Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD
PARTE 1: La Princesa que no quería ser rescatada.
-Hola!...- Como de un metro setenta, piel blanca, cabello lacio y negro
recogido a un estilo muy rock star. Un chico bastante "bonito" para
ser precisamente un chico. Se detuvo y se sacó los audífonos de un lado. -Soy
Nishikido Ryo del departamento de Artes Interpretativas...- Rostro inexpresivo,
ropa cara y un poco gótica. Sus grandes ojos oscuros me miraron con tanta
frialdad que por un momento quise darme la vuelta y volver a donde estaban mis
amigos esperando por mí. Una ligera mueca casi imperceptible se dibujó en sus
labios rojos por un segundo. ¿Una sonrisa? ¿Estaba molesto? -Sabes?... Siempre
he pensado qu...- Y así, sin más, me dejó ahí a medio pasillo hablando solo.
Llegar, presentarme, mantener su atención en mí por lo menos tres minutos
de conversación trivial, conseguir su número y lograr que se despida de mí con
una sonrisa. Sería pan comido. Al menos eso pensé cuando acepté la estúpida
apuesta de Jin.
-Bueno... Creo que lo de “Princesa de Hielo” no es sólo un apodo debido a
su apariencia, ¿eh?...- Llegó apoyando su brazo en mi hombro como hacía siempre
que quería molestarme por nuestra diferencia de estaturas.
-Cállate, Bakanishi...- Me lo quité de encima bruscamente. No estaba de
humor para las estupideces de mi amigo. ¿Quién demonios se creía el niño bonito
ese para someterme a tal humillación pública? Simplemente no podía creerlo.
Estaba realmente molesto. Todos los que estaban ahí en ese momento me conocían
y se estaban riendo por lo que acababan de ver.
-¿Debo tomar esto como que perdiste la apuesta, Ryo?- Esa risa burlona de
verdad me tocó las narices.
-¡Quisieras!... Esto solo fue un recorrido de reconocimiento del terreno...
Nadie se puede resistir a mis encantos, ya te lo dije. Y cuando digo nadie, es
NADIE.- Miré a lo lejos al chico que se había largado sin que me lo esperara
siquiera.
-¡¿A dónde vas?!- Gritaba mi amigo al ver que me iba en sentido contrario a
donde se había ido él.
-A donde tu idiotez no me moleste por al menos diez minutos...-
-¡Pero si también te puedo acompañar al baño!- A veces era en serio
insoportable estar con este sujeto pero le quería, siempre había sido mi mejor
amigo.
Después de ese desastroso primer encuentro, un gen que no sabía que tenía
en mi cadena de ADN se activó. Ya no me iba a conformar con sólo obtener su
número y una sonrisa. No señor. Nadie volvía a Ryo Nishikido el hazmerreír de
la escuela y se iba partiendo plaza como si fuera de la realeza.
Al día siguiente me arreglé como si fuera a ir a la cita del milenio y me
fui a la Universidad. Sin duda era mi día de suerte. Apenas si llegué, lo vi a
lo lejos sentado en una jardinera cerca de la escalinata de entrada de la
biblioteca. Me acomodé el estuche de la guitarra, el cuello de la chaqueta, despeiné un poco mi cabello y avancé hacia él
con paso seguro y mi mejor sonrisa. Supongo que sintió que lo miraba fijamente
porque levantó la vista de su libro. Me había salido con la mía. Parpadeó tres
veces al reparar en mí, como si le costara creer lo que veían sus ojos. Tres
metros... Nuestras miradas seguían conectadas. Dos metros... Poco a poco su
gélida máscara volvió a cubrir su rostro de porcelana. Un metro... Lo pasé de
largo y subí hasta la puerta doble de madera que permanecía abierta para que
todos “entraran en busca de conocimiento” en aquel recinto. Ahora era yo quien
sentía sus ojos sobre mí. Sonreí triunfalmente, tal vez, y solo tal vez, no
tendría que pagar esa estúpida apuesta después de todo.
Un nuevo día. Un nuevo plan. El mismo objetivo: descolocarlo y hacer que
bajara la guardia para poder traspasar ese muro que siempre estaba a su
alrededor.
Apenas crucé el jardín principal, divisé a mi objetivo a unos diez metros
de donde yo estaba. Para mi suerte, había un grupo de chicos a los que conocía
de mi clase de Guitarra a unos dos metros de donde él estaba parado. Así que me
dispuse a atacar. Lo miré fijamente con la misma sonrisa encantadora que el día
anterior y avancé a paso veloz hacia la jardinera. Amplié mi sonrisa y levanté
la mano, uno de aquellos chicos, me había visto y me había saludado, así que le
devolví el saludo pero lo hice mirando
fijamente a mi delicada presa que había fruncido el ceño levemente en un
evidente gesto de confusión. Al menos sí era humano y mostraba emociones. Mi
sonrisa salió naturalmente. Me sentía feliz de haber aprendido algo nuevo
acerca de él. Esa expresión de incomprensión lo hacía lucir incluso un poco tierno.
Siguió con la mirada cada uno de mis movimientos… Y de nueva cuenta, yo lo pasé
de largo hasta donde estaban mis compañeros, a los cuales salude con más ánimo
de lo habitual y con los que me fui rumbo a nuestro salón para nuestra clase de
composición. Podía sentir sus ojos clavados en mi nuca, seguramente estaba
formulando nuevamente maldiciones en mi contra. Eché a reír ante la sola idea
de la situación. ¿Cómo se vería su angelical rostro desfigurado por algo como
el enojo? Era un misterio que de momento no podía darme el lujo de resolver.
Pasaron dos días hasta que me decidí a hacer un nuevo movimiento. Esa tarde
iba de salida de mis clases de canto y no tenía turno en mi trabajo de medio
tiempo, así que quería aprovechar la oportunidad para observar más de cerca a
mi enemigo. La Facultad de Piano estaba en el edificio frente al nuestro,
bastaba con escabullirse por ahí como si fuera algo que hacías todo el tiempo
para que nadie te notara. La mayoría de los estudiantes de esa ala eran como
gatos callejeros… todos individualistas y arrogantes, siempre a la defensiva y
sin preocuparse por nada ni nadie que no fueran ellos mismo. Todos inflados de
orgullo. No me resultó muy difícil encontrar a la Princesita. Afuera de una de
las aulas del segundo piso había una gran cantidad de chicas amontonadas para
mirar a través del angosto cristal de la puerta al alumno que tocaba una
hermosa melodía en el piano. Llegué hasta ahí movido más por la curiosidad de
saber quién tocaba con tanta proeza que por el hecho de que fuera extraño ver a
todas esas acosadoras en el pasillo susurrándose regaños entre ellas por elevar
su voz o halagos hacia el pianista. Sinceramente me sorprendió un poco ver que
era justo él quien tocaba dentro sin inmutarse siquiera de lo que pasaba
afuera. Pero fue bastante interesante lo que aprendí estando detrás de sus
“fans”… Ueda Tatsuya era un prodigio. El hermoso y elegante gato de raza pura
cuyo talento brillaba intensamente entre todos los demás gatitos de la prole.
Un niño de dinero que se había revelado contra su familia para poder perseguir
su sueño de ser músico. Un alma torturada por un misterioso y trágico pasado
del que al parecer todas sabían pero ninguna se atrevía a mencionar. La lejana
estrella a la que todos querían alcanzar pero que nadie se atrevía a tocar. Y
no, no era porque fuese solamente el chico más popular de esa Facultad y que nadie
mereciera estar cerca de él, sino por el horrible carácter bipolar y hasta
agresivo que la Princesita poseía. Al parecer, era del tipo de gato salvaje con
problemas de actitud que atacaba sin misericordia con sus afiladas garras a
todo aquel que osara profanar su sagrado espacio intrapersonal. Fue hasta ese
momento que comprendí, que todos aquellos cuchicheos no se debían a burlas
porque me haya dejado hablando solo aquel día en el pasillo, sino porque nadie
daba crédito a que me haya dejado ir sin decirme nada desagradable o al menos
golpearme por haberme detenido frente a él mientras caminaba e incluso hablarle
de la nada sin conocerle. ¿Era en serio? ¿Quién demonios era este chico? ¿Acaso
sentía que era demasiado especial como para que cualquier otro ser humano lo
mereciera? Ya había escuchado suficiente. Me fui a mi casa a tomar una ducha
fría. En serio lo necesitaba, porque de lo contrario, habría entrado en aquel
salón y lo hubiera golpeado hasta sentirme mejor. Y sé que me habría
arrepentido a los cinco minutos… en serio quería volver a escucharlo tocando el
piano. No podía sacarme aquella nostálgica y hermosa melodía de la cabeza.
-¡¿Se puede saber qué carajos estabas haciendo ayer afuera de mi salón de prácticas?!- Sí, lo admito, me había tomado completamente por sorpresa. Ni siquiera lo vi venir. Jamás pensé que fuera a buscarme y mucho menos para agredirme o preguntarme algo así. Era una ridiculez. Y sin embargo, estaba sucediendo. Me había empujado contra la pared lateral del Auditorio.
-Ni siquiera sabía que tú estabas ahí… No te creas tan importante,
Princesa…- Me zafé de su agarre y me fui hacía donde era mi destino por
principio de cuentas. Podía sentir sus ojos clavándose en mi nuca como si
fueran agujas de hielo.
-¡¿Ese era el niño bonito?!- Jin tampoco daba crédito a lo que acababan de
ver sus ojos.
-Tal vez…- Asentí sin darle mayor importancia al asunto. Aún después de
treinta segundos podía sentir todavía su penetrante mirada sobre mí y la
sensación no desapareció sino hasta que doblamos a la derecha y entramos al
Auditorio Principal. Gracias a él, había estado de mal humor por el resto del
día.
A partir de ese día decidí no volver a buscarlo. Prefería mil veces pagar
la estúpida apuesta que tener que lidiar con ese loco. Sí, estaba siendo un
crío, pero estaba realmente enojado. Por desgracia, y como a menudo sucede en
mi vida, nada me sale como lo planeo. Justo cuando bajé del tren lo vi parado a
mi lado en el andén a tan sólo dos pasos por delante de mí. Por suerte no me
había visto, pero si echaba a andar sería imposible que no lo hiciera y de
seguro terminaríamos discutiendo de nuevo, la verdad no estaba de humor para
aguantarlo desde primera hora de la mañana, ni siquiera había tomado todavía mi
desayuno, no quería matar mi estómago con una úlcera; así que me quedé de pie
justo donde estaba y mirando al piso para que no reparara en mí en lo absoluto.
De reojo vi que guardaba su celular en el bolsillo y echaba a andar hacia la
salida. Caminé mucho más lento de lo normal para quedarme a una distancia
bastante prudente de él. El siguiente tren había llegado, era mi oportunidad de
camuflarme entre la multitud y salir de ahí, pero… no lo hice. Actuaba raro, y
no dejaba de recibir mensajes de texto que lo hacían tensarse de pies a cabeza.
Mi maldita curiosidad pudo más que mi lógica y continúe caminando un par de metros
por detrás de él. Una vez en la calle, caminamos por el sendero que llevaba a
la escuela, pero cerca del distrito comercial se detuvo, me oculté detrás del
anuncio de una tienda de ramen, lo vi doblar a la izquierda en un pasillo, salí
de mi escondite y lo seguí. ¿A dónde diablos había ido? Eso era un callejón, y
uno de la más baja calaña, por cierto; no podía haber simplemente volado ni
esfumarse en el aire. Escuché un ruido, así que me adentré. Contenedores de
basura, porquería y pestilencia, era lo único que había ahí, una puerta color
verde. De nuevo ese ruido como de cosas estrellándose contra algo de metal.
¿Acaso estaba ahí dentro? ¿En qué diablos andaba metido ese chico? Escuché
voces. Discutían. Me escondí por un costado del contenedor de basura más cercano
a la puerta de lo que, a juzgar por el olor, era un restaurante de mariscos.
-…te lo había advertido…- Tan sólo por la voz sonaba como a un sujeto
peligroso. -…jugar con fuego te ibas a quemar…- Una risa sádica y de nuevo ese
sonido. -…bes que odio que me digan que no…- Un golpe estridente contra la
pared. -…vaya! ¡¿Aún puedes ponerte de pie?!- La puerta se abrió de pronto y un
cuerpo cayó violentamente contra el piso. Un cuerpo que no hubiera reconocido
de no ser por el teléfono celular que yacía a su lado fuera del bolsillo de su
chamarra. Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Estaba vivo, verdad? Sí,
trabajosamente pero respiraba. –Espero que esto te dejé una lección valiosa, mi
pequeño Tatsuya…- Un golpe seco que sacudió el bulto tirado y un quejido
lastimero que se escapó de él. El chirrido de la puerta y el estruendo del
metal al cerrarse de golpe. Silencio. Sentía mi corazón latiendo sin control. ¿Debía
ayudarlo? ¿Estaba bien involucrarse con este chico? Debía haber perdido por
completo la cabeza.
-Oye… ¿puedes ponerte de pie?...- Pronuncié en voz baja estando de
cuclillas a su lado. Su rostro perfecto estaba irreconocible debido a los
golpes y la sangre que le apelmazaba algunos mechones de cabello. No se movía. La expresión de su rostro gritaba dolor.
–Vamos… debemos salir de aquí…- Como pude lo levanté. Había escuchado ruidos
adentro. Lo arrastré conmigo hasta mi anterior escondite. Lo estreché con
fuerza contra mi cuerpo para evitar que nos descubrieran.
-Ya no está, Jefe…- Una voz diferente a la de antes.
-Vaya… ese mocoso es más resistente de lo que parece…-
-¿Jefe?... Se ha dejado el móvil…-
-Guardémoselo… nuestro querido hermanito tendrá que volver por él… Lo
necesita más que cualquier otra cosa.- De nuevo cerraban la puerta. Lo acomodé como pude en mi espalda y
salí de ahí tan rápido como mis pies me lo permitieron.
Seguí caminando, pero… ¿a dónde demonios íbamos?
Tenía que formular un plan.
Así fue como terminamos en el parque cercano a la Universidad. Lo recosté
en una banca que estaba afuera de los aseos y fui hacia allá por agua. Limpié un poco sus
heridas. Se veía realmente mal. ¿Qué había pasado para que lo golpearan de ese
modo? Tomó mi mano por la muñeca. Mi corazón dio un vuelco por la sorpresa. Entreabrió
los ojos. Parecía confundido. Volvió a cerrar los ojos en una mueca de malestar.
-¿Ueda?-
-Dé-déjame… en… paz…- Apartó mi mano de su cara con un brusco movimiento y
se incorporó. Su rostro se desfiguró por el dolor. Se llevó la mano al
estómago.
-¿Quieres que te lleve a alguna parte? No pensarás ir a la escuela así, ¿verdad?-
Sí, estaba genuina y sinceramente preocupado por él. Tenía mil preguntas
flotando en mi cabeza en ese momento, pero ninguna podía ser formulada porque
me dolía verlo en ese estado. Se veía tan frágil. No era nada cercano a la
imagen arrogante y fría que conocía de él.
-Sólo dé…jame en paz…- Se levantó con trabajos de la banca y echó a andar
sin rumbo aparente, dando pasos cortos e inseguros.
-No vas a llegar muy lejos en ese estado…- Sin estar muy seguro de lo que
hacía, caminé detrás de él. Se detuvo.
-¡¿Y eso a ti qué te importa?!- Me agarró por la solapa de la chaqueta.
Esos sujetos tenían razón: él era más resistente de lo que aparentaba. ¿Cómo
tenía fuerzas para amenazarme de ese modo después de la paliza que le habían
dado?
-No es que me importe…- Me zafé de su agarre. -…es sólo que te ves tan
patéticamente mal en este momento que no puedo dejarte solo… Lo siento, soy
débil contra los animalitos heridos… Culpa por ello a mi abuela…- Oprimí con mi
dedo su mejilla. Se encogió sobre sí mismo debido al dolor.
-¡Si serás…!- Intentó darme un puñetazo, no tuve que esforzarme mucho en
esquivarlo. Perdió el equilibrio y de no ser porque alcancé a sujetarlo con mi
brazo por un costado, hubiera ido a parar al suelo.
-Sí, sí… mañana puedo ser lo que tú quieras… pero por hoy vas a ser un buen
gatito y vas a quedarte quietecito hasta que te sientas mejor.- Le di un par de
palmaditas en la cabeza. Esperaba un golpe o al menos un insulto, pero no hubo
respuesta de su parte. -¿Ueda?- Sentí su cuerpo tan ligero. Nuevamente había
perdido la consciencia. -¿Qué voy a hacer contigo?- Al final decidí que no tenía otra opción más que llevarlo a mi casa. Me
quedé con él prácticamente todo el día. Su rostro parecía tan tranquilo ahora,
se veía más como un niño que dormía plácidamente una siesta que como un chico desmayado
por una paliza. No quería, pero tuve que dejarlo ahí porque tenía trabajo.
“Llámame cuando despiertes…” fue lo único que escribí en la nota junto con mi
número antes de pegarla en la tapa del tazón de sopa que le había preparado y
salir. Inevitablemente estuve toda la tarde pensando en él. ¿Cómo es que estaba
relacionado con esos sujetos? ¿Por qué lo habían golpeado de ese modo? ¿Por qué
había ido ahí por principios de cuentas? ¿Drogas? ¿Deudas? ¿Prostitución? ¿En
qué carajos andaba metido? Volví a casa tan pronto como pude, todo estaba a
oscuras y en silencio. ¿Seguía durmiendo? Apenas si había probado bocado. La
nota no estaba. Él tampoco. ¿En qué demonios pensaba yéndose en ese estado? Ya
me encargaría de enseñarle un poco de modales la próxima vez que me lo topara.
No lo vi en la escuela al día siguiente. Tampoco el día después de ese.
¿Estaría bien? ¿Habrían sido muy graves sus heridas? ¿Habrá ido al hospital?
¿Estaría comiendo apropiadamente?
-¡Hey! ¡Espabila! Tenemos que ir a clase, tenemos examen, ¿recuerdas?-
Aquel codazo en las costillas me regresó a la realidad. Jin tenía razón, tenía
cosas mejores de las que ocuparme que estarme devanando los sesos en preguntas cuyas
respuestas tal vez nunca iba a escuchar. Después de todo, Ueda y yo ni siquiera
éramos amigos. No tenía por qué estarme preocupando por él como si fuera mi
novia o algo así.
Esa mañana había amanecido bastante nublado, probablemente llovería. Odiaba
ese clima. Pero tenía que ir a clases, así que me hice al ánimo y salí de casa.
Al salir de la estación del tren lo vi. Parecía estar buscando algo.
-¡Yoooh!- Llegué y le di una palmadita en la espalda. Brincó asustado. Me
miró como el primer día. Me dio risa. Ese chico no tenía remedio. -¿Qué haces?
¿Perdiste el cascabel de tu correa?- Me acuclillé a su lado. Me lanzó una
mirada que asustaría a cualquiera.
-¿No te cansas de ser tan idiota?- Aquello me arrancó una carcajada. Ahora
entendía perfectamente lo que debía sentir mi amigo cada que yo le decía lo
mismo.
-Bueno… supongo que después de tantos años de tener al mismo idiota como
mejor amigo, algo debía pegárseme de él… a veces creo que la estupidez es
contagiosa, ¿sabes?- Le sonreí. Sus ojos chocolate se clavaron en los míos. Por
un segundo, sólo por un segundo, juro que lo vi sonreír. -¿Qué buscas? Si te
ayudo probablemente lo encuentres más rápido…-
-Mi celular…- Mi sonrisa desapareció. -¿Sabes dónde está?- Se puso de pie.
Por inercia lo imité. Asentí. -¿Tú lo tienes?- Su tono era rudo, pero su mirada
era más bien de alivio. Negué dando un paso hacia atrás. –Pero sabes dónde
está, ¿verdad?- No quería mentir pero tampoco quería decirle la verdad. Tenía
un mal presentimiento. Desvíe la mirada hacia el pavimento. –El callejón…- Un
suspiro apesadumbrado. Levanté la vista sorprendido. -…nos vemos.- Se dio la
vuelta y echó a andar hacia allá.
-¡Espera! No irás a volver a ese sitio, ¿verdad? Sabes que te van a volver
a dejar como comida para perros si te apareces en ese lugar…- Lo sujeté del
saco.
-Sí… lo sé…- Su mirada perdió completamente su brillo. Parecía una muñeca
de porcelana: hermosa, pero fría y sin vida.
-¿Y aun así vas a ir? ¡No seas idiota! ¡Es sólo un estúpido celular!…- Sus
ojos se abrieron de par en par.
-¿Un estúpido celular?... ¡Tú no sabes nada!- Se zafó de mí mano de un
jalón y dio un paso hacia atrás. Sus ojos estaban llenos de odio pero no
parecía ser yo quien se lo generara, era más como si hubiera recordado algo muy
desagradable.
-¡Tienes razón, yo no sé nada! ¡Pero sé que esos sujetos son peligrosos!…¡
No deberías volver a involucrarte con ellos!…- Me mantuve firme, mirándolo como
si fuera un niño desobediente al que estuviera regañando por su propio bien.
-¡No tengo otra opción!- Sonaba más angustiado que furioso. Sus manos temblaban a sus
costados. Sus ojos se empezaron a poner vidriosos. Su respiración agitada.
Sabía de sobra lo que eso significaba: miedo y desesperación.
-¿Qué es…? ¿Dinero? ¿Drogas? ¿Prostitución?... Dime y te juro que encontraremos
una solución… Ueda, déjame ayudarte, no estás solo… Yo te pr…- Me derribó de un
puñetazo.
-¡¿En serio que eres idiota?! ¡No me compares con la gente que conoces como
para rebajarme a su mismo nivel!... Si todo fuera tan sencillo como eso, nada
de esto habría pasado…- Ahora sí estaba seguro de que esa mirada resentida era
contra mí. No me importaba, al menos había desistido de ir a aquel asqueroso
callejón, se había ido en dirección a la escuela. Lo seguí en silencio sin
acercarme demasiado hasta que lo perdí de vista cuando subió las escaleras
hacia su salón de clases.
-¿Y bien?...- Conocía el significado de esa sonrisa.
-¿De qué hablas?..- Me hice el occiso.
-La apuesta… el Festival Escolar se acerca…- Se sentó a mi lado y me dio el
volante del evento que tendría lugar en la escuela al final del período.
-Estoy en ello…- Guardé mis cosas dentro de mi mochila.
-¿No te vas a dar por vencido? Es imposible que lo logres después de lo que
pasó…- Algo en el modo en que dijo aquello me dejó en claro que él sabía algo
que yo desconocía.
-¿Imposible? No conozco el significado de esa palabra…- Me puse de pie.
-Parece que la Princesa no va a regresar a la escuela…- Aquello fue más de
lo que podía manejar.
-¿Q-qué dijiste?- Me volví a sentar porque sentía que mis piernas se habían
vuelto de gelatina. Sabía traducir esa mirada en los ojos de mi amigo: estaba
hablando en serio.
-¿No has escuchado los rumores?- Negué aún muy aturdido por sus palabras.
–Dicen que lo atacaron cerca de la escuela, al parecer sigue en el hospital,
tal vez nunca pueda volver a tocar el piano…- Mis ojos se desorbitaron debido
al shock. -…dicen que fue una gran herida… su mano derecha requirió cirugía de urgencia…- Sentí que el alma se me salía del cuerpo. ¿Qué
demonios estaba pasando? ¿Qué eran esos malditos rumores? Ueda no tenía ninguna
herida de ese tipo. Todo eso era una increíble estupidez.
-Eso no puede ser, Jin…- Me reí como si acabara de escuchar la mayor
idiotez de todos los tiempos. Pero sabía perfectamente que era solo debido a mi
histeria momentánea. –Tonterías, Ueda está bien…-
-¿Y tú cómo sabes? No seas ridículo, no eres su niñera, ni siquiera son
amigos…- Ambos nos miramos muy serios. -Su profesor de piano me lo confirmó
esta mañana… Probablemente se dé de baja de la escuela antes del Festival…-
-¡Eso no puede ser verdad! ¡Yo estaba ahí, su mano estaba bien!- Mi amigo
me mirada como si me hubiera vuelto loco. -¡Hace cinco días, cuando lo
golpearon en el callejón, yo lo llevé a mi casa, él estaba mal pero ninguna de
sus heridas era de gravedad!…- Me levanté se súbito. Todo eso era mentira.
Golpearía a quien sea que hubiera esparcido esos tontos rumores.
-Ryo…- Ese tono. Jin sólo hablaba de ese modo cuando era portavoz de malas
noticias y quería calmar a quien las iba a recibir. –…atacaron a Ueda anoche…-
Mi corazón se detuvo. ¿Acaso ese idiota…? El celular… ¿No habría regresado ahí
por su estúpido móvil o sí? -¡RYO!- No podía quedarme ahí, necesitaba verlo. No
me costó trabajo mentir para que su profesor me dijera en qué hospital estaba,
así que sin importarme el resto de mis clases o mi trabajo, corrí hasta el
lugar que marcaba el papelito que aferraba con fuerza entre mis dedos.
Mi mano temblaba mientras sujetaba el picaporte. Todo mi cuerpo temblaba en
realidad. Una mentira… Sí, todo tenía que ser una maldita mentira. De seguro
cuando abriera la puerta, él me miraría con esa cara de palo que suele poner
cuando me ve y se fastidia y me gritaría por entrar sin tocar, luego yo le gritaría por ser
tan idiota y después de un incómodo silencio echaría a reír y tal vez, sólo tal
vez, él reiría también. Respiré hondo. Tenía que quitarme de la duda o moriría
de la desesperación. Me palmeé las mejillas para alejar todos los pensamientos
absurdos de mi cabeza. Tenía que mostrar una sonrisa convincente. Extendí la mano hacia adelante y abrí la puerta al
tiempo que curvaba mis labios. Todo estaría bien. Él estaría bien. Todo esto no era sino
un malentendido. Una exageración.
2 comentarios:
Ueda como niño amargado y explosivo o.o la verdad no lo había visto en ningún otro fic, pero es interesante! n_n
Tsss ojalá sea cierto lo de la mano! Le dará un giro interesante a la historia...
Me adelantaré.
Jajajajajajjajaja por que? XD
Con lo emo que era Ueda en sus años predebut despues de romper con su epica novia, era realmente bipolar y loquillo XD me encanta explotar todos los aspectos de su personalidad dependiendo de la historia que escriba y de su coprotagonista en turno XD
Jajajajaj lo de la mano quedara como un misterio en este fic XD
*esta escribiendo un SP*
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