Todo
sucedió de un modo tan lento que apenas si fui consciente de lo que pasaba
hasta que había sido demasiado tarde.
Tomo
y yo nunca habíamos sido los mejores amigos. Para ser sinceros, nos odiábamos
mutuamente. ¿Cuándo había iniciado esa situación? La verdad ni siquiera lo
recordaba. Pero para cuando entré al instituto, ya era un hecho que no nos soportábamos
y que si terminábamos coincidiendo en algún lugar, seguramente discutiríamos o
incluso nos agrediríamos, con suerte solo nos miraríamos mal y nos
ignoraríamos; todos lo sabían y todos preferían no estar cerca cuando esas
cosas ocurrían… cosa que, para mi pesar, sucedía cada vez más a menudo ahora
que estábamos nuevamente en la misma escuela. Adiós nuevamente a mis pacíficos
días de instituto. Al menos hasta que él se graduara y yo pudiera recuperar mi
tranquila vida de estudiante.
-Deberías
simplemente ignorarlo, Kame-chan…- Era lo que Ueda siempre decía y yo sabía que
tenía razón, pero simplemente no podía. Una vez que lo tenía frente a mí y que
me miraba de ese modo que tanto me molestaba, ya no podía pensar, simplemente
se me calentaba la sangre y quería golpearlo, hacer desaparecer esa cara suya
que tanto me sacaba de quicio. -…no me gusta verte con esa expresión molesta en
tu carita.- Fue inevitable que una sonrisita se me dibujará en los labios
cuando me tocó la punta de la nariz con su dedo de ese modo tan dulce que solo
él tenía.
-Tat-chan…-
Y cómo a menudo pasaba, sus tiernas caricias y sus suaves labios sobre los
míos, eran lo único que podía hacerme dejar de pensar en Tomo y su cara de palo
arrogante. Ueda siempre había tenido ese extraño poder sobre mí. Solo él era
capaz de hacerme olvidar todos mis problemas y preocupaciones.
Nos
habíamos conocido en una librería durante mi viaje escolar a Yokohama al final
de mi primer año de secundaria. Ese día también había peleado con Tomo, ni
siquiera recuerdo por qué, sólo recuerdo que por segunda vez nos habíamos
agarrado a golpes en un parque cercano a la casa de huéspedes donde estábamos;
molesto por haber sido derribado nuevamente frente a todos, me había ido a
caminar en un vano esfuerzo por tranquilizarme antes de poder volver.
-¿Estás
bien?…- Me habían extendido un bonito y caro pañuelo de seda de color azul
marino con ribetes plateados. Levanté la mirada dispuesto a desquitar un poco
de mi frustración con el niño de papi que se atrevía a sentir lastima por mí…
pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta cuando miré esa brillante
sonrisa dedicada únicamente para mí.
-No,
pero…- Retrocedí un poco intimidado por ese bello rostro que me miraba por
entre los mechones de ese lacio y largo cabello negro.
-No
importa si se ensucia… siempre podrás
lavarlo y devolvérmelo, no es así?- Amplió aún más el gesto acercando el
pañuelo a la comisura de mi labio, donde probablemente aún había rastros de
sangre. Aquello no estaba ni cerca de lo que me había hecho dudar de tomarlo,
pero su voz fue suficiente para hacerme olvidar lo que estaba pensado en ese
momento. El contacto fue tan suave y delicado como cada uno de sus movimientos.
-…ah~ pero que frío hace afuera…- Se estiró parándose incluso de puntitas. -…
te apetece acompañarme a tomar algo?- Se agachó hasta quedar a la altura de mi
rostro, sus grandes ojos marrones mirando alegremente los míos. No pude sino
asentir tímidamente. –Mi nombre es Ueda…-
-Kamenashi…-
Por qué estaba actuando así? No era propio de mí ser tan introvertido y
aniñado, pero había algo en su aura que no podía simplemente ignorar y que me
mantenía pegado a él como un chicle. No podía dejar de mirarlo y cuando menos
pensé, ya sonreía junto con él y había olvidado por completo la razón por la
que había terminado sentado en la entrada de aquella librería del centro de la
ciudad.
Había
pasado la mejor tarde de mi vida al lado de ese extraño chico, quien
casualmente, se estaba saltando las clases por primera vez en su vida. Era tres
años mayor que yo, asistía a una escuela privada de chicos y su vida fuera de
la escuela se limitaba a más clases particulares de las que cualquier pudiera
soportar. Ser un niño de buena familia no me había parecido tan espantoso hasta
entonces. Y aun así, él sonreía y disfrutaba de las pequeñas hermosas cosas de
la vida. Era raro, sí, pero eso era precisamente el encanto que tanto me había
atrapado desde la primera vez que lo vi.
Pese
a la distancia que nos separaba, seguimos en contacto aún después de que yo regresará
a Edogawa aquel invierno, al grado que incluso venía a verme los fines de
semana o me pagaba el viaje para vernos en alguna parte de Kanagawa.
Simplemente queríamos vernos cada que podíamos y pasar el mayor tiempo posible
juntos. Inevitablemente, esa convivencia nos llevó a descubrir lo que eran
realmente nuestros sentimientos. Y ahora, aún después de dos años de estar a su
lado, él seguía siendo la calidez que me rodeaba y llenaba mi mundo de
felicidad.
-¿Tat-chan?...-
-¿Mmm…?-
Su voz confirmó lo que imaginé, y no lo culpaba por haberse quedado dormido en
el sillón mientras le contaba lo que había pasado ese día, después de todo, ya
eran pasadas las tres de la mañana y el viaje en coche hasta mi ciudad había
sido largo después de que él saliera de la Universidad. Para mí, eso era una
prueba innegable de lo mucho que me quería y de lo mucho que se preocupaba por
mí. No era común que viniera en jueves y sin embargo, ahí estaba, solo porque
me había escuchado triste por teléfono. Me hacía sentir tan especial, que a
veces, la felicidad no me cabía en el cuerpo y sentía que iba a salir volando
hacia a algún lugar donde pudiera ser libre.
-Gracias…-
Me estiré un poco, lo suficiente para alcanzar su mejilla y depositar ahí un
beso de buenas noches antes de levantarme y apagar la luz para dejarlo
descansar. Quería hablar con él de tantas cosas, pero ya tendríamos tiempo por
la mañana. Teníamos todo el tiempo del mundo.
-Mmm…
quién diría que la pequeña tortuga tiene el poder para seducir a un chico así…-
Y si compartir la escuela con Tomo ya era lo suficientemente nefasto, tener que
compartir aire en el mismo planeta con Akanishi Jin, era incluso peor. Ni
siquiera sabía qué le había hecho para que se portaba tan desagradable conmigo
desde el primer día de clases; pero poco a poco comencé a entender que
probablemente se debía a lo que sentía por Tomohisa, cosa que ni sabía ni me
importaba saber, si él estaba al corriente de. Simplemente era lo peor de mis
viernes, tener que verlo a primera hora porque él tenía entrenamiento de soccer
por la mañana. -…debes ser bueno en la cama, kame-chan…- Y esta era
particularmente la peor de todas las ocasiones. Ueda había insistido en
llevarme a la escuela antes de volver a Kanagawa para sus clases de la tarde,
al final, no había podido convencerlo de que no era necesario e incluso
habíamos pasado a desayunar juntos a una cafetería cercana. Para mi mala
suerte, Akanishi nos había visto en la esquina de la entrada del
estacionamiento de profesores cuando nos despedíamos, según nosotros, lejos de
la mirada de los demás.
-¿Y
eso a ti qué te importa?...- No me habían molestado sus palabras sino la forma
en que había mirado a Ueda, quien incluso por educación lo había saludado con
una sonrisa sin darse cuenta de nada. A veces podía ser inocente y despistado
que me preocupaba.
-¡Oh!
Pero claro que me importa, tortuguita …-
-Pues
no debería… Si tienes tanto tiempo para meterte en mi vida privada, tal vez
deberías considerar emplearlo en decirle a Tomohisa lo que sientes por él… es
demasiado estúpido para darse cuenta por sí mismo, sabes?, aun cuando tú eres
demasiado obvio para ocultarlo…- Aquello lo había dejado con cara de idiota,
incapaz de responder, incluso se había sonrojado violentamente, probablemente
al saber que alguien sabía su gran secreto. Estaba consciente de que si le daba
tiempo suficiente, reaccionaría del modo impulsivo y agresivo en que siempre lo
hacía, así que simplemente me seguí de largo y entré a la Universidad a toda
velocidad dejándolo plantado ahí afuera.
Después
de ese día, entendí que había cometido un terrible error provocando a Akanishi.
Su relación con Tomo seguía siendo la misma de siempre: eran los mejores
amigos, tal vez incluso un poco más que eso pero menos que amantes, pero por el
contrario, su relación conmigo se había vuelto mucho más hostil. Antes se
limitaba solo a decirme un par de cosas desagradables, pero ahora se divertía
metiéndose conmigo de todas las maneras que le venían en gana, claro, siempre y
cuando no estuviera Tomo; jamás había entendido esa conducta de su parte, pero
sus motivos debía tener y entenderlo no era algo que me quitara el sueño. Nadie
lo veía raro, Akanishi era nuestro senpai de tercer grado y era el chico más
popular de la escuela, todos lo admiraban y querían estar cerca de él y por si
eso no fuera suficiente, incluso los profesores lo tenían en alta estima porque
era bueno en los estudios y en los deportes, así que el hecho de que Tomo fuera
su único mejor amigo, le daba el status de la segunda persona más genial e importante
dentro de la escuela… cosa que me dejaba a mí, enemigo declarado de ambos, como
la persona más odiada entre el cuerpo estudiantil, por eso a nadie le importaba
si el alumno modelo había tomado como su hobby favorito molestarme todo el día.
Para lo que me importaba realmente, tampoco era como si todos se metieran
conmigo, de algún modo, todos respetaban el hecho de que el pleito era sólo
entre nosotros tres y casi podía asegurar que era así por orden de ese par de
engreídos y que los demás me ignoraban también por “sugerencia” de Akanishi. Al
menos podía enfocarme de lleno a estudiar y nadie me molestaba con sus
trivialidades adolescentes… eso era mil veces mejor que lo que tuve que vivir
en mi segundo año de secundaria gracias a las fans locas de Tomo.
-Uppsss…
no sabía que nuestra kame-chan estaba pasando justo por aquí… Sorry…- Su sonrisa burlona mientras me
miraba “inocentemente” desde el barandal del segundo piso sosteniendo una
cubeta, ahora vacía, me molestó más que el hecho de haber terminado mojado de
cabeza a pies. “Solo unos meses más” era el pensamiento que a menudo repetía
mentalmente para consolarme. Solo unos meses más y Akanishi se habría graduado
de la escuela saliendo de mi vida para siempre. Prefería mil veces más tener
que soportar a Tomohisa que a su querido enamorado secreto.
-Kame-chan,
estás bien?...- Era imposible que Ueda no se diera cuenta que estaba enfermo,
mi voz me delataba a gritos.
-Sí…
supongo que me quedaré en cama unos días, Tat-chan… Koji-nii y mamá cuidarán de
mí, no te preocupes…- A mi familia no le había hecho mucha gracia eso de que su
“niño” tuviera “ese tipo” de preferencias, sobre todo a Yui-nii, pero yo no
podía seguirles ocultando la verdad, me sentía mal por ello; por fortuna se
habían dado la oportunidad de conocer a Tatsuya y al final, se habían dado
cuenta de que no era el lobo pervertido queriéndome devorar al más mínimo
descuido que habían imaginado, más bien parecían preocupados de que yo “echara
a perder” a un chico tan inocente, adorable y con un futuro tan prometedor.
Además nos comportábamos tanto cuando estábamos en casa, que ellos tenían
nuestra relación en el concepto de “manita sudada”, y a nosotros nos convenía
que ellos siguieran pensando de ese modo, porque de lo contrario, dudo que me
dejaran dormir fuera sabiendo que estaba con él, aunque tampoco era como que
fuéramos un par de adolescentes irresponsables con las hormonas fuera de
control. Aún ahora discutía a menudo con mi hermano mayor y con mi padre debido
a lo “ridícula” que les parecía mi “relación” y lo mucho que me arrepentiría en
el futuro por decisiones “inmaduras” y “rebeldes” que no valían la pena; pero
al menos era bueno saber que contaba con el apoyo de mamá, Koji y Yuya, quienes
pensaban que yo era más feliz desde que salía con Tatsuya y eso les era más que
suficiente para aceptarnos.
-De
acuerdo… te llamaré mañana, descansa, sí?- Me sabía mal haberle ocultado a Tatsuya
el por qué detrás de mi resfriado. No quería que se metiera en problemas por
golpear a un chico de preparatoria, por mucho que ese maldito se lo mereciera.
Los
meses pasaron y por fin pasé a segundo grado. Toda la escuela era un mar de
lágrimas debido a la partida de su querido Adonis, pero yo no cabía de la
felicidad por saberme libre de él y de sus acosos. De algún modo estaba seguro
que incluso mis altercados con Tomo bajarían de intensidad si ya no estaba a
nuestro alrededor el que atizaba las chispas para crear la llamarada. No podía
evitar sonreír bobamente por todas partes debido a ese maravilloso pensamiento.
-Kame-chan…-
Aquello sí que me había tomado por sorpresa. Ueda estaba maravillosamente
vestido de traje esperándome afuera del Auditorio cuando terminó la ceremonia
de clausura. Era la primera vez que lo veía vestir de ese modo tan formal y
elegante y se veía aún más hermoso que siempre. ¿Podía mi día ser más perfecto?
-¡Tat-chan!-
Me sentí una colegiala enamorada por echar a correr de ese modo hacia él. Me
costó una vida controlarme para no saltar a sus brazos como me ordenaba mi
corazón. Debíamos “mantener las apariencias”, era lo que siempre nos
aconsejaban mamá y Koji-nii, nosotros sabíamos que tenían razón, no todos
verían con sus mismos ojos nuestra relación. -¿Por qué estás vestido así?- Me
dio una de esas hermosas sonrisas suyas al tiempo que me despeinaba
cariñosamente. Nuestro modo secreto de decirnos en público “te extrañé y quiero
abrazarte en este momento”.
-Tuve
una presentación de piano para unos amigos de mi padre esta mañana… y entonces
tuve estas enormes ganas de ver a Kame-chan y desaparecí de la terraza sigiloso
como un gato…- Susurró lo último en mi oído provocándome esos escalofríos que
tanto me gustaban.
-Baka…
tu padre no estará muy feliz…-
-Ya
debería estar acostumbrado…- Ambos echamos a reír. No era nuevo que Ueda era la
“oveja negra” de su familia por no querer seguir los pasos de sus demás
parientes dentro de la política por su sueño de volverse músico.
-Kame-chan~….-
Casi pegó un brinco al escuchar su desagradable voz bañada con ese tono de
falso cariño. Ueda miró curioso a ese par de chicos que se acercaban a
nosotros. -…te extrañaré tanto cuando esté en la universidad.- ¡Incluso me
había abrazado! Akanishi debía haberse drogado o por lo menos, golpeado la
cabeza con fuerza. Tomo me miraba del mismo modo que hacía siempre a una
prudente distancia de donde estábamos parados los demás, mirando a Tatsuya con
algo cercano al desagrado. -¡Hola de nuevo!- Esta vez su sonrisa iba dirigida a
Tatsuya, quien nuevamente le regresaba el saludo ignorante de todo lo que había
detrás de ese rostro encantador y manipulador.
-Hola…-
-Tenemos
que irnos, Tat-chan… Mamá dijo que nos esperaría para comer todos juntos…- Lo
tomé posesivamente del brazo y eché a andar hacia la entrada principal de la
escuela. Podía sentir la mirada confusa de Ueda sobre mi rostro, la mirada
sarcástica y malintencionada de Akanishi clavada en mi espalda y la penetrante
mirada de Tomo en mi nuca. ¿Qué demonios se traía entre manos? ¿Es que acaso
pretendía atormentarme hasta su último segundo en el instituto?
-¿Qué
fue eso, Kame-chan?- Preguntó apenas subimos al coche y nos abrochamos el
cinturón. Sonaba mucho más preocupado que cualquier otra cosa y no era para
menos, jamás me había comportado de ese modo ni delante de él ni de nadie más.
-No
quería que la presencia de Tomohisa arruinara la felicidad que siento por
tenerte aquí hoy…- Puse mi mejor sonrisa para que dejara de mirarme de ese modo
o terminaría contándole todo. En parte era mentira… en parte era verdad. Tomo
me había mirado de un modo extraño cuando aferré el brazo de Ueda antes de
irnos y eso no me había gustado. Me había sentido realmente incómodo con esos
dos ahí.
-¡¿Ese
chico era Tomo-kun?!-
-¡¡¡SHHHHHH!!!-
No dudaba que incluso ellos lo hubieran escuchado. –No, ese incordio hipócrita era
su mejor amigo… Tomohisa era el chico de pie detrás de él…-
-Ooooh…
no parecían malas personas, sabes? Ese chico que te abrazo era muy simpático y
amigable…- Boquiabierto. Así había quedado tras escuchar aquello. -¿Kame-chan?...-
No, simplemente no había sido capaz de responderle nada. Hacerlo implicaría
contarle TODAS las cosas que Akanishi me había hecho y dicho en este último año
y que yo nunca le había contado durante nuestras largas charlas telefónicas
para no preocuparlo con mis tonterías. –Oh, vamos, Kame-chan, no te enojes…
sonríe, anda, sí?...- Hacía sus pucheros más adorables. No pude durar “enojado”
por mucho tiempo, su nariz me hacía cosquillas en la oreja. -¿Ves? Esa sonrisa
te hace mucho más bonito… ¿y entonces?,
¿tu mamá nos espera en tu casa?-
-Claro
que no… si ni siquiera yo sabía que vendrías, ¿cómo lo iba a saber mi madre?-
-Oh,
tienes razón…- A veces podía llegar a ser en serio peligrosamente ingenuo y
despistado.
-Aprovechemos
el factor sorpresa para pasar un poco de tiempo a solas… y ya luego vamos a
casa a comer, habrá que pasar a comprar un obsequio para Koji-nii, así si
preguntan, decidiste venir para felicitar a Koji-nii por su graduación… papá y
Yui-nii amarán ese gesto de tu parte… todos aman a Koji-nii, hasta Tomohisa…- Koji-nii
era la razón por la que conocía a Tomo, ya que su madre le había pedido a mi
hermano que hiciera de su tutor para estudiar para el examen de admisión a la
secundaria, después de todo, Koji era realmente bueno en matemáticas e inglés y
nosotros nos sentíamos muy orgullosos de él por todos sus logros académicos;
con el éxito de esa primera vez, mi hermano había seguido tutorándolo hasta el
día de hoy, ni siquiera podía enojarme por la situación, le pagaban bien y eso
evitaba que mi hermano tuviera que buscar un trabajo de medio tiempo que lo
distrajera de sus estudios. Por desgracia eso implicaba que Tomo pasará tres
días a la semana en mi casa en período de clases y que mi hermano lo tuviera prácticamente
todos los días en mi casa durante las vacaciones por al menos tres horas
diarias. Hacía tanto que no jugábamos baseball con Koji-nii como
acostumbrábamos, que incluso Yuya-chan odiaba un poco a Tomo por monopolizar el
tiempo de nuestro hermano durante las vacaciones. A veces me daba la impresión
de que a Tomo le gustaba mi hermano. ¿Acaso esa la razón por la que Akanishi
nunca había intentado nada con Tomo aun cuando era obvio que se moría de ganas
de hacerlo? Debía dejar de pensar tantas tonterías.
Las
vacaciones se pasaron volando. Mi segundo año de preparatoria fue menos
tranquilo de lo que imaginé. Contrario a mis expectativas, Tomo se había hecho
del control de la escuela como el sucesor de Jin en el cargo de Presidente del
Consejo Estudiantil y yo había tenido que probar por segunda vez lo que
significaba ser el enemigo declarado de Yamashita Tomohisa gracias a su fans.
Se volvió una costumbre que Ueda me escuchara durante horas quejándome de todas
las cosas estúpidas e infantiles que Tomo hacía para molestarme y de todas las
peleas verbales que teníamos casi a diario. Después dejó de ser tan típico que
habláramos de Tomo… o de cualquier otra cosa… Tatsuya tenía clases mucho más
demandantes este año en la escuela de música y poco podíamos vernos realmente
ya que tenía incluso clases sabatinas de piano y violín por órdenes de su padre,
sin contar que se había unido a la banda del amigo de un amigo suyo de la
preparatoria y a menudo ensayaban en domingo. Ueda estaba por fin en el camino
para hacer realidad su sueño… ¿qué derecho tenía yo de impedírselo por un poco
de atención y mimos? Odiaba la idea de que para él yo siguiera siendo un niño.
Nuestra
falta de comunicación había hecho felices a mi hermano mayor y a mi padre,
quienes simplemente daban por hecho que nuestra etapa de “confusión” había
pasado y que todo estaría bien de ahora en adelante porque estábamos en una
edad magnifica para seguir con nuestras vidas, al poco tiempo ya todos daban
por hecho que habíamos terminado. Sin embargo, Yuya-chan era el único que sabía
que a menudo me quedaba dormido por las noches de tanto llorar aferrando mi
celular contra mi pecho esperando una llamada que nunca llegaba.
Los
meses seguían pasando, inclusive yo comenzaba a preguntarme si aún podíamos
considerarnos una pareja. Hacía dos meses que no lo veía para nada y en los
últimos cuatro meses habíamos hablado solamente en seis ocasiones. Ueda se
escuchaba feliz. Muchas cosas buenas debían estarle pasando en su vida ahora.
Me sentía tan mal por no alegrarme por ello… pero es que lo extrañaba
demasiado.
Incluso
Tomo notaba que algo había pasado. Nuestros “encuentros épicos” en los pasillos
se habían limitado a comentarios hirientes y sarcásticos por su parte y miradas
vacías y silencios de la mía. Nuevamente era ignorado y ya nada me importaba.
-¿Te
pasó algo?...- Aquella era la primera vez que Tomo me dirigía la palabra cuando
estaba en mi casa. Hasta ese momento, habíamos mantenido un mudo acuerdo de
fingir que no nos conocíamos aun cuando asistíamos a la misma escuela desde la
primaria. Y en mi casa a todos parecía tenerles sin cuidado que no nos
habláramos en absoluto, no era como que estuviéramos obligados a ser amigos
sólo porque Koji-nii fuera su tutor y nosotros asistiéramos a la misma escuela,
después de todo, ni siquiera estábamos en el mismo curso y nunca habíamos
estado en los mismos clubes ni nada. Ambos éramos completamente diferentes y en
parte, era por eso que no nos llevábamos bien. Esa genuina gota de preocupación
en su mirada al preguntar aquello me tomó completamente con la guardia baja.
Silencio. No pude sino mirarlo por un largo momento sin decir nada, él sentado
en la sala y yo con un pie en el primer escalón. Bajé la mirada y me obligué a
arrastrar mis pies hacia arriba hasta mi habitación. ¿Qué rayos había sido
aquello? ¿Tan patético me veía que incluso mi peor enemigo sentía lastima por
mí? Estaba tan enojado que le marqué a Tatsuya. Ni siquiera me sorprendió que
no me tomara la llamada, no era la primera vez, en realidad eso era lo que
siempre sucedía últimamente. “Estoy cansado de esto. Terminemos.” había sido el
breve y frío mensaje que le dejé esa tarde en su buzón de voz después de al
menos veinte llamadas perdidas. Me quedé dormido esperando que me regresará la
llamada para exigir al menos una explicación… nuevamente había llorado hasta el
cansancio bajo las cobijas aferrando entre mis manos el pequeño aparato que
nunca timbró.
Mi
segundo año de instituto terminaría con el recuerdo más doloroso de mi vida. Ni
siquiera pude alegrarme ante la idea de saber que no volvería a ver a Tomo.
Tampoco pude sorprenderme al descubrir que estaría en mi casa por las tardes
para preparar su examen de ingreso a la universidad. No me extrañó ni siquiera
que ingresara a la universidad de Meiji al primer intento, mi hermano era capaz
de hacer eso hasta con los ojos cerrados, no por nada era un alumno
sobresaliente en la Todai. Simplemente ese otoño había pasado sin que me diera
cuenta, trayendo consigo el invierno más frío que había vivido hasta el
momento.
Hasegawa-senpai,
el encargado de mi club y compañero de clase de Tomo, había organizado un viaje
de despedida para todos los miembros del club de Teatro. No estaba con muchos
ánimos de ir, pero Koji-nii me había convencido para que fuera a despejarme un
poco de todo lo que había pasado ese año. Su argumento no era para nada malo,
unos días lejos de todo y de todos, del otro lado del país, en Sapporo, de
seguro me venían de maravilla para olvidarme de todo y hasta divertirme con mis
pocos amigos. De ese modo, diciembre prometía darme un efectivo cambio de página
para iniciar mi último año de instituto con un nuevo yo.
-¡Iku-chan!-
Nos hospedaríamos en la casa de un viejo amigo de Hasegawa-senpai. El chico, de
nombre Ikuta Toma, era alguien de quien había oído hablar en más de una ocasión
debido a su enorme talento en la actuación, senpai lo había conocido durante un
campamento escolar en Hokkaido hacía un par de años, ambos habían participado
en una obra juntos y se habían vuelto grandes amigos, ahora que era estudiante
universitario, su nombre había adquirido todavía más fama debido a varios
musicales en los que había sido protagonista o coprotagonista en varios teatros
y auditorios de universidades de artes por todo el país. Era alguien a quien
admirábamos y respetábamos bastante y no sólo por ser amigo de senpai; así que
poder conocerlo en persona y hablar con él como colegas, era algo que me había
hecho realmente feliz. El viaje hasta su casa había sido algo cansado porque
vivía en una apartada zona rural lejos de la ciudad, pero una vez que llegamos,
fue como si hubiéramos entrado a otro mundo. Decir que nos quedaríamos en su “casa”,
era faltarle el respeto a semejante construcción. No pude disimular ni un poco
mi sorpresa al reconocerla como una finca feudal de la era Edo, tal vez incluso
más antigua. Simplemente era hermosa, con todos esos jardines alrededor y sus
hermosas decoraciones pintadas a mano sobre las pantallas de papel de las
puertas y ventanas.
-Me
alegro que te guste…- Me había susurrado nuestro anfitrión con una sonrisa al
ver mi cara de fascinación contemplando las múltiples figuras esculpidas en sus
techos y el arco de la entrada, lugar de donde no me había podido mover ni un
paso debido a mi fascinación.
Pero
toda mi felicidad acabó tres metros bajo tierra cuando la puerta principal del
pabellón frente a la entrada se abrió y una cara familiar con una sonrisa
amable nada familiar para mí, le dio la bienvenida a Toma-san de regreso a casa
y saludando del mismo modo afectivo a mi senpai… ¿Acaso era posible que
Tomohisa Yamashita tuviera ese tipo de expresiones faciales tan cálidas? ¿Acaso
había alguna lógica en que estuviera justo ahí en ese momento? Y es que ya sólo me faltaba que Akanishi se
apareciera detrás de él para mostrarme la viva imagen de mi infierno personal.
-¿Kamenashi-kun?...-
Hasegawa-senpai se acercó a mí al ver que era el único que aún no había
entrado. Al menos no había sido el único sorprendido esa tarde. Tomo tenía la
misma cara de incredulidad que seguramente yo había puesto segundos antes al
verlo. Suspiré y me obligué a mí mismo a actuar como si nada pasada. –Ya
conocías a Tomo-chan, verdad?- Él había decidido silenciosamente seguir mi
juego así que también sonreía como sin nada. Asentí sosteniendo del mejor modo
mi falsa sonrisa.
-¿En
serio? ¿Ya conocías a Yamapi?!- ¿Yamapi? ¿Eran TAN cercanos que incluso lo
llamaba por un apodo tan “cariñoso” como ese?
-Kamenashi-kun
es nuestro kouhai en la escuela, verdad, Tomo-chan?- Toma-san, por su parte,
había puesto una cara bastante graciosa al descubrir todo aquello.
-Ehhhh…
espera!... Kamenashi? Kamenashi Kazuya?!- Ok, oficialmente me sentía incómodo
como jamás en la vida. ¿Por qué me miraba de ese modo? ¿Cómo era que sabía mi
nombre? Senpai asintió no muy seguro de lo que pasaba en realidad. Tomohisa y
Toma-san intercambiaron una extraña mirada entre risas nerviosas.
-Ah,
bueno… será mejor que entremos y nos instalemos antes de que anochezca…-
Hasegawa-senpai me tomó suavemente por los hombros y me empujó consigo hacía
adentro dejándome con la duda de qué había sido todo aquello y sintiendo que
ambos me miraban fijamente a medida que nos alejábamos de la entrada.
Ya
no estaba muy seguro de querer permanecer ahí. Serían cinco días completos compartiendo
casa con Tomo. No me sentía preparado para ello. ¿Qué hacía él ahí por
principio de cuentas?
-Tomo-chan
e Iku-chan se conocen desde hace mucho… sus madres estudiaron juntas en la
universidad de enfermería, así que prácticamente han sido amigos desde que
nacieron…- Cómo si pudiera leer mis pensamiento, Hasegawa había empezado a
hablar. -…conoces a Jin, cierto?- Hizo una pausa esperando mi respuesta, sólo
atiné a asentir sin quitarle los ojos de encima en señal de verdadero interés,
ocultando tanto como pude mi molestia ante la sola mención de su nombre. –Jin
también es mejor amigo de ese par desde entonces por las mismas razones,
prácticamente crecieron los tres juntos, pero como Jin tuvo que irse un par de
años a vivir a Italia por cuestiones familiares…- Se detuvo otra vez al ver
seguramente un dejo de incomprensión en mi rostro. -…la familia materna de Jin
es italiana.-
-Oh…-
Fue lo único que pude articular. Obviamente no sabía nada de ese sujeto fuera
del hecho de que era un vanidoso y arrogante porque se sabía bueno
prácticamente en TODO y por ello tenía el ego disparado hasta la mesósfera.
-Te
decía, como estuvo unos años viviendo en el extranjero, pues perdieron contacto
por casi cuatro años, se reencontraron nuevamente cuando entraron a la preparatoria,
Jin acababa de volver de Los Ángeles, tuvo que mudarse para allá debido al
trabajo de su padre después de que falleciera su abuelo materno…-
-Mmm…-
Todo aquello me resultaba morbosamente interesante precisamente porque no sabía
nada al respecto y porque nunca se sabía cuándo podía ser útil ese tipo de
información.
-Iku
quiso mudarse a Tokio para estar en la misma escuela que ellos, y así fue por
dos años, pero luego su madre enfermó y él tuvo que regresar a Hokkaido, por
eso tú no lo conociste… Te hubieras sorprendido de lo diferente que era Jin en
ese entonces…- Muchas cosas empezaban a tomar sentido de pronto, muchas otras
se volvían aún más confusas dentro de mi cabeza. -Yo lo conocí después de
transferirme a nuestra escuela, en segundo grado, así que tampoco me tocó
tenerlo como compañero de escuela… fue toda una sorpresa para ambos descubrir
que teníamos tantos conocidos en común… y parece que las coincidencias no dejan
de ocurrir, de dónde te conoce a ti?-
-¿Eh?...-
Su pregunta me había tomado por sorpresa. -…en realidad yo no lo conozco de
nada, sólo por lo que tú nos has contado, senpai o por lo que he leído sobre él
en los periódicos debido a sus obras...- Admití con timidez.
-¿En
serio?... Por su reacción juraría que te conoce de tiempo…-
-Hoy
es la primera vez que lo veo en persona…- Me encogí de hombros.
-Bueno,
supongo que entonces yo debí haberle hablado de ti… a veces hablamos durante
horas sobre nuestros kouhai más sobresalientes…- Ni siquiera le di importancia
a su halago, cosa que en otras circunstancias me habría hecho inmensamente
feliz, pero es que mis pensamientos seguían ocupados en todo lo que había
escuchado en ese momento. –Bueno, iré a mi habitación, solemos quedarnos juntos
cuando venimos a visitarlo, espero que no te moleste tener que estar solo en
esta habitación… si lo prefieres podrías quedarte con alguno de los chicos…-
-¡No!
No te preocupes, senpai, no me molesta….- Negué con las manos y la cabeza tal
vez con demasiada efusividad. Cómo iba a molestarme si para mí era perfecto de
ese modo. -…es genial que tengas amistades de tanto tiempo, obviamente debes
compartir tiempo con ellos.- Aquello lo decía en serio. Odiaba admitirlo, pero
Tomo tenía algo que yo jamás había poseído: verdaderos amigos. No pude evitar
sentir envidia por él. No podía decirlo por Akanishi, pero Hasegawa-senpai y
Toma-san eran personas realmente geniales a las que admiraba un montón y que me
hubiera gustado llamar “mejores amigos”. De algún modo sentía que él no lo
merecía.
Para
mi total sorpresa, pasar tiempo en compañía de Tomo de ese modo, resultó ser realmente
agradable. Era toda una novedad para mí verlo sonreír de ese modo, podía
apostar a que ni siquiera con Akanishi sonreía de esa manera, una sonrisa que
parecía demasiado cálida para cualquier otra persona, pero que en su rostro, se
veía tan adorable que incluso me hacía sonreír. Una sonrisa que de algún modo
me recordó la cálida y brillante sonrisa que me salvara de mí mismo aquella
tarde en una librería de Yokohama… mi ánimo decayó hasta el sótano en una
fracción de segundo, discretamente me levanté de la mesa so pretexto de que se
había terminado mi bebida y caminé lejos de las miradas de los demás. Me
parecía descortés deambular por una casa ajena, así que me limité a salir al
jardín lateral, el mismo que había visto cuando llegáramos y me quedé de pie
bajo ese enorme sakura que no poseía nada de espectacular en esa época del año sin
sus millones de flores… una impresión que de cierto modo me hacía sentir aún
más deprimido. ¿Así me veía yo ahora que no tenía las sonrisas de Tat-chan? ¿Alguna
vez podría volver a florecer mi propia sonrisa como antes aún si no era debido
a Tatsuya? Apoyé mi mano en el tronco… nunca me había sentido tan frágil.
Sentía que mis ojos se habían llenado de lágrimas pero no podía permitirles
salir. No era el momento y definitivamente no era el lugar. Respiré
profundamente un par de veces tratando de recuperar la compostura. Miré hacia
abajo parpadeando constantemente para hacer desaparecer a las malditas que habían
logrado colarse hasta mis pestañas… y entonces la vi… un solitaria y pequeña
flor de color rojo que crecía entre las raíces y el musgo. Una amarga sonrisa
se dibujó en mis labios. Qué extraña coincidencia era aquella.
-¿Acaso
eres mi respuesta…?- Dejé caer mi cuerpo hasta quedar de rodillas, mi mano aún
sobre la madera, mis ojos fijos en esa mancha carmín, mis lágrimas sin poder
ser ya contenidas. Lloraba, y aun así, sonreía a causa de la pequeña flor.
-Amapola
roja…- Su voz me sobresaltó. ¿Hacía cuánto que estaba ahí? -…increíble que esa
pequeña luchadora sobreviva todavía a estas alturas del invierno, no crees?… cuando llegué creí que ya no florecería, la he estado observando cuidadosamente desde
entonces… supongo que estaba esperando por la persona indicada…- No me atrevía
a voltear o a moverme. Lo que menos quería era que se diera cuenta de que
estaba llorando. -…y supongo que este año, esa persona tampoco era yo…- De
pronto su tono fue tan nostálgico que me pregunté cómo se veía con una
expresión así de abatida en su rostro. -…las flores que planté nunca han
florecido para mí…- Sus pasos se detuvieron a un metro o menos de mí. -…y a de ello, sigo esperando que algún día lo hagan, por eso no dejo de mirarlas…-
Seguí inmóvil. Silenciosamente tratando de cortar mis lágrimas y escuchando
detenidamente sus palabras sin ser capaz de entender a qué se refería en
realidad. -…aún si ellas nunca se dan cuenta.- Sentí que ponía algo ligero
sobre mi cabeza y luego el sonido de sus pasos alejándose. Llevé mi mano a mi
cabello. Un pañuelo. Gris claro con unas pequeñas sakura bordadas en rosa. Algo
tan impropio de Tomo. Una risita se me escapó. ¿Cuántas cosas más descubriría
sobre él antes de que terminara esa semana?
Mi
humor no había mejorado mucho después de esa noche, pero ya no me sentía tan
mal. Esas dos mañanas había salido a mirar la pequeña amapola, era algo tan
tonto y trivial, pero lograba darme ánimo para sonreír y querer pasar tiempo
con mis amigos. Habíamos ido a Otaru a la playa, comimos calamar hasta reventar,
habíamos jugado con fuegos artificiales, contado historias de terror y hasta
cantado alrededor de una fogata a la luz de las estrellas, simplemente había
sido divertido y me había olvidado de todo lo que me agobiaba. Al tercer día,
me había quedado dormido, había hecho tanto frío cuando regresamos que no me
había podido despertar a primera hora, quería quedarme dentro de los futones
toda la vida. Ante ese pensamiento, me levanté sobresaltado. Había empezado a
nevar esa mañana. Salí corriendo al jardín, sin suéter y sin zapatos, solo
preguntándome si la pequeña flor seguiría ahí. Abrí la puerta y para mi
sorpresa, Tomo estaba ahí, durmiendo como si fuera lo más normal del mundo,
recargado contra el tronco de cerezo, había puesto una sombrilla sobre ella,
estaba a salvo. Suspiré aliviado e inclusive sonreí.
-Ne…-
Me acerqué a él y le piqué la mejilla con el dedo… su rostro estaba helado.
–Oye…- ¿Hacía cuánto que estaba ahí afuera? Puse mis manos en sus mejillas y
acerqué mi oreja a su nariz: respiraba tranquilamente.
-Mmm…-
Se removió sin abrir los ojos y puso sus manos sobre las mías, también las
tenía heladas. -…que calientito…- Esa estúpida sonrisa suya tan adorable se
dibujó en sus labios y poco a poco abrió los ojos. Era la primera vez que lo
tenía tan cerca y era tan extraño que no pude evitar ponerme de pie
bruscamente.
-No
deberías estar aquí afuera con este frío…- Estornudé. Entonces recordé en qué
condiciones había salido de la cama.
-¿Y
me lo dice el que sale a ver la primer nevada como si fuera al Tanabata?…-
Sonrió poniéndose de pie y quitándose la chamarra para colocarla sobre mis
hombros. -…será mejor que entres y te abrigues un poco, sería una lástima que
volvieras a enfermarte en vacaciones, la última vez no te fue muy bien…- Dijo
divertido pero no en broma mientras caminaba de regreso al interior.
Inevitablemente le seguí con la mirada. ¿Cómo sabía él que me había enfermado
en las últimas vacaciones?, NADIE había sabido de ello porque no se lo había
dicho a nadie, nuevamente me había quedado en cama todos esos días, ¿mi hermano
se lo había dicho? Cada vez me sentía más confundido por las cosas extrañas que
hacía y decía ese chico cuando estábamos a solas. Cuando entré, encontré sobre
la mesa de la cocina una taza de chocolate caliente con una nota adhesiva pegada
que tenía una tortuguita sonriente dibujada que decía “no te enfermes!”, la
miré sonriendo por el detalle y la despegué antes de beberla. La nota había ido
conmigo de regreso a la habitación después de terminar la bebida.
El
cuarto día parecía transcurrir con tranquilidad. Era el último día del año y
todos estábamos alistándonos para visitar el templo y luego asistir a un
concierto al que nos había invitado un amigo de Toma-san cuando estuvimos en
Otaru, al parecer tocaría la banda del amigo de un amigo suyo y eran realmente
buenos, así que habíamos aceptado asistir. Subimos a la camioneta y partimos
rumbo al centro de Sapporo después de haber presentado nuestros respetos en el
Santuario. Parecía una forma realmente genial de acabar el año y darle la
bienvenida al nuevo. El concierto había empezado una hora antes de la media
noche y terminaría una hora después. Las bandas que se habían presentado hasta
entonces eran realmente buenas, todos nos estábamos divirtiendo de lo lindo. Y
así hubiera sido por el resto de la noche de no ser porque había ido a dar el
peor infierno imaginable.
-Kame-chan…-
Ahí frente a mis ojos, estaba Ueda, con un corte de cabello diferente, algunos
mechones de otro color y un peinado muy a la rock star que resaltaba sus ojos
oscuros maquillados como sus ídolos del visual kei, vistiendo oscuros pantalones
de mezclilla medios rotos de las piernas mostrando pequeñas porciones de su
nívea piel, una camisa de terciopelo negro con tiras de piel cruzadas sobre el
pecho sujetas con hebillas de diferentes tamaños y unas botas desgastadas de
gamuza que lo hacían ver realmente sexy y genial. Sus labios rojos habían
perdido la sonrisa traviesa que había tenido segundos antes… mientras se besaba
con ese chico de cabello ondulado y negro y sonrisa endemoniadamente atractiva
que llevaba un pantalón de lino negro, una camisa blanca con las mangas
recogidas descuidadamente y un chaleco de vestir a medio abotonar rematando con
un sombrero de medio lado dejando ver esos distintivos lunares junto a su ojo
derecho... Akanishi Jin. Mi mundo colapsó en un segundo. Mi pecho dolía. No
podía respirar con normalidad. Mis piernas se sentían de gelatina.
-Oh,
vaya, mira qué tenemos aquí…- Me di la vuelta para salir corriendo de ahí antes
de que su lengua venenosa hiciera de las suyas y terminé estampándome con
alguien que olía a frutas y maderas, un aroma que últimamente se había quedado
atascado en mi nariz. –Ah! Yamapi!- Lo escuché sonreírle. Contrario a mis
deseos, levanté la mirada y me topé con sus ojos claros. Mis lágrimas corrían a
través de mis mejillas. Su expresión mientras me miraba me desarmó. ¿Estaba
preocupado por mí? Me sentía realmente patético. No quería que ni Akanishi ni
Ueda me vieran así.
-Kame-chan…
yo…- Me estremecí al escucharlo justo detrás de mí. Nuestras miradas seguían
conectadas. Solo quería salir de ahí. Sentí su brazo rodear mi espalda con suma
delicadeza al tiempo que me empujada suavemente llevándome consigo lejos de ahí
perdiéndonos entre el ruido y la multitud. Afuera hacía frío, no habíamos
tenido tiempo de ir a donde estaban los demás por nuestras chamarras. Mis
sollozos se materializaban en el aire como pequeñas nubes blancas que se
entremezclaban de a poco con su respiración. No quería estar ahí. Empecé a
caminar sin ningún rumbo. Solamente quería irme a mi casa y llorar
lastimeramente en la seguridad de mi habitación, ser abrazado por mamá,
consolado por las amables palabras de Koji-nii, sentir las palmaditas en mi
pierna que para Yuya-chan eran un “aquí estoy”… simple y sencillamente
necesitaba sentirme protegido por aquellos que me amaban.
-Kazuya…-
Su voz tan queda y llena de preocupación fue como un interruptor. Me detuve.
Estallé en llanto ahí a media calle cual niño pequeño. Estaba cansado. Cansado de haberme callado
tantas cosas por no parecer egoísta, de haberme limitado de tantas cosas por no
parecer inmaduro, de haberme tragado tantas cosas por no parecer mimado, de no haber pedido tantas cosas por no parecer
infantil… Estaba harto de pensar siempre en todos menos en mí. Harto de no
poder ser yo mismo por temor a defraudar a todos. Harto de vivir sin ser libre.
Y ahí estaba él, mi eterno enemigo, ese que no quería que viera ninguna de mis
debilidades, mirándome como si temiera acercarse por miedo a que me rompiera en mil pedazos,
incapaz de moverse un milímetro por miedo a que mi llanto empeorara… corriendo
hacia mí y estrechándome con fuerza entre sus brazos. –Todo estará bien… llora…
no pasa nada… aquí estoy… no iré a ningún lado…- Desbordando tanta paz y amor
que no pude sino abrazarme con fuerza a su camiseta y seguir lloriqueando como
si de ello dependiera mi vida. A estas alturas ya todo daba igual.
-¡Kame-chan!-
A lo lejos escuché su voz agitada. –Hablemos por favor…-
-¿No
crees que ya has hecho suficiente?- Contrario al tono con que me había hablado
a mí, a Ueda le espetaba aquello con tanto rencor que incluso escuché su
corazón latir con más fuerza.
-Esto
es entre Kame-chan y yo… tú no tienes nada que ver…- Nunca había escuchado a
Ueda usar ese tono de voz tan frío.
-No
creo que Kazuya quiera escucharte… y eso, claro que tiene que ver conmigo…-
-Que
reencuentro tan poco emotivo, chicos…- Tomo me soltó poniéndome detrás de él
para encarar a su amigo. –¿No creen que esto está un poco sobrado?... ¿En
serio? ¿Una escenita de telenovela barata?...- Sus sarcasmos me dolían más que
cualquiera de las veces anteriores que podía recordar.
-Jin,
basta… mejor entremos… somos los siguientes en subir al escenario…- Ueda sonaba
desesperado.
-Yamapi,
no me irás a decir que sigues enamorado de ese niñato bueno para nada, verdad?-
Al escuchar aquello sentí un golpe en la boca del estómago. ¿Qué acababa de
decir? ¿Por qué todo tenía que ser para él un motivo de burla? Tomohisa no se movió
ni dijo nada pero sus manos se veían rojas de tanta fuerza con que las empuñaba
a sus costados.
-Jin... basta.- Su voz sonaba tan rara. Nunca lo había escuchado hablar en ese tono.
–Bromeas, verdad? ¿Sigues enamorado de él y todavía no se lo
has dicho? ¿En serio, aun después de tanto tiempo? ¿Aún con todas las cosas
inútiles que has hecho para estar cerca de él? ¿Aun después de tus grandes
esfuerzos por odiarle y que te odie para olvidarlo?-
-¡Jin,
dijiste que nunca hablarías de eso frente a Kame-chan!- ¿De qué hablaban?
¿Incluso Ueda lo sabía? Tenían que estar bromeando. Eso no podía ser verdad... nosotros éramos enemigos jurados.
-Yo…-
Ni siquiera sabía qué quería decir pero no pude decir nada porque su voz me
interrumpió.
-Sí…
sigo enamorado de Kazuya como desde la primera vez que lo vi, no me arrepiento
de haber usado a su hermano para poder pasar tiempo en su casa después de
clases o hasta en vacaciones, ni de haberme matriculado en una escuela lejos de
mi casa sólo para estar cerca de él, ni de haberle hecho y dicho tantas cosas
desagradables tan solo por tener un poco de su atención, así como tampoco me
importa que siga siendo un amor no correspondido mientras pueda verlo sonreír y
ser feliz… así que entenderás que no esté de acuerdo con que quieras hablar con
él después de todo lo que le has hecho, Ueda-san…- Su voz temblaba, del mismo
modo en que su cuerpo lo hacía, pero sabía perfectamente que no se debía al
frío. Estaba conteniéndose. Completamente molesto. Era algo que ya había visto
con anterioridad. Solo era capaz de contemplar su silueta de pie delante de mí,
esforzándose en protegerme de lo que amenazaba con lastimarme aún si en el proceso, él mismo estaba siendo lastimado.
-¡Ay,
Pi, por favor! No me vengas con sermones cursis… ¡Tat-chan no le hizo nada! La
tortuga fue la que quiso terminar su relación sin ninguna explicación, ¿y todo
por qué?, ¿por qué ya no podían verse cada semana y llamarse a diario? Si realmente
hubiera sido amor, ellos…-
-¡CÁLLATE!
¡Tú no sabes nada! ¡Así como tampoco lo sabe Ueda! ¡Él nunca quiso saber mis
razones! ¡Nunca le importé ni un poco como para el menos haberse enojado
conmigo y haberme gritado por teléfono exigiendo una razón!- Me sabía tan
extraño llamarlo por su apellido. –¡Ha pasado casi un año! ¡Y nunca me
buscaste! ¡¿Tienes idea de lo mal que lo pasaba?! ¡¿De todas las cosas que
nunca te dije por temor a causarte problemas o preocupaciones innecesarias?!
¡¿De cuántas veces me quedé con las ganas de verte o escucharte porque estabas
demasiado ocupado?! ¡¿De todas las cosas que quise preguntarte porque nunca me
contabas nada?! Siempre tan distante, tan reservado, tan lleno de secretos… tan
lejos de mí…- Había explotado. Mi voz sonaba tan extraña a medida que dejaba
salir todo aquello que me había ahogado durante tanto tiempo. –No se trataba de
vernos siempre o de hablar todo el tiempo… era cosa de confianza y comunicación
y tú rompiste todo eso…- Él también lloraba. –Yo fui en contra de todo y de
todos por lo que sentía por ti… incluso de mi propia sangre… sin esperar nada a
cambio, simplemente porque te amaba y quería estar contigo… y tú… ¡tú solamente
me dejaste a un lado cuando más te necesitaba porque no tenías tiempo para nada
ni nadie que no fueras tú mismo!...- Tomé aire. Sentía que en cualquier momento
me iba a desmayar. Mis piernas se sentían tan ajenas a mí. –¿Pero sabes?... al
menos ahora podré dormir sabiendo que tú si eres capaz de sonreír nuevamente…
aún si esas sonrisas van dirigidas a un imbécil como él…-
-Kame-chan…-
Dio un paso hacia mí.
-Hemos
terminado… No quiero volver a verte…-
-No,
Kame-chan, escúchame…- Un paso más. No lo quería cerca de mí. Sabía lo que él
me provocaba. Sabía que aún después de todo lo que había pasado, si me miraba
con esos ojos y me hablaba con ese tono, terminaría cayendo de nuevo a sus
brazos… y no quería.
-Yui-nii
tenía razón… Al final, sí terminé arrepintiéndome de haberme enamorado de ti…
No valía la pena.- Había tanto odio en mis palabras que no era para menos que
me mirara de ese modo.
-Kazuya,
basta, te haces daño…- Sentí su mano en mi muñeca y un tirón que me obligaba a
dar media vuelta perdiendo de vista aquella escena en la que Ueda lloraba en
brazos de Akanishi a medida que me arrastraban calle abajo.
Lo
siguiente que supe es que volvíamos a la casa de Toma-san en taxi y que Tomo le
medio explicaba lo que había pasado por teléfono sin darle demasiados detalles,
casi como si la persona al otro lado de la línea supiera exactamente lo que
había sucedido sin necesidad de palabras. El resto del trayecto estuvo sumido
en un doloroso e incómodo silencio. Podía sentir su mirada de tanto en tanto
sobre mí, pero no era capaz de enfrentarlo después de todo lo que había pasado.
Llegamos y aproveché que pagaba para escapar fuera del coche lejos de su
mirada. Al llegar al jardín, mi atención se desvió hacia cierto punto al fondo
junto al estanque. La sombrilla seguía ahí, manteniendo la pequeña amapola roja
a salvo del helado viento que soplaba esa noche. El cielo se iluminó de
colores. El año había terminado. Los fuegos artificiales lo dejaban en claro.
Mis lágrimas volvían a resbalar silenciosas a través de mis mejillas. Algo
cálido rodeaba mi cuerpo. Tomo había sacado su chamarra y me la había puesto
encima.
-No
se suponía que las cosas sucedieran así…- Se quedó de pie detrás de mí, tan
cerca que podía sentir el calor emanado por su cuerpo en mi espalda. -…lo
siento.- Y nuevamente el frío que se
hacía mayor a medida que se alejaba de mí.
-Ne…-
Se detuvo. -…¿por qué esa pequeña amapola fue capaz de florecer aun en
circunstancias tan difíciles?- Una ligera risita se le escapó.
-Por
qué estuve mirándola y cuidándola todo el año… desde el día que la planté… -
-¿Y
por qué decidiste plantarla en este lugar tan deprimente?...-
-Porque
en medio de la crueldad era donde iba a encontrar las fuerzas suficientes para
mostrar su verdadera belleza…-
-Eres
extraño…-
-Ambos
lo somos…- Reímos. –Vamos, será mejor que entremos. De verdad no quiero que
pesques otro resfriado, no querrás que sea tu primer recuerdo de este año,
verdad?...-
-No,
no lo será…- Me miró confundido. -…ya tengo un recuerdo mucho mejor en mente…-
Caminé hasta la terraza y me quedé frente a él sonriéndole. Mirando su
verdadera belleza por primera vez.
-Creo
que este año te tocará por fin ver florecer las flores…- Se había detenido
afuera del Auditorio, diploma de graduación en mano, apenas al escuchar mi voz.
Me miró de ese modo extraño en que siempre me miraba, del mismo modo que
siempre me había sacado de quicio, como si mirará a través de mí desarmándome
por completo, viendo todo lo que yo siempre me esforzaba en ocultar.
-Eso
sería un milagro que no creo que suceda, todavía no es primavera… además no iré
estas vacaciones a casa de Iku…-
-Baka…
en serio que nunca te enteras de nada…- Caminé hasta donde estaba y tomé su
mano para darle lo que había mantenido oculto en la mía. –Es la primera de este
año…- Su cara fue todo un poema cuando vio la pequeña flor de cerezo rosada
enmicada junto a la pequeña tortuguita sonriente de color verde que había
recortado de una vieja nota adhesiva que había guardado hasta entonces.
-Kazu…-
Sus ojos pasaron de lo que yacía en su palma a mi rostro. Su reacción fue todo
menos lo que hubiera imaginado que haría. Me abrazó con fuerza, riendo bobamente
pero incapaz de articular alguna palabra, tan sólo estrechando mi cuerpo contra
el suyo.
Todo
sucedió de un modo tan lento que apenas si fui consciente de lo que pasaba
hasta que había sido demasiado tarde. Todas las personas que conocía se
conectaban unas con otras formando una enorme, complicada y frágil telaraña que nunca antes
había sido capaz de ver. Una telaraña que estaba llena de soledad y calidez. De
tristezas y alegrías. De mentiras y verdades. De engaños y realidades. Y en
medio de todo ese caos bipolar que era mi vida, lo único constante y seguro que
conocía era Tomo. La sombrilla que me había protegido de la lluvia y del
viento. La espina que me había enseñado a ser fuerte y a defenderme. Las manos
que siempre habían cuidado que incluso una pequeña y rebelde flor pudiera
florecer aun en un cruel invierno. Para cuando traté de pensar en ello, ya era
demasiado tarde… me había enamorado perdidamente de mi peor enemigo.