Noche Eterna (OkeDa/RyoDa)



Título: Noche eterna
Saga: REQUIEM
Autor: Lilith 
Pairing: Ueda Tatsuya + Okura Tadayoshi / Nishikido Ryo + Akanishi Jin
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8 / JE's
Tipo: One-shot
Género: Yaoi / Lemon / Violacion / Angustia / Vampiros / Shonen-Ai
N/A: Este shot se desarrolla después del fic "Entre mis brazos"



“REQUIEM”
El canto para el descanso de las almas…
O al menos eso era lo que yo sabía…
Toda una vida de disfrutar de los cantos fúnebres compuestos por los grandes maestros de la música mientras bebía una copa de vino tinto contemplando la frialdad del exterior a través de la ventana estando al resguardo del mundo en la comodidad de mi ignorancia sentado en un sillón… toda una vida de vivir creyendo ciegamente una mentira…
Porque ahora sé… que el Réquiem no es sino el vals de la condenación que todos y cada uno de nosotros bailamos cada noche durante esta maldita Danza Macabra que llamamos vida... nuestra eterna no-vida…


Todo había comenzado aquella noche que terminé dormido entre sus brazos. Después de conocerlo, mi vida dejó de ser esa rutina aburrida dictaminada por las marionetas que bailaban a mi alrededor haciendo de ella un burdo espectáculo carente de encanto.

Había sido mi primera vez. Había dejado de ser virgen a los 21 años... y contrario a lo que había pensado y deseado durante toda mi vida... aquella noche inolvidable había sido con un perfecto desconocido... y es que además de su nombre y de sus besos, yo no conocía nada de él. ¡Pero qué más daba! Había sido la mejor experiencia de mi vida y no me arrepentía de absolutamente nada. Y sí... Tal cual están pensando, fue otro chico quien volteó mi mundo de cabeza: Okura… Tadayoshi Okura... Aunque ni siquiera estaba seguro de que ese haya sido realmente su nombre porque... efectivamente, cuando desperté esa mañana, él ya se había ido... dejando tan sólo una nota sobre la almohada diciendo que volvería esa noche. ¡Ja! Sería bonito creer que así será, pero mi corazón hace mucho que dejó de hacerse ilusiones con respecto al amor a primera vista, así que estoy perfectamente consciente de que mi primera vez no fue sino una aventura de una noche en brazos del chico más guapo que había conocido en mis 21 años de vida. Nada más ni nada menos que eso. Y estaba bien con ello porque por primera vez en mucho tiempo, había sido realmente feliz... Libre.

Eran alrededor de las dos de la tarde cuando me decidí a salir de la cama para tomar un baño y desayunar. ¡Dios! Me dolía cada célula de mi cuerpo como si hubiera corrido cien kilómetros y a pesar de que había dormido mucho más de lo que acostumbraba, seguía sintiéndome cansado y quería volver a la cama. Y así lo hice, porque cuando menos pensé me había quedado dormido en el sillón mientras veía la televisión, así que como pude, mejor me arrastré a mi cuarto y me volví a meter debajo de las cobijas. ¿Tan agotador era el sexo? No entendía como había personas que querían o podían hacerlo hasta tres veces al día... ¿Eran humanos?

Ni siquiera me extrañó haber estado soñando con él. Ya me lo esperaba, después de todo lo que había pasado la noche anterior, no era para menos que hubiera dejado una fuerte impresión en mí.

Lo que si no esperaba en absoluto, fue que me despertara el timbre y mucho menos verlo ahí afuera cuando abrí la puerta aún adormilado. Apenas alcanzaba a asimilar el hecho de que efectivamente era él quien estaba de pie frente a mí con esa hermosa sonrisa y no un espejismo producto de mi imaginación, cuando se lanzó sobre mí y comenzó a besarme. Pero no. No eran besos cargados de deseo sino besos tiernos un tanto plagados de desesperación... Como si hubiera pasado toda una vida desde la última vez que nos vimos.
-Okura-san?...- Me descolocó un poco su comportamiento y pese a que no me molestaba que estuviera abrazándome de ese modo, me preocupaba un poco el por qué lo hacía.
-Okura está bien... No es necesario que seas tan formal, Tatsuya...- Susurró en mi oído sin separarse de mi cuerpo. No podía resistirme a su forma tan apasionada y tierna de ser. Correspondí aquel abrazo como si fuera lo más natural del mundo. Estando entre sus brazos me sentía tan amado y protegido que no quería estar en un lugar que no fuera ese. -Te extrañé tanto...- Mis mejillas se tiñeron ligeramente de rubor.
-De verdad?... Pero si nos vimos hace unas horas...- No es que fuera un maldito desconfiado sin corazón, pero ya habían jugado tanto conmigo en su afán por poseer mi cuerpo, que me costaba creer que en verdad existía alguien capaz de amarme por quién era y no por cómo me veía o por la familia que tenía.
-Sí... No pude dejar de pensar en ti. Incluso mientras dormía estabas a mi lado... Así que al despertar temí que hubieras sido tan sólo mi más hermoso sueño y no pude evitar venir corriendo en cuanto cayó la noche y me vi libre de mis ataduras...-
-Okura...- ¿Bromeaba? ¿Cómo rayos podía ser que se sintiera justo como yo? -También me sentía así...- Me escondí contra su pecho. -La verdad no creí que volvería a verte...- Confesé sintiéndome un idiota. Me separó de su cuerpo lo suficiente para mirarme a los ojos. Llevó sus manos de mis hombros a mis mejillas.
-Niño tonto...- Un beso desbordado de dulzura. -¿Tan mal te traté anoche como para que pensarás que habías sido sólo una aventura de una noche?- Agaché la mirada. Me sentía tan desnudo y vulnerable cuando me miraba así a los ojos.
-¡No!- Negué desesperado. -Es sólo que...- Me calló con otro beso.
-No digas más... No traigas a tu mente recuerdos dolorosos... No mientras estés conmigo, ¿sí?- Susurró contra mis labios antes de continuar con sus besos.

Hablamos y hablamos durante horas mientras permanecíamos abrazamos sobre mi cama. Nunca dejó de llenarme de besos y caricias tiernas. Estuvimos así hasta que caí dormido poco antes de que saliera el sol. 

Aquello se volvió nuestra grata rutina...

Okura siempre llegaba en cuanto caía el sol y compartíamos juntos todas las horas de la noche hasta que volvíamos a casa y nos despedíamos, muchas veces después de hacer el amor, otras, simplemente nos quedábamos en mi pequeño departamento y compartíamos besos y caricias en cada rincón hasta que terminábamos en mi cama y yo caía rendido para despertar sin él cuando llegaba la mañana. Durante el día, me dedicaba a tocar el piano y componer nuevas canciones, lo de siempre... La diferencia era que ahora me sentía más vivo... feliz... y la inspiración llegaba con la misma naturalidad que respirar. Mi vida era casi perfecta...

Sólo me hacía falta ver su rostro durmiente a mi lado al despertar... Entonces sí, mi vida sería perfecta.




Había sido un día como cualquier otro. Despertar casi a medio día, desayunar y arreglarme rápido, salir corriendo a la academia de música donde daba clases, pasar a la disquera a mostrar los avances de mi trabajo... Un día normal en mi vida... Hasta que ese hombre llegó.

De un metro setenta y algo, cabello castaño oscuro medio ondulado que le llegaba hasta los hombros, complexión fornida para ser japonés aunque un poco delgado para ser extranjero, rostro de finas facciones bastante varoniles, elegante vestimenta de estilo occidental,  mirada seductora y voz profunda que hacían juego a la perfección son sus labios de pocas pero hermosas sonrisas.

Akanishi Jin.

Hijo mayor de un afamado productor italiano de música pop; un chico soltero y adinerado de madre japonesa que acababa de llegar a la ciudad en busca de un nuevo compositor para que trabajase en el proyecto musical que lanzaría en Japón próximamente.

Me sentí halagado de saber que había llegado buscándome precisamente a mí porque estaba interesado en mi trayectoria musical. Pero había algo en él que no me gustaba... tal vez era esa forma de mirarme. No me gustaba. La odiaba. Me hacía sentir como un objeto que podía ser usado y desechado a su voluntad. Lo detestaba. No era sino otro de esos tipos interesado en poseerme. Realmente lo odiaba.

Trabajar con ese sujeto se empezó a volver una tortura para mí. Okura tenía razón, no debía seguir haciendo algo que no me hacía feliz, pero... mi ética profesional me impedía simplemente renunciar a mitad del proyecto, así que opté por dedicar más tiempo a ello para terminar mucho antes y no volver a estar con Akanishi nunca más.

Pero como suele ocurrir todo el tiempo, mi trabajo agradó tanto que extendieron mi contrato y aunque hubiera querido negarme, lo cierto es que necesitaba el dinero y últimamente, Akanishi poco se aparecía por el estudio, así que trabajar de nuevo a mi modo sirvió para que las cosas funcionaran para todos: el debut de su ambicioso proyecto, de nombre Leah Dizon, iba viento en popa, los productores y patrocinadores estaban de lo más felices, así que eso se traducía en bonos y vacaciones para mí, ya que era el único letrista y compositor trabajando con ellos. Aunque igual se había triplicado mi grado de trabajo y responsabilidad hacia con Akanishi. Por desgracia, parecía que de algún modo, el sujeto estaba "enganchado" conmigo y cada vez lo llevaba a un plano más personal y comenzaba a cansarme de ello. Tal vez sería momento de renunciar a mi trabajo en la disquera y buscar otra cosa qué hacer de mi vida. Simplemente odiaba que me mirara de ese modo. No tenía idea de lo que buscaba de mí, y de algún modo, eso que me hacía sentir había terminado por convertirse en una especie de miedo. Esa sonrisa que se curvaba en sus labios cuando me miraba de esa manera tan extraña me daba miedo. Mucho miedo.




Aquella reunión se había alargado más de lo que yo hubiera deseado. Por eso ahora iba bastante tarde a casa, donde seguro ya me estaría esperando Okura, probablemente haciendo zanja de tanto ir y venir de un lado a otro de la sala. Y es que no entendía por qué pero últimamente estaba siendo más sobre protector conmigo que de costumbre, pero tampoco era algo que rayara en lo enfermizo, así que lo dejaba pasar porque realmente no me molestaba; mi novio podía ser cualquier cosa menos típico y por eso lo amaba y estábamos por celebrar nuestro tercer aniversario juntos.

Lo sabía. Sabía que no era buena idea pasar por ese túnel, un mal presentimiento me lo gritaba a cada paso que daba pero... sólo pensaba en llegar pronto a casa y que Okura me abrazara con fuerza y me hiciera olvidar el día horrible que había tenido por culpa de ese sujeto molesto que no dejaba de acosarme mientras estuvimos en el estudio de grabación. Me asqueaba la forma en que buscaba cualquier pretexto para tocarme y sobre todo, esa mirada suya paseándose por mi cuerpo sin tapujos, casi como si estuviera olisqueando un corte de carne que estuviera por echarse a la boca.

Una sombra al final del camino mal iluminado me hizo frenarme en seco. La sensación de terror que experimenté conforme se acercó a mí fue exactamente la misma que sintiera aquella noche en la que conocí a Okura. Exactamente el mismo escalofrío recorriendo mi espalda cuando me sentí ultrajado por esa penetrante mirada que casi parecía destellar en medio de la penumbra. Una carcajada que me heló la sangre rompió de pronto el silencio de la noche haciéndome saltar donde estaba... y luego lo vi. Era justo el mismo sujeto de esa noche. Quería gritar y salir corriendo de ahí pero no podía. Mi cuerpo no reaccionaba. Era casi como si algo me retuviera justo ahí impidiendo que me moviera siquiera un centímetro.
-Mira, mira... ¿qué tenemos aquí?...- Estaba a menos de cinco metros de mí. -...creo que después de todo, sí era nuestro destino estar juntos...- En un abrir y cerrar de ojos, sentí su aliento sobre mis labios. Su lengua recorriéndolos lentamente. Estaba aterrado y no dejaba de llamar a Okura en mi mente, suplicando al cielo que por algún milagro apareciera ahí en ese momento y me salvara nuevamente. -¡Mierda! ¡Hueles tan bien!...- Olfateaba desde mi rostro hasta mi cuello haciendo que se me pusiera la piel de gallina. Enredó sus dedos en mi cabello antes de sujetar con demasiada fuerza mi nuca. -...no quiero ni imaginar cómo sabes...- Lamió desde mi mejilla hasta mi oreja izquierda apresando mi cuerpo por la cintura con la otra mano. Aquella desagradable sensación me hizo salir de mi estado de shock. Lo empujé con todas mis fuerzas y eché a correr. Una carcajada que me erizó la piel. Corrí y corrí. -¡Tacchon es una miserable... No puedo creer que te deje ser tan vulnerable! ¡Tan frágil!- Sentí sus manos alrededor de mi cuello obligándome a levantarme de puntitas para tratar de respirar mejor conforme me levantaba. -¿Sientes eso?...- Oprimió con más fuerza. -¿Duele?...- Comenzó a enterrar sus uñas en mi piel. Tenía una fuerza difícil de creer en alguien de su complexión y estatura. -¿Cuánto crees que soportará antes de romperse?...- Mis lágrimas empezaron a caer debido al pánico y al dolor. Cada vez me costaba más trabajo respirar. Era injusto que me pasara todo esto justo cuando más quería estar con mi novio en casa. -¡¿Crees que es injusto?!... ¡Ja! ¡Injusto que sigas siendo un costal de carne y huesos a estas alturas! ¡Injusto que te niegue la bendición de una noche eterna y te exponga a la debilidad humana... al dolor... a la muerte...- Mis pies volvieron a tocar el piso pero sus manos seguían asfixiándome. Me jaló hacia atrás hasta que mi nuca se apoyó en su hombro derecho. Tosí varias veces cuando por fin me soltó. Una mano en mi barbilla y la otra cruzando mi pecho hasta asir mi hombro en un abrazo posesivo, un suave movimiento y me giró sin soltarme. Su lengua dibujando líneas desde mi cuello hasta mi labio inferior. Me mordió tan fuerte que sentí el ardor de la herida abierta y la tibieza de ese hilito de sangre resbalando, ese que tomó con su lengua. -¡Mmm!...- Gimió sin pudor contra mi boca. -Sabía desde la primera vez que te vi, que debías ser la criatura más deliciosa sobre la faz de la tierra...- Me estampó de espaldas contra el muro mientras seguía paseando su lengua por mi herida. Sus ojos también me miraban de ese modo repulsivo. Seguía lamiendo y succionando mi labio, cada vez con mayor salvajismo, sus manos apretando con demasiada fuerza mi brazo y mi cintura. -¡Dios! ¡El muy maldito estaba escondiendo la mejor botella de vino bajo su almohada!- Yo seguía concentrado en ignorarlo... Ignorar el miedo, la desesperación, la impotencia... Y evadirme de la realidad. -¡Es tan egoísta! Te mantiene humano para no dejar de beber el elixir de los Dioses...- Decía cosas tan sin sentido que prefería no escucharlo. –Pero el muy maldito te ha negado la verdadera gracia al no dejarte probar los placeres de la Vitae…-
-Okura-kun...- Un gritó ahogado logró escaparse de mi garganta cuando sentí su fría mano colarse por debajo de mi ropa. Su risa me hizo cerrar los ojos. Sentía mi cuerpo temblando sin control.
-¿Por qué lo llamas?... Él no va a venir... No creo que pueda correr hasta aquí para salvarte después de lo que le hice...- Sus palabras hicieron eco dolorosamente en mi interior haciendo que abriera desmesuradamente los ojos. –Esta es nuestra noche eterna… sólo tuya y mía…- Pegó su cuerpo contra el mío.
-Qué... qué le... hiciste?- Mis lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas de sólo imaginarlo.
-Nada... en comparación a lo que te haré a ti... "Tat-chan"...- El peor de los malos presentimientos se alojó en mi corazón. Así era cómo me llamaba Okura de cariño, si este sujeto lo sabía, entonces Okura...

Aprovechó ese momento de distracción para arrojarme sobre las bolsas de basura que estaban junto a la entrada del túnel.
-Alguien tenía que darle una lección a Tacchon y me temo que quedaste en medio, mi querido, "Tat-chan"...- Me abrió el abrigo arrancando los botones de un tirón, lo mismo empezó a hacer con la camisa, trataba de impedírselo golpeándolo con todas mis fuerzas, pero ni siquiera se inmutaba, sólo seguía riendo como desquiciado y tirando con más fuerza de mi ropa haciéndome daño. -Pero no te preocupes... Te dejaré impresa mi marca, así sabrás que serás mío por siempre y nunca te sentirás solo ni lo echarás de menos...- Golpeé su rostro con algo que agarré del suelo y su nariz comenzó a sangrar. -¡Mierda! ¡¡¡¿Por qué no puedes quedarte tranquilo?!!!- Me devolvió el golpe, sentí arder mi boca nuevamente. El sabor de mi propia sangre me revolvió el estómago. Me sentía mareado por el puñetazo. Sentí sus labios recorriendo mi piel con asquerosa lujuria. Sus dientes dejándome heridas por todas partes, mismas que seguramente dejarían moretones horribles. Besos que me sabían a desprecio y venganza. Mi cuerpo seguía oponiendo resistencia forcejeando y retorciéndose debajo del suyo, tratando en vano de zafarme y escapar; pero era mucho más fuerte que yo y me volvía a someter sin problemas tan pronto como liberaba una mano o mis piernas para tratar de quitármelo de encima. El notar que mis fuerzas disminuían con cada intento fallido me hacía desesperar aún más. El miedo empezaba a calar hondo en mi interior. ¿No podría hacer nada por evitar que continuara esta pesadilla?
-¡No importa cuántas cicatrices dejes sobre mi piel! ¡¡¡Jamás dejarás huella en mí!!! ¡Te olvidaré como se olvida una horrible pesadilla!... ¡Los besos y las caricias de Okura-kun borrarán todo el daño que dejes hoy!...- Grité mientras pataleaba para quitármelo de encima. Por un momento se detuvo. Nuestras miradas se cruzaron. ¿Era odio? ¿Era dolor? Había algo en sus ojos que me asustaba más que lo que me pudiera hacer a partir de ese momento... celos. Había atinado en un punto sensible que tal vez no debería haber tocado. Ahora sería peor. Y no sólo contra mí.
-Dices eso como si en verdad hubiera sentido amor por ti...- Oprimió con fuerza mis mejillas para hacer q lo mirara a los ojos. -Si en verdad te hubiera amado, habría compartido contigo el "beso" y te hubiera elegido para ser su compañero de baile durante la noche eterna a la que llamamos vida...- Con más fuerza a medida que se inclinaba hasta quedar casi pegado a mi rostro. -Okura no sabe amar... Él sólo se ama a sí mismo... Vas a tener que aprender por las malas que ese tipo de amor color de rosa es sólo una mentira...- Lamió mis labios mirándome con esa expresión fría y vacía. -Podrías haber sido mío y conocer lo que era realmente el amor aunque sea por una vez en la vida... Pero no supiste elegir... Y al meterte con lo que yo más amaba, terminaste arrojándote tu mismo dentro del pozo que será tu propia tumba...- Sentía sus uñas traspasando mi piel conforme apretaba más y más mi rostro con cada palabra. La ira se desbordaba de sus ojos. -Haré que desees no haberlo conocido... porque de algo puedes estar seguro... Si no te hubieras topado con él aquella noche y si no hubieras decidido quedarte a su lado como un perrito faldero que le abre las piernas cada noche, no tendría motivos para hacerte esto, "Tat-chan"...- Me soltó bruscamente haciendo que me golpeara la nuca contra el muro. –Y probablemente, tampoco hubiera tenido que hacerle lo que le hice…- Una punzada de dolor que me recorrió el cuerpo entero y que me dejó más aturdido de lo que ya estaba. Escuchaba su voz lejana. Mis ojos empezaban a cerrarse aunque luchaba por mantenerlos abiertos.
-Okura-kun...- Me iba a desmayar. Iba a quedar a merced de este loco. Tal vez sería lo mejor. No sentir más nada de lo que pensara hacerme.
-¡Ah, no! Despierta!... No te dejaré librarte tan fácil de tus pesadillas, "Tat-chan"...- Su risa maniática me trajo de regreso a la vez que me sujetaba por el cabello haciéndome más daño al jalar sobre la zona donde me había golpeado. -Tienes que recordar perfectamente todo esto, Tat-chan... ¡Así tus lágrimas serán de sangre por el resto de tu existencia!- Me levantó casi como si fuera un muñeco de trapo. Siguió con sus besos salvajes al tiempo que me lastimaba los brazos de tan fuerte que me oprimía para evitar que cayera pues mis piernas no soportaban ya mi peso. -Me aseguraré de que nada consiga borrar mis besos... Así sabrá que nunca debió escapar de mí y que jamás debió robarme la comida de la mesa...- Dejó caer su peso contra mi cuerpo para retenerme contra la pared y tener las manos libres. Su mano estaba buscando desabrochar mis pantalones, trataba de impedírselo pero ya no tenía fuerzas. Una vez que logró su cometido, me giró dejando mi rostro contra el frío concreto haciendo que me golpeara el pómulo. Me sujetó de la cabeza por el cabello con una mano y del vientre con la otra. Jamás había experimentado tanto dolor en toda mi vida. Podía sentirlo dentro de mí desgarrando mi interior, moviéndose con tal brutalidad que mis piernas flaqueaban. Reía como loco. Decía cosas tan sucias y vulgares que me producían asco. Había empezado a llorar, por fin el terror me había superado. Sentía que iba a morir esa noche en manos de un demente. Me jaló bruscamente para volver a arrojarme contras las bolsas de basura y continuó con ese vaivén que me destrozaba un poco más con cada movimiento. No podía acabar así. Empecé a gritar suplicando ayuda pero de inmediato metió sus dedos en mi boca y me hizo callar. Estaba a nada de vomitar. Sus dientes mordían mis hombros, su mano no paraba de golpear mis piernas y mi trasero; ardían, y estaba seguro de que había verdugones por todos lados, escocía cuando dejaba caer su saliva caliente o su sudor sobre mí. Gemía contra mi oído pero aquello no me provocaba placer de ninguna manera. Sentí su mano sobre mi miembro, se dedicó a torturarlo y hacerme sentir toda clase de dolor hasta que se sintió satisfecho y por fin salió de mí. -Okura no vendrá en tu ayuda... No podrá escapar de donde está ahora… Deberías dejar de reprimirte y disfrutar el estar conmigo... Será menos doloroso... aunque no tan placentero...- Me sujetó nuevamente por el cabello y me giró para dejarme boca arriba. Me miraba casi con fascinación -Tus lágrimas son tan hermosas... eres como un ángel al que le acaba de arrancar la alas un demonio...- Lamió mi rostro siguiendo el camino que había dejado mi llanto. -Debí traer a Okura... Su cara sería un poema en este momento si te viera así... Me gustaba el brillo de maldad que se apoderaba de sus ojos cuando se ponía furioso...- Sonreía de un modo tan perverso que mi cuerpo comenzó a temblar nuevamente, en parte por el frío, pero sobre todo por el miedo y el esfuerzo por retener mis lágrimas. Se acercó a mí hasta dejarme de frente a su entrepierna. Sabía lo que quería, pero no iba a hacer nada. Podía tomar de mí lo que quisiera, pero yo no le iba a dar nada. -¡Abre la boca!- Me tomó por la nuca empujándome contra él. Otra punzada de dolor. Me mordí los labios para reprimir ese grito. -¿Aún tienes fuerzas para resistirte? ¿Sabes que eso sólo me excita más?- Me propinó un fuerte golpe en la mejilla que hizo salir el grito. -Ah... Eso se escucha bien...- Y a ese golpe le siguieron uno y otro... y otro más. Ya ni siquiera parecía tener fuerzas para gritar. -Ahora sé un buen chico y abre la boca...- Lo hice. Tenía una idea y tal vez era mi única oportunidad para escapar. Lo dejé hacer lo quería y cuando menos lo esperó, clavé con fuerza mis dientes haciendo que se apartara gritando y maldiciendo presa del dolor. Me levanté como pude y eché a correr subiéndome los pantalones en la carrera. No llegué muy lejos antes de que me alcanzara. -De acuerdo, si así quieras que sean las cosas... Te haré sufrir hasta tu último aliento... Tal vez sea misericordioso esta noche y te deje reunirte con Okura antes de morir…- Sí. Aquello sería mi fin. Sin duda sería lento y doloroso. Cerré los ojos. Jaló con fuerza de mi cabello ladeando mi cabeza, su lengua lamiendo mi cuello mientras reía contra mi piel, seguramente disfrutando del terror que me hacía sentir.    
-Será mejor que lo sueltes.- Esa voz. La conocía.
-Jin...- El que mi agresor también lo conociera terminó de afirmar lo que presentía: ese tipo no era de fiar.
-Ryo... No puedes tomar la comida de los demás sin su permiso y menos si la comida no quiere ser tomada. Conoces las reglas, verdad?- Su voz sonaba tranquila y profunda como de costumbre. Caminó sin prisas. Ahí estaba nuevamente esa sonrisa cargada de lujuria curvada en sus labios que le daba ese aire de galán de revista. Pero esta vez no iba dirigida a mí sino al chico que me sujetaba bruscamente.
-No me vengas a dar sermones de moral, Jin. Es bueno ser tú, ah?... después de volverse "viejo" se tiene tanto tiempo libre que puedes perderlo metiéndote en los asuntos de los demás.- Aflojó un poco su agarre. Ya podía respirar con normalidad pero no me soltaba del todo.
-No... Esta vez sí es mi asunto, Ryo... ¿Sabes lo difícil que es encontrar a alguien con su talento musical?... Sé buen chico y déjalo ir...- Amplió su sonrisa cuando me señaló con la cabeza.
-¿Me estás dando órdenes, Akanishi?- El muy maldito sujetó mi mano y la levantó a la altura de su rostro para que ambos la viéramos mientras la apretaba tan fuerte que me arrancó un grito de dolor. Mis piernas flaquearon por fin. Fui a dar de lleno de rodillas contra el piso.
-¡Ryo, suéltalo! ¡Esas manos son más valiosas que nuestras malditas existencias!... ¡¡¡Carajo!!!- Al ver que oprimía aún más y que algo crujía como si se rompiera en mil pedazos, corrió hasta nosotros y me apartó con brusquedad de entre sus manos empujándolo contra el suelo. Dolía horrores. De seguro tenía varios huesos rotos. Pero eso ni siquiera me importó realmente en ese momento.
-¡¿Qué crees que haces, Jin?!- Estaba furioso. Se levantó y se lanzó contra el otro.
-¡Vete de aquí!- Me ordenó haciéndome a un lado para sujetar a Ryo y evitar que nos golpeara a ambos. Apenas si pude ponerme de pie. Cada paso era más doloroso que el anterior. Probablemente tenía algunas costillas rotas después de todos los golpes que me había dado minutos atrás. Estaba seguro de que debía ser cosa de la adrenalina y que en cuanto el terror abandonara mi cuerpo, la factura iba a venir con altos intereses.



Los ruidos de la ciudad fueron apagándose poco a poco. Las múltiples luces de colores se movían a mi alrededor en cámara lenta haciendo girar todo en mi cabeza. Sentía mucho frío. Mis piernas cada vez eran más pesadas y me era difícil moverlas. Ni siquiera había logrado llegar muy lejos, si acaso había recorrido unas seis cuadras. De algo estaba seguro: me iba a desmayar en cualquier momento. Me detuve. No era precisamente el mejor lugar para morir, un callejón oscuro donde seguramente nadie me encontraría en días, pero ya no podía moverme. Me apoyé contra el muro. No podía más. Simplemente dejé que mi cuerpo se desplomara justo ahí.
-¡¡¡Tat-chan!!!- Sonreí. Aún cuando hubiera sido una ilusión, la voz de Okura había sido mi ángel de la muerte cobijándome bajo sus alas en medio de la oscuridad.
-Okura-kun... Te amo...- Tal vez ni siquiera salieron las palabras, pero sabía que él las escucharía. Mis fuerzas desaparecieron por completo. Había sido feliz y no me arrepentía de nada. Había amado hasta mi último suspiro. Ahora podría soñar con Okura durante una noche eterna. Cerré los ojos. Tal vez, por fin podría verlo a mi lado al despertar.



-¡Hey! ¡No te duermas!... Mírame...- No podía abrir los ojos, pero aún así sabía que era Akanishi quien me hablaba. -Tatsuya, no te duermas...- Me sacudía por los hombros. Quería que me soltara, pero no sentía mi cuerpo. -No llores...- Sus dedos limpiaban mis mejillas. -Vas a estar bien, te lo prometo...- Su voz sonaba diferente de lo habitual. Preocupada.
-No...- Apenas escuchaba mi propia voz.
-¿Eh?...- Levanté mi mano y traté de apartar de mi rostro la suya pero ya no tenía fuerzas ni para eso. -Tranquilo... estás a salvo... Ryo ha quedado muy débil como para que pueda encontrarte.-
-Okura-kun...- Escucharlo decir aquello me recordó lo que Ryo había dicho. ¿Estaba bien? ¿Le habría hecho mucho daño? No lo había asesinada… ¿verdad?
-Lo llamé para que viniera a buscarte pero...- Su voz empezaba a sonar lejana. Tenía frío. -¿Tatsuya?... ¡Hey! ¡Hey!... Mírame...- Mis parpados pesaban, ya no podía mantenerlos abiertos. -Escúchame... No quieres morir, ¿verdad?...- ¿Me estaba abrazando? De pronto ya no me parecía el sujeto despreciable y arrogante que conocí durante años. -Quieres seguir viviendo, ¿verdad? Quieres quedarte con Okura por siempre, ¿verdad? Quieres vengarte de Ryo por lo que te hizo… por lo que le hizo a él, ¿no es así?- Hice acopio de todas las fuerzas que me quedaban para asentir. -No te importa nada más que eso, ¿verdad? No morir...- Quería gritarle que sí y salir corriendo a casa para volver a estar con él, pero me estaba congelando y respirar era cada vez más trabajoso. Estaba muy cansado. -¿Tatsuya? ¡¿Tat-chan?!... Ah, mierda... No puedo seguir esperando... Si no lo hago ahora va a morir... No puedo dejarlo morir… Lo necesito…- Sus manos recorrían mi rostro, tal vez buscando una señal de que seguía ahí. Estaba muriendo, ¿cierto? Iba a morir y ni siquiera al final había podido ver a la persona que amaba. –¿Me escuchas?- Tomó mi mano. La apreté con todas mis fuerzas. Un sutil movimiento que alcanzó a notar -Esto va a doler... mucho... será sólo unos minutos y luego todo el dolor desaparecerá para siempre...- Quise decirle que sí, que no importaba nada mientras pudiera volver a estar con Okura, pero no podía. Y luego lo sentí. Sus labios contra mi cuello. Su aliento golpeando suavemente mi piel. Un beso casto. Como si se disculpara por todo. Pero no era un beso. Y luego una punzada de dolor cuando sus colmillos atravesaron mi piel. Dolía. Sentía cómo succionaba mi sangre. Unos segundos. Sólo eso duró el dolor. De inmediato el calor se apoderó de mi cuerpo. Me quemaba. Una oleada de placer tan inmensa que sentía que moriría antes de alcanzar el orgasmo. Me aferré a su cuerpo. No quería que parara. Jamás había sentido nada como esto. No podría describirlo, pasaba tan rápido y era tan intenso que mi cerebro no alcanzaba a registrar nada que no fuera el placer que experimentaba en ese momento. Y entonces terminó. Todo se apagó.

-Bebe... mi pequeño... ten...- Sentí algo sobre mis labios. Algo líquido que resbaló por mi garganta. Tibio. Dulce. Luego vino el hambre. Insaciable. Atroz. Aquel líquido era delicioso. Más. Quería más. El hambre desaparecía a medida que bebía. Más. -Sí, así, pequeño... Bebe...- Alguien me hablaba, pero no me importaba. Debía tener más de aquello. La voz gemía contra mi oído. Mi propio cuerpo despertaba al placer a medida que me llenaba de ese líquido. Quería más de aquello. ¿Podría ser suficiente alguna vez? No lo creía. Jamás tendría suficiente de aquello. -Basta, Tat-chan... Es suficiente...- Su respiración entrecortada por jadeos. Su mano apartándome con fuerza pero con delicadeza. El vacío. Lo quería de vuelta. Quería más. Algo me detuvo. ¿Un latido? ¡Dios! Una punzada de dolor en mi corazón. Como si lo oprimieran hasta exprimirlo y luego lo soltaran para que se hinchara de sangre otra vez. -¡Tat-chan! ¡Aquí estoy! Tranquilo...- ¡Diablos! ¿Había un dolor más horrible que este? Sentía que cada gota de sangre fluyendo desde mi corazón me quemaba las venas y aquello se extendía de pies a cabeza. Era insoportable. Quería morir. Eso seguro alejaría el dolor. Pero algo me sujetaba. Sólo podía retorcerme y gritar entre esos brazos que me sujetaban. -Tranquilo... Ya casi termina... Vas a estar bien...- El dolor aumentó. No cabía en mi cuerpo. Subió directo a mi cabeza y explotó. Clavé mis colmillos contra su hombro. Un grito de sorpresa escapó de sus labios. Ahí estaba de nuevo esa embriagante sensación. Ese adictivo sabor. ¿Su sangre? El dolor se atenuaba gracias al placer que me producía su sabor. Se apartó. Chocó contra el muro contrario llevándose la mano al hombro. Sonreía. El dolor volvió. Ya no era tan intenso. Poco a poco fue desapareciendo. Mis latidos se volvieron cada vez más lentos. Se detuvieron. Para siempre.




Mi vida había sido una mentira. Nada más que un guión escrito por mi familia, en el cual todos teníamos que interpretar un papel perfecto e ideal ante la sociedad. Una estúpida y vil mentira. En la cual todos usaban máscaras bajo las cuáles ocultaban sus verdaderas intenciones. Máscaras llenas de encantadoras sonrisas con las que se acercaban a mi hermana y a mí intentando deslumbrarnos con oro falso en busca de devorar la riqueza y el poder que representaba nuestra familia. Estaba harto de esa mentira. Escapé. Mi música se volvió mi refugio. Cerré mi mente y escondí mi corazón para que nadie pudiera mancharlos con su asquerosa hipocresía. Escapé. La frialdad se volvió mi mejor amiga y la soledad mi leal compañera. Seguir con mi actuación, eso era lo único que les importaba de mí y mientras no se metieran con mi refugio, no me importaba seguir jugando a la familia feliz. El escenario se llenó de marionetas vacías que sonreían y bailaban a medida que tiraban de sus hilos. Escapé. Estaba harto de estar solo y de que trataran de ganar mi simpatía con manzanas envenenadas en busca de poseerme cuando cayera dormido. Así que simplemente tomé mis cosas y las metí dentro de mi mochila y salí corriendo de ese circo. Escapé. Quería ser libre. Aprender a volar. Ser como una melodía. Y entonces llegó la armonía y mi vida volvió a ser vida y conocí el amor y supe lo que era ser feliz. Veintiún años de mi vida siendo una cáscara vacía habían valido la pena por tres años de vivir a su lado. Mi destino había sido vivir para encontrarlo. Ahora mi parte en la historia había llegado a su fin. Vivir había sido la canción más hermosa que hubiera escrito... porque me había amado.



-¿Akanishi?... Dónde está Tat...-
-Hice lo que pude para mantenerlo con vida... La ambulancia tardó demasiado en llegar...-
-¡¡¡NO!!! ¡¡¡¿QUÉ HICISTE?!!!-
-No me des las gracias... Será mejor que lo lleves a casa... Despertará hambriento. Sabes que será peligroso los primeros meses...-
-¡¡¡¿CÓMO PUDISTE?!!!-
-¿Acaso hubieras preferido verlo muerto?... No te entiendo… ¿no dices que lo amas? No sé cómo Ryo-chan puede seguir aferrándose a ti... En todos estos años a mi lado no he podido competir contra lo que sigue sintiendo por ti... ¡Lo suyo duró sólo unas décadas! ¡¿Cómo puede eso valer más que un siglo de mi amor?!-
-¡¡¡¿Y esta es tu manera de vengarte?!!!-
-¿Vengarme?... No seas infantil... Hace un par de décadas que aprendí a perdonar... No lo hice por ti... Lo hice por él... y si no eres capaz de entenderlo, supongo que Ryo-chan tiene razón cuando dice que no sabes amar...-
-¡Jamás te perdonaré por esto!-
-¿Crees que me importa? Deberías agradecer que no viste en qué condiciones lo dejó Ryo-chan después de todo lo que le hizo... Aunque me temó que las heridas siguen ahí a pesar de que no podamos verlas gracias a la magia del "abrazo".-
-¿De qué hablas?... ¡¿Qué le hizo Ryo?!-
-Si sigues apretándolo así, le vas a volver a romper los huesos... No creo que le haya gustado la sensación de tener un pulmón perforado por una costilla rota o la de tener la mano destrozada desde las falanges hasta la muñeca...-
-¿Eh?... ¿Ryo...?-
-Debo irme... Necesito recuperar fuerzas para poder volver a casa...-
-¡¡¡¿Y crees que te voy a dejar ir así sin más?!!!-
-Sí... No tienes opción... Tú también estás débil y no falta mucho para que amanezca... Y dudo que vayas a dejar a tu cachorro abandonado en este asqueroso callejón para que se vuelva cenizas... No lo harías... No después de todo lo que sufrió para llegar hasta aquí después de escapar y de lo mucho que se defendió repitiendo tu nombre...-
-¡¡¿A dónde crees que vas?!!-
-Ya te lo dije... Iré por un bocadillo antes de volver a casa... Deberías hacer lo mismo...-
-¡¡¡JIN!!!-

-Estúpido… Debiste hacerme caso… Sabes que me pongo un poco susceptible cuando tengo hambre… Ah-ah~… Supongo que tendré que llevarte conmigo a casa, Tatsuya… Okura podrá arreglárselas solo para ocultarse antes de que amanezca… y sino… Ryo va a estar un poco molesto conmigo… otra vez.- 

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