Parallel World
FicxCap
FuDa
~Hana no mau machi / Ueda~
To: Lexi
CAPITULO 11: La magia de dos palabras.
Akanishi continuaba sentado en el lobby leyendo una revista; se le hizo un poco raro ver a Ueda tomar el ascensor; al ver que llevaba puesto el abrigo y que traía la bufanda en la mano, entendió que saldría del hospital y preguntándose a donde podría ir a esas horas, vio como la luz iluminaba los numeritos en orden descendente.
Convencido de que no volvería en un buen rato, se dirigió hacia la última habitación del lado derecho del pasillo. Tocó la puerta como Ueda solía hacerlo y abrió despacio.
-¿Olvidaste alg…?- La sonrisa se le desdibujó del rostro en cuanto lo vio entrar.
-Si, al parecer olvidé deshacerme de un estorbo…- Nuevamente lo miraba con ese aire desdeñoso que tanto le molestaba. Esta vez, sin embargo, había algo diferente… estaba completamente indefenso y solo en medio de aquella habitación que acababa de ser cerrada con seguro. Fujiie se quedó paralizado un momento. Que Akanishi estuviera ahí sólo significaba que Ueda ya se había ido del hospital. El shock le duró sólo un par de segundos, pero para cuando quiso girarse para oprimir el botón de emergencias había sido ya muy tarde; Akanishi reaccionó más rápido y sujetó bruscamente su mano lanzándolo a la orilla de la cama con una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro. A diferencia de la vez anterior, Fujiie sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo… estaba asustado… Akanishi le resultaba aterrador en ese momento.
Ueda caminaba más deprisa de lo normal. A un par de calles del hospital encontró una cafetería abierta… era perfecto. No estaba lejos, tenían café, los pasteles se veían deliciosos y además vendían comida italiana… así no se tardaría tanto como había pensado pues podría comprar todo en el mismo lugar. La chica del mostrador lo recibió con una linda sonrisa; mientras esperaba a que estuviera su orden, se sentó a beber tranquilamente un café. Al mirar por la ventana notó que había comenzado a llover. Como por arte de magia, su rostro se iluminó con su sonrisa… se sentía completa e incomprensiblemente feliz.
-La próxima vez lo traeré aquí…- De pronto se percató de que aún cuando no estaba con él, Fujiie seguía con él.
-Disculpe?…- Preguntaba la chica pensando que le había dicho algo y no le había prestado atención.
-Ah! No, nada…- Era imposible no caer ante aquella expresión.
En menos de diez minutos ya estaba caminando de regreso. La gente pasaba corriendo a su lado, él sólo disfrutaba del clima y de su paseo, sosteniendo con cuidado la cajita blanca con letras rojas dentro de una bolsa de plastico donde llevaba el pastel.
Tal cual le había dicho la enfermera, no había nadie cuando volvió, las voces se escuchaban dentro del cuarto rotulado con letras blancas que decía “personal”, como si fuera un niño a punto de hacer una travesura, caminaba de puntitas, casi corriendo para no hacer ruido hacia el corredor. Se detuvo a medio camino… Algo en el piso había llamado su atención… cerca de una de las macetas estaba tirado un llavero en forma de tortuga y con unas estrellas moradas colgando junto a ella… el mismo que le habían regalado él y Kamenashi a Akanishi en su último cumpleaños.
Un frío escalofrío le recorrió la espalda dejándole un extraño hueco en el estómago… ahora su mal presentimiento tenía nombre e inclusive rostro… Akanishi Jin. Corrió hasta el cuarto de Fujiie. La puerta no abría. La desesperación lo empezaba a devorar por dentro. Dejó la caja en el piso debajo de la ventana al final del pasillo. Corrió hacia la estación de enfermeras, ahí debía estar la llave de esa puerta. Removió dentro de los cajones tan rápido como podía mover las manos pero no aparecía.
-Piensa Tatsuya… si fueras esa mujer, dónde pondrías las benditas llaves?- Apoyó ambas manos sobre el escritorio y cerró los ojos tratando de concentrarse.
De pronto reparó en una pequeña caja hecha de palitos de madera, como esas que hacen los niños en la escuela como regalo para sus madres. Levantó la tapa y en efecto, encontró un arillo con todas las llaves. Corrió de regreso pasando llaves hasta encontrar la que tenía la etiqueta con el número “708”. La puerta abrió de inmediato, pero lo que le reveló le heló la sangre haciendo que el llavero se le cayera de las manos un ruido como de cascabeles al tocar el piso.
-…Ue-da…- Susurraba trabajosamente entre lágrimas mirándolo suplicante que lo ayudara. La camisa de su pijama estaba a medio desabotonar, su labio inferior sangraba… Akanishi estaba sobré él sujetándolo por los hombros contra la cama, como si el pobre chico pudiera hacer siquiera el intento de zafársele. El sólo pensar en lo que Akanishi estaba a punto de hacerle detonó todo el odio que le era posible contener dentro del cuerpo; la mezcla de repulsión y decepción hacia el sujeto que tenía enfrente lo obligó a actuar.
-Creí haber sido… lo suficientemente claro… cuando te dije que no volvieras a poner un dedo encima a Fujiie!!!…- Su tono de voz en nada se parecía al dulce y melodioso sonido que estaban acostumbrados a escuchar; ni siquiera Akanishi lo había visto así antes, por lo que también lo miraba con asombro.
-Esto es lo que pasa cuando alguien no satisface mis deseos… entiendes… Tat-chan?… Si no te hubieras negado a ser mío… No… Si tú no quieres acostarte conmigo nunca más… entonces me aseguraré de que él tampoco quiera acostarse ni contigo ni con nadie…- Cínicamente mostraba una mueca perversa mientras enterraba sus uñas en la blanca piel del chico al quitársele de encima, quien no podía evitar dejar escapar un grito ahogado de dolor al tiempo que encogía las piernas tratando de alejarse de él.
-Me das asco Jin… no! Me das lastima!- Apretó los puños y se le dejó ir sujetándolo por el cuello cayendo junto con él de la cama. Ueda le dio un par de puñetazos a Jin cegado por su ira, sin notar que se habían traído junto con ellos sin querer a Fujiie también, pues Akanishi se había sujeto de lo primero que alcanzó en su intento por no caer. Al percatarse, Ueda se arrastró preocupado hasta llegar a su lado tras dejar al otro oprimiéndose la nariz después de un golpe. Su pecho estaba lleno de chupetones y marcas rojas que probablemente se volverían moretones. El pobre temblaba a la vez que finas lágrimas seguían rodando por sus mejillas. Detrás de ellos Akanishi continuaba quejándose por la sofocada al caer contra el piso y el dolor provocado por el último golpe, intentando sin éxito levantarse. Ueda se levantó tras cubrir a Fujiie con la manta que colgaba de la cama y oprimió el botón blanco sobre la cabecera de la cama justo antes de que Akanishi lo sujetara por la espalda y lo arrastrara hacia la sala.
-Ya te lo dije! Eres mío! No dejaré que un mocoso inútil como ése se quedé contigo!- Señalaba a Fujiie completamente molesto mientras zarandeaba a Ueda como si fuera un muñeco de trapo entre sus manos. Comenzaba a marearse, trataba de zafarse pero no podía… Akanishi le hacía daño y estando sobre él le inmovilizaba las piernas. Sin estar muy seguro de si lograría lo que se proponía, lanzó un fuerte puñetazo a donde creía que estaba su rostro y aunque el golpe no dio de lleno como esperaba, logró sorprenderlo lo suficiente como para darle tiempo de liberar la otra mano. Agua fría y pequeños pétalos blancos caían de pronto sobre su rostro. Akanishi cayó a un lado inconsciente dejándolo ver a Fujiie de pie, pálido al haberle rotó el florero en la nuca a Akanishi. Por fin un doctor y la enfermera entraban corriendo a la habitación arrastrando el carrito con los aparatos y materiales de emergencia médica, ambos contemplaban la escena sin dar crédito a lo que veía.
-Yo… no… es que él… tú…- Sus ojos iban asustados de los de Ueda a Akanishi, quien seguía en el suelo inmóvil. El doctor miró a la enfermera y ésta salió corriendo llamando al guardia de seguridad.
Ueda se levantó tan pronto como pudo y rodeó a fujiie con sus brazos, ocultándole el rostro entre su pecho y su abrigo para que no observara más aquello.
-No pasa nada, de acuerdo?… Gracias… por salvarme…- Apoyó el rostro en su hombro una vez que revisó discretamente su mano lastimada y se aseguró de que no le había hecho más daño. El pequeño se aferró con fuerza a su ropa negando suavemente un par de veces.
El doctor revisó a Akanishi y en cuanto entró el hombre vestido de azul con pantalón oscuro, le pidió que lo sacara de ahí.
-No es grave, en un par de horas estará bien…- Decía el médico al ver que Ueda seguía al policía con la mirada mientras cargaba el cuerpo fuera de la habitación.
-Necesitaré su testimonio más tarde chicos…- Agregó el hombre diciendo más bien un “será mejor que no se vayan” pues el agredido estaba desmayado y no tenían idea de lo que había sucedido.
-Ok… sólo llévenselo de aquí por favor…-El doctor salió junto con el policía. Ueda seguía furioso y quería darle una paliza mil veces peor que la que le había dado a Fujiie; pero ahora lo más importante estaba justo ahí, sollozando entre sus brazos y en ese instante sólo quería hacerlo sentir seguro, así que lo llevó de regreso a la cama, cerró la puerta, levantó el pantalón de franela del piso y volvió a vestirlo. Fujiie no podía mirarlo a los ojos. Sólo era capaz de mirar sus largos y delgados dedos mientras le abotonaba nuevamente la camisa.
-Lo siento… Soy tan inútil… yo…- Ueda cerró sus labios con un beso. No quería que comenzara a torturarse y menos después de todo lo que ya había pasado.
-Discúlpame tú a mí… por no haber estado aquí para evitar esto… Te dije que no permitiría que te volviera a pasar algo y…- Fujiie le regresó el beso.
-Gracias… Por haber evitado que me pasara algo…- Aún cuando sus lágrimas continuaban cayendo, una dulce sonrisa se le dibujó en la cara; gesto que trajo consigo una mueca de dolor.
-Te pegó?- Ueda miraba preocupado su labio mientras limpiaba con cuidado la sangre con el pañuelo que había sacado de su bolsillo derecho. Fujiie asintió sólo una vez con la cabeza, resultaba obvio que no estaba muy seguro de hacerlo.
-Le dije que no eras algo que pudiera ser poseído… Que por su egoísta forma de amar terminaría solo…- Lo miró fugazmente. Se sonrojó al ver que Ueda lo miraba sorprendido. Aún sabiendo que le haría daño había decidido defenderlo.
-Gracias Fujiie… es la primera vez que la persona que amo me ve como un ser humano y no como algo que presumir y poseer…- El pequeño lo miraba enternecido mientras le sonreía terminando de limpiarle el labio.
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