Detrás de una sonrisa (JunDa)



Título: Detrás de una sonrisa
Pairing: Ueda Tatsuya + Taguchi Junnosuke x OC
Fandom: KAT-TUN
~All mine – ONE OK ROCK~
Género: Shonen-ai, Angs, Todo público
Tipo: One-shot
To: Todas las personas que a veces se valen de una sonrisa para callar todas las cosas que no pueden expresar con palabras
11/06/14



Siempre era lo mismo. Llegar por la mañana a la Agencia y repartir sonrisas y saludos con todos los que se cruzaran por mi camino. Atender los compromisos de nuestro horario programado para cada día y continuar saludando y sonriendo a todas las personas que nos topábamos en los pasillos y oficinas de las estaciones de radio, TV o revistas… Algo tan repetitivo que me dejaba agotado todos los días al llegar a casa. Esto no era para mí, no era lo que yo era, no era cómo me sentía en realidad… y sin embargo él resplandecía a donde quiera que iba, su rostro sonriente era siempre la única razón de que yo pudiera seguir dando lo mejor de mí, no se trataba de que yo pudiera o quisiera sonreír, era solo que su sonrisa me hacía sonreír. Mientras él estuviera a mi lado sonriendo de ese modo, yo podía ser capaz de cualquier cosa.

Esa mañana cuando lo encontré a solas en nuestra sala de prácticas, mirando su inexpresivo reflejo en el espejo de la pared, nunca se me pasó por la cabeza que esa sonrisa que se dibujó en su rostro al verme entrar fuese algo fuera de lo normal. Taguchi siempre se estaba riendo, aun cuando la ocasión no lo ameritaba, él sonreía.
-¡Oh, Uepi! ¡Buenos días!-
-Buenos días, Junno…- Le devolví la sonrisa y dejé mis cosas en el rincón de siempre para tomar asiento en el banquillo del piano, levantando la cubierta y retirando el protector de las teclas. Una mañana como cualquier otra. Yo tocando alguna que otra melodía que había estado trabajando en casa la noche anterior y él haciendo estiramientos antes de comenzar a practicar algunos nuevos pasos de baile para nuestras coreografías.

Había sido un día largo y desgastante. En realidad así habían sido todos nuestros días últimamente. Y no era para menos, después de todo lo que había pasado, prácticamente habíamos tenido que empezar de cero y al principio no había sido fácil, por eso ahora que todo parecía regresar a la normalidad, ni siquiera me sentía con derecho a sentirme cansado. Sesiones de fotos, entrevistas, programa de radio, un par de apariciones en televisión y ensayos para nuestro siguiente concierto. Tan solo quería llegar a mi casa, meterme en la tina de baño, cenar algo delicioso y dormir toda la noche.
-¡Uepi!-
-¡WUAH!- Apareció de la nada cuando caminaba hacia la salida, no había modo de que no me sorprendiera, iba demasiado inmerso en mis pensamientos como para haberme dado cuenta de que estaba ahí aún si hubiera ido caminando a mi lado.
-¡Lo siento! ¡Lo siento! No pretendía asustarte…- Su voz entre risas tuvo ese efecto de siempre: ponerme de buen humor.
-Ah, da igual… estoy demasiado cansado como para golpearte…- Sí, y como era mi costumbre siempre, mi boca terminaba dejando escapar palabras muy diferentes a las que pensaba dentro de mi cabeza. No podía evitarlo, bajo ningún concepto podía permitir que alguien supiera lo que sentía por mi compañero de trabajo, empezando por él.
-¿Te sientes bien, Uepi?...- Y ahí íbamos de nueva cuenta, él acortando las distancias e invadiendo mi espacio intrapersonal, sin ser consciente de todo lo que provocaba en mí con sus inocentes acciones.
-Sí, solo déjame ir a casa, ok? Mañana estaré bien...- Me miró en silencio con un dejo de preocupación en los ojos. Odiaba saberme el culpable de que su sonrisa desapareciera de su rostro. -¿No deberías estar ya en casa? Hace buen rato que te habías ido…- Me sentí aliviado. Ahí estaba nuevamente ese simple y cotidiano gesto decorando su rostro.
-Ah, sí, bueno… es que yo… no quería volver a casa temprano…- Admitió agachando la mirada.
-¿Y era más divertido quedarte por aquí hasta estas horas?- Sacó su Nintendo DS del bolsillo de su chaqueta como si eso fuera lo más obvio del planeta.
-Tenía buenas razones para quererme quedar un rato más…- Se encogió de hombros guardando nuevamente el pequeño aparato sin quitarme los ojos de encima. Y por sobre todas sus sonrisas, esa era mi favorita: llena de ternura y timidez.
-Bueno… supongo que nos vemos mañana…- Por desgracia, nunca podía disfrutar por mucho rato de esas sonrisas suyas, porque me provocaban tantas cosas, que perdía el control de mí mismo y prefería salir corriendo antes que dejarme llevar por lo que decía a gritos mi corazón.
-Uepi…-
-¿Mmm?...- Probablemente vio mi cara de “no tengo ganas de ir a jugar a las arcadias contigo” y por eso sólo negó ampliando su sonrisa.
-¡Buenas noches, Uepi!...- Agité mi mano en el aire antes de salir.

Sí, era un cobarde y un miedoso. Sabía de sobra que no sería novedad, muchas veces antes ya había sucedido que alguien empezara a salir con alguno de los otros Johnnys y que aquello hubiera terminado siendo del dominio público dentro de la Agencia; a nadie parecía importarle más allá del hecho de que aquello no saliera de esas paredes y que siguiera siendo disfrazado como fan service a ojos de los demás; tampoco era como que los altos mandos los cazaran como brujas y los quemaran en la azotea del edificio como ejemplo para los demás de no amar a alguien de su mismo sexo, hasta cierto punto les preocupaba más cuando las relaciones sucedían con chicas, porque siendo gente de afuera, les resultaba más difícil controlarlo; simplemente salir con alguien del trabajo era estar siempre bajo su mirada escrutadora que nos recordaba a todos el significado del término ”vida privada”. No me sentía listo para tener ese tipo de atención sobre mí, me aterraba la idea de decepcionar a los demás. Me aterraba la idea de lidiar con el qué dirán y las miradas y burlas de los demás.

Sí, era un egoísta y un posesivo. Sabía de sobra que Junno me veía de un modo especial,  siempre había sido así y yo siempre lo había sabido, aun así, había hecho de cuenta que no pasaba nada solo para protegerme, había preferido mantener nuestra relación en el escalón doloroso de ser simplemente mejores amigos… porque no quería salir lastimado si las cosas no eran como yo pensaba; porque sus acciones siempre me confundían tanto como sus palabras, porque el hecho de que me dijera que era especial para él no implicaba que lo dijera del mismo modo en que yo pensaba que él era especial para mí. Y es que, después de todo, él tenía novia. No estaba dispuesto a entregar mi corazón a alguien que ya tenía dueño. Yo lo quería solo para mí y él no era del tipo que juegan con los sentimientos de los demás, así que sabía perfectamente que mientras estuviera con esa mujer, jamás tendría realmente ojos para mí. Tal vez simplemente no me veía de esa manera y para él “especial” significaba que me consideraba alguien cercano, igual que todos los demás miembros del grupo e incluso otros de los juniors que también eran muy amigos suyos. Los celos me volvían loco a veces y simplemente no podía seguir cerca de él cuando se portaba tan cariñoso y amigable con otros como hacía conmigo. Odiaba ese sentimiento de ser igual que alguien más ante sus ojos.

Sí… era una persona de lo peor. Sabía perfectamente que lo amaba y no estaba dispuesto a decirle ni una sola palabra al respecto. Simple y sencillamente porque no ganaba lo que yo quería si le decía cómo me sentía y por el contrario podía perderlo todo… y debido a ello… todas las noches me devanaba los sesos entre remordimientos y culpas.

Sí… todos decían que era lindo y tierno.
Nadie me conocía en realidad.

Esa noche también había tenido pesadillas.



El reloj en la pared de la sala de juntas marcaba quince minutos para las nueve. Todos tenían un humor de perros. Hacía más de dos horas que estábamos ahí, con sueño y sin desayunar y no había señales de que él fuera a cruzar la puerta de un momento a otro.
-Ok… Cuando estén dispuestos a tomar este trabajo con seriedad, contactan a mi secretario...- El primero en levantarse y darle una reverencia de disculpa al Directivo fue Kamenashi, los demás lo imitamos casi al instante. Sabíamos que esto nos iba a repercutir en las cifras de patrocinios para el concierto, lo cual significaba también una severa reprimenda por parte de los hermanos Kitagawa en cuanto volviéramos a la oficina. Las malas noticias siempre volaban.

Cuando cruzamos la recepción, un par de personas del staff nos miraron de un modo extraño. Nadie sonreía, no había saludos de cortesía. Solo cuchicheos y miradas. Ese tipo de miradas a las cuales nos habíamos enfrentado con frecuencia desde el incidente de Jin y luego por lo de Koki. Un sentimiento desagradable se me atoró entre la boca del estómago y el pecho. Lo que pasó esta mañana no podía ser tan malo… o sí?
-¿Traigo algo embarrado en la cara?- Fue la pregunta de Nakamaru una vez que entramos al elevador. Los dos lo miramos negando con la misma expresión de desconcierto.
-Supongo que la tía Mary ya recibió la llamada de los de Solio y no está nada feliz mientras mira el balance de activos de este mes…- Nadie dijo nada ante las palabras de Kame, parecía lo más lógico.
-Bueno, bueno… no le demos tantas vueltas al asunto y mejor averigüemos dónde se metió el estúpido de Junno que no se apareció en la junta….- Traté de sonar convincente mientras reía y les palmeaba la espalda antes de que las puertas de metal se abrieran. Jamás admitiría en voz alta que estaba preocupado a muerte por él. Nuestro manager estaba ahí en el pasillo.
-Chicos, el Jefe necesita hablar con ustedes… Ahora.- Los tres intercambiamos miradas serias. Eso parecía un maldito dejavú. Mi corazón empezó a latir frenético.  El hombre dio un paso dentro del ascensor y marcó el último piso.
-¿Es sobre Taguchi?...- No pude evitar preguntar por impulso. Empezaba a asustarme.
-Sí…- Ni siquiera nos miró cuando dijo aquello. Las puertas se abrieron nuevamente. Recorrimos en absoluto silencio ese pasillo lleno de fotografías y reconocimientos que de sobra conocíamos, hasta llegar a la puerta de madera situada al fondo. Ni siquiera tocó antes de entrar, era como si todo fuera mucho más importante en ese momento que cualquiera de los protocolos de etiqueta que tanto amaban en la Agencia.
-Siéntense…- Su rostro se veía cansado y mortificado. No sonaba el estéreo o el televisor como de costumbre. Los foquitos rojos de los teléfonos sobre su escritorio no dejaban de parpadear desde todas las extensiones como si bailaran poseídos. El aire olía a malas noticias. Se levantó de su silla alta reclinable mientras nosotros tomábamos asiento en el mueble cercano a la ventana.
-¿Johnny-san?…- Kamenashi se levantó de inmediato al ver que el anciano se detenía en seco oprimiendo sus sienes con los dedos. Le indicó que se detuviera con un movimiento de su otra mano y luego de permanecer así unos segundos se sentó frente a nosotros.
-¿Qué pasa con Taguchi?...- Antes de que mi propia voz formulara la pregunta, Nakamaru ya lo había hecho por mí. Yo estaba sudando frío. Mis manos no dejaban de temblar dentro de los bolsillos de mi chamarra.
-No nos irá a decir que Taguchi decidió dejar el grupo, verdad?...- Me levanté. No podía soportarlo más. Necesitaba saber qué demonios estaba pasando. Todos me voltearon a ver con cara de espanto. Ese comportamiento no era propio de mí pero sabía perfectamente que en el fondo, Kame y Maru se estaban preguntando lo mismo. El hombre nos miraba con esa mirada paternal que decía claramente que no era algo tan sencillo y que le preocupaba cómo nos iba a afectar lo que tenía que decirnos y por eso no sabía por dónde empezar.
-Eso dependerá de cómo salga de la cirugía…- Mis piernas se volvieron de gelatina en ese instante e inevitablemente caí al sillón como un costal de papas casi aplastando a Kame en el proceso.
-¿Eh?…- Kame fue el único que emitió sonido alguno. Nakamaru estaba inmóvil a mi lado, no podía asegurar que estuviera respirando siquiera y yo luchaba conmigo mismo por no entrar en estado de histeria y empezar a gritar o a llorar… tal vez ambas. Sentí la mano de Kazuya sobre la mía aferrándola con fuerza, no supe si como apoyo moral para mí o como un gesto de angustia propia que le indicara si estaba teniendo un mal sueño. Ni siquiera fui capaz de pellizcarme a mí mismo para comprobarlo.
-Su familia nos contactó por la mañana…- Empezó a explicar nuestro manager con un tono de voz más amable de lo normal. -…tampoco saben muy bien qué pasó anoche. Parece que fue un accidente bastante aparatoso. Incluso la policía se ha visto involucrada. Taguchi-kun no fue el único que resultó gravemente herido… Ha sido una locura mantenerlo fuera del alcancé de los medios. No sabemos por cuánto tiempo seremos capaces de ocultarlo.- A medida que las palabras llegaban a mi cerebro mi corazón aumentaba sus latidos como si fuera a explotar en cualquier momento.
-¿Pero él… está bien?- Su voz dejaba en claro que había empezado a llorar.
-No lo sabemos, Kamenashi-kun…- Johnny-san le extendía su pañuelo. Kame empezó a sollozar contra él. -…su familia tampoco sabe mucho de su estado, al parecer el hospital al que lo ingresaron de urgencia tuvo problemas para identificarlo debido a la gravedad de las heridas y para localizar a sus familiares…- Había empezado a temblar. ¿De qué iba todo esto? Debía ser mentira.
-¿Y qué hacemos aquí? ¡Vayamos al hospital!…- Nakamaru también estaba llorando.
-Me temo que no podemos hacer eso, Nakamaru-kun… llamaría la atención de los medios…- Una risa sarcástica se me escapó llamando la atención de todos.
-¿Y eso es más importante que estar con Junno?...- Mi voz me pareció tan ajena. Kame apretó con más fuerza mi mano.
-No, por supuesto que no lo es…- Su voz sonaba como la de mi padre cuando trata de hacerme entender algo muy obvio que no puedo ver. -…pero lo hacemos por el bien de Taguchi-kun…- Johnny-san se levantó trabajosamente y regresó a su lugar detrás del escritorio, abrió un cajón y se tomó un par de pastillas. De verdad tenía mal aspecto.
-No entiendo…- Mis sentimientos eran una montaña rusa en ese momento. No sabía ya si estaba más frustrado, enojado, angustiado o desesperado que asustado.
-Se rumora un intento de suicidio… Varias personas afirman haberlo visto correr directo hacia los autos después de bajar de su coche.- Los dos se tensaron a mi lado al escuchar al manager decir aquello. Nakamaru murmuraba cosas que no pude escuchar al tiempo que volvía a romper en llanto; Kame había dejado escapar una expresión de sorpresa, sentí sus ojos clavarse en mi rostro cómo si ahí pudiera encontrar las respuestas a todo lo que estaba pasando. –¡¡¡Ueda-kun!!!- No fui capaz de permanecer ahí por más tiempo. No me importaba si todos se enojaban conmigo o si incluso me despedían. Sólo quería estar con él.

Escuchar aquello fue más de lo que había podido soportar. ¿Taguchi? ¿Intentando suicidarse? Esa era la estupidez más grande que había escuchado en toda mi vida, y eso ya era mucho decir teniendo en cuenta el mundo en el que vivía.

A medida que me acercaba a la estación del metro, uno a uno, los recuerdos fueron bombardeando mi cabeza. Pero qué idiota había sido. Todo este tiempo había estado mirando a Junno y nunca lo había visto en realidad... Sí, siempre lo había visto sonreír de ese modo tan suyo que contagiaba de felicidad a cualquiera que estuviera a su alrededor, siempre lo había visto sonreír del modo en que probablemente todos lo habíamos visto hacer por cada día de nuestra vida juntos… Junno siempre sonreía cuando estaba con alguien… ¿pero qué expresión tenía el rostro de Junno cuando nadie lo miraba? Y probablemente nadie lo sabía mejor que yo… Era tan tonto. ¿Cuántas veces no lo vi contemplarse en el espejo luciendo como si fuera una cáscara vacía? ¿Cuántas veces no lo vi con la mirada perdida en la nada mientras esperaba a solas en la vagoneta? ¿Cuántas veces no lo sentí tan lejano mientras estaba en la escalera de servicio durante nuestros descansos? ¿Cuántas veces no vi ojeras bajo sus ojos e incluso un rastro de lágrimas en sus mejillas cuando estábamos en los camerinos después de las presentaciones? ¿Cuántas veces no me miró en silencio después de decir una tontería para llamar mi atención casi como si necesitara desesperadamente decir algo más? ¿Cuántas veces no me había buscado por los pretextos más ridículos tan sólo para no estar solo? Y todas y cada una de esas veces, lo había ocultado todo perfectamente detrás de una sonrisa.

Corrí. Corrí como si mi vida dependiera de ello. Quería gritarle hasta el cansancio que era el idiota más grande de la historia, golpearlo hasta que no me pudiera mover más por haberse dejado derrumbar hasta ese punto. Quería regañarlo hasta que no me quedara voz por jamás haberme dicho nada. Quería… simplemente quería sonreírle y estar ahí para él, del modo en que probablemente siempre necesito… ¿Cómo había sido tan ciego para no ver que MUCHAS veces había acudido a mí en un grito desesperado de ayuda que no supe o no quise escuchar? ¿Qué derecho tenía ahora de estar a su lado? ¿Con qué cara llegaría a preguntarle a su madre por él?... Me detuve de súbito. Ya no era capaz de controlar mis lágrimas. Mi razón de ser feliz había intentado quitarse la vida y yo ni siquiera había sido capaz de ver la verdad que se escondía detrás de todas sus sonrisas… Era de lo peor.
-¿Tat-chan?...- La voz de Kame al otro lado del teléfono sonaba horrible, hipaba tanto debido al llanto que apenas podía creer que era él pero el display de mi celular decía que sí lo era.
-Kame, tranquilízate, no te entiendo nada…- Mi cuerpo entero temblaba debido a las pocas palabras que había logrado captar.
-Tat-chan, llamaron desde el hospital…- Mi sangré se heló. –Dicen que Taguchi no sobrevivió a la cirugía…- El teléfono se me escapó de las manos cayendo violentamente contra el asfalto pero ni siquiera escuché el ruido de la pantalla al estrellarse. No era consciente de NADA. Me iba a desmayar. Estaba seguro de que me iba a morir junto con él. Pero ni siquiera eso me merecía después de lo miserable y egoísta que había sido.
-¿Uepi?...- Mi corazón se detuvo. ¿Me sentía tan culpable por todo que ya estaba incluso escuchando su voz? –Oye… Uepi, ¿por qué estás aquí?... ¡¿estás bien… estás llorando?!-  No fue sino hasta que sentí sus manos en mis hombros sacudiéndome suavemente para llamar mi atención y con esa desbordaba preocupación en sus ojos y en su voz, que me di cuenta de que el chico frente a mí no era producto de mi imaginación.
-¿Junno?...- Lo miré todavía sin dar crédito a lo que estaba pasando. Asintió mirándome incluso con miedo. Mi aspecto debía ser un poema en ese momento.
-¡¿Uepi?!- Había llegado a mi límite.



Desperté en lo que, a juzgar por el olor y la decoración de las paredes, era un cuarto de hospital. Me sentía mareado y mis recuerdos eran tan confusos que me tomó un par de minutos darme cuenta de que efectivamente estaba despierto.
-¡Buenos días!…- Su boba y radiante sonrisa era lo más hermoso que habían contemplado mis ojos.
-¡Auch!...- Me pellizque con fuerza. No, no estaba soñando, su risa hizo eco en la habitación. Me incorporé sobre la cama y lo jalé hacía mí en un fuerte abrazo. -¡Idiota!- Había empezado a llorar otra vez, pero esta vez eran lágrimas de felicidad. -¿Sabes cuán aterrado estaba de saber que te había pasado algo?- No decía nada, tan sólo seguía ahí, devolviéndome el abrazo con su típica dulzura y dándome palmaditas en la espalda. -¡Bakaguchi! ¡Baka, baka! Creí que me iba a morir…- Sí, al final había terminado gritándole, regañándolo e incluso golpeándolo. Me sentía tan feliz de saber que estaba ahí, conmigo, sano y salvo. –¡Si vuelves a desaparecer así, te mato!…-
-Ya, ya… no pasa nada, no iré a ningún lado, Uepi… ¿ves?, aquí estoy.- Me apartó lo suficiente para mirarme a los ojos. –Siempre he estado aquí y no pienso irme a ningún lado ni siquiera si me gritas, me regañas o me golpeas…- Y ahí estaba, mi sonrisa favorita. Esa que entre ternura y timidez, ocultaba lo que sería mi mayor felicidad.
-Idiota…- Le di un puñetazo  en el brazo y me escondí debajo de las cobijas. No quería que viera cuán roja estaba mi cara debido al beso que me había dado sin que me lo esperara siquiera.
-¡Tat-chan!- Kame, Maru y nuestro manager entraron justo un minuto después. Salí de mi escondite debido a la sorpresa. Ellos tenían la misma cara de espanto e incomprensión mientras pasaban la mirada de mí a Junno, que se acababa de levantar de la cama sonriéndoles. -¿Estás bien?...-
-Ummmh…- Asentí sintiéndome aún demasiado feliz por lo que acababa de pasar.
-¡Menos mal!...- Suspiró, ese típico gesto suyo que dice “todo está bien ahora” y corrió hasta mí casi asfixiándome de tan fuerte que me abrazaba, Maru lo había imitado unos segundos después y ahora estaban los dos aplastándome entre sus cuerpos, al final Junno también se había unido a ese inesperado abrazo comunitario. Por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de cuán afortunado era por todo lo que tenía.
-Etto… No puedo respirar, chicos…-



El peor día de mi vida se había convertido en el mejor día de mi vida en cuestión de horas. Aquello había sido una locura. El chico que había muerto esa mañana debido al accidente resultó ser un vándalo que había golpeado a Junno la noche anterior robándole la cartera, el celular y el coche cuando salía de un conbini cerca de la estación de Akihabara, lugar a donde se había ido a pasar el rato después de que hablara conmigo en la agencia porque todavía no quería volver a su casa, ya que al parecer su madre tenía visitas indeseadas para él, pues su ahora ex-novia desde hacía varios meses, seguía insistiendo en ir a su casa a todas horas para tratar de convencerlo de que retomaran su relación y su madre le tenía tanto aprecio a la chica que simplemente la dejaba estar ahí. El pobre había despertado adolorido y con frío en un callejón, sin ser capaz de comunicarse con nadie o de volver a casa por su propia cuenta, así que había terminado caminando por horas hasta que alguien que lo había reconocido en la calle lo llevó en su coche hasta la estación del subterráneo y le dio dinero suficiente para que pudiera llegar a la estación más cercana a la agencia, lugar donde me había encontrado a mí cuando iba de camino al hospital a verlo a él. Sí, sé que es un completo disparate, pero eso era lo que había pasado en realidad. El chisme en los medios había dado tanto de qué hablar durante días, pero todos parecían más preocupados por el hecho de que la seguridad pública no había sido suficiente ni para evitar que un idol pasara por una experiencia tan traumática que por el hecho de que nosotros casi moríamos del susto al pensar que Junno había muerto por un accidente mientras intentaba suicidarse.

Después de todo el malentendido y de ese inesperado beso, por fin había sido capaz de dejar mis miedos y mis inseguridades a un lado y le había confesado mis sentimientos. No negaré que aun así me moría de nervios mientras lo tenía enfrente, después de todo, estaba haciendo algo que me había jurado jamás hacer. Pero todo había valido la pena en el momento en que Junno me había dicho, con una de esas hermosas sonrisas suyas, que él siempre se había sentido del mismo modo por mí. El pobre estaba tan convencido de que yo lo veía a veces como un incordio, que se había obligado a echarse novia para tratar de dejar a un lado lo que sentía por mí y no causarme problemas innecesarios, cosa que obviamente no le había funcionado en lo más mínimo y, por el contrario, le había traído incluso más problemas. Reímos durante horas confesándonos mutuamente todas las cosas absurdas y tontas que habíamos pasado hasta ese momento pensando que vivíamos un amor no correspondido por nuestro mejor amigo. Esa noche Junno tampoco quería regresar a su casa. Esa había sido la mañana más maravillosa de mi vida.

Nuestro día a día seguía siendo lo mismo: saludar y sonreír a todos los que se cruzaban con nosotros en nuestros lugares de trabajo, pero de algún modo, todo era tan diferente ahora. Ya no terminaba mis días muerto de cansancio, ya no me sentía obligado a sonreír o disgustado por tener que hacerlo, ahora simplemente sonreía y era feliz sonriendo… porque sabía, mejor que nadie, lo que se escondía detrás de una sonrisa.


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Telaraña (KamePi)




Título: Telaraña
Autor: Lilith
Pairing: Kamenashi Kazuya + Yamashita Tomohisa + OC
Fandom: Johnny's Jimusho
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai  / Angs / Romance / Escolar / AU / Todo público
09/06/14
To: Ai-chan, que es una de las dos culpables de que yo le haya tomado tanto gusto al KamePi aunque eso signifique separar al AKame TwTo Otanjoubi Omedetou, pekeña! Espero que podamos seguir acumulando recuerdos Johnnysticos juntas por muchos años más! ^^ I luv u <3 o:p="">



Todo sucedió de un modo tan lento que apenas si fui consciente de lo que pasaba hasta que había sido demasiado tarde.

Tomo y yo nunca habíamos sido los mejores amigos. Para ser sinceros, nos odiábamos mutuamente. ¿Cuándo había iniciado esa situación? La verdad ni siquiera lo recordaba. Pero para cuando entré al instituto, ya era un hecho que no nos soportábamos y que si terminábamos coincidiendo en algún lugar, seguramente discutiríamos o incluso nos agrediríamos, con suerte solo nos miraríamos mal y nos ignoraríamos; todos lo sabían y todos preferían no estar cerca cuando esas cosas ocurrían… cosa que, para mi pesar, sucedía cada vez más a menudo ahora que estábamos nuevamente en la misma escuela. Adiós nuevamente a mis pacíficos días de instituto. Al menos hasta que él se graduara y yo pudiera recuperar mi tranquila vida de estudiante.
-Deberías simplemente ignorarlo, Kame-chan…- Era lo que Ueda siempre decía y yo sabía que tenía razón, pero simplemente no podía. Una vez que lo tenía frente a mí y que me miraba de ese modo que tanto me molestaba, ya no podía pensar, simplemente se me calentaba la sangre y quería golpearlo, hacer desaparecer esa cara suya que tanto me sacaba de quicio. -…no me gusta verte con esa expresión molesta en tu carita.- Fue inevitable que una sonrisita se me dibujará en los labios cuando me tocó la punta de la nariz con su dedo de ese modo tan dulce que solo él tenía.
-Tat-chan…- Y cómo a menudo pasaba, sus tiernas caricias y sus suaves labios sobre los míos, eran lo único que podía hacerme dejar de pensar en Tomo y su cara de palo arrogante. Ueda siempre había tenido ese extraño poder sobre mí. Solo él era capaz de hacerme olvidar todos mis problemas y preocupaciones.


Nos habíamos conocido en una librería durante mi viaje escolar a Yokohama al final de mi primer año de secundaria. Ese día también había peleado con Tomo, ni siquiera recuerdo por qué, sólo recuerdo que por segunda vez nos habíamos agarrado a golpes en un parque cercano a la casa de huéspedes donde estábamos; molesto por haber sido derribado nuevamente frente a todos, me había ido a caminar en un vano esfuerzo por tranquilizarme antes de poder volver.
-¿Estás bien?…- Me habían extendido un bonito y caro pañuelo de seda de color azul marino con ribetes plateados. Levanté la mirada dispuesto a desquitar un poco de mi frustración con el niño de papi que se atrevía a sentir lastima por mí… pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta cuando miré esa brillante sonrisa dedicada únicamente para mí.
-No, pero…- Retrocedí un poco intimidado por ese bello rostro que me miraba por entre los mechones de ese lacio y largo cabello negro.
-No importa si se ensucia…  siempre podrás lavarlo y devolvérmelo, no es así?- Amplió aún más el gesto acercando el pañuelo a la comisura de mi labio, donde probablemente aún había rastros de sangre. Aquello no estaba ni cerca de lo que me había hecho dudar de tomarlo, pero su voz fue suficiente para hacerme olvidar lo que estaba pensado en ese momento. El contacto fue tan suave y delicado como cada uno de sus movimientos. -…ah~ pero que frío hace afuera…- Se estiró parándose incluso de puntitas. -… te apetece acompañarme a tomar algo?- Se agachó hasta quedar a la altura de mi rostro, sus grandes ojos marrones mirando alegremente los míos. No pude sino asentir tímidamente. –Mi nombre es Ueda…-
-Kamenashi…- Por qué estaba actuando así? No era propio de mí ser tan introvertido y aniñado, pero había algo en su aura que no podía simplemente ignorar y que me mantenía pegado a él como un chicle. No podía dejar de mirarlo y cuando menos pensé, ya sonreía junto con él y había olvidado por completo la razón por la que había terminado sentado en la entrada de aquella librería del centro de la ciudad.

Había pasado la mejor tarde de mi vida al lado de ese extraño chico, quien casualmente, se estaba saltando las clases por primera vez en su vida. Era tres años mayor que yo, asistía a una escuela privada de chicos y su vida fuera de la escuela se limitaba a más clases particulares de las que cualquier pudiera soportar. Ser un niño de buena familia no me había parecido tan espantoso hasta entonces. Y aun así, él sonreía y disfrutaba de las pequeñas hermosas cosas de la vida. Era raro, sí, pero eso era precisamente el encanto que tanto me había atrapado desde la primera vez que lo vi.

Pese a la distancia que nos separaba, seguimos en contacto aún después de que yo regresará a Edogawa aquel invierno, al grado que incluso venía a verme los fines de semana o me pagaba el viaje para vernos en alguna parte de Kanagawa. Simplemente queríamos vernos cada que podíamos y pasar el mayor tiempo posible juntos. Inevitablemente, esa convivencia nos llevó a descubrir lo que eran realmente nuestros sentimientos. Y ahora, aún después de dos años de estar a su lado, él seguía siendo la calidez que me rodeaba y llenaba mi mundo de felicidad.


-¿Tat-chan?...-
-¿Mmm…?- Su voz confirmó lo que imaginé, y no lo culpaba por haberse quedado dormido en el sillón mientras le contaba lo que había pasado ese día, después de todo, ya eran pasadas las tres de la mañana y el viaje en coche hasta mi ciudad había sido largo después de que él saliera de la Universidad. Para mí, eso era una prueba innegable de lo mucho que me quería y de lo mucho que se preocupaba por mí. No era común que viniera en jueves y sin embargo, ahí estaba, solo porque me había escuchado triste por teléfono. Me hacía sentir tan especial, que a veces, la felicidad no me cabía en el cuerpo y sentía que iba a salir volando hacia a algún lugar donde pudiera ser libre.
-Gracias…- Me estiré un poco, lo suficiente para alcanzar su mejilla y depositar ahí un beso de buenas noches antes de levantarme y apagar la luz para dejarlo descansar. Quería hablar con él de tantas cosas, pero ya tendríamos tiempo por la mañana. Teníamos todo el tiempo del mundo.


-Mmm… quién diría que la pequeña tortuga tiene el poder para seducir a un chico así…- Y si compartir la escuela con Tomo ya era lo suficientemente nefasto, tener que compartir aire en el mismo planeta con Akanishi Jin, era incluso peor. Ni siquiera sabía qué le había hecho para que se portaba tan desagradable conmigo desde el primer día de clases; pero poco a poco comencé a entender que probablemente se debía a lo que sentía por Tomohisa, cosa que ni sabía ni me importaba saber, si él estaba al corriente de. Simplemente era lo peor de mis viernes, tener que verlo a primera hora porque él tenía entrenamiento de soccer por la mañana. -…debes ser bueno en la cama, kame-chan…- Y esta era particularmente la peor de todas las ocasiones. Ueda había insistido en llevarme a la escuela antes de volver a Kanagawa para sus clases de la tarde, al final, no había podido convencerlo de que no era necesario e incluso habíamos pasado a desayunar juntos a una cafetería cercana. Para mi mala suerte, Akanishi nos había visto en la esquina de la entrada del estacionamiento de profesores cuando nos despedíamos, según nosotros, lejos de la mirada de los demás.
-¿Y eso a ti qué te importa?...- No me habían molestado sus palabras sino la forma en que había mirado a Ueda, quien incluso por educación lo había saludado con una sonrisa sin darse cuenta de nada. A veces podía ser inocente y despistado que me preocupaba.
-¡Oh! Pero claro que me importa, tortuguita …-
-Pues no debería… Si tienes tanto tiempo para meterte en mi vida privada, tal vez deberías considerar emplearlo en decirle a Tomohisa lo que sientes por él… es demasiado estúpido para darse cuenta por sí mismo, sabes?, aun cuando tú eres demasiado obvio para ocultarlo…- Aquello lo había dejado con cara de idiota, incapaz de responder, incluso se había sonrojado violentamente, probablemente al saber que alguien sabía su gran secreto. Estaba consciente de que si le daba tiempo suficiente, reaccionaría del modo impulsivo y agresivo en que siempre lo hacía, así que simplemente me seguí de largo y entré a la Universidad a toda velocidad dejándolo plantado ahí afuera.


Después de ese día, entendí que había cometido un terrible error provocando a Akanishi. Su relación con Tomo seguía siendo la misma de siempre: eran los mejores amigos, tal vez incluso un poco más que eso pero menos que amantes, pero por el contrario, su relación conmigo se había vuelto mucho más hostil. Antes se limitaba solo a decirme un par de cosas desagradables, pero ahora se divertía metiéndose conmigo de todas las maneras que le venían en gana, claro, siempre y cuando no estuviera Tomo; jamás había entendido esa conducta de su parte, pero sus motivos debía tener y entenderlo no era algo que me quitara el sueño. Nadie lo veía raro, Akanishi era nuestro senpai de tercer grado y era el chico más popular de la escuela, todos lo admiraban y querían estar cerca de él y por si eso no fuera suficiente, incluso los profesores lo tenían en alta estima porque era bueno en los estudios y en los deportes, así que el hecho de que Tomo fuera su único mejor amigo, le daba el status de la segunda persona más genial e importante dentro de la escuela… cosa que me dejaba a mí, enemigo declarado de ambos, como la persona más odiada entre el cuerpo estudiantil, por eso a nadie le importaba si el alumno modelo había tomado como su hobby favorito molestarme todo el día. Para lo que me importaba realmente, tampoco era como si todos se metieran conmigo, de algún modo, todos respetaban el hecho de que el pleito era sólo entre nosotros tres y casi podía asegurar que era así por orden de ese par de engreídos y que los demás me ignoraban también por “sugerencia” de Akanishi. Al menos podía enfocarme de lleno a estudiar y nadie me molestaba con sus trivialidades adolescentes… eso era mil veces mejor que lo que tuve que vivir en mi segundo año de secundaria gracias a las fans locas de Tomo.
-Uppsss… no sabía que nuestra kame-chan estaba pasando justo por aquí… Sorry…- Su sonrisa burlona mientras me miraba “inocentemente” desde el barandal del segundo piso sosteniendo una cubeta, ahora vacía, me molestó más que el hecho de haber terminado mojado de cabeza a pies. “Solo unos meses más” era el pensamiento que a menudo repetía mentalmente para consolarme. Solo unos meses más y Akanishi se habría graduado de la escuela saliendo de mi vida para siempre. Prefería mil veces más tener que soportar a Tomohisa que a su querido enamorado secreto.


-Kame-chan, estás bien?...- Era imposible que Ueda no se diera cuenta que estaba enfermo, mi voz me delataba a gritos.
-Sí… supongo que me quedaré en cama unos días, Tat-chan… Koji-nii y mamá cuidarán de mí, no te preocupes…- A mi familia no le había hecho mucha gracia eso de que su “niño” tuviera “ese tipo” de preferencias, sobre todo a Yui-nii, pero yo no podía seguirles ocultando la verdad, me sentía mal por ello; por fortuna se habían dado la oportunidad de conocer a Tatsuya y al final, se habían dado cuenta de que no era el lobo pervertido queriéndome devorar al más mínimo descuido que habían imaginado, más bien parecían preocupados de que yo “echara a perder” a un chico tan inocente, adorable y con un futuro tan prometedor. Además nos comportábamos tanto cuando estábamos en casa, que ellos tenían nuestra relación en el concepto de “manita sudada”, y a nosotros nos convenía que ellos siguieran pensando de ese modo, porque de lo contrario, dudo que me dejaran dormir fuera sabiendo que estaba con él, aunque tampoco era como que fuéramos un par de adolescentes irresponsables con las hormonas fuera de control. Aún ahora discutía a menudo con mi hermano mayor y con mi padre debido a lo “ridícula” que les parecía mi “relación” y lo mucho que me arrepentiría en el futuro por decisiones “inmaduras” y “rebeldes” que no valían la pena; pero al menos era bueno saber que contaba con el apoyo de mamá, Koji y Yuya, quienes pensaban que yo era más feliz desde que salía con Tatsuya y eso les era más que suficiente para aceptarnos.
-De acuerdo… te llamaré mañana, descansa, sí?- Me sabía mal haberle ocultado a Tatsuya el por qué detrás de mi resfriado. No quería que se metiera en problemas por golpear a un chico de preparatoria, por mucho que ese maldito se lo mereciera.


Los meses pasaron y por fin pasé a segundo grado. Toda la escuela era un mar de lágrimas debido a la partida de su querido Adonis, pero yo no cabía de la felicidad por saberme libre de él y de sus acosos. De algún modo estaba seguro que incluso mis altercados con Tomo bajarían de intensidad si ya no estaba a nuestro alrededor el que atizaba las chispas para crear la llamarada. No podía evitar sonreír bobamente por todas partes debido a ese maravilloso pensamiento.
-Kame-chan…- Aquello sí que me había tomado por sorpresa. Ueda estaba maravillosamente vestido de traje esperándome afuera del Auditorio cuando terminó la ceremonia de clausura. Era la primera vez que lo veía vestir de ese modo tan formal y elegante y se veía aún más hermoso que siempre. ¿Podía mi día ser más perfecto?
-¡Tat-chan!- Me sentí una colegiala enamorada por echar a correr de ese modo hacia él. Me costó una vida controlarme para no saltar a sus brazos como me ordenaba mi corazón. Debíamos “mantener las apariencias”, era lo que siempre nos aconsejaban mamá y Koji-nii, nosotros sabíamos que tenían razón, no todos verían con sus mismos ojos nuestra relación. -¿Por qué estás vestido así?- Me dio una de esas hermosas sonrisas suyas al tiempo que me despeinaba cariñosamente. Nuestro modo secreto de decirnos en público “te extrañé y quiero abrazarte en este momento”.
-Tuve una presentación de piano para unos amigos de mi padre esta mañana… y entonces tuve estas enormes ganas de ver a Kame-chan y desaparecí de la terraza sigiloso como un gato…- Susurró lo último en mi oído provocándome esos escalofríos que tanto me gustaban.
-Baka… tu padre no estará muy feliz…-
-Ya debería estar acostumbrado…- Ambos echamos a reír. No era nuevo que Ueda era la “oveja negra” de su familia por no querer seguir los pasos de sus demás parientes dentro de la política por su sueño de volverse músico.
-Kame-chan~….- Casi pegó un brinco al escuchar su desagradable voz bañada con ese tono de falso cariño. Ueda miró curioso a ese par de chicos que se acercaban a nosotros. -…te extrañaré tanto cuando esté en la universidad.- ¡Incluso me había abrazado! Akanishi debía haberse drogado o por lo menos, golpeado la cabeza con fuerza. Tomo me miraba del mismo modo que hacía siempre a una prudente distancia de donde estábamos parados los demás, mirando a Tatsuya con algo cercano al desagrado. -¡Hola de nuevo!- Esta vez su sonrisa iba dirigida a Tatsuya, quien nuevamente le regresaba el saludo ignorante de todo lo que había detrás de ese rostro encantador y manipulador.
-Hola…-
-Tenemos que irnos, Tat-chan… Mamá dijo que nos esperaría para comer todos juntos…- Lo tomé posesivamente del brazo y eché a andar hacia la entrada principal de la escuela. Podía sentir la mirada confusa de Ueda sobre mi rostro, la mirada sarcástica y malintencionada de Akanishi clavada en mi espalda y la penetrante mirada de Tomo en mi nuca. ¿Qué demonios se traía entre manos? ¿Es que acaso pretendía atormentarme hasta su último segundo en el instituto?

-¿Qué fue eso, Kame-chan?- Preguntó apenas subimos al coche y nos abrochamos el cinturón. Sonaba mucho más preocupado que cualquier otra cosa y no era para menos, jamás me había comportado de ese modo ni delante de él ni de nadie más.
-No quería que la presencia de Tomohisa arruinara la felicidad que siento por tenerte aquí hoy…- Puse mi mejor sonrisa para que dejara de mirarme de ese modo o terminaría contándole todo. En parte era mentira… en parte era verdad. Tomo me había mirado de un modo extraño cuando aferré el brazo de Ueda antes de irnos y eso no me había gustado. Me había sentido realmente incómodo con esos dos ahí.
-¡¿Ese chico era Tomo-kun?!-
-¡¡¡SHHHHHH!!!- No dudaba que incluso ellos lo hubieran escuchado. –No, ese incordio hipócrita era su mejor amigo… Tomohisa era el chico de pie detrás de él…-
-Ooooh… no parecían malas personas, sabes? Ese chico que te abrazo era muy simpático y amigable…- Boquiabierto. Así había quedado tras escuchar aquello. -¿Kame-chan?...- No, simplemente no había sido capaz de responderle nada. Hacerlo implicaría contarle TODAS las cosas que Akanishi me había hecho y dicho en este último año y que yo nunca le había contado durante nuestras largas charlas telefónicas para no preocuparlo con mis tonterías. –Oh, vamos, Kame-chan, no te enojes… sonríe, anda, sí?...- Hacía sus pucheros más adorables. No pude durar “enojado” por mucho tiempo, su nariz me hacía cosquillas en la oreja. -¿Ves? Esa sonrisa te hace mucho más bonito… ¿y entonces?,  ¿tu mamá nos espera en tu casa?-
-Claro que no… si ni siquiera yo sabía que vendrías, ¿cómo lo iba a saber mi madre?-
-Oh, tienes razón…- A veces podía llegar a ser en serio peligrosamente ingenuo y despistado.
-Aprovechemos el factor sorpresa para pasar un poco de tiempo a solas… y ya luego vamos a casa a comer, habrá que pasar a comprar un obsequio para Koji-nii, así si preguntan, decidiste venir para felicitar a Koji-nii por su graduación… papá y Yui-nii amarán ese gesto de tu parte… todos aman a Koji-nii, hasta Tomohisa…- Koji-nii era la razón por la que conocía a Tomo, ya que su madre le había pedido a mi hermano que hiciera de su tutor para estudiar para el examen de admisión a la secundaria, después de todo, Koji era realmente bueno en matemáticas e inglés y nosotros nos sentíamos muy orgullosos de él por todos sus logros académicos; con el éxito de esa primera vez, mi hermano había seguido tutorándolo hasta el día de hoy, ni siquiera podía enojarme por la situación, le pagaban bien y eso evitaba que mi hermano tuviera que buscar un trabajo de medio tiempo que lo distrajera de sus estudios. Por desgracia eso implicaba que Tomo pasará tres días a la semana en mi casa en período de clases y que mi hermano lo tuviera prácticamente todos los días en mi casa durante las vacaciones por al menos tres horas diarias. Hacía tanto que no jugábamos baseball con Koji-nii como acostumbrábamos, que incluso Yuya-chan odiaba un poco a Tomo por monopolizar el tiempo de nuestro hermano durante las vacaciones. A veces me daba la impresión de que a Tomo le gustaba mi hermano. ¿Acaso esa la razón por la que Akanishi nunca había intentado nada con Tomo aun cuando era obvio que se moría de ganas de hacerlo? Debía dejar de pensar tantas tonterías.


Las vacaciones se pasaron volando. Mi segundo año de preparatoria fue menos tranquilo de lo que imaginé. Contrario a mis expectativas, Tomo se había hecho del control de la escuela como el sucesor de Jin en el cargo de Presidente del Consejo Estudiantil y yo había tenido que probar por segunda vez lo que significaba ser el enemigo declarado de Yamashita Tomohisa gracias a su fans. Se volvió una costumbre que Ueda me escuchara durante horas quejándome de todas las cosas estúpidas e infantiles que Tomo hacía para molestarme y de todas las peleas verbales que teníamos casi a diario. Después dejó de ser tan típico que habláramos de Tomo… o de cualquier otra cosa… Tatsuya tenía clases mucho más demandantes este año en la escuela de música y poco podíamos vernos realmente ya que tenía incluso clases sabatinas de piano y violín por órdenes de su padre, sin contar que se había unido a la banda del amigo de un amigo suyo de la preparatoria y a menudo ensayaban en domingo. Ueda estaba por fin en el camino para hacer realidad su sueño… ¿qué derecho tenía yo de impedírselo por un poco de atención y mimos? Odiaba la idea de que para él yo siguiera siendo un niño.

Nuestra falta de comunicación había hecho felices a mi hermano mayor y a mi padre, quienes simplemente daban por hecho que nuestra etapa de “confusión” había pasado y que todo estaría bien de ahora en adelante porque estábamos en una edad magnifica para seguir con nuestras vidas, al poco tiempo ya todos daban por hecho que habíamos terminado. Sin embargo, Yuya-chan era el único que sabía que a menudo me quedaba dormido por las noches de tanto llorar aferrando mi celular contra mi pecho esperando una llamada que nunca llegaba.

Los meses seguían pasando, inclusive yo comenzaba a preguntarme si aún podíamos considerarnos una pareja. Hacía dos meses que no lo veía para nada y en los últimos cuatro meses habíamos hablado solamente en seis ocasiones. Ueda se escuchaba feliz. Muchas cosas buenas debían estarle pasando en su vida ahora. Me sentía tan mal por no alegrarme por ello… pero es que lo extrañaba demasiado.

Incluso Tomo notaba que algo había pasado. Nuestros “encuentros épicos” en los pasillos se habían limitado a comentarios hirientes y sarcásticos por su parte y miradas vacías y silencios de la mía. Nuevamente era ignorado y ya nada me importaba.
-¿Te pasó algo?...- Aquella era la primera vez que Tomo me dirigía la palabra cuando estaba en mi casa. Hasta ese momento, habíamos mantenido un mudo acuerdo de fingir que no nos conocíamos aun cuando asistíamos a la misma escuela desde la primaria. Y en mi casa a todos parecía tenerles sin cuidado que no nos habláramos en absoluto, no era como que estuviéramos obligados a ser amigos sólo porque Koji-nii fuera su tutor y nosotros asistiéramos a la misma escuela, después de todo, ni siquiera estábamos en el mismo curso y nunca habíamos estado en los mismos clubes ni nada. Ambos éramos completamente diferentes y en parte, era por eso que no nos llevábamos bien. Esa genuina gota de preocupación en su mirada al preguntar aquello me tomó completamente con la guardia baja. Silencio. No pude sino mirarlo por un largo momento sin decir nada, él sentado en la sala y yo con un pie en el primer escalón. Bajé la mirada y me obligué a arrastrar mis pies hacia arriba hasta mi habitación. ¿Qué rayos había sido aquello? ¿Tan patético me veía que incluso mi peor enemigo sentía lastima por mí? Estaba tan enojado que le marqué a Tatsuya. Ni siquiera me sorprendió que no me tomara la llamada, no era la primera vez, en realidad eso era lo que siempre sucedía últimamente. “Estoy cansado de esto. Terminemos.” había sido el breve y frío mensaje que le dejé esa tarde en su buzón de voz después de al menos veinte llamadas perdidas. Me quedé dormido esperando que me regresará la llamada para exigir al menos una explicación… nuevamente había llorado hasta el cansancio bajo las cobijas aferrando entre mis manos el pequeño aparato que nunca timbró.


Mi segundo año de instituto terminaría con el recuerdo más doloroso de mi vida. Ni siquiera pude alegrarme ante la idea de saber que no volvería a ver a Tomo. Tampoco pude sorprenderme al descubrir que estaría en mi casa por las tardes para preparar su examen de ingreso a la universidad. No me extrañó ni siquiera que ingresara a la universidad de Meiji al primer intento, mi hermano era capaz de hacer eso hasta con los ojos cerrados, no por nada era un alumno sobresaliente en la Todai. Simplemente ese otoño había pasado sin que me diera cuenta, trayendo consigo el invierno más frío que había vivido hasta el momento.

Hasegawa-senpai, el encargado de mi club y compañero de clase de Tomo, había organizado un viaje de despedida para todos los miembros del club de Teatro. No estaba con muchos ánimos de ir, pero Koji-nii me había convencido para que fuera a despejarme un poco de todo lo que había pasado ese año. Su argumento no era para nada malo, unos días lejos de todo y de todos, del otro lado del país, en Sapporo, de seguro me venían de maravilla para olvidarme de todo y hasta divertirme con mis pocos amigos. De ese modo, diciembre prometía darme un efectivo cambio de página para iniciar mi último año de instituto con un nuevo yo.

-¡Iku-chan!- Nos hospedaríamos en la casa de un viejo amigo de Hasegawa-senpai. El chico, de nombre Ikuta Toma, era alguien de quien había oído hablar en más de una ocasión debido a su enorme talento en la actuación, senpai lo había conocido durante un campamento escolar en Hokkaido hacía un par de años, ambos habían participado en una obra juntos y se habían vuelto grandes amigos, ahora que era estudiante universitario, su nombre había adquirido todavía más fama debido a varios musicales en los que había sido protagonista o coprotagonista en varios teatros y auditorios de universidades de artes por todo el país. Era alguien a quien admirábamos y respetábamos bastante y no sólo por ser amigo de senpai; así que poder conocerlo en persona y hablar con él como colegas, era algo que me había hecho realmente feliz. El viaje hasta su casa había sido algo cansado porque vivía en una apartada zona rural lejos de la ciudad, pero una vez que llegamos, fue como si hubiéramos entrado a otro mundo. Decir que nos quedaríamos en su “casa”, era faltarle el respeto a semejante construcción. No pude disimular ni un poco mi sorpresa al reconocerla como una finca feudal de la era Edo, tal vez incluso más antigua. Simplemente era hermosa, con todos esos jardines alrededor y sus hermosas decoraciones pintadas a mano sobre las pantallas de papel de las puertas y ventanas.
-Me alegro que te guste…- Me había susurrado nuestro anfitrión con una sonrisa al ver mi cara de fascinación contemplando las múltiples figuras esculpidas en sus techos y el arco de la entrada, lugar de donde no me había podido mover ni un paso debido a mi fascinación.

Pero toda mi felicidad acabó tres metros bajo tierra cuando la puerta principal del pabellón frente a la entrada se abrió y una cara familiar con una sonrisa amable nada familiar para mí, le dio la bienvenida a Toma-san de regreso a casa y saludando del mismo modo afectivo a mi senpai… ¿Acaso era posible que Tomohisa Yamashita tuviera ese tipo de expresiones faciales tan cálidas? ¿Acaso había alguna lógica en que estuviera justo ahí en ese momento?  Y es que ya sólo me faltaba que Akanishi se apareciera detrás de él para mostrarme la viva imagen de mi infierno personal.
-¿Kamenashi-kun?...- Hasegawa-senpai se acercó a mí al ver que era el único que aún no había entrado. Al menos no había sido el único sorprendido esa tarde. Tomo tenía la misma cara de incredulidad que seguramente yo había puesto segundos antes al verlo. Suspiré y me obligué a mí mismo a actuar como si nada pasada. –Ya conocías a Tomo-chan, verdad?- Él había decidido silenciosamente seguir mi juego así que también sonreía como sin nada. Asentí sosteniendo del mejor modo mi falsa sonrisa.
-¿En serio? ¿Ya conocías a Yamapi?!- ¿Yamapi? ¿Eran TAN cercanos que incluso lo llamaba por un apodo tan “cariñoso” como ese?
-Kamenashi-kun es nuestro kouhai en la escuela, verdad, Tomo-chan?- Toma-san, por su parte, había puesto una cara bastante graciosa al descubrir todo aquello.
-Ehhhh… espera!... Kamenashi? Kamenashi Kazuya?!- Ok, oficialmente me sentía incómodo como jamás en la vida. ¿Por qué me miraba de ese modo? ¿Cómo era que sabía mi nombre? Senpai asintió no muy seguro de lo que pasaba en realidad. Tomohisa y Toma-san intercambiaron una extraña mirada entre risas nerviosas.
-Ah, bueno… será mejor que entremos y nos instalemos antes de que anochezca…- Hasegawa-senpai me tomó suavemente por los hombros y me empujó consigo hacía adentro dejándome con la duda de qué había sido todo aquello y sintiendo que ambos me miraban fijamente a medida que nos alejábamos de la entrada.

Ya no estaba muy seguro de querer permanecer ahí. Serían cinco días completos compartiendo casa con Tomo. No me sentía preparado para ello. ¿Qué hacía él ahí por principio de cuentas?
-Tomo-chan e Iku-chan se conocen desde hace mucho… sus madres estudiaron juntas en la universidad de enfermería, así que prácticamente han sido amigos desde que nacieron…- Cómo si pudiera leer mis pensamiento, Hasegawa había empezado a hablar. -…conoces a Jin, cierto?- Hizo una pausa esperando mi respuesta, sólo atiné a asentir sin quitarle los ojos de encima en señal de verdadero interés, ocultando tanto como pude mi molestia ante la sola mención de su nombre. –Jin también es mejor amigo de ese par desde entonces por las mismas razones, prácticamente crecieron los tres juntos, pero como Jin tuvo que irse un par de años a vivir a Italia por cuestiones familiares…- Se detuvo otra vez al ver seguramente un dejo de incomprensión en mi rostro. -…la familia materna de Jin es italiana.-
-Oh…- Fue lo único que pude articular. Obviamente no sabía nada de ese sujeto fuera del hecho de que era un vanidoso y arrogante porque se sabía bueno prácticamente en TODO y por ello tenía el ego disparado hasta la mesósfera.
-Te decía, como estuvo unos años viviendo en el extranjero, pues perdieron contacto por casi cuatro años, se reencontraron nuevamente cuando entraron a la preparatoria, Jin acababa de volver de Los Ángeles, tuvo que mudarse para allá debido al trabajo de su padre después de que falleciera su abuelo materno…-
-Mmm…- Todo aquello me resultaba morbosamente interesante precisamente porque no sabía nada al respecto y porque nunca se sabía cuándo podía ser útil ese tipo de información.
-Iku quiso mudarse a Tokio para estar en la misma escuela que ellos, y así fue por dos años, pero luego su madre enfermó y él tuvo que regresar a Hokkaido, por eso tú no lo conociste… Te hubieras sorprendido de lo diferente que era Jin en ese entonces…- Muchas cosas empezaban a tomar sentido de pronto, muchas otras se volvían aún más confusas dentro de mi cabeza. -Yo lo conocí después de transferirme a nuestra escuela, en segundo grado, así que tampoco me tocó tenerlo como compañero de escuela… fue toda una sorpresa para ambos descubrir que teníamos tantos conocidos en común… y parece que las coincidencias no dejan de ocurrir, de dónde te conoce a ti?-
-¿Eh?...- Su pregunta me había tomado por sorpresa. -…en realidad yo no lo conozco de nada, sólo por lo que tú nos has contado, senpai o por lo que he leído sobre él en los periódicos debido a sus obras...- Admití con timidez.
-¿En serio?... Por su reacción juraría que te conoce de tiempo…-
-Hoy es la primera vez que lo veo en persona…- Me encogí de hombros.
-Bueno, supongo que entonces yo debí haberle hablado de ti… a veces hablamos durante horas sobre nuestros kouhai más sobresalientes…- Ni siquiera le di importancia a su halago, cosa que en otras circunstancias me habría hecho inmensamente feliz, pero es que mis pensamientos seguían ocupados en todo lo que había escuchado en ese momento. –Bueno, iré a mi habitación, solemos quedarnos juntos cuando venimos a visitarlo, espero que no te moleste tener que estar solo en esta habitación… si lo prefieres podrías quedarte con alguno de los chicos…-
-¡No! No te preocupes, senpai, no me molesta….- Negué con las manos y la cabeza tal vez con demasiada efusividad. Cómo iba a molestarme si para mí era perfecto de ese modo. -…es genial que tengas amistades de tanto tiempo, obviamente debes compartir tiempo con ellos.- Aquello lo decía en serio. Odiaba admitirlo, pero Tomo tenía algo que yo jamás había poseído: verdaderos amigos. No pude evitar sentir envidia por él. No podía decirlo por Akanishi, pero Hasegawa-senpai y Toma-san eran personas realmente geniales a las que admiraba un montón y que me hubiera gustado llamar “mejores amigos”. De algún modo sentía que él no lo merecía.

Para mi total sorpresa, pasar tiempo en compañía de Tomo de ese modo, resultó ser realmente agradable. Era toda una novedad para mí verlo sonreír de ese modo, podía apostar a que ni siquiera con Akanishi sonreía de esa manera, una sonrisa que parecía demasiado cálida para cualquier otra persona, pero que en su rostro, se veía tan adorable que incluso me hacía sonreír. Una sonrisa que de algún modo me recordó la cálida y brillante sonrisa que me salvara de mí mismo aquella tarde en una librería de Yokohama… mi ánimo decayó hasta el sótano en una fracción de segundo, discretamente me levanté de la mesa so pretexto de que se había terminado mi bebida y caminé lejos de las miradas de los demás. Me parecía descortés deambular por una casa ajena, así que me limité a salir al jardín lateral, el mismo que había visto cuando llegáramos y me quedé de pie bajo ese enorme sakura que no poseía nada de espectacular en esa época del año sin sus millones de flores… una impresión que de cierto modo me hacía sentir aún más deprimido. ¿Así me veía yo ahora que no tenía las sonrisas de Tat-chan? ¿Alguna vez podría volver a florecer mi propia sonrisa como antes aún si no era debido a Tatsuya? Apoyé mi mano en el tronco… nunca me había sentido tan frágil. Sentía que mis ojos se habían llenado de lágrimas pero no podía permitirles salir. No era el momento y definitivamente no era el lugar. Respiré profundamente un par de veces tratando de recuperar la compostura. Miré hacia abajo parpadeando constantemente para hacer desaparecer a las malditas que habían logrado colarse hasta mis pestañas… y entonces la vi… un solitaria y pequeña flor de color rojo que crecía entre las raíces y el musgo. Una amarga sonrisa se dibujó en mis labios. Qué extraña coincidencia era aquella.
-¿Acaso eres mi respuesta…?- Dejé caer mi cuerpo hasta quedar de rodillas, mi mano aún sobre la madera, mis ojos fijos en esa mancha carmín, mis lágrimas sin poder ser ya contenidas. Lloraba, y aun así, sonreía a causa de la pequeña flor.
-Amapola roja…- Su voz me sobresaltó. ¿Hacía cuánto que estaba ahí? -…increíble que esa pequeña luchadora sobreviva todavía a estas alturas del invierno, no crees?… cuando llegué creí que ya no florecería, la he estado observando cuidadosamente desde entonces… supongo que estaba esperando por la persona indicada…- No me atrevía a voltear o a moverme. Lo que menos quería era que se diera cuenta de que estaba llorando. -…y supongo que este año, esa persona tampoco era yo…- De pronto su tono fue tan nostálgico que me pregunté cómo se veía con una expresión así de abatida en su rostro. -…las flores que planté nunca han florecido para mí…- Sus pasos se detuvieron a un metro o menos de mí. -…y a de ello, sigo esperando que algún día lo hagan, por eso no dejo de mirarlas…- Seguí inmóvil. Silenciosamente tratando de cortar mis lágrimas y escuchando detenidamente sus palabras sin ser capaz de entender a qué se refería en realidad. -…aún si ellas nunca se dan cuenta.- Sentí que ponía algo ligero sobre mi cabeza y luego el sonido de sus pasos alejándose. Llevé mi mano a mi cabello. Un pañuelo. Gris claro con unas pequeñas sakura bordadas en rosa. Algo tan impropio de Tomo. Una risita se me escapó. ¿Cuántas cosas más descubriría sobre él antes de que terminara esa semana?

Mi humor no había mejorado mucho después de esa noche, pero ya no me sentía tan mal. Esas dos mañanas había salido a mirar la pequeña amapola, era algo tan tonto y trivial, pero lograba darme ánimo para sonreír y querer pasar tiempo con mis amigos. Habíamos ido a Otaru a la playa, comimos calamar hasta reventar, habíamos jugado con fuegos artificiales, contado historias de terror y hasta cantado alrededor de una fogata a la luz de las estrellas, simplemente había sido divertido y me había olvidado de todo lo que me agobiaba. Al tercer día, me había quedado dormido, había hecho tanto frío cuando regresamos que no me había podido despertar a primera hora, quería quedarme dentro de los futones toda la vida. Ante ese pensamiento, me levanté sobresaltado. Había empezado a nevar esa mañana. Salí corriendo al jardín, sin suéter y sin zapatos, solo preguntándome si la pequeña flor seguiría ahí. Abrí la puerta y para mi sorpresa, Tomo estaba ahí, durmiendo como si fuera lo más normal del mundo, recargado contra el tronco de cerezo, había puesto una sombrilla sobre ella, estaba a salvo. Suspiré aliviado e inclusive sonreí.
-Ne…- Me acerqué a él y le piqué la mejilla con el dedo… su rostro estaba helado. –Oye…- ¿Hacía cuánto que estaba ahí afuera? Puse mis manos en sus mejillas y acerqué mi oreja a su nariz: respiraba tranquilamente.
-Mmm…- Se removió sin abrir los ojos y puso sus manos sobre las mías, también las tenía heladas. -…que calientito…- Esa estúpida sonrisa suya tan adorable se dibujó en sus labios y poco a poco abrió los ojos. Era la primera vez que lo tenía tan cerca y era tan extraño que no pude evitar ponerme de pie bruscamente.
-No deberías estar aquí afuera con este frío…- Estornudé. Entonces recordé en qué condiciones había salido de la cama.
-¿Y me lo dice el que sale a ver la primer nevada como si fuera al Tanabata?…- Sonrió poniéndose de pie y quitándose la chamarra para colocarla sobre mis hombros. -…será mejor que entres y te abrigues un poco, sería una lástima que volvieras a enfermarte en vacaciones, la última vez no te fue muy bien…- Dijo divertido pero no en broma mientras caminaba de regreso al interior. Inevitablemente le seguí con la mirada. ¿Cómo sabía él que me había enfermado en las últimas vacaciones?, NADIE había sabido de ello porque no se lo había dicho a nadie, nuevamente me había quedado en cama todos esos días, ¿mi hermano se lo había dicho? Cada vez me sentía más confundido por las cosas extrañas que hacía y decía ese chico cuando estábamos a solas. Cuando entré, encontré sobre la mesa de la cocina una taza de chocolate caliente con una nota adhesiva pegada que tenía una tortuguita sonriente dibujada que decía “no te enfermes!”, la miré sonriendo por el detalle y la despegué antes de beberla. La nota había ido conmigo de regreso a la habitación después de terminar la bebida.

El cuarto día parecía transcurrir con tranquilidad. Era el último día del año y todos estábamos alistándonos para visitar el templo y luego asistir a un concierto al que nos había invitado un amigo de Toma-san cuando estuvimos en Otaru, al parecer tocaría la banda del amigo de un amigo suyo y eran realmente buenos, así que habíamos aceptado asistir. Subimos a la camioneta y partimos rumbo al centro de Sapporo después de haber presentado nuestros respetos en el Santuario. Parecía una forma realmente genial de acabar el año y darle la bienvenida al nuevo. El concierto había empezado una hora antes de la media noche y terminaría una hora después. Las bandas que se habían presentado hasta entonces eran realmente buenas, todos nos estábamos divirtiendo de lo lindo. Y así hubiera sido por el resto de la noche de no ser porque había ido a dar el peor infierno imaginable.
-Kame-chan…- Ahí frente a mis ojos, estaba Ueda, con un corte de cabello diferente, algunos mechones de otro color y un peinado muy a la rock star que resaltaba sus ojos oscuros maquillados como sus ídolos del visual kei, vistiendo oscuros pantalones de mezclilla medios rotos de las piernas mostrando pequeñas porciones de su nívea piel, una camisa de terciopelo negro con tiras de piel cruzadas sobre el pecho sujetas con hebillas de diferentes tamaños y unas botas desgastadas de gamuza que lo hacían ver realmente sexy y genial. Sus labios rojos habían perdido la sonrisa traviesa que había tenido segundos antes… mientras se besaba con ese chico de cabello ondulado y negro y sonrisa endemoniadamente atractiva que llevaba un pantalón de lino negro, una camisa blanca con las mangas recogidas descuidadamente y un chaleco de vestir a medio abotonar rematando con un sombrero de medio lado dejando ver esos distintivos lunares junto a su ojo derecho... Akanishi Jin. Mi mundo colapsó en un segundo. Mi pecho dolía. No podía respirar con normalidad. Mis piernas se sentían de gelatina.
-Oh, vaya, mira qué tenemos aquí…- Me di la vuelta para salir corriendo de ahí antes de que su lengua venenosa hiciera de las suyas y terminé estampándome con alguien que olía a frutas y maderas, un aroma que últimamente se había quedado atascado en mi nariz. –Ah! Yamapi!- Lo escuché sonreírle. Contrario a mis deseos, levanté la mirada y me topé con sus ojos claros. Mis lágrimas corrían a través de mis mejillas. Su expresión mientras me miraba me desarmó. ¿Estaba preocupado por mí? Me sentía realmente patético. No quería que ni Akanishi ni Ueda me vieran así.
-Kame-chan… yo…- Me estremecí al escucharlo justo detrás de mí. Nuestras miradas seguían conectadas. Solo quería salir de ahí. Sentí su brazo rodear mi espalda con suma delicadeza al tiempo que me empujada suavemente llevándome consigo lejos de ahí perdiéndonos entre el ruido y la multitud. Afuera hacía frío, no habíamos tenido tiempo de ir a donde estaban los demás por nuestras chamarras. Mis sollozos se materializaban en el aire como pequeñas nubes blancas que se entremezclaban de a poco con su respiración. No quería estar ahí. Empecé a caminar sin ningún rumbo. Solamente quería irme a mi casa y llorar lastimeramente en la seguridad de mi habitación, ser abrazado por mamá, consolado por las amables palabras de Koji-nii, sentir las palmaditas en mi pierna que para Yuya-chan eran un “aquí estoy”… simple y sencillamente necesitaba sentirme protegido por aquellos que me amaban.
-Kazuya…- Su voz tan queda y llena de preocupación fue como un interruptor. Me detuve. Estallé en llanto ahí a media calle cual niño pequeño.  Estaba cansado. Cansado de haberme callado tantas cosas por no parecer egoísta, de haberme limitado de tantas cosas por no parecer inmaduro, de haberme tragado tantas cosas por no parecer mimado,  de no haber pedido tantas cosas por no parecer infantil… Estaba harto de pensar siempre en todos menos en mí. Harto de no poder ser yo mismo por temor a defraudar a todos. Harto de vivir sin ser libre. Y ahí estaba él, mi eterno enemigo, ese que no quería que viera ninguna de mis debilidades, mirándome como si temiera acercarse por miedo a que me rompiera en mil pedazos, incapaz de moverse un milímetro por miedo a que mi llanto empeorara… corriendo hacia mí y estrechándome con fuerza entre sus brazos. –Todo estará bien… llora… no pasa nada… aquí estoy… no iré a ningún lado…- Desbordando tanta paz y amor que no pude sino abrazarme con fuerza a su camiseta y seguir lloriqueando como si de ello dependiera mi vida. A estas alturas ya todo daba igual.
-¡Kame-chan!- A lo lejos escuché su voz agitada. –Hablemos por favor…-
-¿No crees que ya has hecho suficiente?- Contrario al tono con que me había hablado a mí, a Ueda le espetaba aquello con tanto rencor que incluso escuché su corazón latir con más fuerza.
-Esto es entre Kame-chan y yo… tú no tienes nada que ver…- Nunca había escuchado a Ueda usar ese tono de voz tan frío.
-No creo que Kazuya quiera escucharte… y eso, claro que tiene que ver conmigo…-
-Que reencuentro tan poco emotivo, chicos…- Tomo me soltó poniéndome detrás de él para encarar a su amigo. –¿No creen que esto está un poco sobrado?... ¿En serio? ¿Una escenita de telenovela barata?...- Sus sarcasmos me dolían más que cualquiera de las veces anteriores que podía recordar.
-Jin, basta… mejor entremos… somos los siguientes en subir al escenario…- Ueda sonaba desesperado.
-Yamapi, no me irás a decir que sigues enamorado de ese niñato bueno para nada, verdad?- Al escuchar aquello sentí un golpe en la boca del estómago. ¿Qué acababa de decir? ¿Por qué todo tenía que ser para él un motivo de burla? Tomohisa no se movió ni dijo nada pero sus manos se veían rojas de tanta fuerza con que las empuñaba a sus costados.
-Jin... basta.- Su voz sonaba tan rara. Nunca lo había escuchado hablar en ese tono.

–Bromeas, verdad? ¿Sigues enamorado de él y todavía no se lo has dicho? ¿En serio, aun después de tanto tiempo? ¿Aún con todas las cosas inútiles que has hecho para estar cerca de él? ¿Aun después de tus grandes esfuerzos por odiarle y que te odie para olvidarlo?-
-¡Jin, dijiste que nunca hablarías de eso frente a Kame-chan!- ¿De qué hablaban? ¿Incluso Ueda lo sabía? Tenían que estar bromeando. Eso no podía ser verdad... nosotros éramos enemigos jurados.
-Yo…- Ni siquiera sabía qué quería decir pero no pude decir nada porque su voz me interrumpió.
-Sí… sigo enamorado de Kazuya como desde la primera vez que lo vi, no me arrepiento de haber usado a su hermano para poder pasar tiempo en su casa después de clases o hasta en vacaciones, ni de haberme matriculado en una escuela lejos de mi casa sólo para estar cerca de él, ni de haberle hecho y dicho tantas cosas desagradables tan solo por tener un poco de su atención, así como tampoco me importa que siga siendo un amor no correspondido mientras pueda verlo sonreír y ser feliz… así que entenderás que no esté de acuerdo con que quieras hablar con él después de todo lo que le has hecho, Ueda-san…- Su voz temblaba, del mismo modo en que su cuerpo lo hacía, pero sabía perfectamente que no se debía al frío. Estaba conteniéndose. Completamente molesto. Era algo que ya había visto con anterioridad. Solo era capaz de contemplar su silueta de pie delante de mí, esforzándose en protegerme de lo que amenazaba con lastimarme aún si en el proceso, él mismo estaba siendo lastimado.
-¡Ay, Pi, por favor! No me vengas con sermones cursis… ¡Tat-chan no le hizo nada! La tortuga fue la que quiso terminar su relación sin ninguna explicación, ¿y todo por qué?, ¿por qué ya no podían verse cada semana y llamarse a diario? Si realmente hubiera sido amor, ellos…-
-¡CÁLLATE! ¡Tú no sabes nada! ¡Así como tampoco lo sabe Ueda! ¡Él nunca quiso saber mis razones! ¡Nunca le importé ni un poco como para el menos haberse enojado conmigo y haberme gritado por teléfono exigiendo una razón!- Me sabía tan extraño llamarlo por su apellido. –¡Ha pasado casi un año! ¡Y nunca me buscaste! ¡¿Tienes idea de lo mal que lo pasaba?! ¡¿De todas las cosas que nunca te dije por temor a causarte problemas o preocupaciones innecesarias?! ¡¿De cuántas veces me quedé con las ganas de verte o escucharte porque estabas demasiado ocupado?! ¡¿De todas las cosas que quise preguntarte porque nunca me contabas nada?! Siempre tan distante, tan reservado, tan lleno de secretos… tan lejos de mí…- Había explotado. Mi voz sonaba tan extraña a medida que dejaba salir todo aquello que me había ahogado durante tanto tiempo. –No se trataba de vernos siempre o de hablar todo el tiempo… era cosa de confianza y comunicación y tú rompiste todo eso…- Él también lloraba. –Yo fui en contra de todo y de todos por lo que sentía por ti… incluso de mi propia sangre… sin esperar nada a cambio, simplemente porque te amaba y quería estar contigo… y tú… ¡tú solamente me dejaste a un lado cuando más te necesitaba porque no tenías tiempo para nada ni nadie que no fueras tú mismo!...- Tomé aire. Sentía que en cualquier momento me iba a desmayar. Mis piernas se sentían tan ajenas a mí. –¿Pero sabes?... al menos ahora podré dormir sabiendo que tú si eres capaz de sonreír nuevamente… aún si esas sonrisas van dirigidas a un imbécil como él…-
-Kame-chan…- Dio un paso hacia mí.
-Hemos terminado… No quiero volver a verte…-
-No, Kame-chan, escúchame…- Un paso más. No lo quería cerca de mí. Sabía lo que él me provocaba. Sabía que aún después de todo lo que había pasado, si me miraba con esos ojos y me hablaba con ese tono, terminaría cayendo de nuevo a sus brazos… y no quería.
-Yui-nii tenía razón… Al final, sí terminé arrepintiéndome de haberme enamorado de ti… No valía la pena.- Había tanto odio en mis palabras que no era para menos que me mirara de ese modo.
-Kazuya, basta, te haces daño…- Sentí su mano en mi muñeca y un tirón que me obligaba a dar media vuelta perdiendo de vista aquella escena en la que Ueda lloraba en brazos de Akanishi a medida que me arrastraban calle abajo.

Lo siguiente que supe es que volvíamos a la casa de Toma-san en taxi y que Tomo le medio explicaba lo que había pasado por teléfono sin darle demasiados detalles, casi como si la persona al otro lado de la línea supiera exactamente lo que había sucedido sin necesidad de palabras. El resto del trayecto estuvo sumido en un doloroso e incómodo silencio. Podía sentir su mirada de tanto en tanto sobre mí, pero no era capaz de enfrentarlo después de todo lo que había pasado. Llegamos y aproveché que pagaba para escapar fuera del coche lejos de su mirada. Al llegar al jardín, mi atención se desvió hacia cierto punto al fondo junto al estanque. La sombrilla seguía ahí, manteniendo la pequeña amapola roja a salvo del helado viento que soplaba esa noche. El cielo se iluminó de colores. El año había terminado. Los fuegos artificiales lo dejaban en claro. Mis lágrimas volvían a resbalar silenciosas a través de mis mejillas. Algo cálido rodeaba mi cuerpo. Tomo había sacado su chamarra y me la había puesto encima.
-No se suponía que las cosas sucedieran así…- Se quedó de pie detrás de mí, tan cerca que podía sentir el calor emanado por su cuerpo en mi espalda. -…lo siento.-  Y nuevamente el frío que se hacía mayor a medida que se alejaba de mí.
-Ne…- Se detuvo. -…¿por qué esa pequeña amapola fue capaz de florecer aun en circunstancias tan difíciles?- Una ligera risita se le escapó.
-Por qué estuve mirándola y cuidándola todo el año… desde el día que la planté… -
-¿Y por qué decidiste plantarla en este lugar tan deprimente?...-
-Porque en medio de la crueldad era donde iba a encontrar las fuerzas suficientes para mostrar su verdadera belleza…-
-Eres extraño…-
-Ambos lo somos…- Reímos. –Vamos, será mejor que entremos. De verdad no quiero que pesques otro resfriado, no querrás que sea tu primer recuerdo de este año, verdad?...-
-No, no lo será…- Me miró confundido. -…ya tengo un recuerdo mucho mejor en mente…- Caminé hasta la terraza y me quedé frente a él sonriéndole. Mirando su verdadera belleza por primera vez.


-Creo que este año te tocará por fin ver florecer las flores…- Se había detenido afuera del Auditorio, diploma de graduación en mano, apenas al escuchar mi voz. Me miró de ese modo extraño en que siempre me miraba, del mismo modo que siempre me había sacado de quicio, como si mirará a través de mí desarmándome por completo, viendo todo lo que yo siempre me esforzaba en ocultar.
-Eso sería un milagro que no creo que suceda, todavía no es primavera… además no iré estas vacaciones a casa de Iku…- 
-Baka… en serio que nunca te enteras de nada…- Caminé hasta donde estaba y tomé su mano para darle lo que había mantenido oculto en la mía. –Es la primera de este año…- Su cara fue todo un poema cuando vio la pequeña flor de cerezo rosada enmicada junto a la pequeña tortuguita sonriente de color verde que había recortado de una vieja nota adhesiva que había guardado hasta entonces.
-Kazu…- Sus ojos pasaron de lo que yacía en su palma a mi rostro. Su reacción fue todo menos lo que hubiera imaginado que haría. Me abrazó con fuerza, riendo bobamente pero incapaz de articular alguna palabra, tan sólo estrechando mi cuerpo contra el suyo.

Todo sucedió de un modo tan lento que apenas si fui consciente de lo que pasaba hasta que había sido demasiado tarde. Todas las personas que conocía se conectaban unas con otras formando una enorme, complicada y frágil telaraña que nunca antes había sido capaz de ver. Una telaraña que estaba llena de soledad y calidez. De tristezas y alegrías. De mentiras y verdades. De engaños y realidades. Y en medio de todo ese caos bipolar que era mi vida, lo único constante y seguro que conocía era Tomo. La sombrilla que me había protegido de la lluvia y del viento. La espina que me había enseñado a ser fuerte y a defenderme. Las manos que siempre habían cuidado que incluso una pequeña y rebelde flor pudiera florecer aun en un cruel invierno. Para cuando traté de pensar en ello, ya era demasiado tarde… me había enamorado perdidamente de mi peor enemigo. 
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