba asustado de lo que sentía, todos estos años había estado guardándose para la persona a la que amara y que lo amara en igual medida. Ni siquiera sabía mi nombre y ya estaba ahí, dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a mí. -Okura... Tadayoshi...- Susurré entre besos a su oído. Sus brazos rodearon mi cuello. Que exquisita criatura me resultaba. Aparté los mechones de cabello que tenía sobre el rostro recostándome sobre su pecho. Me miraba de un modo que me resultaba fascinante. Había algo en sus ojos que nunca antes había visto en los de nadie más. Ni siquiera en los de Ryo.
-Okura...- Qué hermosa melodía constituía su voz. Un suspiro. Una sonrisa. Entonces entendí que estaba equivocado. Me entregué de lleno a sus besos y a sus caricias. Mi ropa fue quedando sobre la alfombra a medida que me despojaba de ella. Sus labios cubrieron cada centímetro de mi piel. Su cuerpo desnudo bajo el mío era lo más hermoso que había visto en mis doscientos años de no vida. Perdió totalmente el control de sí mismo cuando mis manos tomaron su miembro erecto llevándolo al delirio mientras continuaba con mi ritmico vaivén. Mordía mi hombro tratando de contener sus gemidos.
-Grita todo lo que quieras, amor mío... No te contengas frente a mí... Déjame escucharte...- Jalé su cabeza hacia atrás tirando suavemente de su largo y lacio cabello para poder contemplar cada una de sus expresiones excitadas  -Eres lo más hermoso que he visto en toda mi vida, Ueda...-Aumenté un poco la velocidad de mi mano. Ahí estaba. El grito que deseaba escuchar. Bajé entre besos y lenguatazos hasta llegar al lugar. Su espalda dibujó un arco perfecto en el momento en que introduje su falo en mi boca. Sentí que terminaría en cualquier momento, así que volví a sus labios. Aún no era tiempo. Continué con los besos y las caricias. Sus latidos se calmaban de a poco. Sus mejillas sonrojadas. Sus ojitos brillosos. Que espectáculo más divino. El hambre comenzó a despertar. Lo acomodé entre mis brazos para poder masturbarlo con mayor libertad al tiempo que besaba su cuello por la espalda. Su ritmo cardíaco fue aumentando. Se acercaba la hora. Con ambas manos se aferró al brazo con que lo tenía sujeto por el pecho jugando con sus pezones. Sus gemidos dieron paso a ese grito ahogado y extasiado que anuncia la llegada del orgasmo. Ahí estaba. En cuanto vi la vena seductora en su blanca piel me entregué al influjo de su poderosa esencia que me invitaba a saciar mi sed con el néctar de los Dioses. Mis colmillos traspasaron fácilmente hasta llegar. Un chorro tibio y embriagante llegó hasta mi paladar al tiempo que se corría en mi mano estremeciéndose intensamente. Parecía que su corazón explotaría en cualquier segundo. Era la primera vez que ambos experimentábamos un éxtasis de este tipo. Su orgasmo se intensifico debido al beso y mi propio delirium estuvo a nada de hacerme perder la razón.

El pobre yacía inmóvil aún entre mis brazos respirando acompasadamente hasta que se quedó dormido. Lo acomodé delicadamente cubriéndolo con mi saco que seguía en el suelo y me pasé una eternidad contemplando su rostro durmiente. Sí. En algo estaba equivocado: sin darme cuenta había pasado de ser el cazador a convertirme en su presa. Me tenía bajo su embrujo y ya nada me importaba excepto tenerlo a mi lado.   


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Luz de Luna (AgeMako)




Luz de Luna
One-Shot
Makoto & Ageha / RH Plus
~Moonlight/Yamada Ryosuke~
27-04-10
To: Hiro


El verano había llegado a su final… Las verdes hojas de los árboles se habían tornado de tonos amarillos y naranjas inundando el ambiente de una indescriptible aunque agradable atmósfera cálida que contrastaba con el viento frío que comenzaba a sentirse en la ciudad.


La solitaria calle continuaba su camino cuesta arriba donde la Casa de la Luna permanecía tan iluminada y animada como todos los días. A través de las pesadas cortinas, un halo de luz plateada se abría paso para llegar hasta la escalera de madera donde aquel chico de cabello oscuro y mirada triste estaba tranquilamente sentado leyendo en compañía de su sombra y un hermoso silencio.

-Ma-ko-to~…- Su voz dulce y un tanto infantil trajo consigo toda una marea de sentimientos apenas comprensibles que le arrebataban la quietud con el sonido del papel al cerrar de golpe el libro entre sus manos.

-Ageha…- La ligera y tierna sonrisa dibujada en los labios de Makoto le gustaba a Ageha más que cualquier otra cosa, así que de inmediato se sentó a su lado para verla un poco más de cerca.

-¿Qué lees?- A diferencia de la suya, la sonrisa de Ageha era radiante y natural… y como siempre, lograba alejar sus problemas y preocupaciones.

-¿Esto? Ah… es sólo una historia de vampiros… ¿ya han terminado de jugar?- Aunque su compañía era lo que más disfrutaba en este mundo, últimamente se había vuelto difícil controlar los latidos de su corazón cuando le tenía cerca, por lo que constantemente le cambiaba el tema al hablar y terminaba por huir de él para controlar su respiración.

-Sip~… El tonto de Bakakazu no hacía otra cosa que perder así que Kiyoi terminó por aburrirse y mejor se fue a la cocina a lavar los platos de la cena… ¿Y está interesante tu libro?…- Estaba cerca… demasiado cerca… podía escuchar fuerte y claro los latidos de su corazón completamente fuera de control.

-Sí, es interesante…- Para evitar que lo notara, Makoto le dio el libro, sabiendo que Ageha se distraería lo suficiente como para que él pudiera tranquilizarse.

-¿Eh~?- Mientras pasaba las hojas, una expresión de asombro borró la sonrisa de su rostro.

-¿Qué pasa?- Como por inercia Makoto volvió a poner sus ojos sobre él para ver qué tenía.

-Makoto… ¿estás leyendo una novela de amor?- Esa mirada divertida, rayando en burla con la que preguntaba aquello, hizo que Makoto se pusiera rojo hasta las orejas.

-Sí… ¿por qué te sorprendes así?- Por instinto le arrebató el libro cuando se levantaba; subiendo con desgano los escalones dejó a Ageha mirando como su cuerpo se desvanecía entre las sombras desapareciendo poco antes de escuchar que se cerrara la puerta de su habitación.





Como cada mañana su alegre voz acompañaba a la gran sonrisa con la que solía darle los buenos días, pero esta mañana al abrir la puerta, Ageha no encontró más que una habitación vacía.

-¡Kiyoi! ¡¡Kiyoi~!!- Gritaba una y otra vez a su paso .

-¿Qué pasa Ageha?- Aquel rostro amable lo miraba desde el comedor, donde colocaba un plato con panecillos junto al florero lleno de rosas rojas y blancas.

-¡Makoto!… ¡Makoto no está!- El chico estaba al borde de las lágrimas tropezando con sus propios pies mientras se abría paso hasta los brazos de su “padre”; temía que de nuevo Makoto hubiera desaparecido en medio de la noche como aquella vez o que su verdadero padre se lo hubiera llevado.

-Sí, lo sé… salió temprano esta mañana… dijo que tenía cosas que hacer en la escuela…- Suavemente daba palmaditas en su espalda teniéndolo abrazado intentando calmarlo.

-¿Cosas que hacer…? ¿Por qué no me lo dijo?- Su rostro de por sí aniñado, se veía más adorable mientras hacía pucheros al tomar asiento. El hombre de lentes le asentía dulcemente al tiempo que le servía el desayuno, dejando por último un vaso con jugo de tomate.

-Será mejor que no esperes a Masakazu…- le decía con una sonrisa al ver que el chico miraba la puerta impaciente sin probar todavía su comida.

-Mmm… ¿O sea que hoy sólo somos Kiyoi y yo?- La idea le resultaba tan encantadora que le devolvía su habitual estado de animo y disfrutaba lo que Kiyoi había preparado para él.



A pesar de que amaba estar con él, sentía la casa tan vacía que terminó de comer más rápido de lo normal y prefirió despedirse y partir a la escuela… Que amaba a Kiyoi era un hecho sabido por todos, pero en realidad al que quería ver era a Makoto, le preocupaba mucho que las últimas semanas lo sentía cada vez más distante.

No era la primera vez que recorría el camino hasta la escuela a solas, pero nunca antes había sentido esta soledad… Y mientras caminaba cabizbajo mirando uno a uno sus pasos, se preguntaba si el cambio de su amigo era culpa suya… después de todo, Makoto había comenzado a comportarse así desde que decidió acercarse más a él.



Todos lo miraban entre confundidos y sorprendidos al ver que venía solo; Makoto y Ageha habían llegado juntos a clases desde que Makoto había comenzado a vivir con ellos hacía casi ya dos años, así que era natural que todos se extrañaran al no verlos juntos.

-Ami-chan… ¿has visto a Makoto?-

-No…aún no ha llegado… ¿no vino contigo?… nee~ ¿se pelearon?- El saber que no había nada de mentira en sus palabras, lo volvió aún más doloroso… ¿Dónde podía estar Makoto y por qué había mentido? Era lo que se repetía una y otra vez Ageha dentro de su cabeza.



La campana anunciaba el comienzo de la primera clase cuando por fin Makoto entró corriendo a tomar asiento al tiempo que la profesora entraba al salón por la otra puerta.

Ageha lo miraba incesantemente mientras la clase continuaba, quería hablarle… moría por sonreírle y darle los buenos días, pero cada que Makoto se sentía observado y lo miraba, no podía decir nada y terminaba esquivando su mirada.



Ese sonido tan familiar anunciaba el final de la clase y también su oportunidad para hablar con él.

-¡Mako…to…- Sin más ni más lo vio levantarse de su lugar y salir del salón sin detenerse siquiera cuando escuchó su nombre al llamarlo… y aquella radiante sonrisa se perdió para siempre entre la confusión.



Para el final del día apenas si habían intercambiado miradas… Ageha comenzaba a sentir como si estuviera siendo evitado por Makoto, quien caminaba a un par de metros delante suyo sumido en un profundo silencio.

-…Makoto…-

-¿Mmm…?-

-¿Me odias?- El dolor y la angustia en su voz al escucharlo decir aquello le heló la sangre. Quería abrazarlo y hacer desaparecer aquel sentimiento que estaba a punto de derramarse a través de sus ojos… pero el miedo lo paralizó e incapaz de hacer o decir algo, simplemente echó a andar otra vez, dejando a Ageha mirando a la nada mientras las rojas luces del atardecer se reflejaban sobre aquella lágrima que caía silenciosa.



La luz de luna brillaba sobre su cabello rojizo, sentado en la barandilla del puente que siempre cruzaban de camino a casa. Ageha se ahogaba entre sus sentimientos y sus pensamientos. El viento nocturno se sentía realmente agradable entre sus dedos, cerró los ojos tras mirar la luna llena en medio de la oscuridad y se entregó de lleno a la profunda calma que sentía.

-…Ageha…- Al verlo corrió con todas sus fuerzas y lo tomó entre sus brazos justo a tiempo para evitar que cayera; su cuerpo se sentía adolorido por el impacyo contra el asfalto, pero su corazón estaba totalmente aliviado de que no le hubiera pasado nada. Suavemente apartaba los mechones de cabello para ver su rostro mientras estaba recostado sobre su pecho; estaba inconsciente pero no parecía lastimado, Makoto sonreía dulcemente al mirarlo, abrazándolo con fuerza al sentirse feliz por haberlo encontrado.

-Ma…koto…- Lentamente había abierto los ojos para encontrarse directamente con los de Makoto.

-¿Estás bien?- Su suave voz se escuchaba preocupada mientras le ayudaba a levantarse. Las mejillas de Ageha se tiñeron poco a poco de un rojo intenso al reparar en lo que había pasado. Múltiples y contradictorias emociones se entrelazaban dentro de él, pero al final sólo una se hizo escuchar por encima de todas las demás.

-Me encontraste…- Sus ojos comenzaron a ponerse llorosos, las palabras amenazaban con escapar a un lugar donde no podrían ser alcanzadas. -...ni siquiera pensé que fueras a buscarme…- aunque se esforzó en evitarlo, finas gotas de agua salada se abrían paso silenciosamente a través de sus mejillas. Makoto lo miraba sin decir nada, se sentía culpable… aún cuando nadie lo era.



Nuevamente aquel silencio… Ése que últimamente siempre se interponía entre ellos cuando estaban a solas… Ése maldito silencio que de pronto se había vuelto una barrera que separaba sus corazones.

Ageha apretaba sus puños con fuerza tratando de ahogar de una vez por todas su llanto, a la vez que la herida en su corazón sangraba por la frialdad del chico que amaba.

Makoto miraba la frágil figura que tenía frente a sus ojos, muriendo de ganas por abrazarlo y desvanecer todo aquel dolor que sin intención parecía haber provocado, pero en vez de eso camino hasta la barandilla y cerró sus manos contra el metal como intentando aferrarse a algo más que lo que sentía en ese momento, pensando en tantas cosas, incapaz de hacer lo que quería.

-Simplemente dilo…- Su voz entrecortada por el llanto chocó directamente contra aquel muro.

-¿Eeh?- Las palabras de Ageha trajeron a Makoto de regreso a la realidad.

-¡Sólo di que me odias!… ¡Así mi corazón podrá dejar de amarte de esta manera!- De pronto aquella barrera que creían indestructible, estalló en mil pedazos, trayendo consigo un mar de lágrimas. Como respondiendo a un impulso propio, el cuerpo de Makoto lo obligó a correr hacia Ageha y tomarlo entre sus brazos.



La fría luz de luna brillaba sobre aquellas pequeñas figuras abrazadas entre las sombras… Aquel besó desvaneció la tormenta que azotaba sus corazones…

la duda…

el miedo…

las preocupaciones…

todo desapareció en el momento preciso en el que sus labios se tocaron por vez primera fusionando sus almas.
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