Plan B (RyoDa) Cap 1




Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD 




PARTE 1: La Princesa que no quería ser rescatada.


-Hola!...- Como de un metro setenta, piel blanca, cabello lacio y negro recogido a un estilo muy rock star. Un chico bastante "bonito" para ser precisamente un chico. Se detuvo y se sacó los audífonos de un lado. -Soy Nishikido Ryo del departamento de Artes Interpretativas...- Rostro inexpresivo, ropa cara y un poco gótica. Sus grandes ojos oscuros me miraron con tanta frialdad que por un momento quise darme la vuelta y volver a donde estaban mis amigos esperando por mí. Una ligera mueca casi imperceptible se dibujó en sus labios rojos por un segundo. ¿Una sonrisa? ¿Estaba molesto? -Sabes?... Siempre he pensado qu...- Y así, sin más, me dejó ahí a medio pasillo hablando solo.
 
Llegar, presentarme, mantener su atención en mí por lo menos tres minutos de conversación trivial, conseguir su número y lograr que se despida de mí con una sonrisa. Sería pan comido. Al menos eso pensé cuando acepté la estúpida apuesta de Jin.

-Bueno... Creo que lo de “Princesa de Hielo” no es sólo un apodo debido a su apariencia, ¿eh?...- Llegó apoyando su brazo en mi hombro como hacía siempre que quería molestarme por nuestra diferencia de estaturas.
-Cállate, Bakanishi...- Me lo quité de encima bruscamente. No estaba de humor para las estupideces de mi amigo. ¿Quién demonios se creía el niño bonito ese para someterme a tal humillación pública? Simplemente no podía creerlo. Estaba realmente molesto. Todos los que estaban ahí en ese momento me conocían y se estaban riendo por lo que acababan de ver.
-¿Debo tomar esto como que perdiste la apuesta, Ryo?- Esa risa burlona de verdad me tocó las narices.
-¡Quisieras!... Esto solo fue un recorrido de reconocimiento del terreno... Nadie se puede resistir a mis encantos, ya te lo dije. Y cuando digo nadie, es NADIE.- Miré a lo lejos al chico que se había largado sin que me lo esperara siquiera.
-¡¿A dónde vas?!- Gritaba mi amigo al ver que me iba en sentido contrario a donde se había ido él.
-A donde tu idiotez no me moleste por al menos diez minutos...-
-¡Pero si también te puedo acompañar al baño!- A veces era en serio insoportable estar con este sujeto pero le quería, siempre había sido mi mejor amigo.



Después de ese desastroso primer encuentro, un gen que no sabía que tenía en mi cadena de ADN se activó. Ya no me iba a conformar con sólo obtener su número y una sonrisa. No señor. Nadie volvía a Ryo Nishikido el hazmerreír de la escuela y se iba partiendo plaza como si fuera de la realeza.

Al día siguiente me arreglé como si fuera a ir a la cita del milenio y me fui a la Universidad. Sin duda era mi día de suerte. Apenas si llegué, lo vi a lo lejos sentado en una jardinera cerca de la escalinata de entrada de la biblioteca. Me acomodé el estuche de la guitarra, el cuello de la chaqueta,  despeiné un poco mi cabello y avancé hacia él con paso seguro y mi mejor sonrisa. Supongo que sintió que lo miraba fijamente porque levantó la vista de su libro. Me había salido con la mía. Parpadeó tres veces al reparar en mí, como si le costara creer lo que veían sus ojos. Tres metros... Nuestras miradas seguían conectadas. Dos metros... Poco a poco su gélida máscara volvió a cubrir su rostro de porcelana. Un metro... Lo pasé de largo y subí hasta la puerta doble de madera que permanecía abierta para que todos “entraran en busca de conocimiento” en aquel recinto. Ahora era yo quien sentía sus ojos sobre mí. Sonreí triunfalmente, tal vez, y solo tal vez, no tendría que pagar esa estúpida apuesta después de todo.

Un nuevo día. Un nuevo plan. El mismo objetivo: descolocarlo y hacer que bajara la guardia para poder traspasar ese muro que siempre estaba a su alrededor.

Apenas crucé el jardín principal, divisé a mi objetivo a unos diez metros de donde yo estaba. Para mi suerte, había un grupo de chicos a los que conocía de mi clase de Guitarra a unos dos metros de donde él estaba parado. Así que me dispuse a atacar. Lo miré fijamente con la misma sonrisa encantadora que el día anterior y avancé a paso veloz hacia la jardinera. Amplié mi sonrisa y levanté la mano, uno de aquellos chicos, me había visto y me había saludado, así que le devolví el saludo pero lo hice  mirando fijamente a mi delicada presa que había fruncido el ceño levemente en un evidente gesto de confusión. Al menos sí era humano y mostraba emociones. Mi sonrisa salió naturalmente. Me sentía feliz de haber aprendido algo nuevo acerca de él. Esa expresión de incomprensión lo hacía lucir incluso un poco tierno. Siguió con la mirada cada uno de mis movimientos… Y de nueva cuenta, yo lo pasé de largo hasta donde estaban mis compañeros, a los cuales salude con más ánimo de lo habitual y con los que me fui rumbo a nuestro salón para nuestra clase de composición. Podía sentir sus ojos clavados en mi nuca, seguramente estaba formulando nuevamente maldiciones en mi contra. Eché a reír ante la sola idea de la situación. ¿Cómo se vería su angelical rostro desfigurado por algo como el enojo? Era un misterio que de momento no podía darme el lujo de resolver.

Pasaron dos días hasta que me decidí a hacer un nuevo movimiento. Esa tarde iba de salida de mis clases de canto y no tenía turno en mi trabajo de medio tiempo, así que quería aprovechar la oportunidad para observar más de cerca a mi enemigo. La Facultad de Piano estaba en el edificio frente al nuestro, bastaba con escabullirse por ahí como si fuera algo que hacías todo el tiempo para que nadie te notara. La mayoría de los estudiantes de esa ala eran como gatos callejeros… todos individualistas y arrogantes, siempre a la defensiva y sin preocuparse por nada ni nadie que no fueran ellos mismo. Todos inflados de orgullo. No me resultó muy difícil encontrar a la Princesita. Afuera de una de las aulas del segundo piso había una gran cantidad de chicas amontonadas para mirar a través del angosto cristal de la puerta al alumno que tocaba una hermosa melodía en el piano. Llegué hasta ahí movido más por la curiosidad de saber quién tocaba con tanta proeza que por el hecho de que fuera extraño ver a todas esas acosadoras en el pasillo susurrándose regaños entre ellas por elevar su voz o halagos hacia el pianista. Sinceramente me sorprendió un poco ver que era justo él quien tocaba dentro sin inmutarse siquiera de lo que pasaba afuera. Pero fue bastante interesante lo que aprendí estando detrás de sus “fans”… Ueda Tatsuya era un prodigio. El hermoso y elegante gato de raza pura cuyo talento brillaba intensamente entre todos los demás gatitos de la prole. Un niño de dinero que se había revelado contra su familia para poder perseguir su sueño de ser músico. Un alma torturada por un misterioso y trágico pasado del que al parecer todas sabían pero ninguna se atrevía a mencionar. La lejana estrella a la que todos querían alcanzar pero que nadie se atrevía a tocar. Y no, no era porque fuese solamente el chico más popular de esa Facultad y que nadie mereciera estar cerca de él, sino por el horrible carácter bipolar y hasta agresivo que la Princesita poseía. Al parecer, era del tipo de gato salvaje con problemas de actitud que atacaba sin misericordia con sus afiladas garras a todo aquel que osara profanar su sagrado espacio intrapersonal. Fue hasta ese momento que comprendí, que todos aquellos cuchicheos no se debían a burlas porque me haya dejado hablando solo aquel día en el pasillo, sino porque nadie daba crédito a que me haya dejado ir sin decirme nada desagradable o al menos golpearme por haberme detenido frente a él mientras caminaba e incluso hablarle de la nada sin conocerle. ¿Era en serio? ¿Quién demonios era este chico? ¿Acaso sentía que era demasiado especial como para que cualquier otro ser humano lo mereciera? Ya había escuchado suficiente. Me fui a mi casa a tomar una ducha fría. En serio lo necesitaba, porque de lo contrario, habría entrado en aquel salón y lo hubiera golpeado hasta sentirme mejor. Y sé que me habría arrepentido a los cinco minutos… en serio quería volver a escucharlo tocando el piano. No podía sacarme aquella nostálgica y hermosa melodía de la cabeza.


-¡¿Se puede saber qué carajos estabas haciendo ayer afuera de mi salón de prácticas?!- Sí, lo admito, me había tomado completamente por sorpresa.  Ni siquiera lo vi venir. Jamás pensé que fuera a buscarme y mucho menos para agredirme o preguntarme algo así. Era una ridiculez. Y sin embargo, estaba sucediendo. Me había empujado contra la pared lateral del Auditorio.
-Ni siquiera sabía que tú estabas ahí… No te creas tan importante, Princesa…- Me zafé de su agarre y me fui hacía donde era mi destino por principio de cuentas. Podía sentir sus ojos clavándose en mi nuca como si fueran agujas de hielo.
-¡¿Ese era el niño bonito?!- Jin tampoco daba crédito a lo que acababan de ver sus ojos.
-Tal vez…- Asentí sin darle mayor importancia al asunto. Aún después de treinta segundos podía sentir todavía su penetrante mirada sobre mí y la sensación no desapareció sino hasta que doblamos a la derecha y entramos al Auditorio Principal. Gracias a él, había estado de mal humor por el resto del día.

A partir de ese día decidí no volver a buscarlo. Prefería mil veces pagar la estúpida apuesta que tener que lidiar con ese loco. Sí, estaba siendo un crío, pero estaba realmente enojado. Por desgracia, y como a menudo sucede en mi vida, nada me sale como lo planeo. Justo cuando bajé del tren lo vi parado a mi lado en el andén a tan sólo dos pasos por delante de mí. Por suerte no me había visto, pero si echaba a andar sería imposible que no lo hiciera y de seguro terminaríamos discutiendo de nuevo, la verdad no estaba de humor para aguantarlo desde primera hora de la mañana, ni siquiera había tomado todavía mi desayuno, no quería matar mi estómago con una úlcera; así que me quedé de pie justo donde estaba y mirando al piso para que no reparara en mí en lo absoluto. De reojo vi que guardaba su celular en el bolsillo y echaba a andar hacia la salida. Caminé mucho más lento de lo normal para quedarme a una distancia bastante prudente de él. El siguiente tren había llegado, era mi oportunidad de camuflarme entre la multitud y salir de ahí, pero… no lo hice. Actuaba raro, y no dejaba de recibir mensajes de texto que lo hacían tensarse de pies a cabeza. Mi maldita curiosidad pudo más que mi lógica y continúe caminando un par de metros por detrás de él. Una vez en la calle, caminamos por el sendero que llevaba a la escuela, pero cerca del distrito comercial se detuvo, me oculté detrás del anuncio de una tienda de ramen, lo vi doblar a la izquierda en un pasillo, salí de mi escondite y lo seguí. ¿A dónde diablos había ido? Eso era un callejón, y uno de la más baja calaña, por cierto; no podía haber simplemente volado ni esfumarse en el aire. Escuché un ruido, así que me adentré. Contenedores de basura, porquería y pestilencia, era lo único que había ahí, una puerta color verde. De nuevo ese ruido como de cosas estrellándose contra algo de metal. ¿Acaso estaba ahí dentro? ¿En qué diablos andaba metido ese chico? Escuché voces. Discutían. Me escondí por un costado del contenedor de basura más cercano a la puerta de lo que, a juzgar por el olor, era un restaurante de mariscos.
-…te lo había advertido…- Tan sólo por la voz sonaba como a un sujeto peligroso. -…jugar con fuego te ibas a quemar…- Una risa sádica y de nuevo ese sonido. -…bes que odio que me digan que no…- Un golpe estridente contra la pared. -…vaya! ¡¿Aún puedes ponerte de pie?!- La puerta se abrió de pronto y un cuerpo cayó violentamente contra el piso. Un cuerpo que no hubiera reconocido de no ser por el teléfono celular que yacía a su lado fuera del bolsillo de su chamarra. Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Estaba vivo, verdad? Sí, trabajosamente pero respiraba. –Espero que esto te dejé una lección valiosa, mi pequeño Tatsuya…- Un golpe seco que sacudió el bulto tirado y un quejido lastimero que se escapó de él. El chirrido de la puerta y el estruendo del metal al cerrarse de golpe. Silencio. Sentía mi corazón latiendo sin control. ¿Debía ayudarlo? ¿Estaba bien involucrarse con este chico? Debía haber perdido por completo la cabeza.
-Oye… ¿puedes ponerte de pie?...- Pronuncié en voz baja estando de cuclillas a su lado. Su rostro perfecto estaba irreconocible debido a los golpes y la sangre que le apelmazaba algunos mechones de cabello. No se movía. La expresión de su rostro gritaba dolor. –Vamos… debemos salir de aquí…- Como pude lo levanté. Había escuchado ruidos adentro. Lo arrastré conmigo hasta mi anterior escondite. Lo estreché con fuerza contra mi cuerpo para evitar que nos descubrieran.
-Ya no está, Jefe…- Una voz diferente a la de antes.
-Vaya… ese mocoso es más resistente de lo que parece…-
-¿Jefe?... Se ha dejado el móvil…-
-Guardémoselo… nuestro querido hermanito tendrá que volver por él… Lo necesita más que cualquier otra cosa.- De nuevo cerraban la puerta. Lo acomodé como pude en mi espalda y salí de ahí tan rápido como mis pies me lo permitieron.

Seguí caminando, pero… ¿a dónde demonios íbamos?
Tenía que formular un plan.
Así fue como terminamos en el parque cercano a la Universidad. Lo recosté en una banca que estaba afuera de los aseos y fui hacia allá por agua. Limpié un poco sus heridas. Se veía realmente mal. ¿Qué había pasado para que lo golpearan de ese modo? Tomó mi mano por la muñeca. Mi corazón dio un vuelco por la sorpresa. Entreabrió los ojos. Parecía confundido. Volvió a cerrar los ojos en una mueca de malestar.
-¿Ueda?-
-Dé-déjame… en… paz…- Apartó mi mano de su cara con un brusco movimiento y se incorporó. Su rostro se desfiguró por el dolor. Se llevó la mano al estómago.
-¿Quieres que te lleve a alguna parte? No pensarás ir a la escuela así, ¿verdad?- Sí, estaba genuina y sinceramente preocupado por él. Tenía mil preguntas flotando en mi cabeza en ese momento, pero ninguna podía ser formulada porque me dolía verlo en ese estado. Se veía tan frágil. No era nada cercano a la imagen arrogante y fría que conocía de él.
-Sólo dé…jame en paz…- Se levantó con trabajos de la banca y echó a andar sin rumbo aparente, dando pasos cortos e inseguros.
-No vas a llegar muy lejos en ese estado…- Sin estar muy seguro de lo que hacía, caminé detrás de él. Se detuvo.
-¡¿Y eso a ti qué te importa?!- Me agarró por la solapa de la chaqueta. Esos sujetos tenían razón: él era más resistente de lo que aparentaba. ¿Cómo tenía fuerzas para amenazarme de ese modo después de la paliza que le habían dado?
-No es que me importe…- Me zafé de su agarre. -…es sólo que te ves tan patéticamente mal en este momento que no puedo dejarte solo… Lo siento, soy débil contra los animalitos heridos… Culpa por ello a mi abuela…- Oprimí con mi dedo su mejilla. Se encogió sobre sí mismo debido al dolor.
-¡Si serás…!- Intentó darme un puñetazo, no tuve que esforzarme mucho en esquivarlo. Perdió el equilibrio y de no ser porque alcancé a sujetarlo con mi brazo por un costado, hubiera ido a parar al suelo.
-Sí, sí… mañana puedo ser lo que tú quieras… pero por hoy vas a ser un buen gatito y vas a quedarte quietecito hasta que te sientas mejor.- Le di un par de palmaditas en la cabeza. Esperaba un golpe o al menos un insulto, pero no hubo respuesta de su parte. -¿Ueda?- Sentí su cuerpo tan ligero. Nuevamente había perdido la consciencia. -¿Qué voy a hacer contigo?- Al final decidí que no tenía otra opción más que llevarlo a mi casa. Me quedé con él prácticamente todo el día. Su rostro parecía tan tranquilo ahora, se veía más como un niño que dormía plácidamente una siesta que como un chico desmayado por una paliza. No quería, pero tuve que dejarlo ahí porque tenía trabajo. “Llámame cuando despiertes…” fue lo único que escribí en la nota junto con mi número antes de pegarla en la tapa del tazón de sopa que le había preparado y salir. Inevitablemente estuve toda la tarde pensando en él. ¿Cómo es que estaba relacionado con esos sujetos? ¿Por qué lo habían golpeado de ese modo? ¿Por qué había ido ahí por principios de cuentas? ¿Drogas? ¿Deudas? ¿Prostitución? ¿En qué carajos andaba metido? Volví a casa tan pronto como pude, todo estaba a oscuras y en silencio. ¿Seguía durmiendo? Apenas si había probado bocado. La nota no estaba. Él tampoco. ¿En qué demonios pensaba yéndose en ese estado? Ya me encargaría de enseñarle un poco de modales la próxima vez que me lo topara.

No lo vi en la escuela al día siguiente. Tampoco el día después de ese. ¿Estaría bien? ¿Habrían sido muy graves sus heridas? ¿Habrá ido al hospital? ¿Estaría comiendo apropiadamente?
-¡Hey! ¡Espabila! Tenemos que ir a clase, tenemos examen, ¿recuerdas?- Aquel codazo en las costillas me regresó a la realidad. Jin tenía razón, tenía cosas mejores de las que ocuparme que estarme devanando los sesos en preguntas cuyas respuestas tal vez nunca iba a escuchar. Después de todo, Ueda y yo ni siquiera éramos amigos. No tenía por qué estarme preocupando por él como si fuera mi novia o algo así.



Esa mañana había amanecido bastante nublado, probablemente llovería. Odiaba ese clima. Pero tenía que ir a clases, así que me hice al ánimo y salí de casa. Al salir de la estación del tren lo vi. Parecía estar buscando algo.
-¡Yoooh!- Llegué y le di una palmadita en la espalda. Brincó asustado. Me miró como el primer día. Me dio risa. Ese chico no tenía remedio. -¿Qué haces? ¿Perdiste el cascabel de tu correa?- Me acuclillé a su lado. Me lanzó una mirada que asustaría a cualquiera.
-¿No te cansas de ser tan idiota?- Aquello me arrancó una carcajada. Ahora entendía perfectamente lo que debía sentir mi amigo cada que yo le decía lo mismo.
-Bueno… supongo que después de tantos años de tener al mismo idiota como mejor amigo, algo debía pegárseme de él… a veces creo que la estupidez es contagiosa, ¿sabes?- Le sonreí. Sus ojos chocolate se clavaron en los míos. Por un segundo, sólo por un segundo, juro que lo vi sonreír. -¿Qué buscas? Si te ayudo probablemente lo encuentres más rápido…-
-Mi celular…- Mi sonrisa desapareció. -¿Sabes dónde está?- Se puso de pie. Por inercia lo imité. Asentí. -¿Tú lo tienes?- Su tono era rudo, pero su mirada era más bien de alivio. Negué dando un paso hacia atrás. –Pero sabes dónde está, ¿verdad?- No quería mentir pero tampoco quería decirle la verdad. Tenía un mal presentimiento. Desvíe la mirada hacia el pavimento. –El callejón…- Un suspiro apesadumbrado. Levanté la vista sorprendido. -…nos vemos.- Se dio la vuelta y echó a andar hacia allá.
-¡Espera! No irás a volver a ese sitio, ¿verdad? Sabes que te van a volver a dejar como comida para perros si te apareces en ese lugar…- Lo sujeté del saco.
-Sí… lo sé…- Su mirada perdió completamente su brillo. Parecía una muñeca de porcelana: hermosa, pero fría y sin vida.
-¿Y aun así vas a ir? ¡No seas idiota! ¡Es sólo un estúpido celular!…- Sus ojos se abrieron de par en par.
-¿Un estúpido celular?... ¡Tú no sabes nada!- Se zafó de mí mano de un jalón y dio un paso hacia atrás. Sus ojos estaban llenos de odio pero no parecía ser yo quien se lo generara, era más como si hubiera recordado algo muy desagradable.
-¡Tienes razón, yo no sé nada! ¡Pero sé que esos sujetos son peligrosos!…¡ No deberías volver a involucrarte con ellos!…- Me mantuve firme, mirándolo como si fuera un niño desobediente al que estuviera regañando por su propio bien.
-¡No tengo otra opción!- Sonaba más angustiado que furioso. Sus manos temblaban a sus costados. Sus ojos se empezaron a poner vidriosos. Su respiración agitada. Sabía de sobra lo que eso significaba: miedo y desesperación.
-¿Qué es…? ¿Dinero? ¿Drogas? ¿Prostitución?... Dime y te juro que encontraremos una solución… Ueda, déjame ayudarte, no estás solo… Yo te pr…- Me derribó de un puñetazo.
-¡¿En serio que eres idiota?! ¡No me compares con la gente que conoces como para rebajarme a su mismo nivel!... Si todo fuera tan sencillo como eso, nada de esto habría pasado…- Ahora sí estaba seguro de que esa mirada resentida era contra mí. No me importaba, al menos había desistido de ir a aquel asqueroso callejón, se había ido en dirección a la escuela. Lo seguí en silencio sin acercarme demasiado hasta que lo perdí de vista cuando subió las escaleras hacia su salón de clases.



-¿Y bien?...- Conocía el significado de esa sonrisa.
-¿De qué hablas?..- Me hice el occiso.
-La apuesta… el Festival Escolar se acerca…- Se sentó a mi lado y me dio el volante del evento que tendría lugar en la escuela al final del período.
-Estoy en ello…- Guardé mis cosas dentro de mi mochila.
-¿No te vas a dar por vencido? Es imposible que lo logres después de lo que pasó…- Algo en el modo en que dijo aquello me dejó en claro que él sabía algo que yo desconocía.
-¿Imposible? No conozco el significado de esa palabra…- Me puse de pie.
-Parece que la Princesa no va a regresar a la escuela…- Aquello fue más de lo que podía manejar.
-¿Q-qué dijiste?- Me volví a sentar porque sentía que mis piernas se habían vuelto de gelatina. Sabía traducir esa mirada en los ojos de mi amigo: estaba hablando en serio.
-¿No has escuchado los rumores?- Negué aún muy aturdido por sus palabras. –Dicen que lo atacaron cerca de la escuela, al parecer sigue en el hospital, tal vez nunca pueda volver a tocar el piano…- Mis ojos se desorbitaron debido al shock. -…dicen que fue una gran herida… su mano derecha requirió cirugía de urgencia…-  Sentí que el alma se me salía del cuerpo. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué eran esos malditos rumores? Ueda no tenía ninguna herida de ese tipo. Todo eso era una increíble estupidez.
-Eso no puede ser, Jin…- Me reí como si acabara de escuchar la mayor idiotez de todos los tiempos. Pero sabía perfectamente que era solo debido a mi histeria momentánea. –Tonterías, Ueda está bien…-
-¿Y tú cómo sabes? No seas ridículo, no eres su niñera, ni siquiera son amigos…- Ambos nos miramos muy serios. -Su profesor de piano me lo confirmó esta mañana… Probablemente se dé de baja de la escuela antes del Festival…-
-¡Eso no puede ser verdad! ¡Yo estaba ahí, su mano estaba bien!- Mi amigo me mirada como si me hubiera vuelto loco. -¡Hace cinco días, cuando lo golpearon en el callejón, yo lo llevé a mi casa, él estaba mal pero ninguna de sus heridas era de gravedad!…- Me levanté se súbito. Todo eso era mentira. Golpearía a quien sea que hubiera esparcido esos tontos rumores.
-Ryo…- Ese tono. Jin sólo hablaba de ese modo cuando era portavoz de malas noticias y quería calmar a quien las iba a recibir. –…atacaron a Ueda anoche…- Mi corazón se detuvo. ¿Acaso ese idiota…? El celular… ¿No habría regresado ahí por su estúpido móvil o sí? -¡RYO!- No podía quedarme ahí, necesitaba verlo. No me costó trabajo mentir para que su profesor me dijera en qué hospital estaba, así que sin importarme el resto de mis clases o mi trabajo, corrí hasta el lugar que marcaba el papelito que aferraba con fuerza entre mis dedos.

Mi mano temblaba mientras sujetaba el picaporte. Todo mi cuerpo temblaba en realidad. Una mentira… Sí, todo tenía que ser una maldita mentira. De seguro cuando abriera la puerta, él me miraría con esa cara de palo que suele poner cuando me ve y se fastidia y me gritaría por entrar sin tocar, luego yo le gritaría por ser tan idiota y después de un incómodo silencio echaría a reír y tal vez, sólo tal vez, él reiría también. Respiré hondo. Tenía que quitarme de la duda o moriría de la desesperación. Me palmeé las mejillas para alejar todos los pensamientos absurdos de mi cabeza. Tenía que mostrar una sonrisa convincente. Extendí la mano hacia adelante y abrí la puerta al tiempo que curvaba mis labios. Todo estaría bien. Él estaría bien. Todo esto no era sino un malentendido. Una exageración.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ueda como niño amargado y explosivo o.o la verdad no lo había visto en ningún otro fic, pero es interesante! n_n

Tsss ojalá sea cierto lo de la mano! Le dará un giro interesante a la historia...

Me adelantaré.

ஐ.•°¤ Narya Butterfly ¤°•.ஐ dijo...

Jajajajajajjajaja por que? XD
Con lo emo que era Ueda en sus años predebut despues de romper con su epica novia, era realmente bipolar y loquillo XD me encanta explotar todos los aspectos de su personalidad dependiendo de la historia que escriba y de su coprotagonista en turno XD

Jajajajaj lo de la mano quedara como un misterio en este fic XD
*esta escribiendo un SP*