Título: Mentira y Verdad.
Autor: Lilith
Pairing: Yamapi + Kamenashi
Fandom: NEWS + KAT-TUN
Fandom: NEWS + KAT-TUN
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai, Angst
To: Ai-chan, que ama tanto a este par que gracias a su amor por ellos, se dio el milagro de habernos conocido hace años gracias a uno de mis fics ^3^ luv u girl
-¿Me
amas?- Me preguntaba quedito mientras continuaba besando los lóbulos de mis
orejas y paseando las yemas de sus dedos por sobre mi pecho desnudo.
-¿Por qué
siempre me preguntas eso después de que hacemos el amor?...- Hacía mucho que
quería preguntárselo pero no me atrevía. Era algo que me inquietaba en
sobremanera aunque tratase de mentirme a mí mismo. Temía a su respuesta, me
aterraba que sintiera que no lo amaba de verdad, que dijera que siempre me lo
preguntaba porque no era capaz de demostrarle lo que sentía por él.
-Lo
siento...- Me pareció tan frágil acurrucado entre las sábanas aferrándose de
ese modo a la almohada. Como si fuese a estallar en mil pedazos de un momento a
otro. Odiaba que se apartara así de mí, pero tocarlo en ese momento me
provocaba pavor. No quería herirlo de ninguna manera. Su pobre corazón ya había
tenido suficiente para sus 25 años.
-Kame...
no te disculpes, sí?... No debí preguntar tonterías... Sí. Te amo con cada
celular de mi cuerpo y cada milímetro de mi corazón...- Acaricié suavemente su
cabello a la altura de la nuca. Había descubierto que era algo que realmente le
gustaba que le hiciera. Lo conocía desde siempre y sin embargo no hicimos más
que odiarnos por más de la mitad de nuestras vidas. Ninguno se hubiera
imaginado en aquel entonces que
estaríamos de este modo algún día.
Ni
siquiera recuerdo cuándo fue que empecé a amarlo de esta manera. Cuando menos
pensé, lo que sentía por él era tan grande que ya no me cabía en el cuerpo. Y
aunque traté de disimularlo con todas mis fuerzas, al final no pude seguir
reprimiendo mis sentimientos y terminé robándole un beso después de encontrarlo
a mitad de la noche en la entrada de la agencia, con el rostro bañado en
lágrimas y un enorme moretón debajo del ojo. Ni siquiera tenía que preguntarle
qué le había pasado o quién le había dejado así la cara. Aquello no hizo más
que armarme de valor para tomarlo entre mis brazos y confesarle lo que tan
secretamente había guardado durante el último año por respeto a aquel a quien
consideraba un buen amigo y de quien Kamenashi había estado enamorado toda su
vida... El idiota que no había sido capaz de valorar al maravilloso chico que
le había entregado su amor sin pensarlo dos veces.
No... Mentira.
La verdad es que sabía perfectamente que me estaba enamorando de él. Lo entendí
desde la primera vez que me quedé las horas contemplando su figura a lo lejos,
viendo como reía de quién sabe qué cosas con sus compañeros de grupo en el
salón de clases. Comencé a odiarlo para no amarlo. Lo odiaba en la medida que
lo amaba para dejar de sentir lo que sentía. Pero todo eso fue en vano. Entre
más crecía mi odio por él, el amor no disminuía ni un poquito y no hizo otra
cosa más que volverse más fuerte a partir de que nos hicieron trabajar juntos
para el dorama.
Después
de aquella noche no volví a soltar su mano. Sin importar cuánto gritara y
maldijera Jin por haber sido abandonado por aquel que le era fiel como un perro
desde el primer segundo en que se vieron. No iba a permitir que le pusiera una
mano encima a Kame. No de nuevo. No mientras estuviera a mi lado. Y aunque Jin
había sido uno de mis mejores amigos por varios años, lo que sentía por Kame
era mil veces más grande y no estaba dispuesto a seguir quedándome de brazos
cruzados viendo como lo engañaba con uno y con otra mientras el otro pobre le
esperaba en casa con la cena en la mesa y las ilusiones en la cara. No. Kame no
merecía la vida miserable de mentiras que le daba Jin.
-¿Yamapi?...-
Su voz sonaba tan pura y dulce que inundaba mi cuerpo de ambrosía. Sus ojos me
miraban tan inocentemente que casi podía mirar dentro de su alma con sólo
verlos un par de segundos.
-Dime...-
Acaricié con ternura su mejilla y deposité un pequeño beso sobre sus tibios
labios que de inmediato se curvaron en una dulce sonrisa.
-Desde
hace un par de minutos hemos cumplido tres años de estar juntos...- Su carita
se tiñó ligeramente de rojo mientras una tímida y encantadora sonrisa se
dibujaba en su rostro al girarse para mirarme directamente haciendo que mi
corazón latiera a mil por hora.
-Lo sé...
También significa que tenemos trece años de conocernos...- Lo tomé con
delicadeza entre mis brazos y lo atrajé lo más que pude contra mi cuerpo. Como
solía hacer cuando estábamos así, se acurrucó entre mi pecho y mi hombro
dejando su rostro tan cerca del mío que sus pestañas me hacían cosquillas en la
mejilla.
-Hemos
estado juntos por la mitad de nuestras vidas...-
-Así
es... La mejor mitad de mi vida, de hecho...- Le besé la frente un par de veces
y lo estreché aún más contra mí.
-Haz
estado conmigo en los mejores momentos... y también en los peores...- Jugaba
con los dedos de mi mano derecha al tiempo que yo jugaba con su cabello con la
izquierda.
-No
hubiera querido estar en ningún otro lado si no estuvieses tú ahí...- Decoraba
las yemas de mis dedos con dulces besos. Sonreía. Aún cuando no podía verlo, lo
sabía. Su corazón latía un poco más aprisa cuando lo hacía.
-Llegaste
a mi vida cuando más te necesitaba... y desde esa noche en la que me dijiste
todo lo que sentías por mí no has hecho más que confirmar cada una de tus palabras
con tus acciones... No ha habido un sólo día en el que no me digas que me amas
y me lo demuestres con cada beso, con cada caricia, con cada mirada...- Ahora
era yo quien se sonrojaba y sonreía cual adolescente enamorado. -Desde esa
noche mi vida dio un giro de trescientos sesenta grados... Y descubrí lo que
era el amor verdadero...- Era tan feliz de que me dijera esas cosas. Siempre
que hablaba de ese modo, usando ese tono de voz tan lento y profundo, me hacía
el hombre más feliz del mundo.
Mentira...
La verdad es que había vivido esperando por escuchar esas palabras por tres
años. Temiendo que nunca fueran pronunciadas al no haber sido capaz de hacerlas
florecer dentro de su corazón. Tan sólo esperando que mi amor fuera lo
suficientemente grande como para alcanzarnos a los dos. Y ahora, de repente me
descubría a mí mismo derramando lágrimas de emoción por darme cuenta de que él sabía
perfectamente que lo amaba con todo mi ser.
-¿Yamapi?...-
Se incorporó sobre sus codos para mirarme al darse cuenta de que lloraba.
-Lo
siento...- Me senté tratando de ocultar mi rostro de sus ojos preocupados entre
la sábana y mis rodillas. -...estoy bien, Kame...- Sería cruel decirle algo
como "es que es la primera vez que me dices ésto...", no quería
estropear lo que con tanta vehemencia había esperado por escuchar.
Mentira...
La verdad es que en ese momento estaba tan feliz que mi mente se había quedado
en blanco y lo único que tenía dentro de mí, era el eco de sus palabras
rebotando entre mi cabeza y mi corazón provocando un nudo en mi garganta. Me
sentía un idiota por reaccionar de ese modo después de tanto esperar que dijera
algo así. Me enojaba el no ser simplemente capaz de echarme a sus brazos y
llorar de felicidad como un niño y dejar que fuera él quien me reconfortara y
luego llenarle de besos hasta la sombra y hacerle el amor hasta que el sol se
apagara.
-¿Dije
algo malo?...- La enorme preocupación que denotó su voz hizo que casi se me
saliera el corazón. Me giré de inmediato, tan sólo para comprobar que estaba a
nada de romper a llorar.
-¡No! De
ninguna manera... Perdóname, Tortuguita...- Apreté su rostro entre las palmas
de mis manos besándole los labios casi con desesperación intentando regalarle
una sonrisa, pero mis lágrimas no paraban de rodar y las suyas habían comenzado
a caer perdiéndose sobre mi piel. -...perdóname, Kame... No llores... No me perdonaría
jamás por ser el culpable de tus lágrimas... Es sólo que me siento como un
adolescente idiota y enamorado hasta la médula que siente que podría morir de
absoluta felicidad en este preciso segundo por escuchar por primera vez de
labios de su único amor que todo el tiempo que han estado juntos ha sido feliz
y siente el amor que con tanto cuidado se ha tratado de cultivar...- Hablaba
tan atropelladamente que creo que ni siquiera yo hubiera podido entender lo que
estaba diciendo en ese momento. Me miraba con los ojos abiertos de par en par
como tratando de procesar lo que estaba pasando.
De pronto
me sonrió. No era esa sonrisa coqueta con la que me miraba cuando no estábamos
solos y quería seducirme. Esta era la más dulce y tierna de las sonrisas.
-Yamapi...-
Callé de inmediato.
-¿Sí?...-
Se me
acercó tan rápido que me tomó completamente por sorpresa. No solía hacer estas
cosas, así que no esperé que se me tirara encima para besarme. Supongo que fue
el único modo que encontró para hacerme callar. Estaba completamente embriagado
de su boca y de sus manos. Podía sentir su corazón latiendo tan deprisa como el
mío mientras estaba sobre mi pecho. Y así, tan de repente como se abalanzó
contra mí, se levantó de la cama dispuesto a irse a algún lugar de la casa.
-Te
amo...-
Parpadeé
estúpidamente un par de veces antes de caer en cuenta de que lo que acababa de
escuchar no era producto de mi imaginación.
Ahí
estaba de nuevo esa sonrisita decorando sus mejillas sonrojadas mientras me
miraba desde la puerta del baño usando mi camisa blanca a medio abotonar y el
cabello totalmente revuelto por haber estado tanto tiempo en la cama.
-Kame...-
Se le
escapó una risita traviesa al ver que casi me caigo de boca de tan aprisa que
bajé para ir tras él. Jamás había sentido lo que experimentaba en ese momento.
Corrí y lo tomé entre mis brazos levantándolo ligeramente del piso en el
proceso y comencé a besarlo como si en ello pusiera mi vida. No era un sueño.
Él, el chico al que tanto amaba, me amaba a mí del mismo modo y ya no temía entregarse
a mí por completo. Las heridas de su doloroso pasado habían cicatrizado y ahora
sólo estaba yo dentro de su corazón para recibir todo su amor. No quería
alejarlo de mí ni un sólo segundo. Lo abrazaba como si quisera volvernos uno.
Lo besaba como si fuera el aire que respiro. Y se entregaba a mí como nunca
antes. Sin miedos. Sin recuerdos tristes. Tan sólo con todo lo que sentía por
mí. Era mío. Del mismo modo en que yo le pertenecía.
Mi camisa
terminó nuevamente sobre la alfombra. Y ahí se quedó hasta entrada la tarde del
día siguiente.
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