Perfect Choice (Arashi)



Título: Perfect Choice
Autor: Lilith 
Pairing: ARASHI + OC
Fandom: JE's
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai  / Escolar / Angs / Romance / Comedia / AU
15/07/13


To: Neny, que hoy es su cumple y me encanta cómo se tripea con los Bebos Tormentosos, sobre todo cuando hay descamisadas y sacudidas de por medio XD Otanjoubi Omedetou, senpai! ^^
N/A: Tawsuna-sensei, gracias por sus consejos para editar y hacer más entendible esta loca historia Atormentada ^w^b 




-¿Estás seguro de lo que vas a hacer, Jun?- No es que el aludido fuera una persona imprudente o indecisa, sino todo lo contrario, y esa era la principal razón por la que lo miraba de ese modo mientras se ponía los zapatos para irse del departamento.
-Sí... Tan seguro como que tú mismo deberías hacer algo con tus propios sentimientos, Sho.- Fue su tajante respuesta antes de cerrar la puerta al salir. Atónito. Era la única forma de describir cómo se había quedado plantado a medio recibidor mirando la nada que había dejado su amigo al irse. ¿Es que acaso Jun se había vuelto loco? ¿En verdad estaba pensando en ir y declarar los sentimientos que había guardado durante tantos años dentro de su corazón? ¿Así, de buenas a primeras? Sho siempre lo había sabido. Durante años había sido su confidente. Y es que no era como si uno pudiera simplemente ir por la vida gritándole a los cuatro vientos que le gustaban las personas de su mismo sexo y menos dentro de una sociedad tan mojigata como la suya; así que después de un intento poco fructífero por salir juntos durante su adolescencia, al final no había funcionado y terminaron como los mejores amigos y así había sido durante los últimos quince años de sus vidas. Tiempo suficiente para llegar a conocer profundamente a ese chico del que se enamorara a primera vista durante su primer día de escuela en Tokio. Sí, Sho definitivamente tenía que hacer algo con respecto a sus propios sentimientos, pero no por la razón por la que pensaba su mejor amigo, pues el agudo dolor en su pecho no se debía a problemas del corazón por esa otra persona que no estaba enterada de sus sentimientos, como Jun suponía.
Cinco segundos. Eso fue lo que duró su primer encuentro con Matsumoto Jun durante la Ceremonia de Apertura de su segundo año como alumno de preparatoria en el Horikoshi. Cinco segundos y fue suficiente para que sus sentimientos de ese entonces perduraran durante todo este tiempo. Sí, no podría negarlo, aún seguía perdidamente enamorado de su mejor amigo. Y el paso de los años no había hecho sino volver sus sentimientos más fuertes y dolorosos.

Todo había comenzado con ese beso accidental durante el Festival Escolar que los había hecho reír estúpidamente después de un silencio extraño mientras se miraban fijamente a los ojos con cara de espanto. Jun jamás tendría por qué saberlo, pero ese beso había sido suficiente para que el corazón de Sakurai Sho descubriera la respuesta a todas las preguntas que últimamente no hacían sino robarle el sueño. Sho tampoco tendría por qué saberlo, pero ese beso había sido cualquier cosa excepto un accidente pues Matsumoto Jun tenía semanas planeando el modo perfecto para acercarse a su superior y que lo mirara del modo que él quería. Y así, entre encuentros inocentes que dejaban un ligero sabor a culpa en sus labios aún a pesar de las sonrisas y juegos un poco menos inocentes que disparaban los latidos de sus corazones, los dos descubrieron lo que significaba el primer amor.

Una idílica relación que acabó con la llegada a sus vidas de dos chicos: Aiba Masaki y Ninomiya Kazunari.

El primero, un sonriente y optimista alumno transferido desde Chiba que era ingenuamente peligroso y que siempre estaba rondando a Sho porque decía que estaban predestinados a conocerse y en su afán por volverse amigos, propició muchos encuentros cercanos del tercer tipo con su compañero de clases, cosa que cada vez ponía más de los nervios a su novio, y eso ya era mucho decir tomando en cuenta que Jun no era del tipo celoso. El segundo, un tímido e introvertido chico de Edogawa con una lengua mordaz que había sido transferido por problemas familiares y que ahora era compañero de Jun, quien, como delegado de la clase tenía que ayudarlo a adaptarse a su nueva escuela pero solo obtenía rechazos de parte del chico nuevo, quien de a poco se le volvió una misteriosa obsesión qué descifrar, cosa que no pasó desapercibida a ojos de Sho, que cada vez veía menos a Jun y pasaba menos tiempo con él y más con Aiba, quien curiosamente resultó ser una persona bastante agradable y divertida una vez que supo encausar su exceso de energía.
Y así, poco a poco y sin que ninguno de los dos se diera cuenta, un año más llegó a su fin y con el cambio de estación, sus vidas también cambiaron. Sho y Aiba se graduaron del instituto y fueron admitidos en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Keio y en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Josai respectivamente. ¿La gota que derramó el vaso? No, no fue el hecho de que al ya no estar en la misma escuela se fueran a ver menos, tampoco el que Jun estaría metido de lleno en sus estudios para su examen de admisión a la Geidai y que tendría poco tiempo libre, sino que Sho y Aiba habían decidido irse a vivir juntos y eso había sobrepasado los límites de la paciencia de Jun, porque todos sabían que Masaki Aiba estaba extrañamente enamorado de Sakurai Sho, solo que al parecer, el chico de Chiba  no se había dado cuenta de lo que sentía por su mejor amigo, del mismo modo en que Jun pensaba que tampoco Sho estaba enterado sobre lo que sentía por Aiba, porque para él estaba más que claro que su novio sentía algo mucho más profundo por su amigo de lo que jamás sentiría por él siendo su pareja. Fue así como enero trajo consigo la primer ruptura de sus vidas amorosas, la cual no había sabido tan amarga como hubieran imaginado porque todo fue tan tranquilo que ni siquiera se había sentido como una despedida y después de todo lo que había pasado, no quedaba mucho de esa relación por salvar, así que habían decidido que al menos podrían salvar su amistad.


Muchos encuentros y despedidas tomaron lugar en sus vidas conforme el paisaje cambiaba de color y aumentaba la cantidad de velas en sus pasteles de cumpleaños, pero a pesar de todo, Sho estaba convencido de que seguía siendo la persona correcta para Jun. Sin importar de quién se tratara la siguiente vez, al final siempre sería lo mismo: Jun decepcionado y Sho a su lado. O al menos eso fue lo que Sho pensó hasta que en un frío otoño, poco después del cumpleaños número veintiuno de Jun, apareció en sus vidas Ohno Satoshi, un chico callado y taciturno que también estudiaba en la Geidai y a quien Jun había conocido en un café cercano a la Universidad; lugar a donde había ido para tomar fotografías de la exquisita exposición de obra plástica que le había recomendado Yokoyama, uno de sus superiores que ya se había graduado de la carrera y ahora estudiaba la maestría, el artista al parecer era un buen amigo suyo además de un respetado senpai. Hablaron durante horas sobre las pinturas que colgaban de las paredes sin saber que frente a él, tenía nada más y nada menos que al autor, quien daba pequeños sorbos a su taza de café con demasiada azúcar, escuchándolo atentamente con esa ligera sonrisa en su apacible rostro. Esa fue la primera vez que Sho supo que su lugar en el corazón de Jun no era el que había pensado que ocupaba y el golpe de enfrentar la realidad fue duro. Muy duro.

El "chico del café" fue su tema de conversación por semanas y luego el tema de sus largas conversaciones fue Ohno Satoshi. Sí, Jun seguía viendo y hablando del chico del café.

Al principio, Sho creyó que sería bueno que conociera a otras personas y que dejara de pensar en Nino, quien sin ser consciente de lo que Jun pensaba o sentía por él, se había ido a América con una beca para estudiar mecatrónica un año después de que ingresara a la Todai. Pero ahora que aquel inocente deseo parecía estarse haciendo realidad, la verdad es que no le gustaba. No le gustaba en absoluto. Incluso Aiba notaba su mal humor; su tristeza y sus excesos de preocupación lo asfixiaban, sabía que hacía mal, pero inevitablemente terminaba desquitando sus frustraciones con el pobre chico de sonrisas dulces que solo quería animarlo. No era justo, así que empezó a pasar más tiempo en la biblioteca y menos tiempo en su departamento. Al cabo de unas semanas así, inclusive Jun empezó a buscarlo preocupado por su inusual comportamiento. Como resultado, había tenido que aprender a disfrazar sus tristezas con sonrisas y sus enojos con risas para ser capaz de convivir con Ohno. Concluyendo que su amor por su mejor amigo lo volvía un idiota sin remedio, porque no había otro modo de explicar que su rival de amores hubiera terminado cayéndole tan bien y que incluso se hubieran vuelto amigos muy cercanos.


Sho supo con seguridad que las cosas con Ohno no habían funcionado, como se había imaginado desde hacía tiempo, cuando un nuevo nombre se volvió el único tema de conversación de Jun al llegar el invierno de sus veinticinco: Ikuta Toma. Un chico un año menor que él al cual había conocido justamente gracias a Ohno y que era estudiante de una prestigiosa academia de teatro y danza. Y si las cosas con Ohno no le gustaban para nada, las cosas con Ikuta las odiaba por completo y todo fue peor después de conocerlo. El chico era un gran sujeto. Debía serlo para que Jun se fijase en él por principio de cuentas, pero en serio era un gran sujeto: agradable, inteligente, creativo, sencillo, centrado, todo ese tipo de atributos por los que Jun se sentía altamente atraído. Y por si eso no fuera suficiente, Sho se dio cuenta de que había perdido la batalla cuando vio ese brillo ilusionado en los ojos de su mejor amigo cada que miraba al joven actor. Ese mismo brillo adictivo y enternecedor con que lo mirase a él tantos años atrás cuando su corazó le pertenecía. Fue difícil aceptarlo, pero Aiba fue un gran consuelo en esos momentos, incluso Ohno le ayudó a superar el mal trago de ver a la persona que amaba amando a alguien más. Cosa de la que nadie sabía excepto él propio Sho, porque hacía mucho que se había jurado que si algún día se lo confesaba a alguien, sería solamente al mismo Jun. Y fue precisamente en ese entonces, cuando tanto tiempo pasó cerca de Aiba, que Jun se convenció firmemente de que a Sho le gustaba de verdad el chico e incluso empezó a intervenir como Celestino y Sho podía jurar por su vida que sí trató con todas sus fuerzas de enamorarse de su compañero de casa, pero lo que sentía por su mejor amigo era demasiado grande para que cualquier otro sentimiento pudiera reemplazarlo de buenas a primeras. En cambio Jun, parecía que jamás hubiera amado a nadie más antes como en ese momento. Por una parte Sho se sentía aliviado de ver que había dejado a Nino como un recuerdo agridulce de su juventud, pero al mismo tiempo se sentía decepcionado de comprobar que él mismo formaba parte de esas memorias del ayer.


Pero como a menudo sucede, cuando mejor crees que van las cosas y que tu vida es perfecta siendo color de rosa, las nubes negras cubren el cielo y te impiden ver la luz del sol. Y Matsumoto Jun podía dar firme testimonio de eso porque cuando por fin pensó que había encontrado a su persona ideal y estaba dispuesto a confesar sus sentimientos por segunda vez en su vida, su mundo, como lo había conocido durante veintiocho años, colapsó.
-¿Ninomiya-kun?...- Lo había visto avanzar, con ese derrochador caminar que siempre le había gustado en él cuando quería verse cool, a través de la puerta doble de cristal de la cafetería donde esperaba a sus amigos para festejar el final de la obra de Ikuta y la nueva exposición de Ohno. El aludido lo miró sin verlo realmente al pasar, llevaba puestos los audífonos y si sus costumbres seguían siendo las mismas, seguramente los llevaba a todo volumen. Jun no pudo sino seguir cada uno de sus movimientos con la mirada, su voz era la misma: cálida y cantarina, sus delgados labios seguían curvándose del mismo modo al sonreír, sus ojos mantenían el mismo brillo inocente y travieso de antaño. Podrían haber pasado casi diez años desde la última vez que lo vio pero Ninomiya Kazunari seguía siendo el mismo mocoso misterioso e interesante de siempre que le hacía perder la cabeza con solo tenerlo cerca. Lo vio girarse guardando la cartera en el bolsillo trasero de su pantalón de mezclilla gris deslavado y sujetando con fuerza el vaso de café con la mano libre. Incluso sus gustos continuaban siendo los mismos: caramel macchiato con doble caramelo. Inevitablemente los labios rojos de Jun dibujaron una ligera sonrisa al percatarse de ese detalle; y es que jamás podría olvidar el día en que le invitó un café por primera vez, Nino le había sonreído y no había sido una sonrisa por mera cortesía, le había regalado la más deslumbrante de las sonrisas que poseía, era la primera vez que probaba aquella bebida y le había encantado.
-¿Jun?- Escucharlo llamarlo por su nombre lo sacó de su mundo de ensoñaciones pasadas. -¡Cuánto tiempo!...- Se acercó a Jun ampliando poco a poco una gran sonrisa con sus ojos castaños clavados sobre los del menor.
-Hola... ¿Cómo estás? ¿Cuándo volviste?- A Jun le costó una fracción de segundo, que le supo eterna, recuperar la compostura, pero de inmediato Nino tuvo enfrente de nueva cuenta a su  ex-delegado de clase, el chico maduro y carismático con un atractivo envidiable y esa sonrisa de infarto que tantos corazones había conquistado durante sus días de instituto.
-Llegué anoche. Quise volver tan pronto como terminó la ceremonia de titulación...- Nino miró al chico sentado frente a él: pantalón formal negro, camisa blanca, chaleco negro con detalles satinados, corbata morada con ribetes plateados, un saco caro y una bufanda bastante elegante en líneas moradas y grises descansaban en el respaldo de la silla a su lado junto a un bolso de piel negro de marca y un estuche de cámara profesional, impecable y a la moda como siempre, sonrió satisfecho al ver vacío su dedo anular mientras sostenía su taza de café con ambas manos. -...aún sigo un poco atontado por culpa del jet lag...- Admitió un poco apenado consciente de sus propias ojeras bajo la montura de pasta gruesa de sus anteojos y rascándose suavemente la oreja.Un gesto que Jun tenía perfectamente identificado como de nervios y timidez.
-¡Genial! Eso significa que ya eres todo un ingeniero, no?- Jun dio un sorbo a su bebida, sus ojos atentos a cada milímetro de ese rostro infantil que lo miraba con curiosidad.
-Así es, Ingeniero en mecatrónica con maestría en robótica e inteligencia artificial.- Anunció con una triunfal sonrisa llena de orgullo.
-¿Maestría?- Fue imposible que Jun disimulara su sorpresa.
-Uhn...- Asintió con sobrada seguridad. -...aunque no lo creas, no fui ahí a perder el tiempo en fiestas llenas de drogas, rubias de curvas explosivas y cerveza de barril.- El sarcasmo siempre había sido lo suyo y esta vez le arrancó una breve carcajada a Jun, quien había tratado en vano, de imaginarlo en onda spring-breaker; simplemente le parecía una idea demasiado ridícula que no pegaba en lo más mínimo con Ninomiya. Ni siquiera era del tipo al que le gustaban las multitudes y era tan perezoso que no le interesaba socializar porque eso implicaba salir de su cama. -¿Te estás riendo de mí?- No lo decía molesto, Nino también se estaba riendo.
-No, no, es que tú...-
-Aunque no lo creas, era la sensación entre las chicas de mi Universidad...- Esa maldita sonrisa pícara hizo que algo que siempre creyó que no poseía se despertara en su interior: celos. Por primera vez en su vida, Matsumoto Jun estaba celoso -...si te contara todas las veces qu...-
-¡Nino-chan!- Su frase quedó en el aire y Jun lo agradeció en sobremanera, pues en ese momento llegó Aiba corriendo a abrazar al viejo amigo que hacía años que no veía. Sho se había quedado petrificado y boquiabierto un par de pasos por detrás, pasando casi con histeria sus ojos de Jun a Nino. -¡Waaa! ¡No puedo creer que estés aquí! ¿Cuándo llegaste? ¿Cuánto tiempo te quedarás?- Aquella duda golpeó con fuerza los corazones de los dos chicos que los miraban fijamente y en silencio esperando escuchar la respuesta. Los dos con la misma intriga en mente aunque por motivos completamente diferentes.
-No lo sé... Si encuentro un buen motivo para quedarme, lo haré...- La forma en que Nino había mirado a Jun mientras decía eso último lo había hecho ruborizar al escucharlo. Detalle que no le pasó desapercibido a Sho, quien sentía que se le iba a detener el corazón de un momento a otro. ¿Dónde demonios estaba Ikuta cuando se le necesitaba? Sí, prefería mil veces verlo con el menor que con su ex-compañero de clase.
-¡No! ¡Tienes que quedarte en Japón! Te fuiste mucho tiempo, hay muchas cosas de las que ponernos al día.- Le sonrió con ternura, del modo en que siempre le sonreía a Aiba, y es que el chico inspiraba ese tipo de sentimientos aunque no se tuviera la intención, incluso Ohno, que era más bien del tipo inexpresivo, sonreía y le daba muestras de afecto al chico de la eterna sonrisa adorable.
-Lo pensaré... Hola, Sho.- Entonces se giró de medio lado y reparó en esa otra presencia que sentía que lo taladraba con la mirada por la espalda. Y es que a pesar de que su senpai le caía muy bien, al parecer el sentimiento seguía sin ser recíproco. Y no era para menos, Nino no era tonto, sabía perfectamente que al mayor le gustaba Jun desde que estaban en la escuela y casi podía jurar que habían tenido algo durante aquel tiempo. Sho se limitó a asentir a modo de saludo. Iba a decirle algo, pero las palabras se le desvanecieron al momento de ver la expresión de Jun: incredulidad. Siguió la dirección en la que miraban sus ojos y vio a través del cristal de la ventana a Ikuta que le acomodaba, de un modo demasiado íntimo para su gusto, el cuello de la camisa al chico con el que venía, mismo al que ya habían visto con él en un par de ocasiones dentro y fuera del teatro: Yamashita Tomohisa, uno de sus kouhai en la compañía de danza en la que trabajaba y que además era su compañero de piso. De algún modo le dio la impresión de que Jun había dejado de respirar por un momento, pero esa extraña mueca de medio lado que habían dibujado sus labios al bajar la mirada al piso, le dejó en claro que seguía haciéndolo.
-¡Perdón por el retraso!- Habían tardado un par de minutos en entrar después de que los perdieran de vista cuando caminaron hacia la puerta de entrada.
-Oh, vaya... Creo que es momento de que yo siga mi camino.- Nino, que no hacía ni tres minutos que se había sentado, arrastrado por Aiba y su enorme curiosidad por la comida norteamericana, volvió a levantarse al ver que aquello no era un encuentro casual sino una reunión planeada en la cual él estaba claramente sobrado.
-Supongo...- Fue lo único que Sho pudo decir antes de que Jun se pusiera de pie también con una extraña expresión en los ojos que ni a Sho ni a Nino les pasó desapercibida, aunque uno supo descifrarla a la perfección mientras el otro creó mil teorías posibles dentro de su cabeza.
-No, está bien, Kazunari, quédate...- Era la primera vez que Jun lo llamaba de ese modo y no pudo disimular su sorpresa. -...esta es una reunión entre amigos. Hacía mucho que no te veíamos, acabas de volver y creo que nos vendría bien ponernos al día. No creo que haya sido una coincidencia que nos encontráramos aquí de este modo...- Sus labios sonreían pero sus ojos contaban una historia muy diferente, misma que solo una persona fue capaz de leer.
-Sí, Nino-chan, quédate. Tengo muchas preguntas que hacerte...- Aiba ponía esa carita a la que ninguno de los tres había podido negarse hasta ahora.
-No lo sé... No quiero ser una molestia.- Pasó la vista de Sho a los recién llegados y luego a Jun y a Aiba.
-Claro que no eres una molestia. Tomo-chan está aquí como amigo de Toma, tú estarás aquí como mi amigo, ok?- Aiba sonreía como si su razonamiento fuera la clave de la vida.
-Ok, ok...- Al final cedió. Más que por los pucheritos de Aiba, por esa extraña expresión en los ojos de Jun que en cierto modo le gritaban "no te vayas".
-¡Ah! ¡Oh-chan! ¡Llegaste!- Aiba se levantó y fue a recibir al mayor de todos entre sonrisas y abrazos para llevarlo hasta la mesa.
-Hola...- Como siempre, las palabras no eran su fuerte. Pero de inmediato captó la telaraña que se desarrollaba a su alrededor y sonrió con ironía. La nueva pieza sobre el tablero era un giro que jamás hubiera predicho en la partida.

Pese a cualquier cosa, había sido una velada muy amena. Para sorpresa de Jun, Sho y Aiba, Nino ya no era el chico introvertido de antes y había hecho buenas migas de inmediato con todos los nuevos amigos de sus viejos amigos. Sin duda la cultura de occidente había tenido una buena influencia en él. Para fortuna o infortunio de Jun, con quien mejor se había llevado era justamente con Ikuta; al parecer la afición de Nino por las películas se había incrementado considerablemente desde los días de escuela y ahora incluso disfrutaba del cine independiente y se había vuelto un gran crítico, detalle que había sorprendido también a Jun, ya que ese seguía siendo, junto con la lectura y la fotografía, uno de sus pasatiempos favoritos. Sin duda era agradable ver cuánto había crecido Nino durante los años que no habían estado en contacto.


Y las semanas se volvieron meses y mientras para algunos era felicidad absoluta, para otros era una horrible pesadilla de la cual rogaban por despertar.
-Deberías hacer algo con tus sentimientos, Sho...- Había dicho Nino apenas Jun y Aiba se hubieran levantado de la mesa para ir al baño. El aludido perforaba inmisericorde a su interlocutor con la mirada.
-No creo que seas quién para hablar sobre mis sentimientos...- Una fría respuesta mientras apuraba de un trago lo que quedaba de su bebida.
-Tienes razón... Después de todo, tú y yo no somos más que viejos compañeros de escuela, no es así? Pero Macchan y J sí son tus amigos, y a este paso vas a terminar perdiéndolos a ambos.- Soltó aquello como si conversara sobre el clima y ni siquiera se molestó en quitar la vista de la fresa que rodaba de lado a lado de su plato con el pequeño tenedor, no porque no le gustara sino porque se la estaba guardando al chico que amaba comerlas incluso más que él.
-¿A qué te refieres?- Sus miradas reflejaban sentimientos completamente diferentes cuando se encontraron. ¿Acaso Jun o Aiba le habían comentado algo que él no sabía? No, Aiba no le guardaba secretos prácticamente a nadie, y mucho menos a él. En ese caso... ¿Jun? Su corazón le dio un vuelco. De nuevo se hacía presente ese mal presentimiento. Y es que últimamente sentía que Jun se alejaba cada vez más de él. A Sho seguía pareciéndole extraño que aún después de tanto tiempo, Jun no hubiera conversado con él sobre lo que pasara aquella tarde en el café con Ikuta porque siempre le contaba todo. Pero no, simplemente Jun había hecho como si no hubiera pasado nada, y no fue que hubiera ignorado la actitud de Ikuta con su kouhai sino que hizo como si jamás hubiera visto a Ikuta con otros ojos; sencillamente a Sho le pareció que Jun había decidido arrancarse de raíz lo que había llegado a sentir por Ikuta en el preciso instante en que lo vio tan devoto a Yamashita aquel día. Tal vez lo hiciera solo para auto protegerse de la herida, pero eso no era para nada el estilo de Jun y mucho menos eso que hasta la fecha hacía, de usar a Nino para poner celoso a Ikuta; como si con eso lograra un poco de venganza por haberse enterado, demasiado tarde, de que esos dos tenían una relación desde hacía un par de años. Simplemente Sho había empezado a no entender lo que Jun hacía, últimamente ya no hablaban tanto y Jun parecía estar siempre demasiado inmerso en sus pensamientos cuando estaban a solas como para que Sho se sintiera con derecho a preguntar.
-A que es MUY obvio que sigues sintiendo algo por J y aunque Macchan sea muy tonto para darse cuenta de que ustedes ya tuvieron algo, no es tan bobo como para no notar cómo te comportas con Jun cuando yo estoy cerca... A este paso, seguro ata cabos y se hará a un lado pensando en tu felicidad... sin saber que sería algo inútil porque no hay modo de que Jun vuelva a verte como una opción. Has alcanzado el punto de ser casi su hermano, eres su único mejor amigo, Jun jamás hará nada para cambiar eso porque eres alguien a quien definitivamente no quiere perder... Pero si no haces algo con lo que sientes por Jun, vas a perder a Masaki y cuando Jun se dé cuenta de que sigues sintiendo algo por él y que por eso Macchan se ha alejado de ti y de él, se va a sentir culpable y de seguro también ponga distancia de por medio por tu propio bien.- Soltó todo aquello de un modo tan simple que golpeó a Sho directamente en la nuca. Nino tenía razón. Sho los conocía mucho mejor que Nino, ¿por qué nunca vio las cosas de ese modo? Nuevamente se sentía idiota por dejar que sus sentimientos nublaran a ese grado sus pensamientos. Estaba molesto. No por el hecho de no haberse dado cuenta antes, sino de que hubiera sido precisamente Nino, de entre todas las personas, quien le hiciera ver la realidad.
-Jun no es tan infantil como para desaparecer de mi vida si descubre la verdad...- Esa era la primicia a la cual se había aferrado con uñas y dientes durante todo este tiempo.
-Precisamente porque Jun no es infantil, si se entera de la verdad, se culpara y se sentirá molesto por haber malentendido todo durante tanto tiempo, se sentirá decepcionado de tu falta de sinceridad, molesto consigo mismo por alentar a Macchan y herirlo en el proceso. Tratará de asumir él solo con toda la responsabilidad aunque eso le provoque una herida aún más profunda y todo con tal de que ustedes puedan recuperarse lo antes posible y sigan con su amistad aunque él no pueda volver a cómo estaban antes. Tú mejor que nadie sabes qué clase de persona es Jun y lo mucho que le importan. Ustedes son parte de su familia.- Y casi como si pudiera ver que Jun y Aiba se acercaban desde atrás de él, Nino guardó silencio, bajó la mirada y encendió su consola portátil que había estado todo el rato junto a su taza de café dejando a Sho con un millón de interrogantes flotando dentro de su cabeza.
-Deberías interactuar con las personas al menos una décima parte de lo que interactúas con esa cosa...- Le había dicho Jun con una mirada reprobatoria al volver a tomar asiento a su lado. Y es que en serio no entendía qué de genial tenían sus videojuegos si podía pasar todo ese tiempo divirtiéndose con personas o haciendo cualquier otra cosa.
-Prefiero el DS... al menos hace lo que le digo y su no resulta como yo quiero, pues lo reinicio y ya.- Amplió aún más su sonrisa al ver el ceño fruncido del chico sentado frente a él. Jun sacudió la cabeza sin tener idea del significado que ocultaba ese breve enunciado y la sonrisa perversa que se le dibujó brevemente de medio lado.
Ni siquiera podía recordar hacía cuánto que no salía a solas con Ikuta, pero ahora que nuevamente lo tenía frente a él, Jun recordaba perfectamente por qué le gustaba tanto. El brillo de su mirada mientras hablaban de mil y un cosas, la dulce y tímida sonrisa de sus labios cuando el otro lo escuchaba atentamente, todo del lenguaje corporal de Jun lo afirmaba en ese momento. Y nadie lo entendía mejor que Ninomiya Kazunari, quien, por azares del destino, iba pasando justamente por afuera de esa librería donde Jun e Ikuta estaban bebiendo café, cuando venía de regreso de visitar a Aiba, quien estaba en cama debido a un resfriado.
-Supongo que será mejor así...- Susurró para sí mismo tras mirar la carpeta azul marino con el emblema de su universidad que sujetaba con ambas manos, la misma que pensaba tirar a la basura en ese preciso instante, pues después de haberlo meditado cuidadosamente, y de haberlo consultado sin muchos detalles con un par de personas de su entera confianza, no pensaba aceptar la oferta de trabajo que contenía... al menos eso era lo que había decidido. Y es que curiosamente, había sido Aiba quien le dijera no hacía ni una hora que no necesitaba estarle dando tantas vueltas al asunto, que la respuesta le sería dada en el momento preciso, y parecía que así era. La respuesta le acababa de ser revelada. Nino lo sabía, había dedicado tantas y tantas horas de su vida escolar a observar en secreto a Matsumoto Jun, que sabía reconocer a la perfección ese brillo en su mirada, el mismo con el que miraba a Sho cuando los conoció y con el que nunca lo había mirado a él; ese brillo que lo hacía ver mil veces más atractivo de lo que ya le parecía, el mismo que le hacía poner esa estúpida y hermosa sonrisa cada que se perdía en sus labios perfectos que tanto le encantaban. Nino lo sabía, a Jun le gustaba Toma. Lo había sabido desde aquella tarde en el café donde se reencontraran después de tantos años. Sí, a Jun le gustaba el amigo de Ohno, pero al chico le gustaba su kouhai y viendo ese triángulo amoroso sin futuro, Nino creyó que podría tener una oportunidad, todo lo que había pasado entre ellos en el último año y medio se lo decía... pero tal vez se había equivocado... tal vez era momento de dejar atrás a su primer amor, a su eterno amor no correspondido... tal vez era tiempo de dejar el pasado en el pasado y buscar el futuro en otro lugar. Aunque ahí no pudiera tener lo que lo hacía realmente feliz en el presente.

Y con esa maraña de pensamientos en mente, Nino caminó y caminó durante largo rato sin rumbo. Se sentía cansado, física y mentalmente. Nunca antes había tenía que usar su cerebro con tanto ahínco. Y lo peor del caso, es que a pesar de su enorme intelecto, aún no era capaz de entender lo que le pasaba en ese momento, seguía siendo incapaz de identificar lo que sentía. Al final, dándose por vencido debido al punzante dolor de cabeza, sacó su celular mientras caminaba de regreso a su departamento, tenía un par de llamadas que hacer antes de empacar sus pocas pertenencias y partir de regreso a América.
-¿Nino-chan?...- Entendía su sorpresa, acaban de despedirse hacía un par de horas. -¿Olvidaste algo?-
-Tenías razón, Macchan... No había necesidad de que me estuviera devanando los sesos por decidirme. Ya encontré la respuesta...-
-¡¿Entonces vas a quedarte?!- Su voz denotaba su enorme felicidad y le sabía mal tener que ser quien le derribara sus castillos de arena.
-No... Me iré mañana por la mañana...-
-¿E-es broma?...- Aiba se había quedado trabado por la sorpresa. -Si me dijiste que habías encontrado tu razón para quedarte, dijiste que estabas dispuesto a todo por aferrarte a esa razón... ¿por qué sales ahora con que te vas? Dijiste que irte significaría tal vez no volver nunca más...- Sonaba como si fuera a romper en llanto en cualquier segundo y eso lo hacía sentir pésimo. Después de todo, era su culpa que Aiba estuviera así.
-Macchan... Lo siento... Y-yo...- Podía sentir el doloroso nudo en la garganta que le impedía hablar con claridad. -Yo... creo que me equivoqué... Tal vez esa razón nunca existió...- Su voz sonaba tan apagada. Todas sus fuerzas se concentraban en contener las lágrimas mientras seguía avanzando.
-Nino-chan.... ¿qué pasó?- No era normal que su amigo estuviera tan deprimido.
-Masaki... Jun jamás va a mirarme cómo estaba mirando a Ikuta en la librería...- Y al final, aquello lo había sobrepasado. Todo lo que sentía había acabado por desbordársele en un segundo.
-¿Jun? ¿Qué tiene que ver Jun con tu...? Oh... ¡¿Eh?! Nino-chan, a ti...? ¡Oh!... ¿Jun? - Fue una gran revelación. Un montón de cosas tuvieron sentido de repente. Flashazos y flashazos de viejas memorias vinieron a su mente y las piezas faltantes se acomodaron perfectamente en los huecos del rompecabezas.
-Ya viene el tren... Adiós.- Aiba quería decirle tantas cosas, pero las palabras se le atoraban debido al caos de pensamientos que tenía por dentro, para cuando supo qué decir, tan solo escuchó el "pi-pip" del otro lado de la línea que decía que Nino ya había colgado. ¿Qué debía hacer? No sabía qué podía hacer o decir para que Ninomiya cambiara de idea y no se fuera, no quería perder a su amigo nuevamente y tal vez para siempre, pero tampoco podía obligarlo a quedarse y que siguiera sufriendo viendo a la persona que quería siendo feliz con alguien más, él mejor que nadie entendía lo que era vivir un amor no correspondido, porque podía entender cuán doloroso debía ser para Nino lo de Jun después de tantos años de amar a Sho que no lo veía sino como un buen amigo. Y casi como si la vida se riera de él en su cara, la puerta del departamento se abrió y Sho entró acompañado de Jun, ambos sonriendo como si todo fuera genial en la vida.
-¿Aiba...?- Sho lo miró de pie en el umbral de la puerta de su habitación al fondo del pasillo que daba hasta el recibidor, mirándolo con las lágrimas a punto de desbordársele y ese extraño puchero que rara vez le había visto y que definitivamente no le gustaba.
-¡BAKA!- Gritó apuntando a Jun con el dedo y rompiendo en llanto. -¡P-por tu c-culpa se va a ir a Ca-California y n-nunca va a vo-volver!- Apenas si le entendieron, porque hipaba y sollozaba tanto que no podían entender de qué hablaba.
-¿Aiba-chan, de qué hablas? ¿Estás bien? ¿Qué pasó?- Sho lo había visto así de afectado pocas veces en todo el tiempo que tenían de conocerse y en esas pocas ocasiones siempre había sido por cosas muy serias o angustiantes, así que inevitablemente sintió que el estómago se le subía a la garganta al verlo así. Estaba realmente preocupado por Aiba.
-¡Tú también eres un tonto, Sho-chan! ¡Los dos lo son! ¡Tontos y egoístas!- Intercambiaron una mirada de incomprensión. El chico lloraba como un niño pequeño y desconsolado. -¡No! ¡Los tontos somos nosotros por enamorarnos de ustedes!- Y volvió a romper en llanto dejando a los otros dos aún más confundidos. Ambos sabían por qué lo decía Aiba, pero no sabían a quién más se refería además de sí mismo.
-¿A quién te refieres, Aiba?- Jun temía que Ohno o incluso Toma hubieran dicho algo innecesario pero no podía imaginar qué como para dejarlo en ese estado, por más que le daba vueltas al asunto, no podía conectarlo todo.
-¡Nino-chan! Te vio hoy con Toma y él...- Los ojos de Jun se abrieron como platos. El recuerdo de su charla con Ikuta y aquel abrazo afectuoso con el que se despidieron en la librería llegó a su mente en una fracción de segundo. ¿En serio era tanta su mala suerte como para que justo en ese momento Nino hubiera pasado por ahí? -...estaba tan triste... ¡No quiero que se vaya! ¡Son unos tontos!- Se dio la vuelta y cerró la puerta con brusquedad haciendo que los cuadros y fotografías colgados en la pared se cimbraran por el impacto. La casa se quedó sumida en un horrible silencio. Aún a lo lejos podían escuchar los desconsolados sollozos de su amigo. Ninguno podía decir nada, apenas si entendían lo que estaba pasando.
-¿California?...- De pronto las inconexas frases de Aiba tomaron sentido dentro de la cabeza de Jun. ¿Ese tonto se iba a ir sin decir nada? ¿Cómo estaba eso de que eso les pasaba por haberse enamorado de ellos? Sabía que Masaki lo decía por lo que sentía por Sho, pero... no había modo de que Nino... ¿o sí? -¿Piensa largarse de nuevo al otro lado del mundo por sabrá Dios cuánto tiempo y sin decirme nada?- Sintió un golpe de adrenalina correr por todo su cuerpo. ¿En serio había una, aunque fuera pequeña, posibilidad de que Nino sintiera lo mismo por él? Una risita histérica de nervios e incredulidad se le escapó haciendo eco por el pasillo. -Ese mocoso... ¿He estado sufriendo por un amor no correspondido todos estos años y resulta que todo este tiempo él sentía lo mismo? ¡¿Acaso tiene alguna lógica?!- No era para nada normal ver a Jun perder de ese modo el control de sus emociones, pero Sho sabía mejor que nadie cómo debía estarse sintiendo en ese momento. -¿Cree que voy a dejar que se largue esta vez así como así?- Estaba tan metido en sus pensamiento y tan furioso, que no podía ni calzarse bien los zapatos.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer, Jun?- Sho lo miraba preocupado porque sabía perfectamente lo que iba a hacer, quería ir tras él pero no podía dejar de mirar la puerta de la habitación del fondo. De verdad estaba preocupado por el chico que continuaba llorando a todo pulmón del otro lado de la puerta.
-Sí... Tan seguro como que tú mismo deberías hacer algo con tus propios sentimientos, Sho.- Y es que aquello no había escapado a su perspicacia ni siquiera en esos momentos donde lo único en lo que podía pensar era en salir corriendo hacia el departamento de Nino; y es que hacía mucho que se había dado cuenta de que lo que Sho sentía por Aiba iba más allá de un amor de amigos casi hermanos, pero Sho podía ser muy tonto cuando se trataba de cosas del corazón, sobre todo cuando el corazón era el propio, y Jun lo sabía de sobra, a Sho le había tomado una eternidad descubrir que se sentía atraído por Jun del mismo modo en que el menor se sentía hacia él, con todo y que Jun no había escatimado en esfuerzos para hacérselo saber sin ser muy directo como para hacerlo correr, simplemente Sho era tonto en terrenos del amor.

Sho se quedó largo rato mirando la puerta principal después de que Jun se hubiera ido dejándole la cabeza y el corazón hechos un lío; porque por fin entendía que Nino tenía razón: Jun no lo volvería a ver como una opción. Ya no eran esos los sentimientos que guardaba por él. Había perdido su gran autocontrol por Nino y por primera vez desde que lo conocía, lo vio actuar aniñado, emberrinchado e infantil, y todo por ese mocoso, el único al que siempre guardó recelosamente como un tesoro y por quien salió corriendo para no perderlo. ¿Pero qué había estado haciendo todos esos años? ¿Cuántas veces no habría llorado Aiba de ese modo por su culpa? ¿En serio no había podido corresponder sus sentimientos o era simplemente que no había querido hacerlo por temor a olvidar lo que sentía por Jun? ¿Qué era lo que sentía en verdad por cada uno? Recorrió en silencio todo el camino hasta la habitación del fondo y se quedó ahí afuera, de pie, con la mente en blanco e incapaz de hacer que su mano avanzara el pequeño tramo de menos de diez centímetros que le hacía falta para golpear la hoja de madera con la pequeña y colorida placa que colgaba con el nombre de Aiba escrito en letras verdes. Suspiró profundamente y armándose de valor, sujetó con fuerza el picaporte abriendo la puerta y siendo recibido por un par de ojos castaño claros que, sorprendidos, lo miraban entre lágrimas desde la alfombra junto a la ventana abrazando con todas sus fuerzas ese pequeño y viejo perrito de peluche con el que dormía desde que era un bebé.
-Masaki... Yo...- Era la primera vez que lo llamaba por su nombre en los casi quince años que tenían de conocerse. Un insignificante detalle para el resto del mundo que para Aiba representaba el cielo. Se levantó como impulsado por un resorte y sin importarle si era rechazado con crueldad, se arrojó a los brazos del chico que avanzaba a paso lento hacia él.
-Sho-chan, te quiero...- Y con todas sus fuerzas se abrazó a su cuello pronunciando entre sollozos esas simples palabras llenas de todos sus sentimientos. Sus lágrimas de dolor dieron paso a lágrimas de alegría al sentir esas manos aferrando con la misma fuerza y calidez su cuerpo. Una dulce y tímida sonrisa se dibujó en los labios de Sho. Tal vez por fin sería capaz de volver a sentir lo que era el amor. Y aún si todavía no estaba completamente seguro de lo que estaba haciendo, sabía que era la opción perfecta para ambos. 
Sin aliento. Así fue cómo Jun llegó al complejo de apartamento en los suburbios de Tokio donde vivía Nino, después de haber corrido todo el tramo desde la estación del subterráneo. Su cabello estaba hecho un desastre, lo mismo que su ropa, pero ni siquiera se percató de ello. Subió los cuatro tramos de escaleras corriendo y hasta saltando escalones. El camino hasta el quinto piso nunca le pareció tan largo como en ese momento y al detenerse un segundo para recuperar el aliento, el pasillo se le hizo interminable. En serio odió la maldita puerta que los separaba y no pudo evitar golpearla quizás con demasiada fuerza, lo que incluso espantó al chico del otro lado, quien acababa de salir de la ducha vistiendo su pijama para proceder a hacer maletas y dormir.

Una gota de sudor frío resbaló por su espalda mientras esperaba en silencio
 a que le abrieran, sintiendo sus latidos golpeando su pecho sin control. Terror. Era lo único que sentía ahora que por fin estaba ahí. Ni siquiera tenía idea de lo que quería hacer o decir cuando lo tuviera de frente. Sintió que su corazón se detenía en el momento en que escuchó pasos en el interior acercándose. No tuvo tiempo ni para reaccionar, la puerta se abrió y su rostro sorprendido le disparó la adrenalina a tope. Su voz pronunciando su nombre le pareció tan lejana debido al eco de sus pensamientos que ni siquiera estaba seguro de que lo hubiera llamado en realidad. En ese momento solo tenía una cosa en la cabeza repitiéndose una y otra vez; así que siguiendo ese impulso, se abalanzó contra él sujetándolo casi con desesperación por las mejillas para besarlo.

Descolocado por esa acción inesperada y un tanto salvaje, Nino dio un traspié quedando de espaldas contra el muro del recibidor con el peso del cuerpo de Jun manteniéndolo inmóvil. Parpadeó un par de veces sintiendo ese agradable y extraño calor rodeando su propio cuerpo. ¿Estaba soñando? ¿Alucinaba? No había modo en esta vida de que Matsumoto Jun hiciera algo tan impulsivo y loco como eso, así que se preguntaba seriamente si no habría muerto ahogado luego de dormirse en la bañera pensando en él, pero entonces sintió esos carnosos y tibios labios rojos, que tantas veces le habían subido los colores al rostro de solo imaginarlos sobre los suyos, moviéndose tímidamente para romper con aquel gesto y se dio cuenta de que no era ni un sueño ni una alucinación, el frío vacío que le dejaba esa milimétrica distancia entre sus bocas le provocó un agudo dolor en el pecho. Estaba pasando. Sus miradas se conectaron por un segundo, porque eso fue lo único que Nino necesitó para reaccionar y anclar sus manos en las caderas de Jun para impulsarse hacia adelante haciendo desaparecer esa maldita distancia que tanto le había desagradado y ser él quien diera inicio a tan íntimo y apasionado beso esta vez.

Y es que al ver que no le correspondía, Jun se sintió realmente miserable, pero todo eso quedó en el olvido al sentir los suaves labios de Nino unidos a los suyos bailando al mismo compás. Como pudo, se estiró y manoteó la puerta para cerrarla antes de avanzar entre besos y caricias por el pasillo hacia su habitación arrastrando consigo al chico que respiraba y jadeaba contra su piel. Jun era perfectamente consciente de lo que pasaba, de lo que seguiría una vez que llegaran a donde lo guiaban entre risitas y suspiros, pero no le importaba, era algo que incluso buscaba desde el segundo en el que puso un pie dentro del departamento.
-J-Jun...- Un ligero gemido se le escapó involuntariamente al sentir la mano del otro acariciando su cuello. Escuchar su nombre de ese modo le sonó a gloria y pronto eran sus labios los que se ocupaban de tan sensible zona en lugar de sus dedos. Acción que arrancó más de esos delirantes sonidos que escapaban de la garganta de Nino. Una a una las prendas fueron cayendo al suelo a medida que abrían botones y tropezaban con los muebles y cajas desparramadas en la habitación. -¿Estás bien?- Preguntaba Nino entre risitas un tanto burlonas y con la respiración aún entrecortada después de que le cayera encima a Jun cuando fueron a dar contra el colchón de la cama al pisar algún cachivache tirado en el piso.
-Cállate...- Lo tomó de la pretina del pijama de franela y tiró de él para acomodarlo mejor sobre su cuerpo. Ni tardo ni perezoso, Nino volvió a apoderarse de esos labios que tanto lo volvían loco; sabía perfectamente a qué se refería con "cállate" y aunque normalmente no le gustaba que le dieran órdenes, en este juego no le molestaba en lo absoluto ceder, después de todo, esa era una de las principales razones por las que Jun le gustaba tanto: era capaz de dominarlo. Y antes de que el resto de sus pensamientos tomaran forma para dar el siguiente paso, las diestras manos de Jun ya lo habían acomodado de espaldas contra el edredón deshaciéndose en el proceso de la ropa que le quedaba encima. Sus enormes y profundos ojos oscuros lo contemplaron desnudo por primera vez y un escalofrío agradable le recorrió de pies a cabeza. No, no era ese brillo que le conocía en la mirada, esto era algo mucho más intenso y deslumbrante que nunca antes le había visto. -Kazu...- Fue un susurro apenas audible que se fusionó con el aliento compartido en ese beso, pero para Nino fue un grito que se quedó grabado a fuego en su pecho. Era la primera vez que lo llamaba de ese modo... era la primera vez que alguien lo llamaba así en toda su vida... que alguien pronunciaba su nombre con tanta ternura y tanto amor, sonrió por la estupidez de su pensamiento, pero es que enserio estaba seguro de que de haber sido una chica, habría echado a llorar en ese instante, porque ahora podía estar convencido de que fuera lo que fuera que pasara en la oscuridad de esa habitación, no sería simplemente un impulso de lujuria del cual arrepentirse al despuntar el alba. Y con toda esa cálida mezcla de sensaciones, Ninomiya Kazunari se entregó en cuerpo y alma por primera vez, a ese, quien fuera su eterno primer amor.


Poco a poco, la suave luz de la mañana comenzó a colarse por entre las cortinas grises de la habitación a medida que el viento las mecía con suavidad. Negándose a despertar del más hermoso de sus sueños, Jun permaneció inmóvil y con los ojos cerrados deseando que aquella sensación febril no desapareciera jamás. Aún podía sentir la cálida humedad de su boca por todo su cuerpo y solo de recordarlo, sentía una corriente eléctrica recorriéndole toda la columna vertebral. Un sonido apenas perceptible que inevitablemente le dibujó una sonrisa de medio lado y lo arrojó por completo a la realidad. Alguien suspiraba a su lado.
-¿Nunca te han dicho que es de psicópatas mirar a la gente mientras duerme?- Había susurrado Nino aún sin abrir los ojos, arrancando una ligera risa al chico que yacía en la cama, seguramente también desnudo, bajo las sábanas.
-¿Y a ti no te han dicho que es más de psicópatas hacerse el dormido mientras te miran dormir?- Nino abrió los ojos lentamente, no porque quisiera abrirlos sino porque no quería perderse esa sonrisa deslumbrante que había denotado su tono de voz.
-Sí... a menudo me lo dicen al despertar.- Mentía, pero Jun no tenía por qué saberlo, le resultaba sumamente divertido provocarlo de ese modo.
-Ah...- Sin embargo esta vez era diferente. Se semi incorporó apoyándose en sus codos para mirarlo directo a los ojos. Parecía molesto, se había quedado boca arriba mirando el techo. Ignorándolo.
-Sabes que bromeo, cierto?- No sonrisas, un tono serio. Cosa rara en Nino, estaba siendo absolutamente sincero y eso hizo que Jun volteara de inmediato.
-¿Ah sí?- Sin embargo seguía un poco molesto. Sabía perfectamente que le mentía para divertirse con sus reacciones, lo había terminado de comprobar anoche.
-¿Por qué habría de mentirte?- Ver esa faceta de él le resultaba fascinante. Incluso parecía adulto.
-Nunca me dijiste que te gustaba...- Un silencio. Su mirada sorprendida. Un vuelvo al corazón conforme sus latidos le contaban los segundos de espera por una respuesta suya.
-Nunca me preguntaste.- Una angelical e inocente sonrisa que le hizo bajar los muros y sonreír también. -...así que eso no es mentir. Tú tampoco me dijiste nada.- Se tendió también de espaldas contra el colchón. Tímidamente alcanzó los dedos ajenos y los entrelazó con los propios.
-¿Es cierto que te vas?- Tenía que preguntárselo. Ni siquiera había podido dormir devanándose los sesos pensando en lo que pasaría con ellos a partir de ese momento y temiendo que, si cerraba los ojos, Nino desaparecería para siempre en medio de la noche.
-Perdí mi vuelo por culpa de alguien que llegó sin avisar...- Miró el reloj, hacía más de dos horas que el avión había partido.
-Lo siento...- Se sintió tonto por sentir esas clicheteras mariposas en el estómago al tener sus manos unidas de ese modo por deseo del otro.
-Yo no...- ¿Estaba riendo? Se giró para mirarlo sosteniendo su cabeza con la palma de mano y apoyando su peso en el codo contra la almohada. -...no hay nada que pudiera ser mejor que esto.- Y tomándolo desprevenido, Nino se estiró para darle un beso. Y así entre risas y caricias, los besos se fueron perdiendo cuesta abajo entre las sábanas y sus cuerpos.

No había prisas. Tenían todo el tiempo del mundo a partir de ahora para estar juntos. No más miedos, no más malentendidos, no más guardar verdades, simplemente ellos y toda la vida por delante para llenar esos quince años de vacío con nuevos y maravillosos recuerdos, porque los dos sabían que, aún a pesar de todo lo que había pasado, al final habían elegido la opción perfecta.
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