Dulce mentira (Tackey)




Título: Dulce Mentira.
Autor: Lilith
Pairing: Takizawa Hideaki + OC
Fandom: JE's
 ~Sweet chain - KAT-TUN~
Tipo: One-shot
Género: Shoujo, Angst, FanAi, AU, Fantasia
To: Sofy! (Otanjoubi omedetou, hermanita! d^O^b Luv u so much!)





Aún recuerdo la primera vez que la vi…
Tan triste y preocupada para una chica de su edad.

Caminaba con las manos dentro de los bolsillos de su sudadera azul-verde, con los audífonos puestos a todo volumen y su cabello lacio y oscuro cubriéndole la mitad del rostro debajo de la capucha. La mirada clavada en sus propios pasos tratando de disimular el hecho de que lloraba.



Sentí un deseo incontrolable de tomarla entre mis brazos y borrar todo ese sufrimiento de su dulce rostro. Hubiera dado cualquier cosa, incluso mi propia vida, para ver una sonrisa que iluminara su mundo dibujada en sus labios. Por vez primera supe lo que era desear algo con todo el corazon… algo que no me podía ser concedido. Porque yo no tenía derecho a interferir en su vida. No era nadie para esa dulce niña de ojos tristes que caminaba hacia mí una tarde de verano al ocaso.



El destino volvió a cruzar nuestros caminos un par de estaciones después. El paisaje había cambiado de color, sustituyendo los tonos dorados de los árboles por el blanco puro de la nieve que caía incesante desde el cielo cubriéndolo todo con un velo infinito.



Y mientras contemplaba los diminutos copos descender sobre las ramas de las coníferas que aún le daban un toque de verdor a aquel parque, su silueta apareció de pronto llenando de vida aquel desierto y silencioso lugar. ¿Qué tarareaba? No podría decirlo con seguridad. Pero su voz era la más hermosa melodía que había escuchado en toda mi existencia.



Su lento caminar hacía de ella como una llama en medio de la oscuridad. Simplemente no podía quitarle los ojos de encima. ¿Cruzaría su mirada con la mía aunque fuera en un fugaz instante esta vez? La sensación que experimenté en ese segundo en que giró su rostro hacia donde yo estaba, fue como una dulce tortura equiparable a una eternidad de lo que llaman infierno. Sus ojos tenían el color del chocolate y un brillo inmenso capaz de opacar hasta a la última estrella del universo. Olvidé por completo lo que era pensar… existir… Tan sólo estaba ella. Fueron los tres segundos más plenos que he vivido. Esos tres segundos en los que sentí como si me mirara.



Caminé junto a ella por el sendero de un costado. ¿Era la única forma que tenía de simular que iba a su lado? ¿Cómo se sentiría el calor de su mano entrelazada a la mía? ¿Cómo sonaría su risa mientras hablábamos?… Jamás había codiciado tantas cosas en toda mi vida… pero estaba dispuesto a pagar el peor castigo por mis terribles pecados con tal de tenerla conmigo…



-Sofy!… Es hora.-



Se giró de inmediato al escuchar la voz de aquel chico. Me detuve para mirar quien era.



-Oniichan…-



Suspiró. ¿Había sido tristeza lo que pasó por su rostro pintando sus ojos de melancolía? Echó a andar en dirección a dónde estaba él y subió en el coche que la alejó nuevamente de mí… esta vez por más tiempo del que hubiera querido.



¿Dónde estaba? Hacía tanto que no paseaba por el parque, que incluso las flores se negaban a florecer.



¿A dónde habías ido, Sofy?…



No podría precisar cuántas veces contemplé el cambio de colores en el paisaje de esta sombría y fría ciudad… El paso del tiempo había dejado de tener sentido para mí desde que no estaba. Todo a mi alrededor cambiaba a cada segundo… todo excepto lo que había nacido dentro de mi corazón.



Cuando menos lo imaginé, habían sido diez los años que transcurrieron eternamente sin su voz, sus ojos… Los diez años más dolorosos de toda mi existencia. ¿Volvería algún día? ¿Qué sería de mí si no lo hacía?



Vagaba por las concurridas calles con sólo un recuerdo evocado en mi mente. Era lo único que podía hacer… cerrar los ojos para tenerla junto a mí. Era lo único que podía hacer para soportar cada día sin ella… contarme a mí mismo una dulce mentira para creer que pronto volvería y que podría tenerla entre mis brazos hasta mi último latido.



¿A cuántas estrellas les supliqué por su regreso? ¿A cuántas odié por no atender mi deseo?… Que estupidez la mía pedirle algo a aquellas siendo tan egoístas y vanidosas. No. Debía creer ciegamente que ocurriría otro milagro. Porque el sólo hecho de haberla conocido ya me significaba un milagro.



¿Qué estaría haciendo? ¿Estaría feliz? ¿Habría logrado borrar la tristeza de su rostro para dibujar en él una sonrisa?



Vuelve pronto, mi niña…



Las luces de los aparadores llenaban la ciudad de bellos colores. Las personas iban y venían de aquí para allá sujetando cajas de hermosos decorados de listón con las caras cubiertas de emociones. Los autos se aglomeraban sobre el pavimento pero a nadie le importaba. La atmósfera era demasiado bella como para arruinarla con gritos.



Sin darme cuenta había terminado nuevamente en aquel desolado parque. ¿Por qué siempre terminaba ahí?



La luna me iluminaba los pasos, blanca y redonda contrastando contra la bóveda celeste que hacía parecer más brillantes las distantes estrellas. Suspiré por milésima vez cerrando los ojos para verla una vez más. Un sonido bastante familiar me hizo volver a la realidad. Una chica se acercaba a paso lento. Podía escuchar el golpeteo de sus tacones sobre los mosaicos de cemento que decoraban el sendero principal.



Su figura alta y delgada dejaba ver la silueta bien curveada que poseía su cuerpo aún cuando llevaba puesto un grueso abrigo de terciopleo color negro. Su lacio y largo cabello enmarcaba un rostro perfectamente delineado por unos labios rojos y unos ojos de gran dulzura e inocencia para su edad.



-Sofy…-



Susurré para mí mismo incapaz de creer lo que veían mis ojos. Era ella. La luz de mi cielo. El aire que quería respirar. El alimento de mi alma. La única que me había hecho descubrir que poseía un corazón y que era capaz de amar. Quien me había enseñado lo que era la felicidad, la tristeza, el dolor, el amor eterno… Vivir.



De pronto sentí que me miraba. Sentí sus profundos ojos sobre mí. ¿Me había visto?… ¿Mi dulce Sofy me estaba mirando?



-Tú…-



Su voz era tan pura y melodiosa cómo la última vez que la escuché tarareando aquella extraña canción cuya lengua no pude entender. La diferencia es que esta vez hablaba el mismo idioma que yo recordaba.



-Puedes verme?…-



Mi corazón. El mismo que apenas una década atrás no sabía que poseía, latía como si estuviera a punto de explotar. Ella podía verme.



-Por supuesto… Por qué no habría de hacerlo si estás parado delante de mí y viéndome fijamente?…-



No recordaba la última vez que alguien había conseguido verme. Sin contar que nunca antes habían logrado hacerlo por tanto tiempo.



-Tienes razón… pero es que es algo nuevo para mí…-



-¿Por qué lloras?…-



-¿Llorar?…-



Se acercó tanto a mí que por fin pude verla con claridad. Ahí estaba. Seguía siendo mi pequeña de ojos color melancolía. Llevó su mano hasta mi rostro. Su dedo tocó mi piel… ah… ¿así que ésto es a lo que llaman calidez?…



-¿Por qué me miras como si no me hubieras visto en mucho tiempo?…-



-Porque así ha sido… me ha parecido una eternidad desde la última vez que te vi, Sofy…-



-¿Cómo sabes mi nombre?… ¿Nos conocemos?…-



Asentí lentamente. Estaba tan perdida dentro de mis ojos como yo en los suyos. Simplemente no quería dejar de mirarla. Me aterraba la posibilidad de que volviera a desaparecer si cerraba los ojos aunque fuera sólo para parpadear.



-Nos conocimos justo aquí…-



-¿Aquí?… Pero hace más de diez años que no venía a Japón…-



La miré sin decir palabra alguna. Sonreía… Aún cuando no hubiera forma de que ella pudiera recordarme. Yo era feliz por tenerla así en ese momento… tan cerca de mí que podía sentir su tibia respiración sobre mí.



-…No puede ser…-



Retrocedió un paso. No me miraba con miedo pero lo que reflejaban sus ojos no me gustó. Me recordaba la enorme tristeza que empañaba el brillo de sus ojos cuando la conocí.



-…Yo te ví… El día que me fuí… Estabas justo aquí, bajo este árbol, mirándome, verdad?…-



Volví a asentir. No podía creer lo que escuchaba. ¿Me había visto desde aquella vez?



-Sí… Esa fue la última vez que te vi…-



-Pero… Tú…-



Se acercó nuevamente. Contemplaba cada centímetro de mi rostro como si tratara de descrifrar el misterio que me rodeaba. Apoyó ambas manos sobre mis mejillas. Era tan agradable aquella sensación.



-¿No me temes?…-



-No… Eres tan bello… ¿Cómo podría temerte?…-



-Todos me temen… Siempre me han temido… Por eso prefiero que no sean capaces de verme…-



-Tú… no eres humano… Te ves exactamente igual que aquella tarde… ¿Qué eres?…-



-No lo sé… Hemos existido desde hace tanto tiempo… Los mortales nos han llamado de tantas maneras que ya no puedo recordar cuál era nuestro nombre original…-



Sujeté su mano que aún estaba sobre mi piel.



-Gracias…-



-Eh?…-



-Por hacerme recordar que estoy vivo…-



Sus ojos parecían estar a punto de desbordar mares mientras me contemplaban llenos de ternura. Era la criatura más hermosa que había contemplado en toda mi larga existencia.



-Yo… creí que te había soñado… Todo este tiempo te he visto en mis sueños… Y tú… estas aquí… eres real…-



-¿Soñabas conmigo?…-



Sus mejillas se tiñeron suavemente de rojo al tiempo que sus lágrimas recorrían poco a poco sus mejillas.



-Sí… Por eso venía aquí… Algo me traía a este sitio… Tenía la esperanza de encontrarte pero… al final creí que habías sido sólo un sueño de mi infancia… uno que jamás desapareció de mi mente…-



-Sofy…-



Llevé mis manos hasta su rostro para secar sus lágrimas. No quería volver a perderla. Ahora entendía que entre nosotros existía un vínculo que nos había mantenido unidos durante más tiempo del que ambos imaginábamos. Un lazo imposible de entender que se entretejía en nuestros destinos como una dulce cadena.



-No sé qué es ésto o cómo pudo ser posible… pero quiero creer en lo que siento… Y no quiero vivir un día más sin ti… He esperado toda una eternidad tan sólo para encontrarte y no pienso volverte a perder… Te amo… Te amo tanto que no me importa renunciar a la inmortalidad con tal de compartir una vida contigo…-



Lo había visto tantas veces pero jamás imaginé que un beso fuera capaz de dalre tanta vida a un corazón. Una sensación tan pura y reconfortante que inundaba mi cuerpo de calidez y felicidad.



Sonreía. Por primera vez pude contemplar esa sonrisa tan anhelada dibujarse sobre sus labios. Y me la estaba regalando a mí. ¿Podía existir mayor dicha que la que tenía en ese momento?



Diez milenios no significaban nada en comparación de los últimos diez minutos que había vivido. Porque hasta que la tuve entre mis brazos me di cuenta de que todo este tiempo había estado muerto. Había sido ella quien me había dado la vida. Y ahora la compatiría con ella.



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