Plan B (RyoDa) Cap 4 -Final-



Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD 




Parte 4: Un cuento de hadas sin un “y vivieron felices por siempre…”

Aún ahora lloraba cuando me quedaba a solas. Me sentía feliz por todo lo que estaba pasando con Ryo, pero no podía evitar preguntarme cómo estarían mi hermana y el bebé. Había pasado casi un mes desde la última vez que la llame, y aun cuando seguía intentando ponerme en contacto con ella, no había tenido éxito. Ni siquiera podía enojarme con Miyuki, me había obedecido en todo lo que le había dicho al pie de la letra. Tenía que estar orgulloso de ella, ¿no? De algún modo, sabía que ellos estarían bien aún sin mí, pero no podía perder la esperanza de volver a verla. Ryo tenía razón, no podía darme por vencido con la música, eso no era una opción porque la música lo era todo también para mí; y si las cosas salía bien y tenía suerte, algún día podría volver a tocar el piano y con toda seguridad me volvería un pianista famoso y mi hermana me vería en televisión y sabría que no estoy muerto y podría encontrarla donde quiera que estuviera. Sí, ese sería mi sueño a partir de ahora.

No negaré que seguía sintiéndome un poco paranoico con respecto a eso de salir a la calle, pero gracias a Ryo, ya era capaz de dar pequeños paseos por los alrededores del apartamento sin sentir que en cualquier momento me dispararían por la espalda, que alguien se acercaría a mí corriendo y me apuñalaría o que me subirían por la fuerza en un coche y no volvería a ver la luz del sol. Y no, no es que tuviera una imaginación muy poderosa, sino que conocía a ese despreciable sujeto de sobra y sabía muy bien que después de lo que le había hecho, no se iba a quedar de brazos cruzados esperando a que yo volviera a llamar a su puerta y me le pusiera en bandeja de plata para que se desquitara como quisiera.  Me sentía muy mal por ver esa expresión preocupada y confundida en la cara de Ryo cada que tenía una crisis de ansiedad que nos obligaba a volver a casa, pero no podía arriesgarlo, no podía contarle todo, porque hacerlo sería como extenderle una invitación VIP al Infierno. Estaba siendo cruel y egoísta, pero él era mi fuga lejos de esa asquerosa realidad que era mi vida, y quería mantenerlo lo más puro y lejos posible de toda esa porquería, quería que él, sus abrazos, sus sonrisas, sus palabras, sus caricias y sus besos, siguieran siendo el aire que me permitía respirar y ser feliz. Sabía que era un mal plan, pues en cualquier momento todo podría irse al caño e incluso podría terminar saliendo lastimado por mi culpa, pero no podía evitarlo… Le quería y quería, más que nada, seguir disfrutando de su compañía. Tarde o temprano tendría que decirle la verdad, eso lo sabía, pero no dejaba de aterrarme… porque cuando lo hiciera… probablemente el sueño terminaría y yo despertaría de regreso a la pesadilla… solo.

-¿Qué quieres que hagamos esta noche?- Se veía realmente cansado. Hacía tres o cuatro días que después del trabajo se quedaba hasta tarde ensayando con su banda para la presentación del Festival y para cuando llegaba a casa, todavía se obligaba a mantenerse despierto un buen rato para pasar tiempo conmigo aunque era obvio que se estaba muriendo de sueño… estaba llegando al límite de su resistencia. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué se tomaba tantas molestias por mí?
-Nada… Estoy cansado…- Me miró como si hubiera dicho algo extraño.
-¿Estás bien? ¿Pasó algo?... ¿Hice algo malo?...- Cruzó toda la estancia con un calcetín en un pie y un zapato a medio desamarrar en el otro.
-Sí… No… y no… Sólo quiero que durmamos…- Acaricié su mejilla en un intento por borrar esa aflicción de su rostro.
-Pero…- Ya sabía de sobra su discurso de “pero quiero que pasemos tiempo juntos; entre la escuela, el trabajo y los ensayos no he podido estar tanto tiempo contigo y te quedas solo todo el día y bla bla bla”, así que le tomé el rostro por las mejillas y se las oprimí con fuerza con mis dedos para que se callara. No pude evitar reír por lo gracioso que se veía con esa cara apachurrada. Lo besé. Su cara de fastidio por mi risa desapareció al instante. Ambos reímos cuando lo solté para abrazarlo.
-Sé que lo haces por mí pero… odio que te sobre exijas de este modo…- Lo jalé para llevarlo del sillón a la cama y lo senté en la orilla. -Qué sería de mí si mi enfermero estrella colapsa debido al cansancio, ¿eh?...- Le quité el otro zapato y lo obligué a meterse en las cobijas. –Sólo quiero que estés bien…- Me acosté a su lado y lo abracé.
-Yosh-yosh… Buen chico…- Me despeinó de ese modo que siempre hacía y me devolvió el abrazo cerrando los ojos. Se durmió casi al instante.

-¿Vendrás a casa después del trabajo?- No quería ser pesado, pero no había podido dormir mucho debido a un mal presentimiento que se quedó instalado en mi pecho después de que despertara de ese mal sueño que no podía siquiera recordar. Estaba asustado… y eso me hacía sentir tan patético que ni siquiera podía decírselo aunque me moría porque me diera un abrazo y me dijera que todo estaría bien.
-Sí, Tacchon tuvo que ir a Osaka esta mañana por una emergencia familiar, así que no tiene mucho caso que ensayemos sin baterista… ¿Quieres que cenemos fuera?...- Me sentí muy aliviado después de escucharlo decir aquello.
-No, sólo vuelve temprano y preparemos algo juntos para cenar aquí…- Metí las manos en los bolsillos de su sudadera que yo llevaba puesta.
-Hey… ¿pasa algo?...- Regresó un par de pasos y me miró a los ojos acariciando mi mejilla. ¿Creería que soy estúpido si le decía la verdad?
-No… sólo fue una pesadilla…- Reí como si fuera realmente una tontería. Pensé que él se reiría también, pero en vez de eso me abrazó y besó mi frente.
-¿Quieres que me quede? Puedo cambiar mi descanso con alguno de mis compañeros…- Me separó para mirarme.
-Nop… ya estoy bien…- Me devolvió la sonrisa y se fue a la escuela.

Tal cual había prometido, regresó a casa a eso de las ocho. El mal presentimiento aún estaba ahí, pero me sentía mucho más tranquilo ahora que lo tenía frente a mis ojos.
-¡Oh! ¡Esa película me gusta!- Entró casi corriendo y saltó al sillón aplastándome un poco. Uno de sus pretextos para abrazarme que tanto me gustaban. Sí, podía tener una lengua afilada y venenosa, ser medio bruto y hasta grosero, pero también era un chico bastante sincero y dulce. Me parecía increíble la forma que tenía de ver el mundo, de entregarse a las personas, de disfrutar lo que amaba… era tan parecido y a la vez tan diferente a mí, que a veces me asustaba el cómo o por qué había llegado a mi vida. No lo merecía. Era todo tan perfecto que me costaba creer que fuera real. Reíamos y discutíamos, pero cada día era único e inolvidable. Me sentía estúpido por pensar de ese modo, pero estaba convencido de que era la primera vez que me sentía de este modo por alguien que no fuera Miyuki, y con ella el sentimiento era completamente diferente, por el simple hecho de que a ella la amaba por ser mi hermana mayor, pero a él… -¿Ueda? ¿Me estás escuchando?- Sentí su mirada sobre mí. ¿Qué había dicho? Me sonrojé. Me había perdido por completo en mis pensamientos.
-Lo siento… ¿qué decías?...- No pude disimular mi pena por haberlo ignorado.
-Tssssssk… ya decía yo que te gustaba mucho Gackt… pero mira que ignorarme por completo por él… ¿a mí que soy tu novio?-
-¡¿AAAAAAAAAAAAAAAAH?!- Me levanté tan de súbito que el pobre terminó en el suelo. Aquello me había tomado completamente por sorpresa. Sí, vaya, que de sobra estaba claro que nuestra relación no era de simples amigos, pero una cosa era que nosotros lo sobreentendiéramos y otra muy diferente que él lo gritara a los cuatro vientos así porque sí.
-¡No, pues… si no quieres no!- Me apresuré a ayudarlo a levantarse, se había dado un buen golpe por mi culpa pero no dejaba de reír, y podía jurar que se burlaba justamente de mi cara avergonzada.
-¡Lo siento, Ryo-chan!- Mi rostro era rojo incandescente. Podía sentirlo, mis mejillas no podían estar más calientes.
-Ok. Te perdono… sólo porque es la primera vez que me llamas así…- Me besó la mejilla. –Vamos al conbini a comprar lo que hace falta para preparar la cena.- Aún se sobaba el trasero con ambas manos mientras caminaba hacia la puerta, quería hacer algo pero no pude sino seguirlo en silencio porque, aunque hubiera querido, no podría haber articulado palabra alguna en ese momento. Me había dejado sin palabras.

-¡Oh! Espera aquí, olvidé comprar algo…- Ya habíamos salido del lugar cuando dijo aquello de repente. Parecía un niño pequeño que se había regresado para comprar golosinas a escondidas, siendo él, probablemente ese era el caso, así que no le dije nada, tomé las bolsas de las compras y me quedé afuera recargado en el poste de luz. Seguramente no tardaría ni cinco minutos en salir. Un coche se estacionó cerca de donde estaba.
-¡Pero mira nada más qué tenemos aquí!...- Esa voz. Su voz. Mi cuerpo entero se tensó por el miedo. -¿Así que te estabas escondiendo en las cloacas como la rata que eres?- Podía ver a Ryo a través de los cristales y los mostradores caminando hacia la caja con una sonrisa despreocupada. Quería llamarlo para que me ayudara, pero no podía arriesgarme a que le pasara algo. Mi voz ni siquiera salía por ese temor. -¡¿Y encima te atreves a ignorarme?!- Me dio un fuerte puñetazo en la boca del estómago que hizo que me doblara de rodillas en el piso soltando las bolsas. -¡¿Así es como me recibes después de que casi me matas, idiota?!- Una patada que me subió los intestinos a la garganta. Me arrastré hacia un lado, lejos de él, y me levanté. Logré esquivar su siguiente golpe, pero mis reflejos no fueron suficientes para evitar que su perro guardián me agarrara por la espalda. Con la misma facilidad con la que levantas un muñeco de trapo, mis pies dejaron de tocar el piso cuando me acomodo sobre su pecho para que el otro infeliz me golpeara a placer, alcancé a patearlo una vez e intenté zafarme de los enormes brazos que me retenían. A lo lejos escuché el grito de una mujer.
-¡Tat-chan!- Esa era sin duda la voz de Ryo. -¡Llama a la policía!-  No pude evitar sentirme aliviado al ver que salía de la tienda. -¡Suéltenlo!- Se lanzó ferozmente contra mi cuñado derribándolo contra el pavimento de la avenida. El otro sujeto me lanzó contras las rejas de las botellas de leche vacías que estaban apiladas afuera del conbini. Ryo trató de plantarle cara al gorila, pero sería imposible que le ganara. Lo iban a matar. Esa posibilidad fatídica me hizo levantarme como impulsado por un resorte, tomar  una de las rejas y lanzarla con todas mis fuerzas contra su espalda. Trastabilló por el impacto agitando la cabeza para recuperar la visión y en cuanto vio que había sido yo se fue contra mí.
-¡¡¡Ryo-chan, corre!!!- Lo vi levantarse al tiempo que yo corría hacia la acera de enfrente siendo perseguido por el gorila. A la distancia podía escuchar la sirena de la patrulla. No importaba lo que me pasara con tal de que él estuviera a salvo. Sentí que me agarraba bruscamente por el gorro de la sudadera. Como pude me contorsioné y me la saqué de encima para escapar, pero más tardé en quitarme la prenda y correr hacia el lado contrario de la calle que en lo que ya me había jalado por el cabello para detenerme.
-Mira que eres escurridiza, sanguijuela…- Un cabezazo que me hizo ver el mundo como si fuera un caleidoscopio. Caí de bruces al suelo apenas pudiendo meter la mano que no tenía lastimada. Escuchando su risa burlona rebotar en mis oídos junto con un zumbido que me impedía levantarme a la velocidad que yo quería.
-¡TAT-CHAN!- La voz de Ryo gritando con pánico. Un forcejeo. Las luces de la patrulla doblando la esquina. Un disparo. Los gritos de la cajera. Un cuerpo cayendo contra el asfalto a un par de metros de donde yo estaba tirado.
-¡NO SE MUEVAN!-
-¡MIERDA! ¡Es la policía! ¡Jefe, vámonos!- Vi a la mole humana parada junto a mí echando a correr hacia donde estaba el otro miserable. Mi visión empezó a estabilizarse y vi con horror que el bulto en el suelo no era otro sino Ryo. Mi corazón se disparó como si fuera a explotar. ¿Qué rayos había pasado? ¿Por qué estaba Ryo-chan en el suelo? ¿Se movía?... Se movía. Estaba intentando detener a su agresor aferrándose a su pierna. Me levanté y corrí para taclearlo al ver que lo pateaba para zafarse de su agarre y que le apuntaba con el arma. Un segundo disparo que afortunadamente no lo había alcanzado por la caída que le provoqué. Aterrizamos sobre la acera. Una punzada de dolor aún más insoportable que la que me provocó la herida aquella noche me arrancó un grito. Me había golpeado la mano derecha. El gorila venía hacia mí, pero nunca me alcanzó, un par de disparos y se quedó inmóvil en el piso aferrándose la pierna retorciéndose de dolor. Me arrastré hasta alcanzar a Ryo y lo envolví en mis brazos. Mi cuñado corría calle abajo entre las sombras siendo perseguido por un par de policías. Seguramente lo perderían. Ya nada importaba. Arrastraban a su guarura esposado dentro del coche mientras le leían sus derechos.
-¡Ryo-chan! ¿Me escuchas?- Acuné su cabeza con mi brazo. La sirena de una ambulancia se escuchaba a la distancia. -¡Ryo-chan, no te mueras!- Lo estreché contra mi cuerpo. Gracias al cielo, la ambulancia sí venía hacia donde estábamos nosotros.
-Tat-chan… si me apachurras de ese modo, ten por seguro que me vas a asfixiar…- ¿Estaba alucinando? Me estaba mirando, con una mueca de dolor pero incluso me sonreía.
-¡BAKA! ¡Casi me matas del susto! ¡¿Por qué no corriste?!- Mis lágrimas, ya no sabía si eran de ansiedad o de felicidad, caían sobre sus mejillas.
-P-porque si te hubiera… hecho caso, ese imbécil… t-te habría disparado a ti…- Parecía como si incluso respirar le provocara dolor. Juro que en ese momento vi al paramédico como si fuera un ángel cuando se bajó de la ambulancia con la camilla.

Lo peor de toda esa noche era que no me dejaran estar con Ryo. Por cómo se habían dado las cosas, no me había podido zafar rápido de los policías, ni siquiera me habían dejado ir con él al hospital. Montones de preguntas, declaraciones y más preguntas. Me estaba sintiendo realmente mal, mi consuelo era aferrar con fuerza las llaves de Ryo entre mis dedos para sentir que no estaba solo, que él estaba a mi lado. Que suerte que esa chica había visto todo y estaba atestiguando en su contra y más aún, que la cámara de seguridad del conbini lo hubiera captado todo como prueba. Estaban buscando a mi cuñado, al parecer ese no sería el único cargo por el que lo arrestarían. No me extrañó que se les escapara, él era como una araña cazadora corriendo en su territorio y ellos, dos hombres persiguiéndola a ciegas. Me habían recomendado quedarme en un lugar seguro hasta que todo se resolviera. Incluso yo sabía que intentaría encontrarme nuevamente y que no la contaría si nos volvíamos a topar. Quería ir a casa, pero si Ryo-chan no estaba ahí, eso no tenía sentido… aun así tuve que hacerlo. A esa hora de la madrugada no me permitirían verlo en el Hospital y me sentía tan mal físicamente, que sólo quería tomar un baño, drogarme con los analgésicos para el dolor y dormir.

Alguien llamaba a la puerta. ¿Estaba soñando? Abrí los ojos y miré la hora. Eran casi las cinco de la tarde. ¿Cuánto había dormido? Me sentía como si me hubieran atropellado. Seguían tocando. Parecía urgente. ¿Quién podía ser? Nunca antes había venido alguien a buscar a Ryo y era cien por ciento seguro que no era él.
-¡BakaRyo! ¿Estás en casa?- Una voz que no conocía de nada. Me detuve. ¿Acaso me había encontrado ese sujeto? -¿Estás ahí? ¡Ryo-chan, voy a entrar!- ¿Era en serio? ¿Acaso tenía las llaves? ¿Quién era? Salté fuera de la cama casi tropezando con mis propios pies para dirigirme a la puerta. A medio camino me topé con un chico más o menos de nuestra edad. Lo conocía. Estaba en todas las fotos que Ryo tenía en el departamento. Era su mejor amigo de toda la vida. Se me quedó viendo como si yo fuera producto de su imaginación. –A-ah… Hola… Ueda-kun, ¿verdad?- Asentí mirándolo de forma insegura. Se quedó viendo la férula de mi mano lesionada. -Ah, bueno… yo…- Se rascó con nerviosismo la oreja ante mi mirada de pocos amigos. –Estoy buscando a Ryo, ¿está aquí?- Negué con la cabeza. -¿Sabes a dónde fue?- Negué no sabiendo muy bien si hacía lo correcto mintiéndole de ese modo. Su mirada me intimidaba. –Ah… bueno, adiós…- Se dio media vuelta y desapareció por donde había llegado. Ryo. Tenía que ir a verlo. Volví al cuarto y me cambié de ropa. Hasta que me vi en el espejo entendí por qué me miraba de ese modo ese chico, mi rostro era todo un poema. Me puse el gorro de la sudadera y tomé sus lentes oscuros del tocador antes de decidirme a salir. Cualquiera se asustaría si viera cómo había terminado mi cara después de lo que había pasado la noche anterior.

-¡Yoooh! ¿Estás bien? Estaba muriendo de preocupación. Desperté y no estabas aquí…- Me recibió con su radiante sonrisa en cuanto abrí la puerta.
-Lo siento…- Le devolví la sonrisa. Sacándome las gafas y la capucha al sentarme a su lado.
-¿Te duele?- Me acarició la mejilla que lucía un enorme moretón cerca de la boca.
-No mucho…- Agaché la mirada.
-¿Qué pasa?- Me tomó la mano y me dio un apretoncito.
-No vuelvas a hacer algo así, Ryo-chan…- No podía dejar de mirar el vendaje que asomaba por el cuello de su pijama y los que tenía en la ceja y el brazo.
-¿Qué cosa?... ¿Acariciarte la mejilla?- Me apretó el cachete en broma.
-¡Duele!...-
-También tus palabras… así que dejemos de hacernos daño, ¿vale?... No siempre es divertido...- Llevó mi mano a sus labios y depositó un suave y cálido beso en el dorso. –Tat-chan, entiende una cosa… no necesito una razón para hacerlo, tan sólo sé que quiero estar contigo y no importa dónde estés, yo siempre estaré a tu lado… Ya no estás solo, ¿entendido?- Revolvió mi cabello como siempre hacía. Le sonreí. –Yosh-yosh… buen chico…-
-¿Algún día dejarás de tratarme como si fuera un gato?- Echó a reír.
-¿Algún día dejarás de verte tan adorable como uno?- Hizo unos pucheros muy tontos. Terminé riendo también. Él tenía una extraña forma de hacerme feliz. Pero era justo la forma perfecta para que sus palabras alcanzaran mi corazón.

-¿Quieres oír la buena noticia? Mañana me darán de alta… Demos gracias a mi excelente salud por mi increíble recuperación.- Anunció tan pronto como me vio entrar.
-¿En serio?- Asintió sonriendo alegremente.
-No sé en serio cómo sobreviviste tantos días aquí…- Hizo a un lado la bandeja de su desayuno sin terminar. Sonreí, podía entenderlo, la comida era tan insípida algunos días. -…ya quiero que nos vayamos a casa…- Su cara era de verdadero fastidio.
-Es más seguro que estemos aquí por ahora…- No quería recordar esa parte, pero no era como si simplemente fuera a desaparecer el peligro porque no hablásemos de ello.
-Lo que me recuerda que te tengo otra buena noticia…- Cruzo las piernas dando un par de palmaditas sobre el colchón para que me sentara ahí, cosa que hice más por el hecho de que quería que me mimara que porque quisiera hacerle caso. –Arrestaron a ese tipejo… el detective que lleva el caso paso por aquí esta mañana para darme la exclusiva…- Su expresión se tornó de pronto muy seria.
-¿Y la mala noticia es…?-
-Que tendremos que ir a la Jefatura para identificar al sospechoso…- Silencio.
-Ryo… yo…no… en serio no…- Se inclinó hacia mí y me abrazó.
-Está bien, Tat-chan… si no quieres hacerlo puedo ir yo solo… pero creo que sería bueno que de una vez por todas cerraras ese ciclo desagradable de tu vida…- Besó mi cabello y luego me acaricio la espalda. Había sido imposible que no se diera cuenta que temblaba como gelatina. Me separé de él para mirarlo a los ojos.
-¿Sabes?... Tengo que contarte algo… y no te culparé si después de escucharlo no quieres volver a involucrarte conmigo…- El momento de despertar había llegado. Quería contarle toda la verdad sobre mí y Miyuki. Moría de miedo, pero ya no quería seguir sintiendo que lo traicionaba por ocultarle la verdad, y menos después de que él hubiera arriesgado su vida por proteger la mía debido a ello.

-¿Estás listo?...- Asentí. En realidad no lo estaba, pero ya no era momento para echarnos para atrás. El detective nos había dicho que él no podría vernos. Sólo tendríamos que entrar, ver a varios sujetos y señalar a quien nos había agredido la otra noche. Mi testimonio era por demás importante. Ryo me había convencido de contarle al detective todo lo que le había revelado sobre mi cuñado y mi hermana, la muerte de mis padres y la estafa de la que había sido víctima mi padre días antes de morir, todo apuntaba en su contra, así que hacer esto era un paso definitivo para que avanzara el caso y refundirlo en prisión por lo que le quedaba de vida. Tenía que hacerlo. Ryo estaba a mi lado, todo estaría bien. Abrieron la puerta y entramos. Para mí no había nadie más del otro lado del cristal excepto ese sujeto. Me miraba fijamente, como si pudiera verme. Instintivamente retrocedí pero su mano apretó con fuerza la mía y mi pecho dejó de doler.
-¿Puede por favor identificar a su agresor?...- Asentí y di un paso hacia adelante señalándolo con el dedo.
-El número 5… Noguchi Takashi…- Me supo tan extraño pronunciar su nombre por primera vez en tanto tiempo que incluso sentí ganas de vomitar.
-¿Está seguro?-
-Sí… Absolutamente seguro...- Eso había sido lo más difícil. Lo demás se había limitado a firmar mi declaración y rellenar algunos formularios para acciones legales. Había tomado varias horas terminar con todo el papeleo. Estaba muerto. Sentí que mi cuerpo saldría volando en cuanto soplara el aire. Y de nueva cuenta, él me anclaba con delicadeza a la tierra.

-Mañana es el gran día…- Salté a la cama en cuanto salí de tomar una ducha y me acurruqué contra su pecho. Mi lugar favorito en todo el mundo.
-¿De qué hablas?...- Dejó a un lado el cuaderno de partituras que había estado leyendo desde hacía rato.
-De tu presentación en el Festival Escolar…- Mis dedos se dedicaban a trazar líneas sobre su piel.
-Ah… eso…- No sonaba nada entusiasmado con la idea.
-¿Ryo?...- Aquello era extraño. Después de todo lo que estuvo ensayando y de lo emocionado que estaba. ¿Se habría peleado con sus amigos? ¿Sería culpa mí por no haberle dicho que había venido a buscarlo aquel chico? ¿Estaba molesto porque no se lo dije? No, si fuera eso me lo habría dicho.
-¿Irás a verme?...- Me revolvió los húmedos mechones de cabello entre sus dedos.
-Sólo si quieres que vaya…-
-Mmm…- Aquel silencio me estaba matando. ¿Qué rayos pasaba con él? –Definitivamente debes estar ahí, ¿entendiste?... Tienes que escucharme mañana…- Me picó punta de la nariz con su dedo. Siempre era extraño cuando hablaba así de serio. -…sólo prométeme que no me vas a dejar después de me veas sobre el escenario.- Me levanté apoyándome sobre los codos para mirarlo atentamente.
-¿Algo de lo cual debería empezar a preocuparme?...- Se inclinó para besarme la frente.
-Mañana lo sabremos…- Se giró y apagó la luz para luego abrazarme contra su cuerpo y dormir. Hice lo mismo, no tenía caso que me pusiera a pensar, estaba muy cansado.

Escuchar cantar a Akanishi no era una broma. Ryo no exageraba cuando decía que su voz era tan privilegiada como su propio talento con la guitarra o mi talento con el piano. Esa voz era algo que valía la pena atesorar por toda la eternidad. Después de cantar cinco canciones seguidas, Ryo les entregó a todos una hoja y bajó del escenario después de susurrarle algo a Jin al oído. Al parecer ellos no estaban al tanto de sus planes, pues fue más que obvio que no sabían que estaba pasando. –Ah, bueno… La siguiente será una presentación especial por parte de nuestro sexy guitarrista...- Todos aplaudían. Aquello me provocó un vuelco al corazón. ¿Qué demonios tenía pensado hacer ese chico? La gente del público empezó a reír pero ni la banda ni yo sabíamos la razón. Entonces lo vi. Cabello largo y lacio hasta media espalda, blusa de satín rosa que decoraba el pecho con un moño sobre el suéter de tejido blanco, una falda azul marino que le llegaba hasta los tobillos, zapatillas de charol negras y la guitarra. Su guitarra. ¿Estaba loco? ¿Por qué demonios se había vestido de chica para subir al escenario? ¿Acaso era el único que pensaba que eso era una estupidez? Todos habían estallado en carcajadas festejando su locura menos Jin. Su boba sonrisa incluso lo hacía ver adorable mientras saludaba coquetamente con la mano a la audiencia. Miró hasta donde yo estaba, lejos de la multitud, y lanzó un beso. Jin era el único que tenía la misma expresión de incredulidad que yo. ¿Qué se proponía?
-¡Hola!- Todos le respondieron a coro aún entre risas. –Soy Ryoko…- No pudo reprimir su carcajada al escuchar que incluso le lanzaban piropos y le chiflaban. -...no seré tan popular como quisiera...- Jin lo miró sacudiendo ligeramente la cabeza y rió. –Pero escribí una canción para alguien especial y me gustaría que la escuchara en este momento…- La histeria de todos debido a la emoción. -…porque a veces hay tantas cosas que quisiera decirle sobre el cómo me siento pero mi estúpida lengua termina diciendo cosas sin sentido que ni siquiera yo soy capaz de entender…- Rió apenado. Todos reían también. Incluso yo sonreí. –Y como sé que el único idioma con el que puedo expresarme correctamente es este…- Sujetó con fuerza su guitarra. -…me aseguraré de que lo entienda esta vez.- Más aplausos y ovaciones. Los primeros acortes, lentos y suaves marcando el camino paso a paso. Luego su voz. Un dulce susurro contra el micrófono a ojos cerrados. La segunda guitarra se unió de un modo casi natural a sus tímidas notas. El bajo enfatizando la profundidad del deseo de que ese mensaje se hiciera entender. Una melodía llena de sentimientos que no podían ser demostrados del modo en que se quería. La batería suavemente se unió a la danza de sus palabras. Un montón de recuerdos desbordándose a través de las cuerdas de su guitarra y envolviendo el resto de los sonidos que bailaban libremente a su alrededor. Una explosión de color. Mis lágrimas resbalando silenciosas a medida que su voz flotaba desde su corazón alcanzando el mío como si fuéramos uno solo. Y luego… poco a poco, todo desapareció con un suspiro, como la calidez de un primer beso. No podía sonreír más de lo que ya hacía. Sabía que su sonrisa era para mí.

Después de aquello me había resultado prácticamente imposible escuchar el resto del concierto. Nuevamente Jin estaba al micrófono y Ryo a su derecha tocando la guitarra con esa pasión que tanto me fascinaba. Lo único que podía percibir a mi alrededor era su mirada de complicidad cuando nuestro ojos se conectaban y su sonrisa cuando se sabía descubierto por la mía. Se habían despedido del público entre gritos y aplausos. Una banda diferente acababa de subir al escenario. Sus amigos estaban ahí, escuchándolos, pero él había vuelto a desaparecer.
-¡Buuu!- Me sorprendió por la espalda haciéndome cosquillas en la oreja con su respiración. ¿De dónde había salido? ¿Cómo había llegado hasta aquí sin que lo viera? Me rodeó la cintura con los brazos y apoyó su barbilla en mi hombro.
-¿Se puede saber qué demonios fue todo eso? No había necesidad de que te vistieras así para cantarme una canción…- Reí besando su mejilla.
-No, no era necesario… Tan sólo fue parte de mi Plan B…-
-¿Plan B?...- Escapé de su abrazo para escuchar lo que tenía que decir.
-Nada salió cómo lo tenía planeado desde que te conocí… sin embargo, ahora puedo asegurar que todo ha sido parte de un perfecto Plan B para conquistarte…- Inevitablemente mis mejillas se tiñeron levemente de rojo. –Tengo algo para ti…- Metió la mano en el bolsillo de su chamarra de piel y saco un teléfono celular. –Me las arreglé para recuperar tu número…- No daba crédito a lo que escuchaba. Sabía que él era culpable de que mi teléfono se hubiera estropeado, pero ni siquiera me había podido enojar por ello, lo había hecho buscando sólo mi seguridad y en ese momento él no tenía ni idea de lo importante que ese pequeño aparato era para mí.
-¿Es broma?...- Sonrió y me besó la frente poniendo el objeto en mi mano.
-Nop… lamento mucho haber hecho lo que hice…- Negué de inmediato devolviéndole la sonrisa.
-Hiciste lo que tenías que hacer… Gracias, Ryo-chan…-
-Te lo dije, ¿recuerdas?…- Mi cara de incomprensión le provocó risa. -…en la canción…- Aclaró mirándome con dulzura. -Te prometo un “Para siempre” justo ahora…- Tomó suavemente mis manos entre las suyas. -…aún si no es un “por siempre felices”, te puedo asegurar que lo que siento por ti no es algo pasajero y que no dejaré que jamás termine... quiero que estés aquí hasta que muera...- Un suave y fugaz beso. Definitivamente esto no podía ser un sueño. Era mucho más hermoso y perfecto de lo que yo podría haber imaginado siquiera. Esto era algo mucho más mágico que un cuento de hadas. Algo que definitivamente quería vivir… a su lado.

-Te amo, Ryo-chan…- Me abracé a su cuello siendo recibido por sus brazos. Todo estaría bien a partir de ahora. Simple y sencillamente porque él estaba ahí, a mi lado.

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Plan B (RyoDa) Cap 3



Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD 




PARTE 3: El oscuro laberinto y la bruja invisible.

Después de ese día, no pude sacarme de la cabeza su hermosa sonrisa. ¿Cómo podía verse tan diferente con tan sólo poner ese gesto simple en su rostro? Era como si fuese una persona totalmente diferente. Cuando volví, estaba profundamente dormido. La enfermera en turno me sorprendió acomodándole la almohada y mirándolo como bobo. Afortunadamente, se tragó el cuento aquel de que era mi mejor amigo desde el parvulario y hasta me permitió quedarme a pasar ahí la noche ya que al parecer no tenía ningún familiar, cosa que yo le confirmé con otra mentira para que me permitieran pasar el mayor tiempo posible a su lado no sólo ese sino todos los días mientras estuviera hospitalizado. Esa primera noche no pude pegar ojo. ¿Era verdad? ¿No tenía familia? Eso podría explicar tantas cosas de su comportamiento hostil. Pero... ¿por qué le había mentido a la policía con respecto a lo que le había pasado? ¿En serio le habían creído eso de que lo habían querido asaltar unos pandilleros y que su error había sido tratar de defenderse? No podía entender lo que pasaba por su cabecita loca. Pasé las primeras horas mirando su apacible rostro dormido. Probablemente era sólo debido a los tranquilizantes que le habían suministrado hacía un rato, pero yo prefería pensar que se debía a mi compañía. Me habían entregado sus pocas pertenencias: su chaqueta junto con el resto de su ropa, el maldito celular y su cartera. Sabía que estaba mal pero, mi curiosidad pudo más y terminé encendiendo el teléfono. Estaba muerto, la batería se había agotado. Por suerte para mí, era justo el mismo modelo que el mío, así que le cambié la batería. Nada. No había contactos en la agenda, ni mensajes de texto, historiales de llamadas, fotografías, historial de navegación, nada… era como si lo acabara de sacar de la caja. ¿Había arriesgado su vida por esto? No. Él no parecía ese tipo de persona. Algo mucho más importante debía haber de fondo para que hubiera arriesgado su vida de ese modo. Casi se me sale el corazón por la boca cuando el maldito aparato vibró entre mis manos mientras yo pensaba mil y un explicaciones para su temeraria acción. Un número desconocido, era de esperarse. ¿Estaba bien si tomaba la llamada? Podría ser alguien que lo conocía, tal vez algún pariente preocupado por su repentina desaparición. Movido por esa posibilidad salí de la habitación para contestar.
-¡MALDITO INFELIZ! ¡¡¡Sólo deja que te ponga las manos encima y te voy a arrancar la piel para hacerme una muñeca inflable con tu cara!!!- Brinqué en mi lugar. ¿Quién carajos le llamaba que le hablaba de esa manera? La voz me sonaba de algún lado. ¿Tal vez alguien de la escuela? –¡Casi me matas, imbécil! ¡Unos milímetros más y me das en la carótida! - ¿Pero de qué diablos iba este sujeto? -¿Por qué no dices nada? ¡¿Te has orinado del miedo al comprobar que no tuviste tanta suerte como para matarme cuando me apuñalaste?!- Abrí los ojos como plato. ¿Acaso realmente Ueda lo había…?
-¡Jefe!… no debe exaltarse de ese modo… El médico se lo advirtió…- Esa voz. Eran los sujetos del callejón.
-¡TE VOY A MATAR! ¡SÓLO DEJA QUE LES PONGA LAS MANOS ENCIMA A TI Y A LA ZORRA DE MIYUKI! ¡SE VAN A ARREPENT!…- La llamada se cortó. De inmediato borré el historial y le quité la batería al teléfono. Estaba sorprendido, pero al mismo tiempo me sentía bien, Ueda se había defendido y le había dado su merecido a ese tipo… Mi orgullo pronto dio paso al miedo. Con lo peligrosos que parecían esos sujetos, de seguro no bromeaban cuando decían que lo iban a matar por lo que había hecho. ¿Quién carajos era esa tal Miyuki? ¿Todo esto era por una estúpida mujer? ¿En qué rayos estaba metido este chico? Cada vez entendía menos. Me dolía horrible la cabeza. Necesitaba tomar un poco de aire fresco y caminar. Tenía que despejarme, o de lo contrario regañaría a Ueda por haber sido tan estúpido como para no haberse asegurado de matar al miserable ese que lo había lastimado así por segunda ocasión… ¿había sido la segunda ocasión? Casi podía asegurar que no.

-¡Yoooh!- No se veía muy feliz cuando me vio llegar a la mañana siguiente. -¿Me extrañaste, dulzura?- Su cara de palo nuevamente se hacía presente.
-Nada de “dulzura”… ¿Le mentiste a la enfermera para pasar la noche aquí?-
-¡Ay, no puede ser!... ¿No te importa el hecho de que alguien se preocupa por ti y quiera cuidarte mientras estás en el hospital sino la posibilidad de que haya pensado aprovecharme de ti mientras dormías?- Chasqueé la lengua haciéndome el indignado. –Maldita sociedad enferma…-
-¡Deja de hacerte el payaso! Tienes mis cosas, ¿verdad?- Asentí. Me estiró la mano. -¡Dámelas!-
-No quiero… no premio a los gatitos que se portan mal…- Ok. Oficialmente había resuelto el misterio de cómo lucía enfadado y no me había gustado el hallazgo. El puñetazo que me dio en el brazo por seguro dejaría un morete aparatoso durante varios días. Le entregué sus cosas, lo único que le importó fue el estúpido celular. -¿Qué le hiciste?-
-¡¿Yo qué?!... ¡Así estaba cuando me lo dieron!… se debió dañar cuando te apalearon en el callejón la otra noche…- Sí, sabía que había sido bajo de mi parte mentirle de ese modo, pero no lo expondría a esos sujetos otra vez. Prefería aguantar su berrinche porque su celular estaba inutilizable a que esos tipos volvieran a llamarle o peor aún, que este tonto gato kamikaze terminara de nuevo poniéndoseles de costal de arena por sabrá Dios qué motivo. Sin embargo, la explosión de enojo nunca llegó. En su lugar, un rostro pálido e inexpresivo. -¿Ueda?...- ¿En serio estaba llorando?
-Miyuki…- Temí que se rompiera en ese preciso instante si le hablaba siquiera. Se veía tan frágil y distante.
-¿Ueda?...- Salió de las cobijas y se sentó en la orilla de la cama con toda la intención de levantarse. -¿Qué haces? La enfermera dijo que no era buena idea que anduvieras por ahí todavía…- Si acaso me escuchaba, no daba señales de ello. Me manoteó bruscamente con la mano sana cuando intente detenerlo. Temí que se lastimara la otra mano, así que me hice a un lado para que saliera pero lo seguí de cerca. Parecía un zombi recién levantado de su tumba. Lo iba cuidando porque estaba seguro de que en cualquier momento se iría de bruces con sus propios pies. Llegó dando traspiés hasta la sala de espera y comenzó a mirar en todas partes como un loco. De la nada echó a correr hacia un rincón. ¿Un teléfono público? -¡Hey! Tranquilo…- Obviamente no le daba tono porque no traía monedas. -…niño tonto… si necesitabas hacer una llamada me lo hubieras dicho…- Le extendí mi celular. Lo tomó como si fuera su vida la que dependía de ello. Marcó las teclas más rápido de lo que creí que fuera posible. Pero nada. Intentó una y otra y otra vez… sin ninguna respuesta. Se dejó caer de rodillas al suelo.
-Miyuki…- Me sentí horrible por verlo en ese estado. ¿Quién demonios era esa mujer para que él se pusiera así?
-Tranquilo… regresemos al cuarto… puedes volver a intentar llamarla más tarde, ¿vale? Te prestaré el celular todas las veces que quieras hasta que lo consigas…- Apenas sintió mi mano en su hombro, se giró y se echó a llorar como niño pequeño en mi pecho. Lo estreché con fuerza. –Ueda…- Estuvo triste y callado el resto del día. Marcando una y otra vez aquel número, que ya me sabía prácticamente de memoria, hasta que el cansancio lo venció. ¿Había hecho bien al descomponerle el teléfono? ¿Le habría pasado algo a esa chica? ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? Empezaba a sentirme realmente mal por lo que había hecho. Pero entonces recordé el tono amenazante de aquel sujeto y concluí que había sido lo mejor. Preferible tenerlo deprimido que muerto. De eso estaba seguro.

Los siguientes tres días se pasaron tan lentamente que dolía. Estaba más tranquilo, pero no había vuelto a su ánimo habitual. Aunque... ¿cuál era su humor habitual? Entre más tiempo pasaba a su lado, más me daba cuenta de que no sabía nada de él. En algún punto, aquello se volvió insoportable para mí. Quería estar a su lado pero no sabía cómo. Quería decirle algo que lo hiciera sentir mejor, pero no sabía qué. Necesitaba un poco de espacio para respirar, me estaba ahogando entre mis propios sentimientos, así que esa mañana me fui derecho a la escuela en vez de pasar primero al hospital.
-¡Qué milagro! Yo pensé que ya te habían abducido los extraterrestres… ¿dónde estabas, Ryo-chan?- Por primera vez entendí lo fundamental que era su estúpida y molesta existencia en mi vida. -¿Ryo?...- Entendía la razón de su desconcierto. No era normal que yo lo abrazara ni que nos diéramos cursis muestras de afecto.
-Déjame estar así un momento…- Esa era la primera vez que compartíamos algo tan sentimental e íntimo en todos los años que teníamos de conocernos. Una vez que lo solté, no hizo por preguntarme nada, aún si en verdad quiso hacerlo, se quedó callado y se tragó sus dudas. Creo que de algún modo, entendía cómo me sentía e incluso, tal vez, si no era tan idiota como a veces quería que pensáramos, podía ser que supiera el motivo de mi inusual comportamiento. Entré sólo a mi primera clase. Necesitaba desahogar todo lo que sentía y no conocía mejor forma de hacerlo que tocando mi guitarra. Él se quedo mirándome desde el otro lado del salón sin decir nada todo el rato. Una vez que me sentí más tranquilo, me despedí de Jin y me fui al hospital. Ya podía ser capaz de llegar a verlo con una sonrisa y servirle de apoyo antes de que lo metieran a quirófano para la siguiente cirugía. Si su mano podría o no volver a ser la de antes, sería dependiendo de cómo resultara esta operación para reconectar los nervios periféricos. Él no podía saber cuán aterrado estaba yo con todo aquello. Ya era suficiente con que él se sintiera morir de miedo e incertidumbre.
-Buenos días, bella durmiente…- Había permanecido inconsciente por casi un día entero. Se veía tan cansado a pesar de todo lo que había dormido.
-¿Sigues aquí?... Empiezo a creer que fui un maldito nazi en mi vida pasada para tener el karma tan apestado…- Me sentí aliviado de que hubiera vuelto a la normalidad. Podían llamarme masoquista, pero prefería que me estuviera agrediendo a que pasara las horas con la mirada perdida en la nada y sin decir una sola palabra.
-Sí, probablemente… y yo debí salvar un país entero en la mía para haber tenido el gusto de conocerte en esta… ¿Tienes hambre? Yo siento que mis tripas se han devorado mutuamente desde la mañana…- Rió levemente. Me sentí mal por destruir mi momento de cursileria con una broma tan tonta, pero me sentí muy extraño por haber soltado semejante frase sin pensarlo siquiera. Yo también reí.
-Auch…-
-¿Qué pasa?...-
- No me hagas reír idiota… Me duele…-
-¿Dónde te duele? ¿Las costillas? ¿El estómago?...- Miré su rostro esperando una respuesta. -¿La mano?-
-Obvio… ¿dónde más si no?...- Silencio. Los dos nos miramos fijamente. Un par de sonrisas bobas. Un fuerte abrazo. Todo estaría mejor a partir de ahora.

Su ánimo mejoró bastante después de que el Doctor le informara que todo parecía ir de acuerdo a lo esperado. En un par de días podría dejar el hospital y en unas semanas más, cuando la herida fuera menos dolorosa, podría iniciar con la rehabilitación. Después de que lo habláramos seriamente, logré convencerlo de que no se diera de baja, pedir un permiso de ausencia por motivos de salud sería más conveniente, con suerte la recuperación iba mejor de lo que pensaba y podría volver el siguiente semestre a la escuela. Poco a poco terminó contagiándose también de mi optimismo. Pero sólo yo sabía que a veces, cuando pensaba que yo estaba profundamente dormido, Ueda lloraba por horas oculto bajo las mantas.

El día que le dieron de alta pasé a recogerlo a primera hora. Le había llevado ropa limpia y cambié mi día de descanso con uno de mis compañeros para poder estar con él toda la tarde. Cuando llegué, él ya estaba firmando los papeles de salida y pagando la cuenta de los gastos médicos. Al verlo guardar la tarjeta de crédito nuevamente en su cartera, entendí, que había muchas cosas que aún tenía que saber sobre él antes de sentir que nos habíamos vuelto más cercanos. ¿De dónde sacaba el dinero para mantenerse solo si no trabajaba? ¿Acaso era dinero que obtenía de aquel hombre a cambio de algo? No quise seguir pensando en cosas inútiles. Eso no ayudaría.
-¡Yooooh! He venido a recogerlo, joven amo…- Lo alcancé en la recepción y lo saludé con una educada inclinación como haría un sirviente con alguien de una familia de alcurnia.
-Idiota…- Me dio un golpecito en la frente con el dedo y se rió. La chica del otro lado del mostrador nos dirigió una mirada divertida y le entregó una carpeta llena de lo que parecían ser sus exámenes médicos, las facturas y a saber qué cosas más. Los tomé y nos despedimos de ella dándole las gracias por sus atenciones.
-¿A dónde lo llevo joven amo?...- Su rostro se ensombreció de repente. Eso era algo que nunca se me había pasado por la mente. ¿Esos hombres sabían dónde vivía? ¿Tenían modo de rastrear su teléfono o los movimientos de su tarjeta de crédito? –Vamos…- Lo tomé con cuidado del brazo y eché a andar hacia la avenida.
-¿A dónde?...-
-Pues a dónde más, tonto… a mi casa… no me voy a arriesgar a que te pase algo si te pierdo de vista otra vez. Mira cómo terminaste la última vez que no te tuve cerca…- No hubo respuesta, tan sólo se dejó llevar. Me sentí mucho más tranquilo una vez que cruzó mi puerta y puse el seguro.

-¡Hey, man!- No me di cuenta de que Jin venía hacia mí hasta que lo tenía encima. -¿Qué has estado haciendo estos últimos días que no tienes tiempo ni para mí? ¿Acaso te hiciste una novia y no me habías dicho nada, maldito?-
-Mmm, algo así…- Me miró perplejo.
-¿Es en serio?... ¿Puedo conocerla?- Estaba más emocionado que si fuera él quien tuviera la novia.
-Nop…-
-¡Eh! ¿Por qué?...- Hacía pucheros como niño mimado.
-Porque acaban de darle el alta del hospital y necesita estar en reposo… eso es imposible si tú estás cerca.-
-Mmm… en eso tienes razón… ¿Pero está bien? ¿Qué le pasó?-
-Sí, estará bien… tuvo un accidente en el trabajo con un cuchillo…- Eso no contaba precisamente como mentirle a mi mejor amigo, ¿verdad?
-Tsssssk… que mala onda, supongo que es a lo que se refieren con gajes del oficio…-
-Sí, supongo…- “Gajes del oficio…” No podía dejar de darle vueltas al asunto.
-¿Y entonces?-
-¿Qué?...-
-¡La apuesta!… No hay modo de que puedas ganar ahora.-
-Sigue en pie…-
-¿Estás bromeando? La Princesa no va a regresar, ¿cómo podrías ganar la apuesta? Quedan tres semanas hasta el Festival Escolar, ¿sabes?…-
-Eso déjamelo a mí, ¿quieres?- Ya no sabía ni por qué lo hacía, tan sólo me molestaba su sonrisa burlona. No quería dejarlo ganar.
-Si tú lo dices… Bueno, cuida a tu chica, suerte con la Princesa, y yo iré por ahí a tontear con los chicos… Nos vemos.- Nos despedimos cerca del edificio administrativo, que era a dónde me dirigía. No quería arriesgarme a que Ueda caminara cerca de aquel callejón otra vez, así que yo me encargaría de todo el papeleo para tramitar su permiso de ausencia y de entregar sus justificantes médicos para que no perdiera este semestre, estaba seguro de que después de lo que le había pasado y de sus resultados escolares hasta el momento, sus profesores no se opondrían a evaluarle el curso en base a lo que ya había logrado, yo podría incluso estar entregando sus tareas, lo que sea que hiciera falta para ayudarlo.

Poco a poco nos empezamos a acostumbrar a esa nueva rutina de vivir y convivir juntos. Él se había empezado a abrir un poco más y yo aprendía muchas cosas nuevas sobre su vida. Era gracioso cómo podíamos pasar del amor al odio en cuestión de segundos, pero precisamente, era debido a eso que nunca nos aburríamos. Aún había cientos de cosas que quería preguntarle, pero sabía perfectamente, que volvería a levantar el muro si se sentía presionado y lo que menos quería era que retrocediéramos después de todo lo que había logrado avanzar para alcanzarlo. Los momentos de silencios se habían vuelto frecuentes, pero a diferencia de antes, ya no eran silencios incómodos, sino de entendimiento. A veces nos quedábamos acostados uno junto al otro en la cama mirando la puesta de sol por el ventanal sin decir una sola palabra… otras, llegaba y se sentaba frente a mí observándome mientras tocaba la guitarra… otras veces era yo quien se quedaba las horas contemplando su rostro mientras componía o escribía canciones sobre simples hojas de papel.
-¿Has pensado qué sería de tu vida si no tuvieras la música?...- Su pregunta me tomó por sorpresa. Me quedé mirando el techo en silencio mientras pensaba seriamente en la respuesta.
-No… creo que sin importar qué pasara, siempre encontraría la manera de seguir teniendo la música en mi vida…- Crucé mis brazos bajo mi cabeza.
-Mmm… ya veo…- Sentí que se acostaba a mi lado. Mucho más cerca de que lo que siempre hacía. Su cabeza descansaba en mi brazo como si aquello fuera la cosa más normal del mundo. -¿Sabes?... Cuando decidí que la música era mi vida, tenía sólo diez años, mis padres enloquecieron… ellos deseaban otro tipo de futuro para mí. La única que siempre me apoyó con todo eso de mi sueño de ser famoso y cambiar al mundo con mi música, fue Miyuki…- El sólo escuchar su nombre hizo que se me retorcieran las tripas. Estaba celoso. –Ella era como la Luna que velaba por mí en los momentos más oscuros del día… Ella siempre me guió de la mano por el camino más brillante… Yo quería ser un hombre del cual ella pudiera sentirse orgullosa…-
-¿Tu primer amor?- No podía soportarlo más, tenía que preguntar o la duda me asfixiaría por completo. Era la primera vez que lo escuchaba reír de ese modo. Me giré incorporándome de lado sobre el colchón para observarlo bien porque no daba crédito a lo que pasaba. Pero no, no alucinaba, Ueda estaba riendo a carcajada suelta por primera vez desde que lo conocí. Lo que vieron mis ojos fue simplemente hermoso. Su sonrisa tenía una especia de magia. Poco a poco su risa se detuvo. Nuestras miradas se encontraron. Sus labios… los míos… un beso. Sus mejillas ruborizadas completaron aquel precioso cuadro. Mi corazón había descubierto lo que era el amor. Porque eso era precisamente lo que sentía por él. No había modo de que siguiera mintiéndome a mí mismo. Ni siquiera quería intentarlo ya.

Después de ese primer beso, el muro que nos separaba desapareció por completo. Por fin fui capaz de conocer al verdadero Ueda. Y cada detalle suyo me hacía quererlo más y más… aún si a veces podía ser un poco infantil y mimado, eso lo hacía tierno y yo amaba que dependiera de mí para las cosas más simples. Por supuesto que nuestras agresiones verbales y físicas continuaban, eso le daba un toque picante a nuestro día a día. Había cosas que ambos acordábamos sin decir una palabra, cómo cuando era momento de detener las bromas o cuando era necesario decir algo y romper el silencio. Moría de curiosidad, pero sabía que tenía que esperar para escuchar el resto de su historia. Tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo y mientras pudiera seguir teniéndolo así entre mis brazos cada mañana al despertar, cualquier espera valdría la pena.


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Plan B (RyoDa) Cap 2



Título: Plan B
Autor: Lilith
Pairing: Ueda Tatsuya + Nishikido Ryo + OC
Fandom: KAT-TUN + Kanjani8
Tipo: Fic x Cap (4/4 Terminado)
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU /
17/05/14
N/A: Sería como genial si escucharan la canción que inspiro el fic en el capítulo 4 cuando Ryo se sube al escenario en el Festival Escolar ^^b Para hacerlo, sólo deben dar click al nombre de la canción junto a la notita musical.
To: Todas las fans que odian el RyoDa porque dicen que Ryo siempre es un bruto con Ueda y que su relación sólo es sexo DoSM. En especial a Tawsuna-sensei que dice que por eso no le gusta y prefiere el MaruDa XD 




PARTE 2: El Príncipe que no sabía darse por vencido.


Me sentía como la más inservible de las basuras. 
Había pasado por todo eso y… ¿qué había logrado?... Nada.
Simplemente me había arrancado yo sólo las alas. 
Tan inútil como una mariposa que ya no puede volar. Un gusano destinado a morir.

Había ido directamente a la telaraña, sabiendo que lo único que podría encontrar ahí sería dolor y muerte, y aun así, ahí estaba, tocando la maldita puerta verde en aquel oscuro callejón del burdel disfrazado de restaurante del cual era propietario ese repugnante sujeto.
-¡Vaya, vaya!… ¡Mira que tenemos aquí!- Lo odiaba. Era el ser viviente al que más odiaba en todo el universo. Asco. Todo de él me provocaba náuseas. No podía sentir nada más por ese hombre además de esas dos cosas. Se hizo a un lado para permitirme el paso y cerró la puerta una vez que lo hice. –Qué cosa tan maravillosa es la juventud, ¿no crees?… Quién diría que hace tan sólo un par de días te tiramos en el callejón como un costal de huesos machacados.- Esa maldita sonrisa que tantas veces había visto ya. -Supongo que has venido por tu preciado juguetito… ¿me equivoco?- Metió la mano al bolsillo interior de su carísimo saco de diseñador y sujetó mi teléfono justo frente a mi nariz.
-Si ya lo sabes, entonces dámelo y acabemos con esto rápido…- No me moví ni un centímetro de donde estaba. Sí, lo miraba de un modo amenazante, lo estaba retando con cada célula de mi ser, pero por dentro… estaba muriendo de miedo. Como siempre.
-¿Por qué la prisa, hermanito? ¿Acaso no te gusta pasar tiempo con la familia?- Me rodeó los hombros con su brazo, oprimiendo mi hombro con fuerza para que lo siguiera por el pasillo hasta su despacho, con demasiada fuerza. Fácil era veinte centímetros más alto que yo y a diferencia de mi delgado cuerpo, el suyo parecía el de una bestia de carga curtida por los años de trabajos forzados. -¿Quieres algo de beber?- Me extendió un vaso con lo que parecía ser whisky. -Ah… perdón, me olvidaba de que los niños no beben alcohol… ¿leche tibia?- Esa asquerosa sonrisa de medio lado que siempre me mostraba cuando estábamos a solas jugando a la “familia feliz”. -¿O acaso quieres otra cosa?- Se relamió los labios mirándome de pies a cabeza. Lo miré fijamente recitando mentalmente todas las maldiciones soeces que conocía. -¡Con un demonio! ¡Odio que te veas así!- Rodeó de nueva cuenta su escritorio de caoba dando grandes zancadas hasta regresar a donde yo estaba de pie. –Me haces perder el control, Tatsuya…- Acarició mi cabello desde la nuca y deslizó su mano hasta mi barbilla para obligarme a levantar la cabeza y hacer que lo mirara a los ojos. -¿Cómo puedes hacerme esto? Eres mi adorable hermanito…- Ahí estaba de nueva cuenta, mirando con esa repugnante expresión lujuriosa mis labios a medida que su dedo pulgar se paseaba a su antojo sobre ellos. La furia en mi interior se intensificó, y como siempre pasaba en este tipo de situaciones, lo miré de tal forma, que carraspeó para aclararse la garganta y me apartó el rostro con brusquedad retrocediendo hasta la silla de respaldo alto que estaba detrás del escritorio. -¿Y bien?... ¿Cambiaste de opinión con respecto a lo que te pedí la última vez que nos vimos?- Silencio. No había necesidad de que le respondiera. Mi respuesta seguiría siendo la misma y él lo sabía. -No me irás a decir que sí eres lo bastante estúpido como para haber vuelto aquí si tu respuesta sigue siendo un “no”, ¿o sí?- Apreté los dientes. Estaba enojado, quería golpearlo, romperme cada hueso de las manos moliéndole a golpes la cara… pero sabía que nunca había sido ni sería rival para él y eso me aterraba, porque el resultado de intentarlo siempre había sido el mismo. -¿En serio? ¿Regresaste sólo por este estúpido aparato?- Lo sostuvo con desprecio frente a sus ojos. -¿Te importa más el poder estar en contacto con Miyuki a través de esta cosa que tu propia seguridad?-
-¡Por supuesto que sí!- Estaba en problemas, esa mirada suya me lo gritaba.
-Mmm… ya veo… si así es como quieres que sean las cosas… de acuerdo.- Lanzó mi celular directo a mis pies. Me quedé inmóvil un momento. Debía pensar rápidamente mis movimientos antes de salir de ahí si es que quería salir en una pieza. Me agaché a recoger mi teléfono y lo guardé en el bolsillo de mi chamarra. Aparté por solo un breve instante mis ojos de él. –Tan ingenuo como siempre…- Para cuando lo dijo ya había sido demasiado tarde, el primer golpe ya me había dejado sofocado en cuatro contra la alfombra dando grandes bocanadas de aire para intentar recuperar el ritmo de mi respiración. –Niño estúpido y egoísta…- Se acuclilló frente a mí y me agarró del cabello levantándome hacia arriba la cabeza hasta dejarla a la altura de su rostro. Podía percibir el sabor del whisky como si yo me lo hubiera bebido. -¡Miyuki es mía!...- Me dio un cabezazo en la nariz que me obligó a cerrar los ojos completamente mareado.  -¡Será tu hermana pero es mi esposa!- Un puñetazo. -¡Y un mocoso como tú no tiene ningún derecho de hacerse el héroe y esconderla de mí!- Otro puñetazo. Y otro… y otro más. Me soltó. No pude ni siquiera pensar en meter las manos, era inútil, caí como un muñeco. No podía respirar con normalidad, algo líquido me obstruía la garganta pero no tuve ni tiempo de toser o vomitar. Permanecí inmóvil en el suelo encogido sobre mí mismo, intentando protegerme de sus patadas. -¡Si no estás dispuesto a devolvérmela, entonces ocupa su lugar!- Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío y sus enormes manos tratando de deshacerse de mi ropa sin mucho éxito debido a la posición en la que me encontraba pero haciéndome daño en varias partes en el proceso. - ¡Deja de resistirte! ¡Yo sé que lo deseas! ¡¿Crees que no me daba cuenta de cómo me provocabas?! ¡¿De que siempre estabas mirándome de ese modo?!- Se irguió sobre sus rodillas para sacarse de encima el saco y la corbata.
-¡ESTÁS LOCO! ¡¡¡Siempre me has dado ASCO!!! ¡¡¡TE ODIO!!!- Aproveché el momento para golpearlo con todas mis fuerzas en la entrepierna, se dobló del dolor y me arrastré lejos de él intentando ponerme de pie. Cosa que logré con dificultades después de varios intentos fallidos debido a la estúpida desesperación que me invadía en ese momento. Apenas si lo conseguí, empecé a toser escupiendo la sangre que aún quedaba en mi garganta y el espasmo me obligó a sujetarme del mueble que estaba cerca de la puerta. Un segundo que me costó realmente caro. Lo siguiente que supe fue que me había agarrado por la nuca y me estrelló el rostro de lado contra el muro dejándome en esa posición en la que me era difícil moverme porque mis pies apenas tocaban el suelo lo suficiente para mantenerme de pie por mi propia cuenta. No podía enfocar bien debido al golpe. Mis manos trataban de estabilizarme en esa posición al tiempo que se revolvían frenéticas sobre la superficie en busca de algo con lo que pudiera defenderme mientras él desabrochaba mis pantalones con su mano libre. El terror se apoderó de mí por primera vez en toda mi vida. Esto no podía estarme pasando. Mis dedos habían dado con algo metálico y delgado que después de un gran esfuerzo pude sujetar. Aproveché que me soltaba, al parecer para deshacerse de sus propios pantalones, y me giré alcanzando su rostro con el objeto que aferraba con todas mis fuerzas en la mano derecha. Un grito colérico de dolor. Estaba libre. Corrí hacia el pasillo en busca de la salida. Pero nunca esperé que su gorila estuviera justo afuera de la oficina. Esa mueca burlona destruyó todas mis esperanzas cuando me vio en el suelo después de que rebotara contra su pecho como un insecto insignificante.
-¿A dónde vamos con tanta prisa?- Intenté recuperar la compostura y atacarle también, pero había sido inútil. Con una facilidad ridícula detuvo mi mano y me aplicó una llave que me dejó inmovilizado nuevamente contra el suelo con su rodilla clavándose dolorosamente en mi espalda.
-¡¡INFELIZ!! ¿Te has atrevido a desfigurarme el rostro? ¡Me has rajado la cara como si fuera un maldito animal en matadero!- Cerré los ojos. Si iba a morir, al menos estaba feliz de saber que mi vida no se habría apagado en vano. Mi hermana y el bebé que llevaba en su vientre estarían a salvo. Él jamás podría encontrarlos. En mi celular no había absolutamente ningún número guardado, no había registros de llamadas ni mensajes de texto. Estaba en blanco. Sólo yo conocía el número de Miyuki de memoria, y ella sabía que sólo debía responder el teléfono si la llamada provenía desde mi número y si no la llamaba, ella nunca, por ningún motivo debía intentar ponerse en contacto conmigo, pues si no lo hacía cada día a la misma hora, era porque ellos seguramente me habían atrapado y algo malo me había pasado. Miyuki… de seguro debía estar muerta de angustia después de que no la llamase en los últimos días. No importaba, con tal de que estuvieran a salvo, no me importaba sacrificar mi propia vida. Odiaba saber que yo sería el causante de sus lágrimas, pero eso era poco comparado con saber que podría tener una vida feliz lejos de todo el infierno en el que terminamos metidos al morir nuestros padres en aquel trágico accidente y que nuestras vidas pasaran a pertenecerle a ese asqueroso hombre por una maldita deuda. Que ingenuos habíamos sido entonces al creer en su buena fe. Toda la vida habíamos vivido creyendo la mentira que él nos había mostrado, pensando que era alguien en quien podíamos confiar. Alguien que era como de nuestra familia. Y todo ese tiempo, lo único que quiso fue quedarse con todo lo que era de mi padre. -¡Esta te va a salir cara!... ¡Levántalo!- Me dejé hacer, ya todo daba igual. Por primera vez desde que mis padres murieron, me sentí tan pequeño y vulnerable. Si tan solo hubiera podido abrazar a Miyuki una última vez. -Saca a todos del restaurante. Será imposible que no lo escuchen gritar después de lo que voy a hacerle…- Tiró con ambas manos todo lo que estaba sobre el escritorio y me arrebató el objeto que todavía aferraba entre mis dedos. Su perro guardián desapareció de la habitación tan pronto como me tiró boca arriba sobre el mueble con todo el afán de lastimarme. A lo lejos escuché su ronca voz gritando indicaciones a los empleados para que desalojaran el local. Podía darme una idea de lo que me pasaría a continuación, lo vi beberse de un trago el vaso de whisky y remangarse la camisa deshaciéndose en el proceso del cinturón. Traté de girarme para levantarme, pero todo me dolía horrores. –Sabes que odio la idea de marcar tu hermoso cuerpo con algo que no sean mis caricias… pero ya que no me dejas otra opción…- Trazó una línea sobre mi pecho siguiendo la costura de los botones de mi camisa con el pequeño objeto que me quitó de las manos. Ardía. Cerré los ojos. Si tan sólo lo hubiera dejado decirme lo que quería el día que nos conocimos… Si tan sólo lo hubiera dejado acabar de decirme lo que quería el día que lo golpeé… Su estúpida y brillante sonrisa llenó mis pensamientos. Sonreí. De ese modo en que había querido corresponderle todas las sonrisas desde el día en que lo conocí. -¿Sonríes? ¿Hasta un miserable como tú sabe tener sentimientos humanos?... Lo odio…- Una intensa punzada de dolor rompió mi hilo de pensamientos. Hasta entonces supe, cuando lo vi enterrado entre mi mano y la superficie de madera, que aquel objeto con el que lo había atacado no era otra cosa sino un abrecartas. –Sí… así me gustas más… con lágrimas en los ojos… gritando de dolor…- Mi corazón latía como loco debido a la adrenalina. Mi mano… mi sueño… mi música… su sonrisa… “…déjame ayudarte, no estás solo…” Esas simples palabras me golpearon con tanta fuerza que hicieron eco dentro de mi cabeza. Su boca se paseaba sin descaro sobre mi pecho desnudo lamiendo la ligera herida que escocía bajo su tacto, subiendo poco a poco hasta mi cuello. –No sólo te ves como una chica… incluso hueles como una de ellas… Apuesto que incluso gimes igual de dulce…- Lamió mi oreja. La chispa del odio en mi interior se avivó como nunca antes. -De haberlo sabido, nunca habría elegido a tu hermana… Ella es tan inútil en la cama… Y en todos estos años ni siquiera ha podido concebir un hijo mío…- Me tomó bruscamente de las mejillas y comenzó a besarme de un modo tan salvaje que me hacía daño. Esta era mi oportunidad. La única que tendría si es que quería salir de ahí con vida.
-A-ah, oniisan…- Gemí contra su oído al tiempo que pasaba mi brazo por su nuca.
-¡Oh, sí, mi hermoso, Tatsuya!… Déjame escucharte…- Sus manos bajaron hacia mis caderas buscando apresar mi trasero para abrirse paso entre mis piernas. Era el momento. Me arranqué el abrecartas de la otra mano y lo apuñalé en el cuello cerca de la clavícula. –¡Qué caraj…!- Se levantó de inmediato y se llevó la mano a la herida. Su rostro se desencajó de terror al ver su propia sangre. Lo pateé con todas mis fuerzas y cayó despatarrado contra la pared. Me levanté y salí corriendo tan rápido como podía, aferrando mi mano herida y el abrecartas contra mi pecho. Nadie iba a impedir que saliera de ahí para que pudiera volver a ver su estúpida sonrisa en la escuela y que abrazara nuevamente a mi hermana.  Corrí… Corrí como nunca antes había hecho. Corrí hasta que sentí que me iba a morir. Mis piernas ya no podían dar más. No sabía hasta dónde había llegado. Sólo escuchaba el bullicio de la gente a mi alrededor, probablemente estaba cerca de la estación del subterráneo. Me dejé caer de rodillas junto a una jardinera afuera de una tienda que olía a galletas. Enterré el abrecartas entre las plantas. Sin arma homicida no habría pruebas en mi contra… ah tenía tanta hambre… Quería reír por mi propia estupidez, pero no tenía ni siquiera fuerzas para eso. Ryo tenía razón… la estupidez sí era algo altamente contagioso.
-Chico… ¿estás bien?... ¡Está herido!- Una voz amable. Una cálida mano en mi rostro.
-¡Alguien llame a una ambulancia!... No te preocupes… vas a estar…- Otra voz que no había escuchado nunca. Y luego, nada.

Abrí los ojos sin tener la más mínima idea de dónde estaba o qué día era. Paredes blancas, un techo desconocido. ¿Estaba en el hospital? Sí, por el olor que se respiraba, eso era lo más probable. Mi primer reflejo fue mirar cómo estaba mi mano. No la sentía en absoluto. Un escalofrío me recorrió la espalda. La herida no había sido tan grave como para que tuvieran que amputármela, ¿verdad? No, mi mano seguía en su lugar…. Entonces… ¿por qué no podía sentirla? Un ataque de pánico se empezó a apoderar de mí.
-Buenos días… ¿Cómo te sientes?- Una mujer me hablaba dulcemente pero yo no podía apartar los ojos de mi mano. -¿Te sientes mal? Estás muy pálido…-
-Mi mano…-
-¿Te duele? Eso sería bueno, porque quiere decir que no hubo daños en los nervios…- ¿Qué? ¿Acaso…? Pasaron tantos pensamientos por mi cabeza en ese momento. Ya no pude escuchar lo que aquella mujer decía. Ni siquiera supe en qué momento salió y regresó a la habitación hasta que escuché una voz diferente hablándome.
-Ueda-kun… escucha, necesito que entiendas un par de cosas en relación a la cirugía que realizamos cuando te ingresaron al Hospital anoche…- Sí, podía escuchar claramente todo lo que el hombre decía, pero no podía creerlo. Esto no podía ser cierto.

Era un completo inútil. La peor persona. Había estado dispuesto a morir por proteger a mi hermana pero… saber que tal vez jamás podría recuperar la movilidad de mi mano derecha… que jamás podría volver a tocar el piano… yo… sentía que eso era peor que la muerte. Otra operación en un par de días para tratar de reconectar los nervios dañados, cuidados postoperatorios, terapia de rehabilitación, un bajo porcentaje de recuperación. Todo sonaba como una cruel burla del destino. Toda mi vida se había tornado nuevamente una pesadilla… una de la cual parecía que nunca iba a despertar. Quería llorar, esto había sido demasiado. Pero no podía, las lágrimas no estaban ahí. Me sentía como una vacía cáscara de mí mismo. Salieron de la habitación dejándome a solas. Dormir. Era lo único que deseaba. Despertar y estar en esa cálida cama dentro de ese tirado apartamento de los suburbios, con una estúpida nota escrita a la carrera y pegada en la tapa del tazón de una sopa que era demasiado buena para ser hecha a mano. “Llámame cuando despiertes…” Suspiré. ¿Qué me había hecho ese chico para que fuera lo único en lo que pudiera pensar cuando peor estaban las cosas? –Ryo…- Susurré su nombre buscando algún consuelo. Quería verlo. Qué tonto era, estaba claro que él no se aparecería por esa puerta por arte de magia sólo por el hecho de que yo así lo deseara. La puerta se abrió lentamente. ¿Era broma? Su sonrisa, esa con la que siempre lo veía haciendo el tonto a mi alrededor, esa que tantas ganas tenía de volver a ver, estaba justo frente a mis ojos. No pude evitarlo. Mis labios terminaron correspondiéndole el gesto por primera vez. Si en verdad estaba soñando, no quería despertar nunca más. Era feliz. Por primera vez en mucho tiempo, era realmente feliz. Sus ojos me miraban como si no pudieran creer lo que estaban viendo, como si yo fuera un espejismo. Las lágrimas habían empezado a fluir a través de mis mejillas. Su sonrisa dio paso a una cara de espanto y entró a toda prisa.
-¿Ueda? ¿Estás bien? ¿Te duele algo?- Se aproximó torpemente hasta mi lado y comenzó a examinarme la cara y los brazos en busca de la herida que me tenía en ese estado.
-¡Idiota! Me lastimas…- Se detuvo.
-Lo siento…- Rió con esa cara de tonto que tanto echaba de menos y se frotó la punta de la nariz con el dedo índice.
-¿Qué no sabes tocar a la puerta antes de entrar en la habitación de otra persona? ¿O es que acaso tu inteligencia es tan poca que no sabes para qué carajos sirven las puertas?- Lo miré como siempre. Parecía confundido. Luego frunció el ceño. Estaba enojado.
-No, no lo sé… Soy idiota, ¿recuerdas?... así como cierta Princesa no sabe el significado de la palabra “peligroso” cuando decide hacer visitas nocturnas a los barrios yakuzas para recuperar un estúpido celular…- Ambos nos quedamos callados. Sus palabras me habían dolido pero podía sentir en ellas su preocupación. No podía enojarme realmente con él. Quería disculparme, pero no sabía cómo. Probablemente él tampoco sabía qué decir. Tan sólo nos mirábamos con cara de pocos amigos. -Bueno, bueno… debo disculparme contigo por ello, pero parece que tenía razón… la estupidez sí se pega… ¡Estamos completamente contagiados! Ya me aseguraré de golpear a Jin por ti cuando lo vea, él es la fuente de infección…- Su risa tonta terminó por hacerme reír también. Esto era como un dejavú ridículo. La preocupación desapareció de sus ojos cuando me vio riendo de ese modo. Era la primera vez que reía desde hacía… ni siquiera podía recordarlo. –Deberías reír más a menudo… te ves mucho más lindo así…- Me despeinó cariñosamente y se levantó para salir de la habitación. ¿Acaso ya se iba? Me sentí extraño, no pude seguirlo mirando. Me había sonrojado. -¿Te molesta si vuelvo?-
-¿Eh?...- Levanté la mirada. ¿Había escuchado bien?
-¿Qué si te parece bien si regreso cuando salga de mi trabajo de medio tiempo?- Me sonrió nuevamente. Una sonrisa que nunca le había visto antes.
-U-uhn…- Asentí torpemente devolviéndole la sonrisa con la misma ternura.
-¿Qué quieres que te traiga para cenar?-
-Sopa de la que me compraste aquel día…- Su carcajada llenó la habitación.
-¡Pero si ni siquiera te gustó! ¡No te la comiste! Y no era comida de restaurante, YO la hice…-
-¡No estoy TAN contagiado para creer esa estupidez!...- Volvió a reír.
-Tienes razón… tu caso está peor que el mío… al menos yo admito que eres un prodigio tocando el piano… pero tú no puedes reconocer mi talento culinario… Todo un caso de Bakanishitis aguda…- Se fue riendo de lo más divertido, podía escuchar su risa escandalosa aún después de que cerrara la puerta. Yo ya no podía reir. ¿En serio creía que yo era un prodigio? ¿Qué iba a hacer ahora? La música era todo lo que tenía. Sin la música no era nada. Incluso él amaba al yo que estaba unido a la música.




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