Título: Una vez más.
Pairing: Nishikido Ryo + Tegoshi Yuya
Fandom: NewS
Fandom: NewS
Tipo: One-shot
Género: Shonen Ai
To: Luz (partner, espero que te guste la
conti tanto como la primera parte y que dejes de odiar a la Hime por hacer
llorar a la Hebi XD en el prox shot lo perdonarás)
N/A: Esto es secuela de "Una Mentira"
Se había ido.
Todo mi mundo era una prueba de su paso por mi vida. Mi cama, mi ropa, mi
almohada, todo aquí seguía oliendo a él. Todas las noches me despertaba
empapado en sudor llorando debido a la angustia y al miedo de estar solo y veía
su rostro desvanecerse de mi lado cuando trataba de tocarlo buscando un poco de
consuelo en su sonrisa dulce.
Sabía que
no estaba ahí, no tenía por qué estar ahí, lo entendía a la perfección, pero
aún así, tontamente lo buscaba en cada rincón de la casa al llegar esperando
que hubiera vuelto mientras no estaba y que me diera la bienvenida como siempre
en medio de un abrazo y miles de besos, pero la respuesta era siempre la misma:
un silencio absoluto que me oprimía el pecho hasta hacer que mis lágrimas
fluyeran sin cesar hasta que ya no podía llorar más.
Lo veía
en todas partes. Fuera a dónde fuera e hiciera lo que hiciera, él siempre
estaba ahí en algún lugar. ¿Cuántas veces me había desviado de mi camino a casa
al salir de la oficina por ir detrás de alguien que juraba que era él sólo para
comprobar al final que no era más que una mala pasada de mi imaginación
desesperada por recuperarlo?
Ah...
estaba tan cansado de ver su figura en alguna estación del tren, cruzando alguna calle, dentro de alguna
tienda, saliendo del centro comercial. Tan cansado de escucharlo llamarme de
pronto mientras yo caminaba cabisbajo en medio de la multitud haciéndome
voltear súbitamente tan sólo para comprobar que no estaba ahí. ¿Hasta cuándo se
iba a prolongar esta pesadilla? Mi mente estaba a punto de cruzar esa delgada y
apenas perceptible línea entre la imaginación y la locura. Sí, sabía que no
tenía por qué estar ahí... pero mi mente no dejaba de evocarlo a cada segundo,
alimentada por mi corazón con cada recuerdo vivido que evidenciaba su ausencia
haciendo del vacío que me había dejado, un abismo oscuro, temible y eterno al
que estaba a punto de caer inevitablemente. ¿Cómo no pude presentir el final de
esta historia? Creí que lo conocía, que sabía lo que sentía, cómo pensaba. Me
equivoqué... puede que así haya sido siempre, que sólo haya sido su
entretenimiento, un premio de consolación, o que algo ajeno a su voluntad lo
apartara de mi vida... eso era lo que yo quería creer, que se había ido porque
no tenía más remedio que hacerlo... tal vez nunca lo sabré. Estaba tan
felizmente enamorado de cada milímetro de su existencia que no pude ver lo que
estaba pasando. Tal vez no quise verlo.
Había
llegado a mí de la nada una noche de viernes tan horriblemente cotidiana y
aburrida, y del mismo modo me dejó así sin más, con sólo un extraño mensaje de
voz grabado en el celular. Eso constituía la única prueba de que mis días con
él no habían sido sólo un sueño, que no había sido tan sólo un producto de mi
imaginación para consolar mi alma cuando más lo necesitaba. Ahora lo único que
me conectaba con él era su voz diciéndole adiós a su presente para ir detrás de
su pasado. ¿Quién demonios se creía? ¿Con qué derecho venía a sacudir mi mundo
para luego dejarme en medio de esta maldita incertidumbre? ¿Quién sería yo
ahora que se había ido llevándose todo lo bueno que había en mí? ¿En qué
demonios me había convertido? ¿Qué quedaba de mí ahora?
El tan
sólo pensar en las respuestas a todas las preguntas que volaban descontroladas
dentro de mi cabeza, hacía que se me pusiera la piel de gallina y terminara
rompiendo en llanto en medio de la noche. No quería éso como mi futuro.
Definitivamente no lo quería.
El
constante paso de las manecillas hacía todo más difícil de sobrellevar. Se
volvieron mis pequeñas torturadoras personales. Y mientras el maldito tick tack
cobraba fuerza hasta volverse un sonido insoportable, no podía evitar
preguntarme qué estaría haciendo, si estaría comiendo bien, si estaría
sonriendo, si estaría feliz, si podía continuar viviendo su vida sin mí del
modo en que yo nunca podría seguir viviendo la mía por mucho que quisiera si él
no estaba aquí. No pude soportarlo más. El reloj terminó en el contenedor de la
basura unos días después cuando me harté de su constante vaivén. Pero aunque el
ruido se había ido, mi necesidad de él seguía aquí, tan presente como los
latidos de mi corazón haciendo eco dentro de las cuatro paredes de lo que se
había terminado convirtiendo en mi mundo entero.
Cosas tan
comunes como comer, dormir y reír, se volvieron tan molestas y cansadas de
hacer, que terminé por hacerlas a un lado, total, ya ni siquiera notaba el
inicio o el fin de cada día, así que, qué más daba si sólo me quedaba escondido
en el interior de mi habitación debajo de las cobijas a esperar despertar de esta
pesadilla.
Estaba
tan harto de todo que incluso intenté acelerar las cosas, pero siempre llegaban
Yamapi y su maldita preocupación a tiempo para evitar que lo consiguiera. Fue
así como tijeras, cuchillos, espejos y todas las cosas que pudieran servir para
hacerme daño de algún modo desaparecieron de mi alcance mágicamente al
despertar una mañana después de que rompiera otro vaso para tratar de cortarme
las muñecas por tercera ocasión ese mes.
-Ryo-chan,
debes dejar de hacer estas estúpideces. No puedes seguir haciéndote daño de
este modo... no siempre puedo estar aquí para cuidarte... hazlo por mí, si?-
Escuchaba su voz en alguna parte de mi cabeza, pero no quería abrir los ojos
para ver dónde estaba, de cualquier manera, sabía que siempre estaba aquí, se
había vuelto mi maldita sombra y no me dejaba solo ni un momento, excepto
cuando se iba a trabajar. Pobre iluso, como si fuera a pensarme las cosas sólo
porque me lo pidiera. Hacía mucho que había perdido ese beneficio, ya no era
nadie importante en mi vida como para que su bienestar me interesara. -...ya te
dije que no te voy a dejar morir. No por su culpa.- Se había vuelto tan común
saberlo aquí, que en algún momento pasó de ser una molestia a convertirse en
una especie de ángel de la guarda que cuidaba de mí noche y día. Un ángel que
me hacía sentir aún más miserable y desgraciado por todo lo que representaba en
mi vida. Todo el daño que me había provocado antes de conocer a Tego, volvía a
mí cada que escuchaba su voz preocupado por mí. ¿Después de cómo me había
tratado, le importaba tanto como para tomarse todas estas molestias por mí? Era
un hipocrita.
¿Qué era
ahora el tiempo para alguien como yo? Un día podía serme un suspiro y un minuto
podía volverse una eternidad pensando en él, en su risa exagerada, sus ojos
inocentes, sus chistes tontos, sus labios suaves, sus manos delicadas, su
melódico timbre de voz... Lo que más extrañaba sin duda era su dulce voz,
susurrándome palabras dulces al despertar, cantándome algo antes de dormir,
hablando de mil y un cosas a lo largo del día. Me hacía tanta falta escucharlo
que me torturaba a mí mismo una y otra vez repitiendo sus últimas palabras
hasta que lloraba tanto que, exhausto, me quedaba dormido, a veces por días
completos.
No podía
dejar de culparme por su partida...
Si tan
sólo lo hubiera abrazado más...
Si tan
sólo lo hubiera besado más...
Si tan
sólo le hubiera sonreído más...
Si tan
sólo le hubiera dicho que lo amaba unas veces más...
Otras
veces no podía dejar de odiarlo por su partida...
Si tan
sólo no me hubiera abrazado tanto...
Si tan
sólo no me hubiera besado tanto...
Si tan
sólo no me hubiera sonreído tanto...
Si tan
sólo no me hubiera dicho que me amaba tanto...
Y luego
venía el dolor intenso que me oprimía el pecho desde adentro como si me
quisiera destrozar las entrañas. Un dolor tan profundo que sólo se mitigaba
cuando conseguía hacerme el daño suficiente como para que mi umbral del dolor
cambiara de objetivo... y sólo así, aunque fuera por un breve instante, dejaba
de sentir que me iba a explotar en mil pedazos el corazón. Era como abrir una
válvula para regular la presión. Con el tiempo se volvió casi una necesidad.
Una muy dolorosa necesidad que cada vez necesitaba ser más intensa para cumplir
con su cometido.
Un frío
inexplícable se había apoderado de mi habitación. ¿Por qué insistía en abrir
las ventanas por la mañana antes de irse? ¿Qué no sentía que se le congelaba el
cuerpo en cuanto entraba? ¿Acaso quería evitar que muriera desangrado o
intóxicado para que acabara conmigo una pulmonía y que al menos contara como
una muerte natural y dejar tranquila su consciencia? Qué más daba... si éso
hacía desaparecer mi patética existencia, no me molestaría ni que sazonara la
comida con raticida. Ah... nuevamente mi mente comenzaba a pensar estupideces.
¿Qué tan
tóxico sería beberse toda la botella de limpia pisos? ¿Podría desangrarme si me
tomaba toda la caja de aspirinas y luego rompía la ventana para cortarme el
brazo? ¿Realmente era mortal inyectarte aire con una jeringa? ¿Por qué simplemente
no me dejaba de idioteces y saltaba por la ventana? Total, a esta altura era
seguro que terminaba embarrado en el asfalto y que no sentiría nada al impactar
contra el piso. No. Ese sería un espectáculo poco agradable de presenciar. No.
No debía contagiar a otros con esta miseria. No. Sólo quería terminar con mi
vida, no arruinarle la suya a los demás. Llegado a este punto no era raro que
hasta las cortinas me parecieran buenas aliadas en caso de que decidiera
colgarme en algún lado o que considerara seriamente la idea de arrastrarme
hasta la cocina por un tenedor, dejar abierta la llave del lavabo y luego de
inundar el departamento, freírme introduciéndolo en algún contacto; inclusive
dejó de parecerme estupido eso de dejar caer la grabadora o el secador de
cabello dentro de la tina; el problema radicaba en que Yamapi se había llevado
la secadora y yo no tenía bañera. Estupida vida. ¿Se confabulaba con él para
mantenerme vivo o qué? ¿Sería muy tardado y doloroso desangrarse si metía la
mano dentro de la licuadora mientras funcionaba? ¿Por qué demonios no tenía
cosas eficacez en casa? ¿Acaso era mucho pedir tener por ahí un poco de ácido
nítrico, amoníaco, cícuta, ajenjo, o ya de perdida un arma de bajo calibre que
pudiera usar en estos casos? Estupida vida. Todas las cosas buenas estaban
prohibidas o eran ilegales.
-Ryo-chan...
estás despierto?- ¿El pobre nunca se cansaba de hablarme? ¿Qué se ganaba con
hacerlo si nunca obtenía respuesta de mi parte?... Si yo fuera él, seguramente
me hubiera mandado al diablo después de la primera semana de lidiar con un
muñeco de trapo carente de voluntad arrumbado sobre la cama. Pero no. Yamapi
era tan bueno, que a poco estaba de rayar en lo idiota y volvía una y otra vez,
a pesar de lo que le hiciera, sin importar lo que le dijera. Y a todo esto...
¿qué demonios hacía aquí? ¿Qué no se supone que estábamos en malos terminos
después de todo lo que había pasado entre nosotros?, o más bien, por todo lo
que NO había pasado entre él y yo durante todo el tiempo que se dedicó a jugar
conmigo. Qué más daba. Ya se hartaría de ser la nana de un maniáco-depresivo
con tendencias suicidas y me dejaría en paz de una maldita vez. Y hasta
entonces, seguiría haciendo de cuenta que no existía. Y no es que me costara
mucho conseguirlo. La mayor parte del tiempo ni siquiera recordaba que seguía
aquí hasta que me daba cuenta de que me había quedado nuevamente a solas
después de reparar en el hecho de que hacía ya buen rato que no lo oía
hablándome de alguna cosa. Estaba tan sumido en mis pensamientos que poco me
importaba lo que pasara a mí alrededor, y eso incluía a Yamapi. Igual no tenía
tanta suerte como para que un monstruo interespacial destruyera mi vecindario
al luchar contra robots de alta tecnología o que algo explotara en los ductos
de ventilación desatando un catastrófico incendio en mi departamento o que
inexplicablemente comenzara a fugarse el gas y muriera intóxicado. No. Esas
cosas no le pasan a la gente con mala suerte como yo. Porque de no ser por eso,
¿cómo demonios había sobrevivido a mi primer intento de ahorcarme usando el
ventilador de techo del estudio? Porque la maldita sabana que usé para atarme
alrededor del cuello había sido atacada por polillas en el armario! Háganme el
maldito favor! Y por si eso no fuera poco, cuando traté de provócarme una
sobredosis, lo único que me gané fue una hiperglusemia porque por alguna
extraña razón, alguien había cambiado todas las cápsulas de los medicamentos
por vitamina C y dulces de frutas. Y no conforme con eso, cuando quise causar
un incendio desde la cocina, resultó que se había terminado el gas, así que
sólo me ampoyé los dedos de tanto encender cerillos en un ataque de
frustración. ¿Podía existir alguien más desafortunado que yo? ¿Por qué diantres
el destino se empeñaba en mantenerme con vida? ¿Qué podía ser tan bueno que
mereciera la pena ser vivido por mí? ¿Qué sentido tenía el que siguiera
consumiendo el oxígeno que otros podrían aprovechar mejor que yo?
Sinceramente
no tenía ni la más remota idea...
Y
entonces, me encontraba a mí mismo tan cansado de tanto esforzarme en encontrar
un medio efectivo de acabar con mi existencia, que terminaba dándome por
vencido y me resignaba a sólo quedarme debajo de las cobijas a esperar el
momento... si seguía así, en algún punto mi cuerpo tendría que terminar por
colapsar, no?
Esa era
ahora mi única esperanza.
Todo lo
demás carecía de importancia.
Y aunque
yo mismo entendía que era una estupidez pensar de este modo, no podía
encontrarle el más mínimo sentido a seguir viviendo, no cuando la única razón
que tenía para existir se había esfumado de la noche a la mañana sin ninguna
explicación razonable.
Y luego,
una ira desmedida me invadía, obligándome a destrozar, golpear, patear y lanzar
todo lo que me encontraba enfrente tratando estupidamente de calmar un poco lo
que sentía al cargarme el departamento por completo. ¿Dónde demonios estaba?
¿Por qué se fue así? ¿Si pensaba largarse para qué se quedó conmigo por
principio de cuentas durante tanto tiempo? ¿Siquiera le importaba?¿Al menos pensaba
en mí? ¿En cómo estaría si no estaba conmigo? ¿Qué demonios seguía haciendo
aquí? ¿Por qué no desaparecía también su recuerdo?
Yamapi
odiaba que tuviera estos episodios. No porque siempre acabara recibiendo un par
de golpes de mi parte cuando intentaba detenerme para tranquilizarme, sino
porque era yo quien terminaba hecho polvo derrumbado en el suelo con los
nudillos destrozados y un montón de moretones, cortadas, raspadas y golpes por
todo el cuerpo y, obviamente, al día siguiente parecía que me habían
atropellado o por lo menos apaleado y no podía ni con mi alma. Al menos debería
sentirse tranquilo, no?, en ese estado no podía ni levantar un dedo, así que
aunque me lo propusiera, no podría hacerme ningún daño. Para su fortuna o
desgracia, hacía un par de semanas que no tenía un ataque de esos. ¿Había
mejorado mi ánimo? No. Era simple y sencillamente porque ya no quedaba mucho
por destrozar dentro de la casa. No. No había otro motivo además de ese.
¿Cuántos
días habían pasado desde aquella noche que volví corriendo y encontré la casa
vacía en medio de la oscuridad y el miedo que me recorría por las venas tras
escuchar su mensaje de voz? ¿Cuántas noches habían pasado desde aquella mañana
que desperté completamente solo y desesperado después de tanto haber llorado
aferrándome con fuerza a su almohada tratando de sentirlo a mi lado? ¿Cuántas
semanas habían pasado desde que lo llamé por última vez con la esperanza de que
dijera que pronto volvería? ¿Cuántos meses habían pasado desde que dejé de
pensar que todo era sólo una pesadilla de la que podría despertar en cuanto
escuchara su voz?
Maldita
sea!
Tan sólo
regresa y deshazte de toda esta porquería que me carcome por dentro si tú no
estás y vuelve a hacerme feliz.
Tan sólo
desaparece de una buena vez y déjame olvidarte porque mientras tú y tu recuerdo
sigan aquí a cada segundo yo no puedo seguir.
Tan sólo
quiero dejar de vivir si no regresarás nunca más a mí... porque no pienso
continuar viviendo con el fantasma de tu recuerdo como única compañía por el
resto de mi vida, ¿o más bien debería decir de mi no-vida?, porque juro que
esto no es vida, a poco estuve de pensar seriamente que en algún punto morí y
ahora soy tan sólo un zombie.
¿Que soy
realmente patético?
Sí, yo
mismo me odio por ello...
¿Que es
estupido querer morir porque la única persona que te ha amado te ha dejado?
Sí, yo
mismo pienso que lo es...
¿Que
debería olvidarlo para siempre y continuar con mi vida como había vivido antes
de conocerlo?
No, yo no
sabía lo que era estar vivo hasta que lo encontré aquella noche.
Antes de
eso yo no era más que el juguete de otra persona. Alguien sin sentido en la
vida, sin sueños ni metas, sin sentimientos... Simplemente seguía viviendo
porque era demasiado cobarde como para atentar contra mi vida... ¿en que punto
perdí eso y gané el valor para hacerlo?
Después
de conocer a Tegoshi todo cambió. Me sentí pleno. Me encontré a mí mismo al
conocerlo a él. Era mi complemento, mi razón para dar lo mejor de mí cada día,
para volver a sonreír, para descongelar mi corazón y dejarlo entrar por
completo en mi mundo, que de pronto se volvió más grande y multicolor.
No es que
dependiera de él para vivir. Es sólo que él era mi vida y sin él no tiene
sentido que regrese a donde estaba... simplemente me rehuso a volver a ser una
cáscara vacía y marchita de mí mismo.
Después
de no haber dormido los últimos tres días, me desperté con sólo una idea
rondando mi cabeza: hoy debía morir. El mismo día que te conocí, el mismo día
que desapareciste, ese día sería el último día de mi vida. Lo había pensado
todo tan cuidadosamente que no podía fallar esta vez. Tan sólo debía esperar a
que Yamapi dejara como de costumbre mi desayuno sobre la mesita de noche antes
de irse a la oficina. El sonido de la puerta al cerrarse sería la señal.
Después de eso sólo sería cosa de tiempo.
Un sonido
familiar me obligó a despertar, pero estaba demasiado débil como para girar
siquiera la cabeza para ver dónde demonios estaba tirado el celular, ya no
pensar en levantarme para responder, igual seguramente seria Yamapi para
asegurarse de que hoy no había tratado de suicidarme antes de la hora del
almuerzo. Pobre, tal vez se llevaría una desagradable sorpresa al volver. Al
menos yo ya no estaría aquí para ver su maldita expresión desgarradora producto
del sufrimiento y la frustración que lo embargarían al saber que por fin me
había salido con la mía pese a todos sus incontables esfuerzos por mantenerme
con vida.
-Lo
siento, Pi...-
A lo
lejos escuché que la puerta se abría y cerraba. Un par de minutos más tarde me
pareció oía su infantil voz llamándome. Tal vez solamente alucinaba por el
incesante pensamiento de querer tan sólo otra oportunidad de verlo y abrazarlo,
por querer decirle una vez más que lo amaba, que lo necesitaba. Y no podía
enfocar lo suficiente como para saber si tan sólo era un eco dentro de mi
cabeza evocado por el frío que se apoderaba de mi cuerpo aunado al tono de mi
móvil que seguía timbrando en alguna parte o si en realidad era él quien estaba
de pie en la puerta de mi habitación mirándome con lágrimas en los ojos
mientras decía algo que no alcanzaba a escuchar. Incluso al final, habías sido
lo último que contemplaron mis ojos haciéndome sonreír. O al menos había
querido hacerlo.
Creo que por fin comprendí el por qué de seguir con vida, pero ahora era demasiado tarde, verdad? Me empeñé tanto en terminar con mi vida que no pensé que si no lo podía conseguir era porque tenía que seguir con vida... para volver a estar con él. Cerré los ojos y todo comenzó a desvanecerse lentamente en medio del silencio y la oscuridad.
Creo que por fin comprendí el por qué de seguir con vida, pero ahora era demasiado tarde, verdad? Me empeñé tanto en terminar con mi vida que no pensé que si no lo podía conseguir era porque tenía que seguir con vida... para volver a estar con él. Cerré los ojos y todo comenzó a desvanecerse lentamente en medio del silencio y la oscuridad.
La luz
matinal se colaba por entre las cortinas dándome de lleno en la cara y
lastimándome los ojos. Me sentía como cuando despiertas con una resaca
descomunal después de una noche loca de borrachera descontrolada. ¿Dónde
estaba? En definitiva no era mi casa, yo odiaba el color blanco y ciertamente,
tampoco era la casa de Yamapi, conocía ese techo bastante bien. Un olor
chistoso se filtró por mi nariz. Traté de tapármela pero no pude levantar la
mano.
-Ryo-chan?...-
Sí. Debí haberlo conseguido al final y ahora estaba realmente en el infierno,
de otro modo, por qué seguiría escuchando su voz que tanto me torturaba debido
a su ausencia. Sentía mi cuerpo extraño, como si no me perteneciera, como si no
estuviera ahí. Trataba de enfocar algo más pero el vértigo no me lo permitía.
-Ryo-chan...- Traté de cubrirme los oídos para dejar de escucharlo pero no
pude. De pronto sentí un calor extrañamente agradable y familiar. Alguien
sujetaba mi mano con fuerza. Incliné un poco la cabeza. Seguramente sería
Yamapi. Una borrosa sonrisa sin rostro fue lo único que distinguí. Cerré los
ojos esperando aclarar un poco mi visión. Poco a poco las facciones comenzaron
a adquirir nitidez haciendo que me pareciera alguien conocido. -Amor, me oyes?...-
Esa voz. Su voz. Entrecerré los ojos intentando terminar de enfocar pues
resultaba demasiado real para ser una alucinación. Quise llamarlo pero mi voz
no acudió a mí. Enfoqué todas mis fuerzas en alcanzarlo con mi mano izquierda.
Ahí estaba. Justo frente a mí. -Bienvenido...- Su dulce e infantil sonrisa
iluminó su rostro aún a pesar de las lágrimas. Deslicé mis dedos por sobre sus
labios. "Por qué?" traté de gritar pero sólo un ruido seco se dejó
escuchar a través de mi garganta. Mis propias lágrimas se perdían sobre la
almohada fluyendo sin control. -Perdóname, amor... Perdóname por todo...- Sentí
sus brazos rodearme por debajo y levantándome ligeramente para recargarme
contra su pecho. -No debí alejarme de ti. Fui un estúpido... Perdóname... Quiero
estar contigo para siempre. No existe nadie más a quién pueda amar si no eres
tú...- También lloraba. Su voz se escuchaba un tanto ahogada por el dolor.
-Déjame estar contigo una vez más...- Sollozaba sobre mis labios dándoles
cortos besos.
-Estúpido
egoísta...- No podía creer que esas fueran las primeras palabras que le
dedicara después de un año de anhelarlo. -Por qué tardaste tanto en volver?!...
No vez que estuve a nada de morir por tu culpa?...-
-Perdóname,
Ryo-chan... Te amo y no volveré a dejarte solo nunca más... Ya entendí que no
necesito desear nada a las estrellas porque si tú estás conmigo no necesito
nada más...-
-Estúpido...
Y tenías que largarte para descubrirlo?...-
-No...
Tenía que alejarme para que descubrieras que soy tu única y más poderosa razón
para estar vivo...- Lo besé. Una y otra vez hasta que mis labios ardieron. Lo
besé tanto como lo eché de menos. Tenía razón. Por mucho que intentara odiarlo
sólo había logrado amarlo más.
-Narcisista...-
-Pero así
me amas...-
-Uhn...-
Lo acomodé sobre mi pecho y me perdí en sus ojos. Continué besándolo y
mirándolo hasta que me quedé profundamente dormido. Por primera vez en un año
pude conciliar el sueño sin dificultades y sin despertar aterrado debido a las
pesadillas. Estaba a mi lado, volvía a estar completo y era inmensamente feliz.
-FIN-
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