Plan B (RyoDa) Cap 3



Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD 




PARTE 3: El oscuro laberinto y la bruja invisible.

Después de ese día, no pude sacarme de la cabeza su hermosa sonrisa. ¿Cómo podía verse tan diferente con tan sólo poner ese gesto simple en su rostro? Era como si fuese una persona totalmente diferente. Cuando volví, estaba profundamente dormido. La enfermera en turno me sorprendió acomodándole la almohada y mirándolo como bobo. Afortunadamente, se tragó el cuento aquel de que era mi mejor amigo desde el parvulario y hasta me permitió quedarme a pasar ahí la noche ya que al parecer no tenía ningún familiar, cosa que yo le confirmé con otra mentira para que me permitieran pasar el mayor tiempo posible a su lado no sólo ese sino todos los días mientras estuviera hospitalizado. Esa primera noche no pude pegar ojo. ¿Era verdad? ¿No tenía familia? Eso podría explicar tantas cosas de su comportamiento hostil. Pero... ¿por qué le había mentido a la policía con respecto a lo que le había pasado? ¿En serio le habían creído eso de que lo habían querido asaltar unos pandilleros y que su error había sido tratar de defenderse? No podía entender lo que pasaba por su cabecita loca. Pasé las primeras horas mirando su apacible rostro dormido. Probablemente era sólo debido a los tranquilizantes que le habían suministrado hacía un rato, pero yo prefería pensar que se debía a mi compañía. Me habían entregado sus pocas pertenencias: su chaqueta junto con el resto de su ropa, el maldito celular y su cartera. Sabía que estaba mal pero, mi curiosidad pudo más y terminé encendiendo el teléfono. Estaba muerto, la batería se había agotado. Por suerte para mí, era justo el mismo modelo que el mío, así que le cambié la batería. Nada. No había contactos en la agenda, ni mensajes de texto, historiales de llamadas, fotografías, historial de navegación, nada… era como si lo acabara de sacar de la caja. ¿Había arriesgado su vida por esto? No. Él no parecía ese tipo de persona. Algo mucho más importante debía haber de fondo para que hubiera arriesgado su vida de ese modo. Casi se me sale el corazón por la boca cuando el maldito aparato vibró entre mis manos mientras yo pensaba mil y un explicaciones para su temeraria acción. Un número desconocido, era de esperarse. ¿Estaba bien si tomaba la llamada? Podría ser alguien que lo conocía, tal vez algún pariente preocupado por su repentina desaparición. Movido por esa posibilidad salí de la habitación para contestar.
-¡MALDITO INFELIZ! ¡¡¡Sólo deja que te ponga las manos encima y te voy a arrancar la piel para hacerme una muñeca inflable con tu cara!!!- Brinqué en mi lugar. ¿Quién carajos le llamaba que le hablaba de esa manera? La voz me sonaba de algún lado. ¿Tal vez alguien de la escuela? –¡Casi me matas, imbécil! ¡Unos milímetros más y me das en la carótida! - ¿Pero de qué diablos iba este sujeto? -¿Por qué no dices nada? ¡¿Te has orinado del miedo al comprobar que no tuviste tanta suerte como para matarme cuando me apuñalaste?!- Abrí los ojos como plato. ¿Acaso realmente Ueda lo había…?
-¡Jefe!… no debe exaltarse de ese modo… El médico se lo advirtió…- Esa voz. Eran los sujetos del callejón.
-¡TE VOY A MATAR! ¡SÓLO DEJA QUE LES PONGA LAS MANOS ENCIMA A TI Y A LA ZORRA DE MIYUKI! ¡SE VAN A ARREPENT!…- La llamada se cortó. De inmediato borré el historial y le quité la batería al teléfono. Estaba sorprendido, pero al mismo tiempo me sentía bien, Ueda se había defendido y le había dado su merecido a ese tipo… Mi orgullo pronto dio paso al miedo. Con lo peligrosos que parecían esos sujetos, de seguro no bromeaban cuando decían que lo iban a matar por lo que había hecho. ¿Quién carajos era esa tal Miyuki? ¿Todo esto era por una estúpida mujer? ¿En qué rayos estaba metido este chico? Cada vez entendía menos. Me dolía horrible la cabeza. Necesitaba tomar un poco de aire fresco y caminar. Tenía que despejarme, o de lo contrario regañaría a Ueda por haber sido tan estúpido como para no haberse asegurado de matar al miserable ese que lo había lastimado así por segunda ocasión… ¿había sido la segunda ocasión? Casi podía asegurar que no.

-¡Yoooh!- No se veía muy feliz cuando me vio llegar a la mañana siguiente. -¿Me extrañaste, dulzura?- Su cara de palo nuevamente se hacía presente.
-Nada de “dulzura”… ¿Le mentiste a la enfermera para pasar la noche aquí?-
-¡Ay, no puede ser!... ¿No te importa el hecho de que alguien se preocupa por ti y quiera cuidarte mientras estás en el hospital sino la posibilidad de que haya pensado aprovecharme de ti mientras dormías?- Chasqueé la lengua haciéndome el indignado. –Maldita sociedad enferma…-
-¡Deja de hacerte el payaso! Tienes mis cosas, ¿verdad?- Asentí. Me estiró la mano. -¡Dámelas!-
-No quiero… no premio a los gatitos que se portan mal…- Ok. Oficialmente había resuelto el misterio de cómo lucía enfadado y no me había gustado el hallazgo. El puñetazo que me dio en el brazo por seguro dejaría un morete aparatoso durante varios días. Le entregué sus cosas, lo único que le importó fue el estúpido celular. -¿Qué le hiciste?-
-¡¿Yo qué?!... ¡Así estaba cuando me lo dieron!… se debió dañar cuando te apalearon en el callejón la otra noche…- Sí, sabía que había sido bajo de mi parte mentirle de ese modo, pero no lo expondría a esos sujetos otra vez. Prefería aguantar su berrinche porque su celular estaba inutilizable a que esos tipos volvieran a llamarle o peor aún, que este tonto gato kamikaze terminara de nuevo poniéndoseles de costal de arena por sabrá Dios qué motivo. Sin embargo, la explosión de enojo nunca llegó. En su lugar, un rostro pálido e inexpresivo. -¿Ueda?...- ¿En serio estaba llorando?
-Miyuki…- Temí que se rompiera en ese preciso instante si le hablaba siquiera. Se veía tan frágil y distante.
-¿Ueda?...- Salió de las cobijas y se sentó en la orilla de la cama con toda la intención de levantarse. -¿Qué haces? La enfermera dijo que no era buena idea que anduvieras por ahí todavía…- Si acaso me escuchaba, no daba señales de ello. Me manoteó bruscamente con la mano sana cuando intente detenerlo. Temí que se lastimara la otra mano, así que me hice a un lado para que saliera pero lo seguí de cerca. Parecía un zombi recién levantado de su tumba. Lo iba cuidando porque estaba seguro de que en cualquier momento se iría de bruces con sus propios pies. Llegó dando traspiés hasta la sala de espera y comenzó a mirar en todas partes como un loco. De la nada echó a correr hacia un rincón. ¿Un teléfono público? -¡Hey! Tranquilo…- Obviamente no le daba tono porque no traía monedas. -…niño tonto… si necesitabas hacer una llamada me lo hubieras dicho…- Le extendí mi celular. Lo tomó como si fuera su vida la que dependía de ello. Marcó las teclas más rápido de lo que creí que fuera posible. Pero nada. Intentó una y otra y otra vez… sin ninguna respuesta. Se dejó caer de rodillas al suelo.
-Miyuki…- Me sentí horrible por verlo en ese estado. ¿Quién demonios era esa mujer para que él se pusiera así?
-Tranquilo… regresemos al cuarto… puedes volver a intentar llamarla más tarde, ¿vale? Te prestaré el celular todas las veces que quieras hasta que lo consigas…- Apenas sintió mi mano en su hombro, se giró y se echó a llorar como niño pequeño en mi pecho. Lo estreché con fuerza. –Ueda…- Estuvo triste y callado el resto del día. Marcando una y otra vez aquel número, que ya me sabía prácticamente de memoria, hasta que el cansancio lo venció. ¿Había hecho bien al descomponerle el teléfono? ¿Le habría pasado algo a esa chica? ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? Empezaba a sentirme realmente mal por lo que había hecho. Pero entonces recordé el tono amenazante de aquel sujeto y concluí que había sido lo mejor. Preferible tenerlo deprimido que muerto. De eso estaba seguro.

Los siguientes tres días se pasaron tan lentamente que dolía. Estaba más tranquilo, pero no había vuelto a su ánimo habitual. Aunque... ¿cuál era su humor habitual? Entre más tiempo pasaba a su lado, más me daba cuenta de que no sabía nada de él. En algún punto, aquello se volvió insoportable para mí. Quería estar a su lado pero no sabía cómo. Quería decirle algo que lo hiciera sentir mejor, pero no sabía qué. Necesitaba un poco de espacio para respirar, me estaba ahogando entre mis propios sentimientos, así que esa mañana me fui derecho a la escuela en vez de pasar primero al hospital.
-¡Qué milagro! Yo pensé que ya te habían abducido los extraterrestres… ¿dónde estabas, Ryo-chan?- Por primera vez entendí lo fundamental que era su estúpida y molesta existencia en mi vida. -¿Ryo?...- Entendía la razón de su desconcierto. No era normal que yo lo abrazara ni que nos diéramos cursis muestras de afecto.
-Déjame estar así un momento…- Esa era la primera vez que compartíamos algo tan sentimental e íntimo en todos los años que teníamos de conocernos. Una vez que lo solté, no hizo por preguntarme nada, aún si en verdad quiso hacerlo, se quedó callado y se tragó sus dudas. Creo que de algún modo, entendía cómo me sentía e incluso, tal vez, si no era tan idiota como a veces quería que pensáramos, podía ser que supiera el motivo de mi inusual comportamiento. Entré sólo a mi primera clase. Necesitaba desahogar todo lo que sentía y no conocía mejor forma de hacerlo que tocando mi guitarra. Él se quedo mirándome desde el otro lado del salón sin decir nada todo el rato. Una vez que me sentí más tranquilo, me despedí de Jin y me fui al hospital. Ya podía ser capaz de llegar a verlo con una sonrisa y servirle de apoyo antes de que lo metieran a quirófano para la siguiente cirugía. Si su mano podría o no volver a ser la de antes, sería dependiendo de cómo resultara esta operación para reconectar los nervios periféricos. Él no podía saber cuán aterrado estaba yo con todo aquello. Ya era suficiente con que él se sintiera morir de miedo e incertidumbre.
-Buenos días, bella durmiente…- Había permanecido inconsciente por casi un día entero. Se veía tan cansado a pesar de todo lo que había dormido.
-¿Sigues aquí?... Empiezo a creer que fui un maldito nazi en mi vida pasada para tener el karma tan apestado…- Me sentí aliviado de que hubiera vuelto a la normalidad. Podían llamarme masoquista, pero prefería que me estuviera agrediendo a que pasara las horas con la mirada perdida en la nada y sin decir una sola palabra.
-Sí, probablemente… y yo debí salvar un país entero en la mía para haber tenido el gusto de conocerte en esta… ¿Tienes hambre? Yo siento que mis tripas se han devorado mutuamente desde la mañana…- Rió levemente. Me sentí mal por destruir mi momento de cursileria con una broma tan tonta, pero me sentí muy extraño por haber soltado semejante frase sin pensarlo siquiera. Yo también reí.
-Auch…-
-¿Qué pasa?...-
- No me hagas reír idiota… Me duele…-
-¿Dónde te duele? ¿Las costillas? ¿El estómago?...- Miré su rostro esperando una respuesta. -¿La mano?-
-Obvio… ¿dónde más si no?...- Silencio. Los dos nos miramos fijamente. Un par de sonrisas bobas. Un fuerte abrazo. Todo estaría mejor a partir de ahora.

Su ánimo mejoró bastante después de que el Doctor le informara que todo parecía ir de acuerdo a lo esperado. En un par de días podría dejar el hospital y en unas semanas más, cuando la herida fuera menos dolorosa, podría iniciar con la rehabilitación. Después de que lo habláramos seriamente, logré convencerlo de que no se diera de baja, pedir un permiso de ausencia por motivos de salud sería más conveniente, con suerte la recuperación iba mejor de lo que pensaba y podría volver el siguiente semestre a la escuela. Poco a poco terminó contagiándose también de mi optimismo. Pero sólo yo sabía que a veces, cuando pensaba que yo estaba profundamente dormido, Ueda lloraba por horas oculto bajo las mantas.

El día que le dieron de alta pasé a recogerlo a primera hora. Le había llevado ropa limpia y cambié mi día de descanso con uno de mis compañeros para poder estar con él toda la tarde. Cuando llegué, él ya estaba firmando los papeles de salida y pagando la cuenta de los gastos médicos. Al verlo guardar la tarjeta de crédito nuevamente en su cartera, entendí, que había muchas cosas que aún tenía que saber sobre él antes de sentir que nos habíamos vuelto más cercanos. ¿De dónde sacaba el dinero para mantenerse solo si no trabajaba? ¿Acaso era dinero que obtenía de aquel hombre a cambio de algo? No quise seguir pensando en cosas inútiles. Eso no ayudaría.
-¡Yooooh! He venido a recogerlo, joven amo…- Lo alcancé en la recepción y lo saludé con una educada inclinación como haría un sirviente con alguien de una familia de alcurnia.
-Idiota…- Me dio un golpecito en la frente con el dedo y se rió. La chica del otro lado del mostrador nos dirigió una mirada divertida y le entregó una carpeta llena de lo que parecían ser sus exámenes médicos, las facturas y a saber qué cosas más. Los tomé y nos despedimos de ella dándole las gracias por sus atenciones.
-¿A dónde lo llevo joven amo?...- Su rostro se ensombreció de repente. Eso era algo que nunca se me había pasado por la mente. ¿Esos hombres sabían dónde vivía? ¿Tenían modo de rastrear su teléfono o los movimientos de su tarjeta de crédito? –Vamos…- Lo tomé con cuidado del brazo y eché a andar hacia la avenida.
-¿A dónde?...-
-Pues a dónde más, tonto… a mi casa… no me voy a arriesgar a que te pase algo si te pierdo de vista otra vez. Mira cómo terminaste la última vez que no te tuve cerca…- No hubo respuesta, tan sólo se dejó llevar. Me sentí mucho más tranquilo una vez que cruzó mi puerta y puse el seguro.

-¡Hey, man!- No me di cuenta de que Jin venía hacia mí hasta que lo tenía encima. -¿Qué has estado haciendo estos últimos días que no tienes tiempo ni para mí? ¿Acaso te hiciste una novia y no me habías dicho nada, maldito?-
-Mmm, algo así…- Me miró perplejo.
-¿Es en serio?... ¿Puedo conocerla?- Estaba más emocionado que si fuera él quien tuviera la novia.
-Nop…-
-¡Eh! ¿Por qué?...- Hacía pucheros como niño mimado.
-Porque acaban de darle el alta del hospital y necesita estar en reposo… eso es imposible si tú estás cerca.-
-Mmm… en eso tienes razón… ¿Pero está bien? ¿Qué le pasó?-
-Sí, estará bien… tuvo un accidente en el trabajo con un cuchillo…- Eso no contaba precisamente como mentirle a mi mejor amigo, ¿verdad?
-Tsssssk… que mala onda, supongo que es a lo que se refieren con gajes del oficio…-
-Sí, supongo…- “Gajes del oficio…” No podía dejar de darle vueltas al asunto.
-¿Y entonces?-
-¿Qué?...-
-¡La apuesta!… No hay modo de que puedas ganar ahora.-
-Sigue en pie…-
-¿Estás bromeando? La Princesa no va a regresar, ¿cómo podrías ganar la apuesta? Quedan tres semanas hasta el Festival Escolar, ¿sabes?…-
-Eso déjamelo a mí, ¿quieres?- Ya no sabía ni por qué lo hacía, tan sólo me molestaba su sonrisa burlona. No quería dejarlo ganar.
-Si tú lo dices… Bueno, cuida a tu chica, suerte con la Princesa, y yo iré por ahí a tontear con los chicos… Nos vemos.- Nos despedimos cerca del edificio administrativo, que era a dónde me dirigía. No quería arriesgarme a que Ueda caminara cerca de aquel callejón otra vez, así que yo me encargaría de todo el papeleo para tramitar su permiso de ausencia y de entregar sus justificantes médicos para que no perdiera este semestre, estaba seguro de que después de lo que le había pasado y de sus resultados escolares hasta el momento, sus profesores no se opondrían a evaluarle el curso en base a lo que ya había logrado, yo podría incluso estar entregando sus tareas, lo que sea que hiciera falta para ayudarlo.

Poco a poco nos empezamos a acostumbrar a esa nueva rutina de vivir y convivir juntos. Él se había empezado a abrir un poco más y yo aprendía muchas cosas nuevas sobre su vida. Era gracioso cómo podíamos pasar del amor al odio en cuestión de segundos, pero precisamente, era debido a eso que nunca nos aburríamos. Aún había cientos de cosas que quería preguntarle, pero sabía perfectamente, que volvería a levantar el muro si se sentía presionado y lo que menos quería era que retrocediéramos después de todo lo que había logrado avanzar para alcanzarlo. Los momentos de silencios se habían vuelto frecuentes, pero a diferencia de antes, ya no eran silencios incómodos, sino de entendimiento. A veces nos quedábamos acostados uno junto al otro en la cama mirando la puesta de sol por el ventanal sin decir una sola palabra… otras, llegaba y se sentaba frente a mí observándome mientras tocaba la guitarra… otras veces era yo quien se quedaba las horas contemplando su rostro mientras componía o escribía canciones sobre simples hojas de papel.
-¿Has pensado qué sería de tu vida si no tuvieras la música?...- Su pregunta me tomó por sorpresa. Me quedé mirando el techo en silencio mientras pensaba seriamente en la respuesta.
-No… creo que sin importar qué pasara, siempre encontraría la manera de seguir teniendo la música en mi vida…- Crucé mis brazos bajo mi cabeza.
-Mmm… ya veo…- Sentí que se acostaba a mi lado. Mucho más cerca de que lo que siempre hacía. Su cabeza descansaba en mi brazo como si aquello fuera la cosa más normal del mundo. -¿Sabes?... Cuando decidí que la música era mi vida, tenía sólo diez años, mis padres enloquecieron… ellos deseaban otro tipo de futuro para mí. La única que siempre me apoyó con todo eso de mi sueño de ser famoso y cambiar al mundo con mi música, fue Miyuki…- El sólo escuchar su nombre hizo que se me retorcieran las tripas. Estaba celoso. –Ella era como la Luna que velaba por mí en los momentos más oscuros del día… Ella siempre me guió de la mano por el camino más brillante… Yo quería ser un hombre del cual ella pudiera sentirse orgullosa…-
-¿Tu primer amor?- No podía soportarlo más, tenía que preguntar o la duda me asfixiaría por completo. Era la primera vez que lo escuchaba reír de ese modo. Me giré incorporándome de lado sobre el colchón para observarlo bien porque no daba crédito a lo que pasaba. Pero no, no alucinaba, Ueda estaba riendo a carcajada suelta por primera vez desde que lo conocí. Lo que vieron mis ojos fue simplemente hermoso. Su sonrisa tenía una especia de magia. Poco a poco su risa se detuvo. Nuestras miradas se encontraron. Sus labios… los míos… un beso. Sus mejillas ruborizadas completaron aquel precioso cuadro. Mi corazón había descubierto lo que era el amor. Porque eso era precisamente lo que sentía por él. No había modo de que siguiera mintiéndome a mí mismo. Ni siquiera quería intentarlo ya.

Después de ese primer beso, el muro que nos separaba desapareció por completo. Por fin fui capaz de conocer al verdadero Ueda. Y cada detalle suyo me hacía quererlo más y más… aún si a veces podía ser un poco infantil y mimado, eso lo hacía tierno y yo amaba que dependiera de mí para las cosas más simples. Por supuesto que nuestras agresiones verbales y físicas continuaban, eso le daba un toque picante a nuestro día a día. Había cosas que ambos acordábamos sin decir una palabra, cómo cuando era momento de detener las bromas o cuando era necesario decir algo y romper el silencio. Moría de curiosidad, pero sabía que tenía que esperar para escuchar el resto de su historia. Tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo y mientras pudiera seguir teniéndolo así entre mis brazos cada mañana al despertar, cualquier espera valdría la pena.


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