Título: Romeo, Julieta y el... ¿gato?
Autor: Omocha y Lilith *nuestro primer trabajo juntas, weee!~*
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo
Fandom: KAT-TUN & Kanjani8
Fandom: KAT-TUN & Kanjani8
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai / Yaoi / Lemon / Angs / Romance / Comedia / AU
04/10/13
To: Ueda Tatsuya por existir y llenar nuestra vida de tantas cosas hermosas... empezando por nuestra amistad~ Otanjoubi omedetou Uepi!~
N/A: Jajaja se suponía que ibamos a escribir un shot corto jajajaja pero ya ven yo y mis biblias XD Es largo, pero espero que le den una oportunidad ^^b
To: Ueda Tatsuya por existir y llenar nuestra vida de tantas cosas hermosas... empezando por nuestra amistad~ Otanjoubi omedetou Uepi!~
N/A: Jajaja se suponía que ibamos a escribir un shot corto jajajaja pero ya ven yo y mis biblias XD Es largo, pero espero que le den una oportunidad ^^b
Guardé la libreta en mi
mochila. No había dormido muy bien la noche anterior y las cervicales me
estaban matando... Tal vez venir había sido un error, podía haberle puesto una
excusa al profesor y librarme del viaje, pero era el delgado de la clase,
"tenía que dar un buen ejemplo", o eso me habían dicho a mí mismo por
lo menos unas cien veces en un intento desesperado por auto convencerme de que
esto era lo mejor para mí.
Suspiré mirando por la
ventana con desenfado mientras escuchaba música en mi reproductor, nada era
mejor que escuchar a Gackt cuando me sentía de este modo. El paisaje había
cambiado de lo urbano que habíamos dejado atrás antes de subir al
transbordador, a lo rústico de nuestro destino en medio del océano. No me
desagradaba del todo, había crecido en un ambiente similar hasta que nos
trasladamos a Tokio cuando todavía era un niño... pero de todos modos me
resultaba extraño verme rodeado de naturaleza y no de los imponentes
rascacielos de la ciudad donde vivía ahora.
Algo bueno dentro de
todo lo malo es que iba a estar rodeado de gatos. Una sonrisa tonta apareció en
mi rostro cuando me lo imaginé… cientos de gatos peludos y mimosos y muy pocas
personas en esa pequeña y olvidada isla en medio de la nada. Tashirojima se
podía volver mi lugar ideal en todo Japón. El autocar frenó y la profesora dio algunas
indicaciones (bastantes obvias) sobre cómo nos debíamos de comportar en el
hotel y en la isla en general... Después de todo, este no era nuestro primer
viaje de excursión como alumnos del Aoyama Gakuin, ya sabíamos que debíamos
mantener cierto perfil ante la sociedad por el bien del prestigio de la
Institución, o al menos eso era lo que a menudo nos recordaban la directora y
los profesores.
Esperé a que todos mis
compañeros bajaran antes de poder hacerlo yo, no porque fuera mucha mi amabilidad,
sino porque nadie esperaba que fuera de otra forma, ninguno de ellos me dejó
paso para que lo hiciera antes ni me dirigió una sola mirada mientras pasaban
por mi lado, ¿para qué? Nunca habíamos congeniado bien, me recordaban demasiado
a mi familia, todos interpretando un papel de perfección sólo por aparentar y quedar
bien frente a los demás cuando la realidad distaba tanto de la fantasía. No, ya
tenía demasiado de esa farsa en mi casa como para encima tener que representar
algo que no era también fuera de ese lugar. Era mejor ignorarlos y pasar el
resto de mi vida escolar en un entorno menos estresante que el de mi casa.
Apenas entramos al
Ryokan donde nos hospedaríamos, los dueños nos dieron la bienvenida. Como
supuse, la mayoría de las personas que vivían ahí eran adultos mayores. La
profesora repartió las llaves. Dejé mi maleta en la que sería mi habitación,
grande, tradicional y... solitaria, justo lo que necesitaba. No me extrañó ser
el único sin un compañero de habitación, tampoco fue algo que me hiciera sentir
mal, ya lo suponía… y casi rogaba por ello cuando salimos de la escuela esa
mañana.
-Podría ser peor…- Me
dije a mí mismo en voz alta mientras guardaba algunas de mis cosas en los
cajones y me preparaba para salir sin perder tiempo; ya que había venido,
disfrutaría lo máximo posible mi estadía en la Isla de los Gatos.
Pero nada más salir de
la habitación y cerrar mi puerta me topé de frente con unos cuantos compañeros.
-Ueda, ¿vienes con
nosotros?- Dijo uno de ellos, pero por la musicalidad de su voz a la hora de
preguntar, me quedó claro que si aceptaba, nada bueno me esperaría. Decidí no
contestar y seguir mi camino por otro lado. No quería problemas con ellos… no
más de los que normalmente tenía ya en la escuela.
-¡Oye, Kaname te ha
hecho una pregunta!- Me paró otro de los chicos dándome un tirón de la muñeca.
-Suéltame…- Le pedí de
la forma más autoritaria que pude, pero sólo logré que soltaran unas sonoras carcajadas
y que tiraran más de mí. Temiendo que terminaran llevándome consigo, forcejeé
para que me soltara, aunque el chico era demasiado fuerte lo logré después de un
par de bruscos intentos. Acabé tirándole al suelo por la inercia del movimiento,
cosa que no le gustó en absoluto... Mis piernas se movieron por si solas y eché
a correr para perdérmeles de vista, aunque por alguna extraña razón, no me
siguieron como siempre solían hacer.
Entré a una tienda para
comprar algo para beber, estaba sediento después de la carrera. Me quedé un
rato en la entrada del establecimiento mientras le daba unos cuantos tragos a
mi botella de agua. Noté algo en mi tobillo, algo que se movía. Me llevé el
susto de mi vida. Di un salto hacia un lado, justo al tiempo que veía a un
pequeño gato de color blanco con una mancha oscura que le cubría el ojo
izquierdo. El gato también se asustó por mi movimiento y salió ronroneando
quedito de debajo del entarimado de madera con rumbo a la vereda que se perdía
cuesta arriba. Un par de pasos después de detuvo y volvió la cabeza para
mirarme con esos enormes ojos verdes y maullar más alto como si me estuviese
llamando. Me le quedé mirando. De algún modo, había algo en él que me resultaba
familiar… tal vez esa mancha que parecía un moretón enorme en su ojo, algo que en
más de una ocasión había terminado decorando mi rostro después de clases
gracias a esos idiotas. Le seguí puesto que no tenía nada mejor que hacer. Él
parecía querer que fuera detrás suyo, pues en cuanto vio que me puse en marcha,
hizo lo mismo.
Subimos hasta una
colina, en cuya cima había un santuario que parecía abandonado. Se detuvo cerca
de los últimos escalones junto a una enorme piedra que tenía encima piedras más
pequeñas y ovaladas decoradas como si fueran gatitos gordos y adorables. Maulló
un par de veces sin moverse de donde estaba, sólo mirándome fijamente como si
quisiera decirme algo. Cuando traté de tomarlo, salió corriendo por entre mis
piernas y se subió a la pileta del Temizuya. Le cogí cuando estaba jugando con
una de las decoraciones de papel y empecé a hacerle mimos. Me quedé en
cuclillas, con su peludita espalda apoyada contra mis muslos y su cabecita en
mis rodillas. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente tranquilo y
feliz.
Y entonces le vi…
Todo estaba jodido.
Todas y cada una de las cosas que habían pasado desde que se decidió que
iríamos a un viaje escolar en noviembre, se habían jodido por completo cuando
la delegada de la clase propuso Tashirojima como uno de los destinos. Las
chicas se volvieron locas... ¿Qué demonios tenía de lindo ir a una isla
olvidada de la gracia de Dios e infestada de gatos? ¿Por qué teníamos que ir
ahí teniendo lugares geniales como Sapporo u Okinawa? ¡Mierda! Incluso prefería
que nos largáramos a Okunoshima y estar rodeados de conejos, pero... ¡¿Gatos!?
-Kana-chan, ¿tú a dónde
quieres?- Tan sólo oír que la nombraban y mi corazón ya había dado un vuelco.
-Etto... pues a mí
también me encantan los gatitos...- Decía tímida y dulcemente, como toda ella,
jugueteando con sus dedos mientras permanecía de pie.
- ¿Y tú,
Nishikido-kun?...- Escuchar mi nombre me sacó de mi ensoñación.
-Pues sí, Tashirojima
suena bien...- ¿Qué? ¿Yo había dicho eso? Ahora sí que todo estaba jodido...
pero bueno... Kana-chan lo valía todo… o al menos eso pensaba.
Así fue como había
terminado junto con mis amigos en aquel destartalado transbordador con rumbo a
la dichosa Isla de los gatos. Y por si cualquiera pensaba que nada podía ser
peor... bastó con que la minivan que habían rentado para el viaje llegara al
pueblo para saber que sí, todo podía ser peor. Si había cien personas viviendo
en la isla, se me hacían muchas. Todo estaba silencioso, demasiado silencioso, como
si fuera un pueblo fantasma, pero no, no tenía yo tanta suerte... la realidad
es que había puros viejos ahí. Nadie de menos de cincuenta, eso era un hecho...
¡Felicidades Ryo! La habías liado esta vez, bonitas vacaciones escolares te
habías agenciado en un pueblo con construcciones en formas de gatos, un puñado
de viejitos medios sordos y achacosos y una plaga de gatos por donde quiera que
mirases. Rogaba porque al menos el lugar donde íbamos a hospedarnos fuera mejor
que el último Ryokan que habíamos pasado cerca del puerto, porque si no, seguro
que mejor proponía que acampáramos al aire libre por las noches.
Para mi sorpresa (y
tranquilidad), el lugar era agradable y no parecía que se fuera a venir a abajo
de un momento a otro. El profesor nos dio las llaves de las habitaciones, por
lo que ni tardos ni perezosos, corrimos a dejar las cosas para poder salir a
explorar los alrededores. El profe nos había dicho que iríamos a ver los
santuarios de la isla. Era lo más prometedor que tenía el viajecito: la sola
esperanza de poder pasar un poco de tiempo a solas con Kana-chan.
-Eh, Ryo, ¿en serio
harás tu movimiento con Kana?- Preguntaba Jin, mi mejor amigo y compañero de
celda en esta tortura felina.
-¿Por qué no?...- Me
quité el uniforme para ponerme ropa más cómoda y abrigadora.
-Pues porque nunca has
hecho nada además de mirarla y babear...- Le miré mal pero luego eché a reír.
Sabía que tenía razón y entendía el por qué de su comentario.
-Bueno, pero eso es
porque en la escuela siempre hay muchas personas a su alrededor y tu sabes que
soy un chico muy tímido...- Le hice pucheritos adorables mientras me ponía mi
suéter favorito.
-¡Ay, sí, ajá!- Me
lanzó su chaqueta y ambos reímos. Puede que él no me creyera por mi fama de
casanova empedernido, cosa de la que por cierto, me enorgullecía, pero la
verdad es que con Kana no podía ser tan lanzado como con las otras chicas,
porque ella no era como las demás... ella era… diferente.
Unos minutos después ya
estábamos abajo. Yamashita, Ikuta, Koki, Okura y Yasuda ya nos estaban
esperando ahí abajo. Ellos eran mis mejores amigos desde la escuela elemental,
así que siempre habíamos estado juntos, y aunque ahora estábamos en diferente
clase, seguíamos siendo muy unidos. Eran los únicos que realmente me soportaban
con todo y mi mal humor. Y sí, la verdad es que los quería bastante. Habían
estado conmigo en los peores momentos.
La expedición al primer
santuario inició en cuanto todos estuvimos reunidos en la entrada de la posada.
Entramos al coche y nos pusimos en camino. Yassu era quien más hablaba con
Kana-chan, así que él había sido el elegido para crearme la oportunidad de
estar un rato a solas con ella. Al profesor le había parecido buena idea que
subiéramos por la colina, ya que le habían dicho que algunas escalinatas podían
resultar peligrosas debido al deterioro por el ambiente húmedo de la isla, por
lo que a las chicas les había designado uno o dos "acompañantes" para
que cuidáramos de ellas mientras llegábamos a la cima. Ahí era donde podría
aprovechar. Para mi suerte, a mi me habían dejado con Jin y Koki, por lo que no
tendría problema en ir a buscar a Yassu y a Okura que eran quienes iban con
Kana y su amiga en ese momento. Jin, por su parte, iba tonteando con otra de
las chicas del salón, así que ni me echaría en falta. Sentí que mi celular
vibraba en mi bolsillo, así que corrí fuera del grupo para ver quién me llamaba
antes de que se escuchara el timbre y el profesor descubriera que lo había
llevado conmigo, se suponía que no debíamos llevarlos al viaje. La que llamaba
era mi hermana mayor, así que no podía no responderle. Para cuando colgué, ya
no veía a ninguno de mis compañeros por lo que decidí seguir mi propia ruta de
viaje, lo importante era solo que llegara a la cima y pudiera estar un rato con
Kana, ¿no? A nadie le molestaría si tomaba un atajo por otro lado.
Iba jugando con una
rama seca y canturreando una canción cuando me di cuenta de que ya había
llegado al santuario... y de que no estaba solo. No, no eran mis compañeros
quienes estaban ahí arriba. Tan sólo una figura pequeña y delgada acurrucada
junto al Temizuya del Santuario. De cabello castaño y largo, y esos rojos
labios que tanto contrastaban con su blanca piel, curvados en la sonrisa más
hermosa que había visto en toda mi vida. Era sin más la chica más bonita que
había visto fuera de las que veía en las revistas de Jin. Me quedé mirando como
jugaba con esa cosa peluda que tenía en el regazo hasta que sus ojos se
cruzaron con los míos y se puso de pie...
¡¡¡¿Pero qué
carajos?!!! Definitivamente NO era una chica... ¡era un chico!... ¿Cómo
demonios no me di cuenta desde un principio? ¡¿Incluso me había sonrojado por
su culpa?! ¡Qué mierda de día!
Pasé de largo mirándole
mal. Sí, sabía que no era su culpa, pero estaba tan enojado que me importaba un
comino si su sonrisa se había desvanecido al ver cómo lo miraba. ¡Carajo! No
era de Dios que hubiera chicos con ese rostro... y es que serio se veía incluso
más hermoso.
Me hizo una inclinación
de cabeza cuando me volví hacia donde él seguía de pie mirándome. Metí las
manos en los bolsillos y me alejé de él. Ahora sí que necesitaba ver a
Kana-chan. Estaba a nada de explotar. Empecé a patear las rocas que había en el
piso.
Nos quedamos un rato
mirándonos en silencio, no había visto nunca un chico tan guapo... Pero lo que
tenía de guapo lo tenía de borde, porque aparte de no responderme el saludo, que
es lo mínimo que haces aunque sea por educación cuando te saludan, su mirada me
dejó congelado, si estaba de mal humor
no era mi culpa. ¡Yo no le conocía de nada! A mí no me iba a usar de chivo
expiatorio. Esperé a que se fuera y dejé al gato de nuevo en el suelo, al
hacerlo corrió hasta donde se había ido el chico de antes...
-¿Kitty-chan?- Le
llamé, improvisando ese nombre porque no podía ir por la vida llamándolo “Gatito”.
Me paré de sopetón al ver al moreno maldecir y patear piedras… por qué eso es
lo eran, ¿no? Me fijé mejor y me di cuenta de que se trataban de los gatos de
piedra que había visto antes junto al camino. Kitty soltó un bufido de aviso
que el chico ignoró y siguió descargando su ira contra las pequeñas piedras.
-Etto...- Intenté
avisarle, se giró hacia mí y de nuevo me congelé, pero no me iba a echar para
atrás. Algo me decía que lo que hacía no estaba bien. -…no deberías hacer
eso... Es...-
-¡¿Disculpa?! ¡¿Quién
eres tú para darme órdenes?!- Fantástico, ahora sí que le había dado la pauta
perfecta para cabrearse conmigo.
-No... Es que...- No
llegué ni a terminar mi aviso cuando el gato ya se le había lanzado encima
dispuesto a dañarle y lo consiguió. Al principio el chico luchaba por
quitárselo de encima y alejarse de él, pero hasta que no le cogí en brazos, no
paró de atacarle con garras y dientes.
-¡¿Acaso eres estúpido?!-
Me gritó furioso.
-¿Qué?, sólo he
intentado avisarte que no hicieras eso pero no me escuchaste…- Me defendí.
-¡¿Avisarme?! ¡Ese gato
tuyo está loco!- Agitaba su dedo acusadoramente como si quisiera arrancarnos la
cabeza. Kitty-chan aún lo miraba como si fuera a lanzársele encima otra vez.
-No es mi gato...- Señalé
encogiéndome de hombros.
-¡Me da igual de quién
sea, la cuestión es que estaba contigo! ¡Y ahora por tu culpa tengo el brazo
magullado!- Se quejó enseñándome la manga de su suéter rasgada y el brazo lleno
de líneas rojas por los arañazos.
-Lo siento... Te lo
cambiaré o...- Intenté razonar con él.
-¡¿Cambiármelo?! ¡Cómo
si quisiera algo tuyo, Princesita!- Me empujó haciéndome caer al suelo. No
podía aguantar más, me fui de ahí antes de que las lágrimas empezaran a salir
de mis ojos. ¿Por qué tenía que pasarme esto? ¡Solo quería un viaje escolar
normal! ¿Era demasiado pedir unos días de tranquilidad lejos de todas las cosas
que ya me agobiaban bastante en casa?
Bajé la colina de nuevo
y anduve por el pueblo totalmente deprimido por el incidente de antes, ni los
gatos me animaban ya...
-Ueda-san…- Me llamó
alguien. Por favor... ¿es que esto no tenía fin? Me giré para enfrentarme a los
chicos de antes.
-¿Qué quieren?- Les
pregunté totalmente serio.
-Ven con nosotros,
hemos encontrado algo para ti…- Sonrieron, y no de buena forma, suspiré y me
dejé llevar, estaba tan cansado y decaído por lo de antes que ya todo me daba
igual...
-¿Qué hacemos aquí?-
Les pregunté cuando vi que habíamos llegado al puerto.
-Aquí, nada…- Dijo uno
y tiró de mí hasta que estuvimos en la playa, debajo de un puente de madera...
esto no me gustaba nada.
-Póntelo.- Me dijo el otro
de ellos dándome una bolsa. Miré por curiosidad y...
-¡¿Qué puñetas es
esto?!- Grité al ver con horror un uniforme de chica de un colegio que no era
el nuestro.
-Tu ropa nueva, ahora
póntela…- Me negué a ello -¿No?, bueno, que pena, quizás prefieras que lo
hagamos nosotros…- Se rieron acercándose a mí dispuestos a desnudarme pero les
paré a tiempo.
-Lo haré yo...- Les
dije asustado y empecé a desnudarme. Me miraron como posesos. Yo me sentía
ridículo. Odiaba esto. -Ya está... ¿contentos?- Les miré con profundo odio y
asco.
-No…- Dijo el chico que
siempre había sido el cabecilla, sacando su móvil y dándoselo a otro de los
chicos... ¿no irían a...? -Relájate Ueda, si estás tenso te dolerá más…- Me
aconsejó mientras se desanudaba la corbata. Uno de ellos me sujetó por los
hombros, les miré asustado, tan asustado que no podía ni gritar... En mi cabeza
pedía ayuda aunque sabía que nadie me oiría. Unos gatos se acercaron a nosotros.
Ahí estaba Kitty-chan.
-Echa de aquí a los
gatos.- Le pidió al chico del celular, pero al intentar echarles de su propio
territorio empezaron a recibir arañazos; por puro instinto le di un codazo en
las costillas al que me sujetaba y aproveché la confusión para salir corriendo.
¡Estaban locos!
Todo cambiaba de color
muy rápido conforme avanzaba… Les oía detrás de mí llamándome furiosos a gritos,
pero no me iba a detener siquiera para ver qué tan lejos venían, bajo ningún
concepto me detendría... así que sólo seguí corriendo. ¿Hacia dónde debía ir? Empecé
a correr entre cultivos sintiendo que se me metía el agua en los zapatos. Las
piernas me temblaban y al final llegué a una bodega que parecía abandonada, un
escondite perfecto. Entré y cerré la puerta, pude escuchar cómo se acercaban. Me
senté en el suelo detrás de unas cajas de madera apiladas junto a la puerta y
dejé que mi cabeza reposara sobre mis rodillas como si me fuera a trasladar por
arte de magia a otro lugar o a despertarme de esta horrible pesadilla... Pero
nada de eso sucedió… pasos y más pasos... cada vez más cerca… apenas podía
controlar mi llanto... La puerta se abrió dejándome ver a quien menos esperaba.
Nada me estaba saliendo
como lo tenía planeado. Todo se estaba poniendo de mal en peor desde que
llagara a esa maldita isla infestada de gatos apestosos. Para esa hora de la
tarde, ya tenía los ojos más rojos que un drogadicto y no dejaban de
lagrimearme, la nariz me molestaba horrores, y lo peor era estar estornudando a
cada momento. Ya estaba harto de todo esto. Y encima de todo, me ardía el brazo
todavía por culpa del gato psicópata que me había atacado. No, en definitiva no
debí haber venido, ni por Kana-chan… a la que ni siquiera había podido ver
después de que volviéramos del santuario porque se había ido con las chicas a
pasar el rato a alguna otra parte del pueblo. Al final yo estaba haciendo lo
mismo de siempre: estar con mis amigos. Eso no valía la pena como para olvidar
mi repulsión por el otoño, los gatos o los viajes en barco. Y lo peor de todo
era… que no podía dejar de pensar en la “Princesita”. Era como si su sonrisa
angelical y sus enormes ojos castaños se hubieran quedado atascados dentro de
mi cabeza.
-¡Ooooi! La tierra
llamando a Ryo-chan~…- Jin pasaba su mano por enfrente de mi cara agitándola de
un lado a otro y mirándome de mal modo por estarlo ignorando.
-¿Qué?...- Me hice el
inocente dando un sorbo a mi refresco.
-No, si no cabe duda de
que a algunos el amor los vuelve idiotas…- Agregaba divertido Koki dándole también
un sorbo a su bebida.
-Naaaaaaaaah, este ya
era así antes de Kana-chan…- Todos echaron a reír ante el mordaz comentario de
mi mejor amigo.
-Como si ella tuviera
que ver con lo que me pasa…- ¡Mierda! ¿Lo había dicho en voz alta? Supongo que
sí porque todos me miraban esperando a que dijera algo más. Miré por la ventana
tratando de pensar en algo rápido que inventar para desviar su curiosidad a
otra cosa, pero lo que vieron mis ojos me dejó mudo. ¿Era la “Princesita”? ¡No,
no, no! Ya estaba hasta alucinando… casi podía jurar que era él quien corría
calle arriba usando uno de los uniformes femeniles de nuestra escuela. Pero
cómo iba a ser él… No, imposible…
-¿Ryo-chan?...- Ignoré
a Jin. Me incliné sobre la mesa aplastando a Okura y a Yasu en el proceso para
ver mejor. ¡Sí era él! ¿Qué carajos estaba haciendo? Al parecer algo no iba
bien, parecía que estaba escapando de algo o alguien. Ni siquiera supe muy bien
por qué lo hice pero eché a correr hacia afuera para ir detrás de él.
-¡Ryo! ¡¿A dónde vas?!-
Nada me importó más en ese momento que saber por qué carajos iba vestido de
chica y por qué le perseguían esos tipos. Les seguí hasta una parte alejada de
lo que era el centro del pueblo, donde al parecer sólo había bodegas y
graneros. Decidí tomar un atajo al ver que la Princesita corría hacia una de
las construcciones mientras ellos seguían derecho. Pese a su complexión
delicada, corría más rápido que ellos y al parecer se les había perdido de
vista por un segundo. Un instante que supo aprovechar a su favor. Lo vi entrar y
cerrar la puerta.
-No debe estar muy
lejos, Kaname…- Me escondí detrás de unas pilas de paja detrás de ellos.
-Se metió en uno de los
graneros, encuéntrenlo…- Así que esa rata era el lidercito de esos tipejos. ¿Qué
se traían con la Princesita? –Esto no se va a quedar así, Ueda…- ¿Ueda? ¿Ese
era su nombre? -…serás mío, lo quieras o no…- Todo de él me provocó repulsión.
Se fueron a revisar los graneros del fondo, así que aproveché la oportunidad
para entrar en donde estaba él.
Hubiera jurado que ahí
no había nadie. Todo estaba silencioso y a oscuras. Olía a alimentos en
conserva y madera enmohecida. Avancé un par de pasos y miré a mi alrededor,
seguramente se había escondido en alguna parte. Se escuchaban pasos y voces afuera.
No era buena idea quedarse ahí adentro. Me di media vuelta y entonces le vi.
Agazapado junto a unas cajas a un lado de la puerta, hecho un ovillo y llorando
a mares probablemente debido al miedo. Levantó la mirada. Sus ojos se cruzaron
con los míos, se quedó mirándome como si no creyera lo que veía… parecía
aliviado, ¿acaso se alegraba de verme ahí en ese momento? Escuché más cerca los
pasos y algunas risas. Corrí hacia la puerta para ayudarlo a ponerse de pie y
sacarlo de ahí pero la cerraron de golpe en el momento en el que me acerqué
hacia ella.
-¿Quién te viera,
pillín?- Esa era sin duda la voz de Jin.
-Sabíamos que no
correrías de ese modo si no fuera por “algo” especial…- Y ese era Koki.
-No te preocupes,
Ryo-chan, ya nos deshicimos de esos chicos, los mandamos a buscar a tu Julieta
al otro lado del pueblo, así que tendrán bastante tiempo antes de que
Izumi-sensei se dé cuenta de que no están… vendremos por ustedes más tarde…- ¿Incluso
Yamapi? ¿Pero de qué carajos estaban hablando estos locos? Escuché que ponían
el pestillo a las puertas por fuera… ¿Qué estaban haciendo? ¿Me iban a dejar
encerrado con este chico? ¿Qué demonios pensaban?
-¡Jin! ¿Qué hacen?
¡Abran la puerta!- Nada. Afuera ya no se escuchaba nada. Ahora sólo podía
escuchar sus sollozos y los latidos descontrolados de mi corazón.
Le di vueltas al lugar
tratando de encontrar un modo de salir pero parecía imposible. Fue entonces que
los escuché. Al principio me alegré de escucharlos acercarse, pensando que
serían nuevamente mis amigos, pero en cuanto los escuché hablar supe que no
eran ellos.
-…no entiendo a Kaname,
¿qué obsesión tiene con Ueda últimamente? Es divertido meterse con él porque
siempre es como un ratón asustadizo al que podemos quitarle un buen trozo de
queso, pero cada vez hace cosas más extrañas…-
-¡Cállate, Shuji! No
creo que quieras que Kaname te escuche decir esas cosas; si quiere pegarle una
paliza o follarse al niño bonito, a mí me tiene sin cuidado, eso es cosa suya y
mientras no la tome contra mí, está bien…- ¿De eso iba todo? ¿Esos idiotas sólo
lo molestaban para que el otro cerdo estuviera feliz? Venían hacia nosotros.
Bajé de donde estaba y corrí hacia donde estaba él.
-No creo que estén aquí,
Ryu… la puerta está cerrada por fuera…- Escuché que movían el pestillo. Su
cuerpo se tensó junto al mío. Se abrazó con más fuerza a sus piernas.
-Tienes razón… tal vez
sí corrió hacia donde aquellos chicos nos dijeron… siempre ha sido bueno
corriendo de nosotros, eso es lo que lo vuelve divertido de perseguir…- Sentí
que se estremecía. No quería que rompiera nuevamente en llanto porque sin duda
nos descubrirían, así que lo abracé.
-Tranquilo…- Le susurré
al oído al ver que saltaba cuando lo toqué.
-Vamos a buscar a otro
lado…- Escuché que se alejaban. Nuevamente nos quedamos sumidos en el silencio.
Por desgracia seguíamos encerrados ahí.
-¿Estás bien?...- Podía
sentir sus lágrimas cayendo sobre mi brazo. Asintió lentamente con la cabeza.
–Ya se han ido… no creo que regresen… pero mis idiotas amigos no han dejado
encerrados, así que hasta que regresen, nosotros tampoco podremos salir…- Me
senté a su lado. Aún cuando lloraba y con la poca luz que había, las facciones
de su rostro seguían resultando bellas. ¿Qué demonios estaba pensando? Miré
hacia otro lado.
-Lo siento…- Su voz,
sonaba tan frágil en comparación a cuando hablé con él esa mañana.
-¿Por qué?- Volví a
mirarlo.
-Porque por mi culpa
estás metido en todo esto…-
-Ah, eso… no importa…-
Manoteé el aire restándole importancia. -No es como si nunca me metiera en
problemas… Digamos que esta es la primera vez que lo hago por una buena causa…-
Reí. Ahora que lo pensaba, era cierto. Lo escuché reír también.
-Y gracias… por venir a
ayudarme…- Me miró todavía con esa leve sonrisa curvada en sus labios.
Inevitablemente me sonrojé.
-Ah, sí, bueno… no hay
de qué…- Me levanté y me acomodé la ropa. –A propósito… soy Ryo…-
-Tatsuya…- Se levantó y
amplió el gesto de sus labios. Rayos… ¿por qué se había tenido que levantar?
¿Por qué tenía que tener unas piernas largas y bonitas? ¿Por qué olía tan bien?
¿Cómo podía ser realmente un chico teniendo ese rostro de muñeca? Me sentía
idiota y muy gay sonriendo de ese modo mientras lo contemplaba.
Se quedó un rato
mirándome como alucinando, seguí su mirada para descubrir mis piernas
descubiertas por la falda, avergonzado me tapé lo más que pude.
-¿Qué estás mirando?-
Le pregunté soltando un quejido (propio de una chica) notando como mis colores
subían por mi cara.
-Nada...- Contestó
mirando a otro lado, seguramente la situación de ver a un chico vestido de
chica era lo que menos se podía imaginar en un viaje de curso... -¿Siempre te
han tratado así?- Indagó sin mirarme aún.
-¿Eh?...- No entendí
realmente a qué se refería.
-Sí, tus compañeros…-
Por fin volvió a mirarme. Había algo en sus ojos que no supe cómo traducir. Me
sentí inseguro ante su cuestionamiento, demasiados recuerdos desagradables
acudieron a mi mente mientras pensaba las palabras para responder su pregunta
sin quedar como un patético tonto. Volví a sentarme en el rincón de antes,
sentí que mis fuerzas me abandonaban haciendo que me flaquearan las piernas.
Tenía que sentarme o de seguro terminaba yendo a dar al suelo.
-Supongo que sí... Al
principio sólo eran bromas típicas y pesadas... esconder mi silla, rayonear mis
libros, escribir cosas desagradables en mi pupitre… Nada que no se pudiera
soportar, pero desde finales del año pasado... La cosa fue peor, empezaron a
acosarme hasta en mi casa, a veces intentaban entrar, en la escuela abrían mi
casillero y me escondían el uniforme y tenía que pasar todo el día con el
uniforme de deportes…- Me sinceré volviendo a mi posición fetal intentando
reprimir mis ganas de llorar, chillar, patalear... todo lo que era impropio en
una persona como yo. Sentí su brazo sobre mis hombros intentado tranquilizarme
(cosa que consiguió), a pesar de mi primera impresión sobre él, no era un mal
tipo... sólo... había tenido un mal día, aunque eso tampoco era excusa para la
forma en que me trató. -Siento... lo del uniforme…- Cambié de tema con la
primera cosa que se me ocurrió, sabía que era ridículo pero de todas formas,
algo tenía que decir.
-Tranquilo, ni siquiera
sé de quién es...- Asentí. Mirándole, realmente era atractivo... Sus ojos
penetrantes y oscuros que aceleraban mi corazón, su rostro de facciones
perfectas y varoniles, podía ver un poco de su delgado cuerpo a través del
cuello en V de su suéter. Se fue acercando poco a poco a mí… ¿no
pretendería...? Me alejé todo lo que pude hasta que quedé tumbado en el suelo y
totalmente a su merced.
-¡No mires!- Le grité
bajando la falda de un jalón a la vez que volvía a sentarme, pero esa fue la
distracción que le dio el pase a acorralarme entre su cuerpo y la pared. Mi
corazón se aceleraba como loco mientras empezaba a jadear, y él se acercaba
poco a poco hasta pegar sus labios a los míos. Al principio sólo se movía él
pero, de a poco, acabé correspondiéndole también. Notaba su mano pasear por mi muslo hasta perderse bajo la falda. Me gustaba... Me gustaba mucho. Simplemente
me dejé llevar. Pero enseguida ambos nos dimos cuenta de lo que estaba pasando
en realidad y nos separamos mirándonos son cara de espanto y muy sonrojados.
-Lo siento yo...- Intentó disculparse
incorporándose y alejándose un poco de mí. -Quería estar seguro de algo...- Me
dejó un poco confundido con eso último, pero no dije nada más. Mi cabeza era un
caos, me había besado con un chico… ¡Con un chico que no conocía de nada! ¿Qué
iba a pasar ahora? Seguramente yo era el único con esa pregunta en mi cabeza...
Él parecía de lo más tranquilo. ¿Y si era yo el único que había sentido algo?
Suspiré sentándome lejos de él y tragándome las emociones... No iban a servir
más que para deprimirme más.
-Y... ¿eres de aquí?- Indagó mirándome desde su
distante lugar cuando había pasado largo rato sin que ninguno dijera nada.
-¿Tengo pinta de ser de aquí?- No pude evitar
soltar una carcajada ante esa cuestión... De todas las preguntas, ¿esa era la
única que se le ocurría?
-No, la verdad, no... ¿Tokio?- Asentí todavía
sin poder dejar de reírme.
-¿Y tú?- Seguí la conversación, total, no
teníamos nada mejor que hacer.
-Osaka...- Me regaló otra de sus deslumbrantes
sonrisas.
Seguimos hablando de varias cosas, nuestra
familia, clases, amigos (habló más él que yo en estos temas), luego pasamos a
deportes, música, aficiones... Era muy interesante hablar con él, teníamos
gustos muy parecido, aunque no iguales, pero podíamos mantener una conversación
el uno con el otro dando nuestra opinión y compartiendo lo que pensábamos sin
discutir, no podía creerlo pero me estaba divirtiendo muchísimo con él... Ryo,
era una gran persona.
Empezó a caer la noche y con ello llego el frío.
¿Cómo podían las chicas aguantar el invierno con esto? Me estaba empezando a
congelar, intenté tapar mis manos con las mangas y volver a abrazar mis piernas
para no tener tanto frio pero apenas conseguía darme calor.
-¿Tienes frío?- Me preguntó y asentí sin
mirarle, estaba concentrado en calentar mis manos con mi aliento. Se acercó a
mí abrazándome para (supuse) calentarme con su calor corporal... Otra vez volví
a notar mis mejillas rojas y mi corazón acelerado, pero me obligué a ignorarlo,
sólo éramos dos personas encerradas en un granero... de las que parecía que se habían
olvidado por completo.
-¿Estás nervioso?- Le pregunté despues de un lapso
de silencio, no uno incómodo, simplemente un silencio reconfortante.
-No, ¿por...?- Contrario a sus palabras, el
tono de su voz me dijo que sí lo estaba. Volteé a mirarle pero en ese momento
él hizo lo mismo y acabamos con los labios a centímetros... Me mordí el labio
inferior inseguro, quería volver a besarle pero… ¿y si me alejaba?... ¿y si no
le gustaba...? Poco a poco Ryo se fue acercando a mí y yo hice lo mismo hasta desaparecer
la escasa distancia que nos separaba, fundiéndonos en un beso inocente donde
sólo podíamos sentir la suavidad y la calidez del otro. Los dos nos miramos
fijamente, como si esperáramos una respuesta desfavorable por parte del otro
para parar, pero al no haberla, vino otro beso más entregado, me incliné un
poco hacia su cuerpo para poder seguir el ritmo que imponían sus labios sobre
los míos… cerré los ojos, no sé si él continuó mirándome del modo en que lo
estaba haciendo, no quería dejar de perderme en esos ojos, pero tampoco podía
mantenerlos abiertos, estaba sintiendo demasiadas cosas como para concentrarme
en sus labios y no en la forma en que me miraba… un nuevo beso, uno un poco más
salvaje al sentir que colocaba su mano en mi nuca atrayéndome más hacia él y
pegándose más a mi cuerpo que empezaba a temblar debido a su cercanía y ya no
al frío, me abracé a sus hombros para asegurarme de que no parara… y al final, el
beso se volvió una lucha por el control de la situación donde ninguno quería
ceder, sentía su lengua acariciando ávidamente la mía, que aunque tímidamente
le correspondía, poco a poco fue ganando mayor confianza para profundizar el
beso que ya amenazaba con robarnos el aire de los pulmones como no nos
detuviéramos un momento para respirar.
Me tumbó suavemente de espaldas en el suelo besando
ligeramente mis labios y respirando agitadamente sobre ellos, mirándome a los
ojos, atento a mis reacciones, mientras desabrochaba el lazo rojo a cuadros que
rodeaba mi cuello para luego comenzar a desabotonar la blusa blanca... sin
prisas, uno a uno, mientras no dejaba de mirarme a los ojos como si estuviera a
la espera de que le pidiera parar. No podía controlar mi respiración, sentía
como si el corazón se me fuera a salir por la boca… cerré los ojos al tiempo
que apretaba los puños… estábamos a punto de... de… ¡de hacerlo!
Volvió a besarme, pasando de mi boca a mis
mejillas, mis párpados, hasta llegar a mi frente, su perfume no era de marca
pero olía realmente bien, pasó su brazo por mi costado para mantener el
equilibrio mientras acariciaba mi cabello por detrás con la otra mano, sus
besos se abrieron paso hasta mi cuello.
-Tranquilo, no haré nada que tú no quieras…- Susurró
con voz queda en mi oído al tiempo que depositaba un dulce beso en el lóbulo; mi
cuerpo se tensó por aquella delirante sensación, suspiré al sentirme un poco más
tranquilo al escucharlo decir eso pero aun así estaba asustado… era mi primera
vez y Ryo por el contrario, parecía que lo tenía todo bajo control. Lamió un
par de veces mi oído, mi cuerpo se retorcía bajo el suyo, mi voz se escapó de
mi garganta en un ligero gemido que él atrapó entre sus labios, los cuales
comenzaron a perderse cuesta abajo por mi pecho y mi estómago. Temblaba, pero
estaba seguro de que ya no tenía nada que ver con nada que haya sentido antes…
esto era algo que me estaba volviendo loco. Abrió mis piernas poco a poco y
empezó a lamer mi miembro por encima de la molesta tela de mis bóxers...
Mis jadeos y gemidos eran cada vez mayores, el
brillo lascivo de su mirada me decía que escuchar aquello lo hacía feliz, pero
ya no podía aguantar más, le separé de mí apartándolo por los hombros y me
incorporé sobre él para empezar a desnudarle torpemente mientras repartía besos
por cada parte de su cuerpo que se iba revelando a mis ojos y a mis dedos. Mi
cuerpo no sería el único que se calentaría esa noche. Moví mis caderas por
encima de las suyas y soltó un gemido al rozarse nuestros miembros, estaba
deseándolo tanto como yo. Nos quitamos todo lo que nos quedaba encima y me
preparé para lo que pudiera pasar... Inevitablemente grité de dolor al notar
uno de sus dedos dentro de mí, pero aguantaría... intenté hacerle saber que me
dolía cuando empezó a moverlo en mi interior, pero no me dio oportunidad a
decir nada, en su lugar me calló a besos mientras metía un segundo dedo y no
mucho después un tercero… mis lágrimas habían empezado a resbalar por mis
mejillas, pero sus besos salvajes, su lengua caliente acariciando mi piel, su
mano rozando y pellizcando mis pezones, hicieron que poco a poco me fuera
olvidando de esa desagradable sensación… Al poco mis caderas se movían a su ritmo
y ya estaba preparado para lo que vendría a continuación. Sin cambiar nuestras
posiciones empezó a entrar poco a poco, no podía creer que se sintiera tan
bien, me aferré con fuerza a sus hombros mientras lo sentía por completo dentro
de mí... Era como estar en el mismísimo cielo.
Al principio mi ritmo era lento y torpe en comparación con el suyo, creo
que eso le desesperó porque agarró con sus manos mis caderas y fue marcándome
el ritmo a la vez que apretaba sus pulgares sobre mí.
Su voz hacía eco dentro de mi cabeza cada que
gemía debido al vaivén que describían nuestros cuerpos que poco a poco se iban
perlando ligeramente de sudor… ver la expresión de su rostro a juego con mis
propios gemidos, me excitaba aún más… aumenté el ritmo, él cerró los ojos
sujetándome con fuerza al tiempo que se levantaba hacia mi pecho para besar y
lamer todo lo que estaba a su alcance, dando suaves mordidas a las partes más
sensibles que encontraba de mi piel, sentía que iba a explotar entre sus
brazos… era una sensación tan delirante e irreal, eché la cabeza hacia atrás
profundizando las embestidas mientras sus brazos rodeaban mi cintura casi con
desesperación, no podía dejar de moverme, y no iba a detenerme, no hasta que
llegué al clímax y terminé entre nuestros cuerpos al tiempo que sentía su
húmeda calidez inundándome por dentro en un gemido ronco que se fundió por
completo con el mío.
Se dejó caer sobre mí mientras ambos recuperábamos
el aliento...
No podía creer lo que me acababa de pasar… lo
había hecho por primera vez… con un chico… y me había encantado. Abracé su
cabeza contra mi pecho en un vano intento por hacerle saber lo que sentía en
ese momento…
Todo se jodió por completo en el preciso
momento en el que me perdí en la curva perfecta que dibujaban sus piernas a
contraluz cuando lo vi parado frente a mí sonriéndome de ese modo tan tierno
mientras me extendía la mano luego de decirme su nombre… Luego una idea
estúpida se cruzó por mi cabeza al verle sentado junto a mí y abalanzándome
sobre su cuerpo para asegurarme de que en verdad no era una chica, le levanté
la falda y… lo besé… ¡Carajo! Ya me
había asegurado de que sí, era un chico igual que yo, pero, mierda… no estaba
preparado para admitir que aún así me seguía atrayendo, por eso le besé, para
asegurarme de que no me había vuelto gay por su culpa, pero… no, me había
gustado… no, más que eso… el sabor de su
boca, la suavidad de sus labios, la calidez de su piel… ¡Había besado a un
hombre!... y me había gustado más que cualquier otro beso que hubiera dado o
recibido en la vida. Esto estaba jodidamente mal.
Supongo que ambos caímos en cuenta de la
situación al mismo tiempo. Ya no sabía ni que pensar. Continuaba junto a él
pero el abismo entre nosotros se había vuelto evidente por el pesado silencio
que nos rodeaba. Me ponía cada vez más nervioso, así que como siempre, empecé a
hablar tonterías… se rió… la primera risa sincera que le escuchaba… y me gustó.
Empecé a reír también. Mi estúpido intento de conversación terminó
convirtiéndose en la charla más genial que había compartido con alguien, chica
o chico, en toda mi vida… con él pude hablar de cosas de las que normalmente no
podía expresar ni con mis mejores amigos… había algo en él, en su mirada, en su
sonrisa, que me hacían sentir que podía decirle todo, cualquier cosa, y él me
iba a escuchar y entender sin prejuicios ni burlas. Duramos platicando sobre
todo y sobre nada durante horas… lapso durante el cual me olvidé del resto del
mundo, incluso del hecho de que seguíamos encerrados en ese lugar, hasta que la
luz del sol desapareció y con la llegada de la noche, el frío y el hambre
empezaron a mermar mi buen ánimo… ¿Dónde carajos estaban los chicos? ¿Se habían
olvidado de mí? Idiotas, ya me encargaría de cobrármelas cuando estuviera fuera
de ahí.
Bastó con que volviera a acercármele en ese
inocente abrazo para hacerlo entrar en calor para saber que ya no habría marcha
atrás… Todo había iniciado con otro beso, uno totalmente puro por no decir que
tonto, que se desbordó hasta que terminamos entregándonos a nuestros deseos.
¿Qué demonios había sido todo eso?...
¿En serio me había vuelto gay por culpa de este
chico?...
Seguía recostado sobre su pecho, ambos
desnudos, escuchando los latidos acompasados de su corazón que poco a poco iban
volviendo a su ritmo habitual, al igual que los míos, devanándome los sesos por
entender qué había pasado desde que le conociera esa mañana hasta el momento en
que lo escuché gemir de ese modo al llegar al orgasmo tan sólo unos segundo
antes… por tratar de aclarar mis sentimientos… por saber qué iba a hacer a
partir de ahora… Digo, no era como si fuera a ir a su casa a pedir su mano sólo
porque nos habíamos acostado, sólo había sexo, sí, probablemente el mejor de mi
vida, pero sólo sexo, ¿no?… sin embargo, una parte de mí entendía a la
perfección que estaba completamente jodido… porque… yo quería seguirlo viendo…
tal vez… volver a estar con él… o simplemente… estar con él… así, riendo,
conversando… sólo teniéndolo a mi lado…
-¿Ryo…?- Su suave voz llegó a mí como un golpe
directo que me dejó K.O.
-Shhh… quiero seguir así un poco más…- Estaba
siendo egoísta, lo sé, no me importaba si mi cuerpo le resultaba pesado estando
sobre el suyo, si le costaba respirar, si empezaba a tener frío otra vez, si
quería moverse, no… sólo quería seguir sintiéndole de ese modo y sentir que
todo estaba bien con tan sólo seguir escuchando esa melodía dentro de su pecho.
No dijo nada más, tan sólo me abrazó más contra su cuerpo, me aferré a sus
brazos y nos quedamos así otro rato, disfrutando de nuestro calor y nuestra
cercanía.
Empezaba a quedarme dormido arrullado por su
respiración, cuando un ruido me devolvió a la realidad. Había estornudado.
-¿Estás bien?- Me apresuré en levantarme de
encima de él, todavía adormilado, para darle mi suéter. La blusa que había
llevado puesta no le serviría de mucho en ese momento.
-Lo siento… no quería despertarte… no lo pude
seguir conteniendo…- Sonrió apenado mientras sacaba la cabeza por el cuello de
la prenda dejando su lacia melena alborotada. Me reí por mi habitual estupidez.
-¿Era eso?... ¿Lo que querías decirme cuando me
hablaste hace rato?…- Tapaba mi boca con mi mano tratando de no seguir riendo
para que no pensara que me burlaba de él.
-Uhn…- Asintió bajando la mirada pero sin
borrar la sonrisa, frotándose los brazos para entrar más rápido en calor. Eché
a reír ante mi absurdo pensamiento… “mi suéter se ve definitivamente mejor en
ti aunque esté roto”… fue algo que jamás podría decirle en voz alta pero que
sin duda creía. Me acerqué a él y acomodé los rebeldes mechones de su cabello
en su lugar. Me miró con esa cara de
cachorrito que a veces ponía. –Gracias…- Se pasó el cabello por detrás de la
oreja. Le besé nuevamente.
Temiendo que de nuevo perdiera el control y
volviera a desnudarle en ese momento, me separé de él y dejé mi frente apoyada
en la suya, sujetando suavemente su nuca, mirando sus labios, intentando
normalizar mi respiración y poner mi mente en frío.
-Será mejor que nos vistamos…- De pronto la
burbuja se rompió… recordé que mis amigos podían volver en cualquier instante
(y rogando que no lo hubieran hecho ya, porque de seguro habrían escuchado
todo), definitivamente no quería pasar el resto de mi vida soportando sus
burlas. Me sentí un poco canalla en ese momento. Estaba preparado para volver a
hacerlo mío… pero no estaba listo para que alguien más supiera que existía. Era
un idiota.
-Uhn…- Asintió dos veces y jaló la falda y su
ropa interior para volvérsela a poner. Tras lo cual se sentó de nuevo junto a
las cajas de la entrada.
-¿Tatsuya?...- Entonces reparé en que de nuevo
parecía asustado. No hubo respuesta. -¿Estás bien?...- Me abotoné el pantalón,
me subí el zipper y me senté a su lado todavía con el torso desnudo. Silencio.
Busqué su rostro debajo de su cabello. -¿Qué pasa?...- Me preocupé.
-Yo…- Estaba a nada de romper en llanto. Le
miré esperando que continuara. -…me duele…- Cuando levantó el rostro para
mirarme, un par de lagrimitas se le escaparon. Me preocupé. ¿Se había hecho
daño? ¿Dónde? ¿Cuándo? Parpadeé un par
de veces mirándolo fijamente, tratando de encontrar dentro de sus ojos
mágicamente la respuesta a mis dudas… pero finalmente entendí. No pude contener
mi risa. -¡Qué malo! ¿Y encima te burlas de mí? ¡Si es por tu culpa!…- Se
encogió abrazándose a sí mismo y escondiendo de mí su rostro entre sus brazos y
las rodillas.
-¡Lo siento! Lo siento… soy un idiota… ¿vale?-
Me arrodillé frente a él pasando mis piernas por sus costados. –Es que me
asusté pensando que estabas herido o algo… perdóname, sólo me sentí aliviado de
que no fuera así… no llores… ¿si?- Me incliné y lo abracé besando su cabello. -¿Te
duele mucho?...- Acuné su rostro entre mis manos para besar sus mejillas
secando sus lágrimas. Asintió esquivando mi mirada, seguramente debido a la
vergüenza. Le di un suave beso en los labios. Y otro y otro y otro… hasta que
volvió a reír sujetando mis muñecas para que me detuviera, sus manos se sentían
heladas.
-¡Ya! Me haces cosquillas…- De nuevo me miraba.
Me sentí aliviado de que ya no tuviera esa expresión afligida en el rostro. Lo
despeiné cariñosamente y me puse la playera. En serio hacía frío.
Escuchamos pasos afuera. De inmediato reconocí
las voces de mis amigos riendo a carcajadas y me levanté como impulsado por un
resorte. Ya no estaba enojado porque me encerraran ahí toda la tarde, definitivamente
había valido la pena, pero eso ellos no tenían por qué saberlo, ¿verdad?
-Esos idiotas…- Lo escuché reír mientras se
ponía de pie también y se sacudía las calcetas que le llegaban hasta las
rodillas y que de seguro estaban sucias después de todo lo que había pasado en
ese suelo lleno de tierra. Escuché que quitaban el pestillo. Abrieron la puerta
y lo primero que vieron, fue a mí con los brazos cruzados sobre el pecho y cara
de pocos amigos.
-Ryo-chan… lo siento… pensamos que te estábamos
echando una mano, man…- Jin conocía a la perfección esa mirada mía y sabía que
le significaban problemas… serios problemas.
-¡Se olvidaron de mí! ¡Idiotas!-
-¡No!- Lo fulminé con la mirada y se calló. No
le iba a mentir al Rey de las mentiras.
-Bueno, sí, es que fuimos a la playa y
conocimos a unas chicas de otra escuela, pensamos que no te importaría porque
estarías “ocupado”… hasta que hace rato que volvíamos para llevarlas de regreso
al Ryokan, vimos a Kana-chan con Kimuko y nos dimos cuenta de que la habíamos
cagado…- Incluso Koki había dejado de reír y parecía niño regañado.
-Son unos idiotas, lo saben, ¿verdad?...- Puse
mis manos en mi cintura mirándolos reprobatoriamente. Sentí que él se movía en
el interior, sin saber si acercarse más o no, se detuvo. Lo miré quitando mi
cara de “enojo”. -¿Puedes caminar?...- Los dos se asomaron en dirección a donde
estaba Ueda, pero las sombras del interior no les permitían verlo.
-Sí… creo…- Su rostro dejaba en claro que le
dolía más de lo que pensaba. Fui hasta él y le sujeté para ayudarle. Los dos
permanecían mudos. Ueda tenía la mirada clavada en el piso dando pasos lentos
abrazándose a sí mismo, no sé si por pena, por frío o por el dolor. Los dos lo
recorrieron de pies a cabeza. Luego me miraron.
-¿Un chico?...- Koki fue el primero en romper
el silencio. Sentí que se estremecía.
-Oye, ¿estás bien?...- Incluso Jin se había
dado cuenta de que algo no iba bien con él.
-¡Idiotas! ¿Cómo va a estar bien si nos
encerraron aquí toda la tarde después de que esos idiotas le hicieran vestir
esto y le persiguieran cuando se les escapó de a saber qué demonios pretendían
hacer con él?- Dije alterado obviando el hecho de que llevaba el uniforme de
nuestra escuela con la mano libre.
-Vaya… lo sentimos… no teníamos idea…- Los dos
se miraban y lo miraban con un grado de culpa en el rostro.
-Como sea… hay que llevarlo de regreso…-
-¡No!- Se tensó ante mis palabras y se echó un
paso atrás zafándose de mi agarre.
-Pero… no pensarás quedarte aquí, hace frío y
tú…- Me le quedé viendo. Se sentía mal, era obvio. Lo mejor era que tomara un
baño y se fuera a la cama, ¿no? Que descansara.
-Idiota… ¿Quién querría volver allá llevando
una falda?…- Ueda volvió a bajar la mirada tras oír el comentario de Koki.
-Esperen aquí, iremos a traerle algo de ropa…-
Jin le dio una palmadita en el brazo.
-Gracias…- Hablaba tan bajito que me pregunté
si ellos le habían podido oír.
Nos quedamos un buen rato sin decir nada
después de que mis amigos se fueran. Me sentía un estúpido. No sólo había
ocultado la verdad a mi conveniencia, sino que preocupado por mi bienestar, no
había reparado en lo absoluto en sus sentimientos.
-¿Estás bien?- Froté sus brazos para darle
calor. Estaba demasiado quieto.
-Creo que no duele tanto si no me muevo…- Bajó
la mirada y empezó a jugar con sus dedos en la orilla de mi suéter.
-No me refería a eso, bueno también, pero… me
refería a aquí…- Apunté mi pecho con mi dedo índice a la altura del corazón. Me
miró un segundo. De nuevo el silencio. Luego negó con la cabeza sin decir nada.
¿Eso era un “no, no estoy bien”? -¿Te arrepientes?...- No quería oír la
respuesta, pero la pregunta había salido disparada de mi boca antes de que
pensara siquiera en sí quería decírselo realmente. Volvió a negar sin mirarme
todavía. Ya no sabía qué decir. Sólo me quedé mirando su perfil bajo la luz de
la luna. En serio tenía una cara demasiado hermosa para ser un chico.
-Estoy asustado…- Susurró sonriendo ligeramente
con nerviosismo, retorciendo mi suéter entre sus dedos índices. –Es la primera
vez que me siento así… y… no sé muy qué hacer…- Por fin me miró. Parecía
angustiado. Tomé su mano tratando de transmitirle seguridad… una que en
realidad yo tampoco tenía.
-También es la primera vez que me siento así…-
Confesé. Me sonrió bajando la mirada a nuestras manos entrelazadas.
-Mentiroso… es obvio que tienes un montón de
experiencia…- Me reí. Él tenía razón… en parte.
-Ok… corrijo… es la primera vez que me siento
así… con un chico…- Me miró con las mejillas teñidas de rubor. Se veía tan
bonito que me dieron ganas de abrazarlo y besarlo. Pero escuché a los chicos
acercándose a lo lejos. Me levanté para ver dónde venían. Aún teníamos un poco
de tiempo.
-Supongo que es momento de decir adiós…- Pude
notar un dejo de tristeza en su voz.
-¿“Adiós”?... ¿Por qué? ¿Acaso no quieres
volver a verme?...- Levantó la cabeza de súbito con una expresión mezcla de
sorpresa e incomprensión que me pareció graciosa y adorable.
-¡Sí!... pero…- Miró hacia donde venían ellos. Apreté
su mano para reclamar de nueva cuenta su atención.
-Mañana… a las 10:00 am afuera del Ryokan...
iremos a ver el otro Santuario de la Isla…- Le sonreí picándole la mejilla.
-…no vayas a llevar uniforme…- Lo miré serio. Ladeó la cabeza en señal de que
no entendía lo que decía. -…ni siquiera este, por muy sexy que te quede, ¿ok?.-
Le susurré al oído dándole un jaloncito a la falda y eché a reír mientras él se
encogía de hombros, rojo como tomate, y yo me apartaba de él para que se
recuperara antes de que llegaran mis amigos.
-¿De qué te ríes, Ryo-chan? ¿Te está molestando?-
Ueda negó desesperado ante las palabras de Jin que se interponía entre nosotros
dándole uno de sus pantalones de mezclilla. –Cámbiate… Te acompañaremos al
Hostal, ¿vale?- Asintió sin mirar a nadie. Tomó la prenda y entró nuevamente a
la bodega.
-¿No es así como rarito?...- Preguntó Koki en
voz baja cuando lo perdimos de vista entre las sombras.
-Naaaaaaaaaaah… sólo es tímido…- Negué entre
risas.
-¿Qué? ¿Ya perdí contra unas faldas mi título
de “mejor amigo” por un encerrón de unas horas en un granero que huele a rancio
y madera podrida? ¡Tssk!... Creí que lo nuestro valía más que eso, Ryo-chan…-
Jin me hacía pucheros.
-Eso te pasa por idiota…- Levanté las manos en
gesto de resignación haciendo una carita angelical.
-Etto… gracias…- Ueda habló en voz baja para no
ser descortés por interrumpirnos.
-Volvamos… los dos deben estar hambrientos y ya
casi es hora de que el profesor revise las habitaciones.-
-Buen punto… ¿ustedes tenían “toque de queda”?-
-No… la Profesora sólo nos dijo que no hiciéramos
nada que no fuera propio de un alumno del Aogaku…- Respondió como si fuera lo
más normal del mundo.
-¡¿Eres alumno del Aoyama Gakuin?!- Preguntamos
los tres a coro con cara de estupefacción.
-Uhn…- Si no hubiera estado tan sorprendido, hubiera
pensado que esa carita suya era la cosa más adorable que le había visto hacer.
Se hizo un extraño silencio entre los cuatro.
-Vaya… quien iba a decir que hasta en las
escuelas de élite hay abusones…- Rompí el silencio con la primer cosa que se me
vino a la mente. Ueda agachó la cabeza apretándose el brazo con la otra mano.
-Eres tan idiota…- Jin me dio un golpe en la
pierna y se levantó. -...pobre de ti, chico… haber tenido que soportar a este
sujeto durante tantas horas sin tener a dónde correr…- Jin le dio un golpecito
amistoso en el brazo. –Perdón por las horas de tortura… Te consideráremos un
héroe por haber sobrevivido…- Él sólo se rió mirándome discretamente.
-Pero Ryo tiene razón, igual nunca me hubiera
esperado que los niños ricos vinieran a lugares como estos en sus viajes
escolares…- Koki parecía realmente interesado en la respuesta de Ueda. Incluso
yo lo estaba.
-Bueno…- Se encogió de hombros. –Es parte de un
proyecto escolar de Economía… este es un buen lugar para estudiar cómo funciona
el sistema de trueque y el término “comunidad rural” que se empleaban en los
Shogunatos en un sector menos desarrollado de la sociedad actual…-
-¿Ósea que van a tener que hacer informes sobre
esta Isla del infierno?- No me lo podía creer.
-Menos mal que vamos a una escuela pública y
sólo nos trajeron a tontear…- Jin exagero que temblaba de miedo ante la idea de
tener que hacer tarea en días libres. Ueda echó a reír, contagiándonos a todos
con su risa.
Volvimos al Ryokan conversando y riendo de
tonterías sin sentido, burlándonos a ratos de Koki, a veces de mí, de los niños
ricos de la escuela de Ueda, de las estupideces que hacíamos nosotros mientras
ellos vivían entre libros y misas matutinas. Tan sólo riéndonos de todo lo que
pudimos mientras caminábamos. Jin iba entre nosotros, pero aún así podía verlo
claramente. Cada una de sus facciones y gestos. Sí. Estaba jodido. Ueda me
gustaba. Me gustaba mucho.
Apenas si pude conciliar el sueño durante la
noche. Me sentía tan… tan… ¡no sé!... Pero me sentía así, fuera lo que fuera y
era bueno. Me emocionaba saber que él aún quería verme al día siguiente. Seguí
pensando en todo lo que había pasado el día anterior hasta que finalmente me
quedé dormido.
La alarma de mi reloj de pulso sonó a tiempo
para que pudiera tomar un baño y estar listo para salir de ahí antes de que
alguien notara mi ausencia, aunque tampoco es como que mis compañeros de
escuela fueran a notar siquiera mi presencia si me quedaba con ellos. Bajé las
escaleras y me reuní discretamente con la multitud que ya estaba ahí recibiendo
instrucciones del hombre parado al centro.
-Buenos días…- Me decían al oído alegremente al
tiempo que me colocaban una gorra en la cabeza. –Creo que esto será suficiente
para que no se den cuenta de que no eres uno de los nuestros…- Le miré. Su
sonrisa era aún más deslumbrante ahora que podía verla con claridad. Gracias al
cielo, esa gorra me cubrió el rostro, porque si no, él se hubiera dado cuenta
de cuan roja podía ponerse mi cara por su cercanía.
Fue divertido haber ido de excursión a las
montañas con su grupo. A diferencia de mis compañeros de escuela, los suyos se
divertían, reían y bromeaban unos con otros… no había pretensiones ni
hipocresías disfrazadas de diplomacia, no se usaban entre ellos por
conveniencia, no se envidiaban por lo que eran o lo que tenían, simplemente
eran chicos normales viviendo una vida escolar normal… lo que yo siempre había
imaginado cuando pensaba en la vida en Preparatoria. Todos lo estaban pasando
bien… bueno, todos menos Ryo, quien al parecer estaba viviendo un infierno por
culpa de su alergia.
Estaba sentado a su lado en una banca de piedra
que estaba a un lado del camino, observándole preocupado mientras él se
limitaba a limpiarse las lágrimas con un pañuelo desechable y a intentar
controlar sin mucho éxito sus estornudos. Koki y Jin se habían ido a la
farmacia para preguntar por algún remedio que le pudiera ser de ayuda en ese
momento; Okura estaban en una tienda cercana comprando algunos dulces para sus
hermanas menores acompañado de Yasuda y Yamashita e Ikuta se limitaban a alejar
a los gatos de nosotros para que Ryo no se pusiera peor. Pobrecito… menuda
suerte la suya, ser alérgico a los gatos y terminar en una Isla repleta de
ellos. No podía ni imaginarme lo mal que debía sentirse con el aspecto que
tenía.
-¿Estas mejor?- Le pregunté acariciando su
pelo, había puesto su cabeza sobre mis muslos cuando le dio un mareo después de
estornudar tantas veces seguidas. No contestó, sólo negó con la cabeza
tapándose la cara con el antebrazo, supuse que le había empezado a doler la
cabeza y seguí en silencio con lo que hacía, parecía que le relajaba un poco y
yo dejaba de sentirme un completo inútil por no poder hacer nada por él.
-¡Ryo!- Le llamó Jin desde el final de la calle
corriendo como si se le fuera la vida en ello. -¡Resiste! ¿Qué será de este
mundo sin ti?- Bromeó cuando llegó hasta donde estábamos y se agachó para
mirarle, pero debió de leer en su aspecto cómo se sentía. Antes de que pudiera
siquiera darse cuenta, Ryo ya le había dado un coscorrón sin siquiera abrir los
ojos.
-¡Ryo!- Le "regañé". Se levantó y
miró a su amigo como si no hubiera hecho nada malo.
-¿Qué te han...?- Pidió un poco de tiempo
aguantando otro estornudo, en vano, pues terminó haciéndolo de todos modos.
-Nos han dicho que no había mucho que pudieran
hacer por ti, sólo que usaras un cubrebocas y te tomaras esto después de comer,
no antes porque te podrías vomitar…- Le comentó Koki alargando su brazo y
dándole una mascarilla perfectamente doblada y un sobrecito de papel blanco que
se guardó en el bolsillo. Los demás se acercaron a nosotros para escuchar
también.
-Gracias- Dijo tranquilo cogiendo también el
trozo de tela y colocándosela sobre su nariz y boca. El grupo entero soltó una
gran carcajada que ni Ryo ni yo comprendimos... Hasta que le miré. Intenté no
reírme pero me fue imposible y acabé riendo yo también. Se levantó del banco y
fue a verse en el reflejo de la ventana de la caseta de información que estaba
cerca de nosotros.
-¡PERO QUÉ!...- El grito que soltó al ver que
el cubrebocas no era totalmente blanco, sino que tenía dibujado un hocico de
gatito totalmente adorable hizo que todos dejáramos de reír y nos miráramos con
espanto. Salió disparado dispuesto a aniquilar a sus amigos que luchaban por
dejar de reír y huir por sus vidas. -¡¡Los voy a matar!!- Les amenazó corriendo
detrás de ellos.
-¡Tranquilízate "Ryoneko-chan~~"- Ese
mote sólo hizo que acabase saltando sobre la espalda de Jin y que ambos
acabaran en el suelo peleando, uno por su vida y otro por acabar con la misma.
-Pues a mí me gusta...- Comenté tímidamente lo
suficientemente cerca como para que me escucharan y dejasen de pelear. -…además
te ayudará a dejar de sentirte tan mal… eso es bueno, ¿no?- Traté de sonar
optimista y convincente.
-Qué remedio, tendré que dejármela puesta...-
Suspiró Ryo levantándose de encima de Jin, sonreí mirándole. No se lo dije pero
la mascarilla de gatito le quedaba a la perfección con esa personalidad suya.
El último día llegó. No quería despedirme de
mis nuevos amigos, y menos aun de Ryo, pero ellos y yo teníamos que volver a
nuestras vidas... aunque prometieron que mantendríamos el contacto por
internet, para mí eso no fue suficiente cuando tuve que despedirme de Ryo...
Quien debió leer en mi rostro cómo me sentía y me entregó un papel con un
número de teléfono.
-Ese es mi número de celular, nos llamaremos
todas la noches si quieres…- Sonrió, parecía contento ante la idea, yo también
lo estaba pero había un pequeño problema.
-¡Claro!... pero...- Agaché la cabeza
avergonzado y triste.
-¿Qué pasa?- Se agachó para mirarme.
-Yo… no tengo móvil...- Le confesé. Fueron unos
segundos de silencio en los que él me miraba sorprendido, como si fuera un ser
de otro planeta y yo rezaba porque no se riera demasiado. Cosa que sí hizo pero
no fue una carcajada burlona, sino más bien una risa espontánea, como cuando
haces una broma.
-¿En serio?- Me miró todavía riéndose.
-Si... Pero... bueno, ¡pensaba comprarme uno
cuando volviera a casa!...- Mentí –No te importará esperar, ¿verdad?... en
cuando lo tenga te llamaré…- Le sonreí contento. Estaba feliz de poder llamarle
pero, ¿cómo explicarle que en verdad nunca había tenido un móvil porque no
tenía con quien usarlo? Nunca tuve amigos, por lo que tener un teléfono para no
usarlo me parecía absurdo… no quise preocuparlo con mis tonterías, así que no
dije más.
-Claro…- Sonrió.
-¡Nishikido-kun!- Le gritó su profesor.
-¡Ya voy!- Contestó - Bueno, hablamos pronto.-
Dijo abrazándome. Su olor llenaba mis pulmones, sentía que podía volverme
adicto a respirar esa fragancia. Correspondí su abrazo poniendo mis manos en
sus caderas, no quería que se fuera... No quería separarme de él, pero es lo
que iba a pasar y lo sabía desde un principio, retrasar el momento sólo me
haría más daño. Al final nos soltamos los dos a la vez.
-Hasta pronto…- Le sonreí luchando por no
llorar mientras subía a la minivan blanca con el resto de sus amigos y
compañeros para partir con rumbo al puerto.
Observé mi habitación, hacía tantos días que no
estaba en ella que me sentí como un extraño en mi propia casa... Nada había
sido movido o cambiado de lugar: mi ordenador seguía sobre mi escritorio de
color oscuro a juego con las sábanas de mi cama, en la que estaba acostado descansando
después del largo viaje de regreso, por suerte teníamos el fin de semana para
descansar, terminar los deberes y luego volver a clases. Abrí la maleta para
deshacerla, podría haber dejado que alguno de los empleados de mi casa lo
hiciera, pero no quería... no por alguna razón en particular, sólo quería ser
un poco "autosuficiente". Saqué la bolsa de la ropa sucia y la dejé a
un lado mientras buscaba otras bolsas con las cosas que había obtenido en el
viaje... El típico gatito gordito blanco, que se suponía que traía buena
suerte, y que había comprado poco antes de despedirnos, algunos dulces que me
había regalado Okura, unos gatitos de madera que me había obsequiado Yamashita,
y los purikuras nos hicimos con orejas, bigotes y narices de gato... todos
sonriendo divertidos… menos Ryo que salía con cara de enfado por la alergia que
estaba soportando, por lo que en su lugar llevaba el cubrebocas con el hocico
de un gatito sonriente dibujado. Reí recordando algunos de los momentos que
había vivido con ellos, no me había sentido tan aceptado en mi vida... En estos
pocos días había conocido el verdadero significado de la palabra “amistad” y de lo que era el... ¿amor? Reí
tontamente recordando los momentos que tuve con Ryo a solas... realmente, había
sido muy feliz. Puse la foto en mi corcho, lleno hasta ahora tan sólo de hojas
de recordatorios, apuntes importantes sobre cosas de la escuela y mis horarios
de clases extraescolares, verla ahí sin duda me alegraría. Acababa de sentarme
frente al portátil para empezar a redactar el trabajo para la clase de Economía
cuando caí en la cuenta de que casi olvidaba algo importante. Solté lo que
tenía en las manos y salí disparado escaleras abajo.
Era la primera vez que entraba en una tienda de
esas y no sabía bien qué es lo que tenía que hacer o qué decir, ni siquiera
sabía lo que buscaba, para mí todos eran celulares y servían para lo mismo,
pero al ver tantos, me quede confundido, seguí viendo los aparatos esperando
que alguna empleada de la tienda se acercara a mí... hasta que vi que entraban
a la tienda las personas más odiosas y desagradables que conocía.
-¿Ueda-kun?- Me llamó Kaname con esa sonrisa
falsa que siempre ponía cuando quería parecer agradable. Le ignoré y volví a
mirar las vitrinas, supuse que en un sitio público se contendrían un poco de
sus "abusos", pero entonces noté que me jalaban de la muñeca y fui
sacado de la tienda hasta un callejón cercano. Al principio estaba asustado por
lo que pretendieran hacer luego de lo que había pasado la última vez y saber
que nadie me ayudaría en esta ocasión, pero me armé de valor y de un fuerte
tirón me acabé soltando de él. Me miró perplejo.
-Te has vuelto muy escurridizo y valiente
últimamente…- Dijo acorralándome contra la pared del fondo colocando ambos
brazos a los lados de mi cabeza. Él siempre había sido mucho más alto que yo.
-Eso no es asunto tuyo…- Le corté dejándole
claro que ya no me iba a pillar como antes.
-¿No? Te recuerdo que en la excursión te nos
escapaste y eso no me hizo muy feliz… pero ahora ya no están tus
"amiguitos" cerca, ¿cómo te escaparás esta vez?- Se inclinó hasta
dejar su rostro a la altura del mío, con esa desagradable sonrisa cínica que
sólo me mostraba a mí.
-No necesito a mi AMIGOS para librarme de ti,
¿sabes?- Le miré mal. -Al contrario de ti, yo al menos los tengo y no necesito
asustar o amenazar a nadie para que me sirvan de lamebotas...- Dije mirando a
los dos que siempre iban haciendo por él el trabajo sucio. -Eres patético.- No
me reconocía ni a mí mismo, ni ellos a mí, lo normal es que llorase y suplicase
porque me dejaran en paz, pero esta vez ahora era muy diferente... Como no dijo
nada, le aparté con mi brazo y eché a andar rumbo a la calle pensando que las
cosas iban a ir mejor de ahora en adelante… pero canté victoria demasiado
pronto.
¿Cuántos días habían pasado desde que volvimos
a casa? ¿Diez? ¿Quince?... ¡Mierda!... Y yo seguía corriendo de regreso a casa
en cuanto terminaban las clases para ver si ese día sí me había respondido
cualquiera de los mails que le había enviado desde que habíamos vuelto del
viaje escolar… No podía ser más idiota o patético de lo que ya era, ¿verdad?
Una parte de mí se obligaba a pensar que tal vez estaba demasiado ocupado con
todas esas clases extraescolares, tareas, exámenes y proyectos que les asignan
en las escuelas a los niños ricos, repitiéndome hasta el cansancio que, en
cuanto tuviera un poco de tiempo libre, iba a llamarme y saludarme con esa voz
alegre que tanto echaba de menos y me iba a tratar de contentar por cualquier
medio cuando me hiciera el enojado por su falta de interés y exceso de abandono
hacia mi persona… pero… otra parte de mí, una que cada vez iba adquiriendo
mayor fuerza, me decía que tal vez no había sido más que su juguete por unos
días, algo que había sido usado y desechado y que ya no era necesario… Me
preocupé… Lloré… Grité… Me volví a preocupar… Volví a llorar… Me enojé…
Enloquecí… y al final… terminé corriendo por toda la escuela y saltándome la
barda del estacionamiento trasero con rumbo a la estación del tren más cercana.
Nadie llegaba, ponía mi mundo de cabeza, me hacía enamorarme como un idiota y
me botaba como un pedazo de basura innecesaria… ¡No señor!... Si ya no quería
verme ni saber nada de mí, si sólo fui un pasatiempo de excursión escolar, si
sólo estaba aburrido, asustado o lo que fuera, me lo iba a tener que decir en
mi cara y soportar la paliza que iba a llevarse por haberme tenido noches en
vela preguntándome si estaba bien, si no le había sucedido algo… ¡Ja! Me iba a
conocer, como que me llamaba Nishikido Ryo.
El viaje de dos horas y quince minutos hasta
Tokio me sirvió para tranquilizarme un poco y dejar de momento a un lado mis
instintos asesinos. Probablemente se debió a mi charla telefónica con Jin, que
al verme salir corriendo fuera del salón a mitad de nuestra clase de
matemáticas, salió detrás de mí pensando que algo malo había pasado en mi casa,
y que me aconsejo primero preguntar y luego soltar puñetazos. Si incluso un
sujeto como él pensaba que Ueda no era del tipo que usara a las personas a su
conveniencia y que debía haber un por qué en todo esto, yo no tenía porque
darlo por hecho por muy molesto y sentido que me encontrara en ese momento. Así
que una vez que mi cerebro entendió que debía existir una razón de peso por la
que Ueda no se había mantenido en contacto con ninguno de nosotros como había
prometido, mi cuerpo también se relajó lo suficiente como para dejarme pensar
en lo que estaba haciendo y lo que iba a hacer una vez que llegara a mi
destino.
Conforme me acercaba a su Instituto, los
nervios empezaron a invadirme de pies a cabeza. Me sentía como el novio de
pueblo que va a visitar a la chica de ciudad… de algún modo, lo estúpido de mis
pensamientos hicieron que me sintiera menos inseguro cuando por fin llegue a la
puerta de acceso al Instituto. La escuela era realmente algo… la gente rica no
se andaba con privaciones. Me sorprendió que nadie se me lanzara encima cuando
entré, pero me di cuenta de que no era el único que llevaba uniforme de otra
escuela. Subí las escaleras hasta el segundo piso buscando con la mirada su
salón. Di un salto al escuchar la campana que marcaba el final de la clase. Tenía
que tranquilizarme o me iba a dar un algo antes de que pudiera encontrarlo.
Contrario a lo que esperé, no hubo una marea de estudiantes desbordándose por
los pasillos como en mi escuela, tan sólo algunos profesores saliendo de un
salón para bajar por las escaleras por donde yo había llegado. Tanto silencio
me ponía de los nervios. Apreté el paso hasta el final del pasillo donde por
fin encontré lo que buscaba: 2-A. La puerta estaba abierta, pero todos estaban
en sus lugares como robots que sólo sabían estudiar. Al fondo vi a los chicos
que habían estado molestado a Ueda el día que lo conocí. Idiotas. Como les
pusiera las manos encima.
-¿Me das permiso?...- Me asustó. Giré y me topé
con una chica menudita de lentes que me observaba como si no pudiera creer que
estaba ahí parado impidiéndole pasar.
-H-hola… ¿estás en esta clase?- Asintió sin cambiar
la expresión desinteresada, por no decir que apática, de su rostro. -¿Conoces a
Tatsuya?- Traté de sonar lo más amable que podía en mi estado.
-¿El Delegado Ueda?- Se guardó el pañuelo en el
bolsillo del saco.
-Sí, él… ¿Podrías llamarlo para que salga un
momento?- Incluso me obligué a regalarle una sonrisa.
-No puedo…- Me quedé de piedra. ¿Acaso esta
gente no sabía lo que era hacer un favor? –No está…- Se acomodó el cabello
detrás de las orejas.
-¿Sabes a dónde ha ido?- Estaba alcanzando peligrosamente
el límite de mi paciencia y mis buenos modales.
-No… si quieres saber por qué está en el
hospital tendrás que hablar con Ayako-sensei, nuestra Tutora…- Me empujó a un
lado diciendo aquello como si me hubiera dicho que me consiguiera un paraguas
porque el día estaba nublado. No me dio tiempo a preguntarle nada más, entró al
salón y se sentó para tomar sus libros. Se me heló la sangre. Me dieron ganas
de vomitar por la impresión. Sentí que las piernas se me hacían de gelatina.
¿Ueda… estaba en el hospital?
Bajé corriendo para alcanzar a alguno de los
profesores y preguntar por su maestra. No me costó mucho dar con ella. Me
presenté diciendo que era un primo de Ueda que vivía en Osaka y que estaba
preocupado porque no había ido a recogerme como prometió cuando le dije que iba
a venir de visita. Siempre se me había dado bien mentir, pero creo que era la
primera vez que sostenía por tanto tiempo una mentira. La mujer se tragó toda
mi historia porque me recordaba del viaje a Tashirojima, así que me dijo que
habían atacado a Ueda cerca de la zona comercial de Daikanyama y que estaba
desde hacía doce días, los mismos que habían pasado desde la última vez que nos
vimos, en estado delicado en el Hospital de la Universidad Médica de Tokio. Le
di las gracias y salí de ahí a toda prisa para ir a verle. ¿Cómo había sido tan
estúpido? Por supuesto que si no me había llamado era porque algo debió
habérselo impedido. Eres un idiota, Ryo… ¡El mayor idiota de la historia!
Llamé a Jin para decirle lo que había pasado.
Necesitaba escuchar una voz amiga que me diera seguridad. Estaba a nada de
colapsar por todas las cosas que habían pasado. Además necesitaba instrucciones
para llegar al dichoso Hospital. No conocía mucho de los alrededores de Tokio y
en el estado en el que me encontraba, ni siquiera podía pensar con claridad.
Para cuando llegué a Nishi-Shinjuki sólo tenía
una cosa en mente: debía decirle a Ueda que me gustaba. Sin importar si me
odiaba o me rechazaba, yo le diría lo que sentía por él. Nada ni nadie me haría
cambiar de idea. Tan sólo quería verlo, abrazarlo, besarlo y decirle de frente
todo lo que le había dicho entre líneas en mis correos electrónicos.
La imponente construcción de dieciocho pisos me
dio la bienvenida cuando me detuve frente a la entrada para retomar el aliento.
Había corrido desde la estación del metro hasta ahí, no soportaba estar
esperando en la parada del autobús, así que mejor me puse en movimiento. Cuando
por fin sentí que ya no me ahogaría con mi propia respiración, entre y me
dirigí directo a la Recepción. Supongo que la enfermera debió ver en mis ojos
la desesperación suficiente como para decirme al momento el número de su
habitación junto con algunas indicaciones para llegar hasta ahí.
Sentía que el corazón me iba a explotar de un
momento a otro. Salí del elevador con la cabeza hecha un caos de pensamiento y
emociones. Todo lo que había planeado decir y hacer se fue al carajo en el
momento en el que me detuve frente a la puerta marcada con el número “503” y su
nombre a un costado. Mis manos habían empezado a temblar y ni siquiera podía
acercarlas al pomo de la puerta. Sentía las gotas de sudor resbalar desde mi
frente. Un escalofrío recorriéndome la espalda. Mi corazón latiendo como una
bestia aterrada. Mi respiración totalmente fuera de control. Tomé aire y lo
solté lentamente. Una vez… dos veces… obligué a mi mano derecha a subir hasta
la barra de metal empotrada en la puerta… tres veces… cuatro veces… por fin fui
capaz de sujetarla… cinco veces… seis veces… y abrir.
Mis párpados pesaban demasiado, pero me obligué
a abrirlos... Sentía como que no debía seguir durmiendo por más tiempo. Necesitaba
despertar. Lo primero que vi fue mucha claridad... demasiada… tanta, que me
hacía daño en los ojos y tuve que volver a cerrarlos; pero al poco volví a
abrirlos, parpadeando varias veces hasta que pude acostumbrarme a la luz y me incorporé
sobre la… ¿cama? Miré a mi alrededor sintiéndome un poco confundido por no
reconocer nada, para descubrir con horror que no estaba en ningún lugar que
conociera… estaba en la habitación de un hospital… ¿qué hacía yo ahí?
Como un flashazo, todas las escenas de lo que
había pasado antes de que cerrara los ojos se agolparon en mi mente... ¿Cuánto
tiempo llevaba aquí? Intenté levantarme para salir, ni siquiera había sacado
los pies de las cobijas cuando la puerta se abrió haciendo que me congelara en
mi sitio.
-Ueda-kun, despertaste…- La enfermera entró
sonriéndome amablemente y se acercó a la bolsita con suero que tenía conectado
a la vía de mi brazos para regularle alguna cosa. Tenía tantas preguntas que
hacer y un nudo en mi garganta que me lo impedía. -¿Cómo te sientes?-
-P-perdone...- Empecé después de un par de
intentos fallidos por hacer salir mi voz. -¿Cuántos días llevo aquí?- Indagué
sin rodeos, la respuesta me asustaba pero necesitaba saberlo.
-Doce días...- Me miró un poco apenada mientras
revisaba algunas otras cosas en las maquinas que estaban a mi alrededor y hacía
anotaciones en la carpeta de metal que había sacado del frente de mi cama.
¿Doce días?... ¿Había estado metido en ese
cuarto desde que volví de la excursión?, ¿Inconsciente y perdiendo el tiempo?...
Ni siquiera había llamado a Ryo y de seguro se había pensado que no me
importaba o no le quería, sentía que era de lo peor… ¿y si ya no quería volver
a verme?... ¿y si ahora ya no quería escucharme? Noté mis lágrimas resbalar por
mis mejillas y como la voz de la enfermera se iba alejando más y más.
La sola idea de imaginar el rechazo de Ryo
hacía que... ¡No! ¡No! Debía de hablar con él, fuera como fuera... Explicarle
lo que había pasado en realidad. Si después de que terminara de hablar, decidía
que no quería volver a verme, lo aceptaría, pero al menos sabría que le dije la
verdad y que si me importaba mucho... muchísimo… ¡Dios, estaba loco por él,
¿cómo no me iba a importar?! Esperé a que la enfermera se despidiera y saliera
de la habitación para levantarme de la cama, pero al hacerlo caí al suelo...
Parecía que mis piernas estaban dormidas y se negaban a sostener mi propio peso.
Me levanté poco a poco sentándome de nuevo en el colchón. Necesitaba un teléfono...
a la de ya. Había mirado tantas veces el número en el papel que me diera Ryo
que para cuando llegué a casa, ya me lo sabía de memoria, y sabía que en la
centralita seguro habría uno, y si no, me tocaría buscarlo, pero era lo que
menos importaba. En los hospitales había teléfonos y eso era lo único que
contaba.
Volví a intentar ponerme de pie pero el
resultado fue el mismo... Una punzada de dolor intenso por el impacto. ¡Joder!
¡Necesitaba andar y mi cuerpo se negaba a cooperar! Me iba a volver loco…
Escuché el sonido del pomo girarse, supuse que
sería la enfermera que había olvidado algo y que de seguro me regañaría por ver
que me había intentado levantar, ni siquiera hice por pararme del piso… ya todo
me daba igual, pero al abrirse la puerta no vi a la mujer de antes, sino a la
persona que más quería ver en ese momento.
-¿Ryo...?- Le llamé como si no me lo creyera.
¿Era él, verdad? Estaba aquí delante de mí… ¿O es qué ya hasta empezaba a tener
alucinaciones? Sus ojos tampoco parecían dar crédito a lo que veía. Parpadeó un
par de veces. Cerró la boca y se lanzó a abrazarme dejándome en claro que sí era
él y que estaba allí, conmigo.
Seguía teniendo el mismo olor que tanto me
gustaba... podría pasarme así toda la vida si fuera posible, pero empezaba a
tener frio en mis piernas. Al final me apartó con gentileza y nos miramos
sonriéndonos con dulzura, pero no pudimos mantener la distancia por demasiado
tiempo y acabamos besándonos. Estar con él de nuevo así era... ¡lo más
maravilloso que podía existir! El aire de nuestros pulmones se agotó y tuvimos
que separarnos, no sin que soltara alguno que otro quejido de inconformidad
mientras me aferraba al saco de su uniforme con ambas manos.
-Ryo...- Le llamé pasando mi mano vendada por
sus mejillas como si aún no me lo creyera.
-¿Qué haces en el suelo?- Me preguntó
ayudándome a levantarme y depositándome gentilmente de nuevo sobre la cama.
-Tengo que llamarte...- Agité la cabeza para
poner en orden mis ideas. –No, más bien… tenía que llamarte…- Me miró confuso.
-Imaginé que me debías de estar odiando pensando que no me importabas por no haberlo
hecho antes como prometí y... yo… sólo quería decirte que no era así…- Confesé
agachando la cabeza avergonzado… ¿cómo podía estar así a estas alturas después
de todo lo que habíamos vivido juntos?
-Niño tonto…- Sus ojos desbordaban ternura
mientras me sonreía despeinándome como aquella vez en la isla. –Gracias… por
preocuparte por mí…- Se inclinó y me dio otro beso.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste que estaba en
el hospital?- Vestía el uniforme de su escuela, pero no llevaba la mochila,
¿acaso se había saltado las clases por venir a verme?
-Ah, bueno… eso…- Empezó a reír nervioso mirando
a cualquier otra parte que no fuera yo. –Eso no importa, lo importante es que
te encontré… y que tú est…- Tomó mis manos pero conforme me miró, su sonrisa se
fue desvaneciendo de sus labios. -…¿qué te pasó?... ¿quién te hizo esto?- Vi su
cuerpo tensarse al ver los vendajes y moretones que había en mis brazos, al
tiempo que yo me sentía de nuevo pequeño y vulnerable. Había vuelto a
recordarlo todo. Ya no quería recordar nada de eso. Eché mis brazos alrededor
de su cuello y me quedé ahí. Poco a poco puso sus manos en mi espalda y cabeza.
–Shh… tranquilo… perdóname por preguntar… no recuerdes esas cosas… perdóname,
Tat-chan…- Era la primera vez que alguien me llamaba así… la primera vez que
alguien se esforzaba por hacerme sentir seguro y protegido… querido.
Inevitablemente terminé llorando entre sus brazos. Necesitaba llorar. Serían
las últimas lágrimas de dolor y tristeza que quería derramar. Y él se quedó
ahí, en silencio, sólo acariciándome suavemente, susurrándome palabras dulces,
hasta que me calmé y me quedé dormido.
El sol estaba perdiéndose en el horizonte
cuando desperté. Al encontrarme a solas dentro de la habitación creí que todo
había sido un sueño. Pero entonces vi que en mi mano estaba un gatito de madera,
de esos que son para colgarse en el celular y supe que no había sido un sueño.
Ryo había estado ahí. Me sentí un poco triste porque se hubiera ido sin
despedirse de mí, pero supuse que le tomaría varias horas volver a casa y tal
vez tendría problemas por haberse saltado las clases, así que no pude enojarme
con él. Suspiré mirando las nubes que poco a poco se coloreaban de anaranjado y
rosa. No iba a llorar más. Pronto iba a llamarle y todo volvería a estar bien.
Me sabía mal dejar a Ueda e irme sin esperar a
que despertara para despedirnos, pero tenía que regresar a casa antes de que se
hiciera más tarde y mis padres se dieran cuenta de lo que había hecho. Confiaba
en que Jin y los chicos ya me habrían creado una cuartada sólida y convincente
para esa hora, pero era mejor no abusar de mis escasos lapsos de buena fortuna,
así que lo mejor era volver a la hora normal como cuando iba a algún lado con
mis amigos. Acababa de salir del ascensor para salir del hospital cuando
escuché un par de voces en la recepción que me sonaron bastante familiares… y
no del modo en que me gustaba recordar a la gente.
-¿Crees que sea cierto que Ueda despertó?...-
Me quedé a unos pasos de la puerta del ascensor, lo suficientemente lejos como
para que no me notaran pero lo bastante cerca como para no perder detalle de lo
que decían.
-Espero que no, Kaname no sonaba muy feliz
cuando Ayako-sensei nos dijo que habían llamado del hospital…- ¿Pero de qué
carajos hablaban estos dos? ¿Acaso ellos habían tenido algo que ver con lo que
le había pasado a Tatsuya?
-¿Qué vamos a hacer, Ryu? Si Ueda dice que fue
Kaname quien lo golpeó, de seguro él verá el modo de salir bien parado y
culparnos a nosotros…- Escuchar aquello había sido la chispa que encendiera la
llama. El “ding” que anunciara que había llegado el ascensor me hizo reaccionar
a tiempo para entrar junto con ellos antes de que se cerraran las puertas.
Oprimí el botón del sótano, ellos habían oprimido el cinco. Se me escapó una
risa un poco maniática. Los dos guardaron silencio y empezaron a cuchichear.
-Vaya, vaya, vaya… ¿así que el bastardo ese al
que le lamen las bolas fue quien dejó en ese estado a Tatsuya?- Me giré para
mirarlos con la peor cara que tenía. Troné el cuello y luego me troné los dedos
de las manos, el típico gesto de quien está a punto de golpear a quien tiene
enfrente, me miraron aterrados, replegándose a la esquina más lejana.
-¡Nosotros no tuvimos nada que ver!- Pero mira
que este tipo era un miedica de primera. El típico marica que sólo está con el
chico malo para asegurarse de no ser la víctima de los abusos.
-¿Creen que eso me importa?... Yo sólo necesito
un par de sacos de huesos contra los cuales descargar mi ira…- Di un paso hacia
ellos clavando mi mirada en él. El elevador se detuvo en el sótano. Las puertas
se abrieron y se cerraron en pocos segundos.
-¡Fue Kaname! ¡Todo fue cosa de Kaname porque
estaba enojado de que se le escapara en la isla!-
-¡Cállate Shuji!- Señalé al otro con el dedo
moviéndolo de un lado a otro y se calló al momento. Sabía perfectamente cómo
debía lucir ante sus ojos en ese momento. Incluso Jin y Koki decían que les
daba miedo cuando me ponía así.
-¿Qué le hizo ese Kaname a Ueda?- Miré al
miedica asegurándome de que entendiera que, si no me contaba todo, los iba a
dejar irreconocibles. -¡Empieza a hablar!- Saltó con cara de espanto.
-¡Kaname quiso vengarse por lo que pasó en la
isla!… Lo seguimos hasta la tienda de celulares… Sólo queríamos asustarlo… pero
él nos plantó cara… eso enfureció a Kaname… Pensamos que lo iba a dejar ir,
pero… lo golpeó hasta que ya no pudo seguir en pie…- Sentí que me hervía la
sangre de sólo imaginar lo asustado que debió sentirse Tatsuya mientras ese
idiota lo golpeaba como loco, lo desesperado que debió estar de ver que este
par de imbéciles estaban ahí y no hicieron nada por ayudarlo.
-¿Estás diciendo que ustedes dos sólo se quedaron
ahí, mirando como lo molía a golpes y no hicieron nada por detener a su “amiguito”?-
Estaba a nada de sacarles los ojos y arrancarles la lengua con las manos.
-No conoces a Kaname… si supieras de lo que su
padre es capaz, no moverías un dedo en su contra…- Miré al otro y de inmediato
palideció. Sonreí de medio lado soltando un bufido irónico.
-¿Crees que me importa?...- Lo sujeté por la
solapa de su saco. –Después de lo que me acaban de decir, ni su papito podrá
ayudarlo…- Lo aventé hacia atrás. Los dos intercambiaron miradas de espanto e
incomprensión. El elevador volvió a la planta baja. –¡Fuera de aquí, los dos!…
y más les vale no volver a acercarse a menos de tres metros de Tatsuya o se las
verán conmigo…- Les dije cuando las puertas se abrieron. Los dos salieron casi
tropezándose con su propia sombra. -…y gracias… Por su confesión…- Les mostré
mi celular, en el que había grabado toda la conversación, al tiempo que las
puertas volvían a cerrarse. Sus caras no tuvieron precio. Aunque hubiera preferido
dejar que hablaran por mí mis puños, pero si quería hacer realmente algo por
Ueda, tendría que ser más listo. Salí del Hospital con rumbo al Aoyama Gakuin.
Aún tenía algo de lo que hablar con ese tal Kaname. Y por desgracia… mis labios
ya no estaban de humor para seguir desperdiciando aire y saliva.
Volví a la escuela sin muchos ánimos. Ya había
tenido suficiente de su antipatía y su falsedad. Además… no quería volver a verlos.
Sabía que no iba a ser capaz de estar cerca de ellos dentro del salón. Empecé a
sentirme mareado y a sudar frío, incluso me costaba respirar. Entonces escuché
un sonido chistoso dentro de mi bolsillo. “Tat-chan! Felicidades por tu alta…”,
fue un mensaje corto, pero para mí, sus palabras fueron como un conjuro mágico
que me llenó de valor para subir las escaleras y cruzar el pasillo rumbo a mi
salón de clases. Abrí la puerta. Sabía que a nadie le importaría que hubiera
vuelto. Pero…
-¡Ueda-kun, volviste!- Se hizo el silencio
cuando una de mis compañeras habló y todos voltearon a verme. Me sentí muy
incómodo por ese repentino exceso de atención.
-Uhn…- Bajé la mirada y caminé hasta mi
asiento: el último pupitre de la fila junto a la ventana. Sentía cómo todos
iban siguiendo mis movimientos. Sólo escuchaba murmullos y los latidos de mi
corazón. Tomé asiento y dejé mis cosas sobre el escritorio. Miré de reojo a un
costado, el asiento de Kaname seguía vacío, suspiré aliviado, aún podría
desaparecer antes de que él llegara. Entonces se abrió nuevamente la puerta. Él
estaba ahí, mirándome como si hubiera visto un fantasma, luciendo un aparatoso
vendaje en la nariz. Se dio la vuelta empujando a un lado a todos los que
estaban mirando desde el pasillo, muchos ni siquiera eran de mi salón. ¿Qué
estaba pasando? Todos volvieron a clavar sus ojos en mí. ¿Me estaban sonriendo?
Tomé mis cosas y salí de ahí en medio de un torbellino de “Bien hecho, Ueda”,
“Ya era hora de que alguien le diera una lección a Kaname”, “Gracias, Ueda” que
me hizo sentir demasiado agobiado. ¿Qué había pasado? Obviamente yo no había
hecho nada.
-¡Ueda-kun!~- Uno de los chicos de primero con
el que a menudo me topaba en la biblioteca, me saludó a mitad de las escaleras
con una enorme sonrisa. -¿Estás mejor, eh?- Me dio una palmadita en el brazo.
–¡Vaya! De pronto te volviste una leyenda…- Se cruzó de brazos y me lanzó una
sonrisa de satisfacción. Parpadeé estupefacto ladeando la cabeza.
-¿De qué hablas, Taguchi-kun?... Yo, no he
hecho nada…- Me encogí de hombros.
-¡No te hagas! Si todos supimos que gracias a
ti le dieron una paliza a Kaname y lo suspendieron una semana por lo que hizo
en el viaje escolar, mira que robarle agresivamente a una chica de otra escuela
su uniforme…- Negó como si fuera algo monstruoso. -…muchos dicen que su padre
fue amenazado con una grabación que incrimina a Kaname en algo grave, así que
probablemente tenga que irse de la escuela pronto… pero en lo que se decide, va
a tener que seguir con sus horas de servicio comunitario…- Se echó a reír. Yo
cada vez entendía menos.
-¡Stop!...- Le puse la mano frente a la boca
para que se callara. -¿Y todo eso que tiene que ver conmigo?- Sabía que él era
conocido por enterarse prácticamente de todo lo que pasaba en la escuela, así
que obviamente había más en la historia de lo que me estaba contando, no por
nada era el Presidente del club de periodismo.
-¡Oh, vaya, hombre! Pues casi nada… que ese
primo tuyo de Osaka que vino a buscarte hace unos días a la escuela, ya sabes,
cuando todavía estabas en el hospital, y sus amigos fueron los que reunieron
todas las evidencias que inculpaban a Kaname en muchos casos de abuso a alumnos
de la escuela y se las enviaron a la Directora… ¿Será que también fueron ellos
los que amenazaron al padre de Kaname? Porque incluso podrían ser quienes dicen
que le…- De pronto su parloteo dejó de importarme. ¿Mi primo de Osaka? ¿Acaso
se refería a Ryo? ¿Él había hecho todo eso… por mí? ¿Acaso sabía que Kaname
había sido quien me mandara al hospital? Salí corriendo de ahí. La idea que
tenía días dándome vueltas en la cabeza adquirió la fuerza que me hacía falta
para que se volviera una decisión definitiva. Tenía que ir a casa.
Todo se había jodido ese día apenas si abrí los
ojos. Me había quedado dormido, mi celular se había descargado por completo por
haberme quedado el día anterior platicando por mensajes con Ueda hasta altas
horas de la madrugada, así que ni siquiera sonó la alarma. Por si eso no fuera
poco, mi hermana se había acabado el agua caliente cuando se metió a bañar y
casi me congelo cuando abrí la regadera. Mis idiotas hermanos se terminaron mi
preciada mayonesa, ¿cómo se suponía que me iba a comer mi okonomiyaki sin
mayonesa? ¡Arg! ¡Esos malditos! ¡Mi día se había jodido por completo! Tendría
que irme a la escuela con sólo un vaso de jugo de naranja en la panza,
muriéndome de frío y corriendo porque ya iba bastante tarde.
Y se había acabado de joder mi vida cuando
llegando al salón, resultó que el profesor de matemáticas había decidido hacer
un examen sorpresa a primera hora, por lo que además de una reprimenda, tuve
sólo la mitad de tiempo para responder las preguntas… ¿Qué más podía ir mal?
-Vaya, man… pero que carita… ¿te dio calabazas
tu Julieta?- Sí, después de mi escapada a Tokio de hace unas semanas, había
tenido que contarles la verdad a los chicos. Me había preparado
psicológicamente para aceptar sus bromas pesadas e incluso su rechazo, pero no…
se lo habían tomado todo tan normal, que incluso me pellizque para asegurarme
de que no estaba teniendo una posible pesadilla. ¡Valga que incluso resultó que
Yamapi y Toma tenían tiempo saliendo! Y lo peor es que, al parecer, yo era el
único que no se había dado cuenta.
-No… Tat-chan no tiene nada que ver con esto…
creo que me levanté con el pie equivocado hoy… mejor me hubiera reportado
enfermo… si repruebo este estúpido examen, ya me puedo ir despidiendo de mis
días de vacaciones de invierno y ahora sí que Ueda se va a poner furioso…-
Suspiré estirándome abatido sobre mi mesabanco. ¿Qué más podía ir mal el día de
hoy? Ya sólo faltaba que Ueda me llamara y me dijera que quería romper conmigo.
Mi celular empezó a sonar. Era él. La sangré se me fue al dedo chiquito del
pie.
-¿No vas a contestar?- Negué aterrado con la
cabeza. –Ok…- Jin agarró mi teléfono. -¡Ohayou, Hime!- ¿Pero qué carajos se
pensaba? –Lo siento, tu Romeo no puede responderte en este momento…- Me levanté
pero él se echó a correr. -…me temó que pasa por un período de emocidad que
sólo podrá ser roto con un beso de amor verdadero…- Le tomé del brazo por la
espalda pero él era más alto y no pude alcanzar mi celular. –¡Será mejor que te
des prisa y vengas a romper la maldición del Gato demoníaco que cae sobre tu
príncipe!- Gritó antes de que lograra quitarle el aparato.
-¿Tat-chan?- Tan sólo alcancé a escuchar su
risa antes de que colgara. -¡BAKANISHI!- Todos se quitaron del camino cuando
ambos salimos disparados fuera del salón.
-Deja de tomarte todo tan a pecho, Ryo-chan…
era una broma, y dudo que Uepi se haya enojado por lo que le dije, estaba
muerto de risa, ¿sabes?- Caminábamos de regreso al salón pues acababa de sonar
la campana de la siguiente clase.
-¿Uepi? Qué confiancitas te tomas con MI novio,
¿eh?...- Le di un puñetazo en el brazo.
-¡Relájate, man! Sólo es un apodo, Koki lo
llama Uepomu y no te pones así de loco… ¿acaso estás celoso? ¿Podría ser que
Ueda crea que soy más guapo que tú?...- Se calló al ver esa mirada en mis ojos.
–Ya tranquilo, ¿vale?... Todos sabemos que Ueda no tiene ojos para nadie que no
seas tú, ¿contento?- La verdad es que sí, escuchar eso me hizo sonreír
bobamente. Sabía que era cierto. Entramos al salón y nos sentamos en nuestros
lugares. Por suerte, Izumi-sensei, nuestro tutor, todavía no entraba… era un
poco estricto con eso de la puntualidad.
Cinco minutos después de que sonara la campana,
por fin se abrió la puerta. El profesor entró como si no hubiera pasado nada… ¡Pero
claro que pasaba algo, era la primera vez que llegaba tarde!
-Su atención, chicos… A partir de hoy tendremos
un nuevo compañero…- Aquellas palabras hicieron que TODOS, sí, incluyéndonos a
mí y a Jin, guardáramos silencio y miráramos atentamente al profe. -Sé que es
raro que se transfieran estudiantes a final de período, pero como él viene de
una Academia privada, su calendario escolar es diferente al nuestro…- Al
escuchar que era un chico, los dos volvimos a nuestras cosas, yo a mi celular y
él a su revista de modelos extranjeras. Acababa de darle enviar a mi mensaje
para Tatsuya cuando escuché que el profesor abría la puerta. –Pasa por favor…-
Escuchaba los cuchicheos de mis compañeras que rogaban porque fuera un chico
guapo. Lo de siempre. –Preséntate por favor…- Un par de expresiones de asombro
y unos grititos de emoción. Supuse que ellas estarían felices por la nueva
adquisición.
-Hola, mi nombre es…- El sonido de un celular
interrumpió su voz. –Lo siento…- El sonido se detuvo. Volteé de inmediato
porque reconocí aquella canción… era la melodía que había grabado acompañado de
mi guitarra y que le enviara a Ueda como obsequio cuando salió del hospital. Me
levanté como resorte tirando la silla. Jin levantó la mirada y dejó escapar una
expresión de sorpresa. -…Ueda Tatsuya, mucho gusto…- El profesor me regañó por
haberme levantado así e interrumpir al chico nuevo mientras hablaba, los demás
se burlaban de mí porque me había puesto rojo hasta las orejas mientras me
volvía a sentar, Jin no paraba de reír, pero nada de eso importaba… yo sólo
podía ver su sonrisa, que dirigida tan sólo a mí, fue lo mejor que me pudo
pasar ese día… Porque sin duda, conocerlo y enamorarme de él, había sido lo
mejor de mi vida… aún a pesar de los gatos.